NUESTROS AMIGOS LOS ANIMALES
Vivo en compañía de gatos desde los 16 años. Lo que voy a compartir con ustedes es mi historia vinculada a la de uno de ellos. Zazou llegó a casa en 1983, pequeña bola de pelos de tipo persa que de inmediato marcó los lugares y se apropió de ellos. Fue seguida dos años más tarde por Othello, un gran minino
europeo de color negro. Este último era tan independiente, como Zazou era cercana a mí, aunque a ella no le gustaba que la cargaran ni la mimaran. Un vínculo amoroso y telepático se creó rápidamente entre nosotras dos. Nos mirábamos, y nos comprendíamos. Nunca estaba muy lejos de mí. Había adquirido una costumbre particular de irme a buscar maullando y llevarme a su plato de croquetas, y allí se instalaba un ritual. Yo debía acariciarla repetidas veces y sólo entonces empezaba a comer. Yo sabía también cuando no estaba contenta, pues su hocico, de por sí pequeño, se enfadaba más. Pasaron los años y llegó la vejez, yo tenía consciencia de que ella pronto partiría y le había dicho repetidas veces que podía, si lo deseaba, regresar conmigo, pero eligiendo esta vez un vestido de pelo corto. Es preciso decir que no le gustaba en absoluto que la cepillaran, y que cada vez soportaba menos los períodos de intenso calor. Entonces un día, comenzó a decaer y su estado se deterioró rápidamente en el espacio de 48 horas. La coloqué entonces en calma en mi cuarto, tendida sobre una pequeña manta. Una tarde, al volver de mi trabajo, comprobé que estaba en coma. Al acostarme, recé para que encontrara su más allá, pues sabía su fin cercano. Me dormí con esa oración, y al día siguiente, al despertar, Zazou había partido, estaba liberada. La puse en una caja de cartón y fui en auto a mi veterinario para depositarla allí. En el camino, mientras escuchaba la radio, sentí su presencia a nivel de mi hombro derecho y oí claramente en mi oreja su maullido tan característico. La reconocí enseguida pues ella tenía la voz un tanto ronca y nunca maullaba muy fuerte. Había sido como murmurado en mi oído. En una fracción de segundo, me di cuenta de que lo que acababa de oír no podía proceder de la radio y mi primera reacción fue decirme que no estaba muerta, que me había equivocado. ¡Pero no! La realidad estaba allí, su cuerpo no se había movido y yacía todavía en la caja de cartón. Mi reflexión fue entonces inmediata: Zazou venía a tranquilizarme, a darme testimonio de su supervivencia y a probarme así que estaba bien. Pasó el tiempo pero yo no podía olvidarla, y dos años más tarde, fue el turno de Othello de dejarme. Quise mucho a ese gato, y como con Zazou, las lágrimas corrieron a raudales. Me juré entonces no volver a tener un animal, pues sentimentalmente no quería sufrir más su partida. Pasaron dos meses, y durante esas semanas, sentí la falta de esos pequeños felinos que saben, además del amor que pueden expresarnos, traernos equilibrio y calma. Una noche, tuve un sueño. Tenía una gata en mis brazos, se dejaba mimar, era Zazou. Estábamos juntas de nuevo. Al despertar, tenía la certeza de que ella iba a volver. Y el deseo de un gato se hacía cada vez más fuerte, crecía en mí. De nuevo estaba lista para vivir otra historia. Pero, ¿cómo hacer para encontrarla? Pasaron dos semanas y me dominó la idea de irme a una Sociedad Protectora de Animales. Mi deseo se hacía cada vez más intenso, cada vez más presente.
