En cuanto al porvenir del Espiritismo, los espíritus afirman unánimamente que el triunfo está cercano, a pesar de los obstáculos que se le oponen. Esta profecía les resulta fácil, en principio, porque la propagación es obra personal de ellos. Ayudando al movimiento o dirigiéndolo, saben bien lo que deben hacer. Y en segundo término, les basta abarcar un período de corta duración para ver en él a los poderosos auxiliares que Dios enviará y que no tardarán en manifestarse.
Sin necesidad de ser espíritus desencarnados, vosotros, espíritas, podéis transportaros con