Hay dos establecimientos de ese tipo cerca de nuestra población. Tomé pues la decisión de ir allí acompañada de mi cónyuge. En mi sueño, Zazou era de color gris. Me decidí pues a buscar un gato gris. En la primera Protectora, vi decenas de gatos, más o menos salvajes. Había en efecto una gata gris, pero no me sentí atraída por ella. El contacto no se estableció. Sabía dentro de mí que la sentiría y que así no me equivocaría. Decepcionada por ese primer contacto, decidí a pesar de todo proseguir la experiencia dirigiéndome al segundo centro, a varios kilómetros de allí. Caía la tarde y se acercaba la hora del cierre. Llegada a la segunda Protectora, los voluntarios me llevaron a un piso relativamente importante donde vivían más de cincuenta gatos. Hice mi pequeño recorrido, deteniéndome junto a uno, a otro, pero nada pasó, no sentía nada. Profundamente decepcionada, empezaba a decirme que este medio no era el correcto. Había deambulado en medio de todos esos gatos, y el chasquido no se había producido. Me preparaba a salir de la oficina de la Sociedad Protectora, cuando vi en un pasillo una docena de jaulas superpuestas dentro de las cuales se encontraban 5 ó 6 gatos que debían salir al día siguiente para la esterilización. Decidí
acercarme, y allí delante de mí, una gata negra y blanca de unos 8 meses se frotaba contra los barrotes de su jaula y me miraba maullando. Me sentí atraída irresistiblemente por ella, aunque no fuera gris, y pregunté al voluntario presente si podía tomarla en mis brazos. En cuanto estuvo contra mí, reviví mi sueño y supe que esta era ella. No podía engañarme y no me he equivocado. Zoé, que es su nuevo nombre, fue acogida por nuestro perro que la conocía como Zazou, mostrando su alegría y moviendo la cola. Hoy tiene 7 años, y otros dos gatos han venido a reunirse con ella. Debo dar fe de que no tengo la impresión de haberme separado de ella. Misma psicología, mismo espíritu hogareño, misma mirada profunda y escrutadora, misma necesidad de venir a buscarme y llevarme junto a su plato de croquetas, lo que no hacen los otros dos. A veces llego hasta a equivocarme de nombre, tanto es para mí una realidad su presencia. Una prueba suplementaria de que el amor no se extingue y de que la reencarnación permite igualmente a nuestros amigos de cuatro patas encontrarse con los que los han querido y cerca de quienes pueden continuar aportando su amorosa presencia.
- Le Journal Spírita nº 83
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¿El
karma supone el destino o este lo marcan los astros?
El destino humano, en líneas generales, siempre es
producto de un programa trazado o aceptado de antemano por el Ser
espiritual desde antes de nacer, en uso de su libre albedrío y de
acuerdo a lo señalado para cada uno por la ley del Karma.
Cada Espíritu escoge antes de encarnar, el cuerpo que
tendrá y las circunstancias de vida que afrontará como ser humano,
que incluye las pruebas que va a tener que enfrentar. Esta elección
podrá ser condicionada por la necesidad y la forma de reparación de
sus faltas, habiendo casos en los que una determinada reencarnación
podrá ser impuesta por imperativos Divinos para su evolución.
El destino kármico no supone un fatalismo ciego, sino
un determinismo que está condicionado por las actuaciones
individuales del Ser humano, en el pasado y en el presente, de modo
que en cada momento de nuestra existencia, estamos condicionando
nuestro futuro.
Existe la
predestinación en cuanto a las grandes pruebas de carácter general
que vamos a afrontar en la existencia, como resultado de la ley de
consecuencias, , pero no existe el fatalismo ciego ante lo que nos
acontece, pues el
destino de cada uno se puede modificar a cada paso mediante el
propio esfuerzo.
El karma como destino bueno o malo se puede alterar cada día
mediante nuestras actuaciones buenas o malas y sus consecuencias.
El determinismo en los acontecimientos humanos no ocurre
de modo absoluto. Sí que existe sin embargo en las pruebas de
naturaleza física, tal como las enfermedades congénitas, etc. En
cuanto a las pruebas morales, el Ser conserva el libre albedrío,
siendo posible acceder o resistir a las tentaciones y por tanto
modificar en esta vida las resoluciones tomadas en el mundo
espiritual antes de encarnar.
Si fuesen las estrellas las que señalasen cada detalle
de nuestro actuar en la vida, no tendríamos responsabilidad alguna
en la misma, y por tanto el progresar y evolucionar no dependería de
nosotros, sino que dependería de lo que caprichosamente determinasen
los signos zodiacales que a cada uno le hayan tocado en suerte. Y sin
duda, que la máxima Perfección del Origen de todo, como dijo
Einstein, no juega a los dados la suerte del ser humano.
Por
tanto, ningún destino de nadie está escrito de forma indeleble en
las estrellas, sino en los actos llevados a cabo alguna vez por
cada Ser espiritual. Otra cosa es la influencia magnética sobre la
materia de los cuerpos y la psiquis que la acompaña, que según la
Astrología,
puedan ejercer los astros según su posición con respecto a la
Tierra, sobre cada persona cuando nace, influyendo en el carácter
que le acompañará en esa vida, dependiendo no solamente del momento
preciso, sino del lugar geográfico del nacimiento.
No
obstante, como objeción a la tesis astrológica, es de señalar que
la influencia magnética de los astros sobre nuestro mundo y sobre
las personas, mas bien se toma como algo mágico y misterioso que
dictan los horóscopos a cada uno con carácter general. Los Seres
espirituales que vienen a este mundo, aún haciéndolo en una misma
época y lugar, son absolutamente diferentes entre sí,
permaneciendo las individualidades bien diferenciadas. Además,
siendo la astrología un arte o superstición antiguo, en el que la
imaginación de los hombres creó figuras mitológicas en el cielo
estrellado, no se tuvo en cuenta que además de los planetas y
estrellas vistos entonces y reconocidos, mas tarde han aparecido
otros nuevos, que lógicamente deberían tener también su influencia
y esta no se tuvo nunca en cuenta.
Recordemos las palabras del Maestro Jesús, cuando al
respecto nos indicó claramente que, a cada cual sería dado según
sus obras, pero no dijo sin embargo que nos sería dado según
nuestro horóscopo.
- Jose Luis Martín-
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“Cuando entendemos en
altitud y profundidad que somos Espíritus en proceso depurador
inevitable,soportamos con mejor ánimo las tribulaciones y agonías
que nos hieren en las andanzas del camino....”
-Divaldo
Pereira Franco-
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Hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amable; la segunda, serlo siempre; y la tercera, nunca dejar de serlo.
Henry James
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ANTE LAS ADVERSIDADES DE
LA VIDA
Recuperarse
de una caída no es una tarea de las más fáciles, debemos de estar
de acuerdo.
No
son todos los que consiguen poner en práctica el refrán popular:
Levanta,
sacude el polvo y da la vuelta por encima,
creado en la música de Paulo Vanzolini.
Muchas
veces, cuando caemos, por cualquier motivo, como pueda ser el término
de una relación; la pérdida de un empleo; un accidente, o hasta la
presión del día a día, tendremos que quedarnos tirados en el
suelo.
¿Cómo
continuar? ¿Cómo seguir adelante? ¿Vale la pena todo esfuerzo
nuevamente?
Felizmente
existen personas que consiguen llevar todo eso con mayor facilidad.
Incluso
cuando todo parece conspirar negativamente, ellas siguen adelante,
con una sonrisa en el rostro y dispuestas a enfrentar lo que fuera
preciso.
Intrigados
en descubrir lo que llevaba a algunas personas a enfrentar tan bien
esos contratiempos de la vida, los especialistas en comportamiento
humano pasaron a estudiar los trazos de esos sobrevivientes.
Los
primeros llegaron a concluir que se trataba de una invulnerabilidad
innata, algo como un verdadero don con el cual las personas ya
nacían.
Sin
embargo, parece que eso no respondía a todo, y hace poco más de una
década se comenzó a investigar el término invulnerabilidad.
Este
parecía sugerir que las personas serían 100% inmunes a cualquier
tipo de adversidad – lo que no sería la realidad.
Aunque
sean personas que pasen por los problemas con mayor facilidad, eso no
quiere decir que salgan de esas experiencias totalmente ilesas.
Los
estudiosos pasaron a buscar un término más adecuado, y fue entonces
que tomaron prestada una terminología de la física: resiliencia.
Resiliencia
es
una propiedad de algunos materiales, que muestra su capacidad en
volver a su estado original, después de sufrir una gran presión.
Así
serían las personas con un alto grado de resiliencia;
tendrían
capacidad de encarar las adversidades como oportunidad de mostrar y
perfeccionar su competencia, su entusiasmo.
Tales
personas encuentran también soluciones creativas y determinadas para
levantarse del suelo.
¿En
este instante usted podrá estar imaginando cuál es su grado de
resiliencia,
cierto?
Cabe
destacar aquí que ser resilente
no es ser indiferente, insensible.
No
se trata de sentir o no sentir, pero sí de cómo atravesar las
experiencias.
Sería
una habilidad que todos podemos adquirir, de soportar el sufrimiento,
extrayendo de el todo lo que tiene que enseñarnos. Ahí
está la clave de todo.
León
Denis afirma con propiedad, que si, en las horas de pruebas,
supiésemos observar el trabajo interno, la acción misteriosa del
dolor en nosotros, comprenderíamos mejor su obra sublime de
educación y perfeccionamiento.
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La
razón del dolor humano procede de la protección divina.
Los
pueblos son familias de Dios que, a la manera de grandes rebaños,
son llamados al aprisco de lo Alto.
La
Tierra es el camino. La lucha que enseña y edifica es la marcha.
El
sufrimiento es siempre el aguijón que despierta a
las ovejas distraídas al margen de la senda verdadera.
Redacción de Momento Espírita,
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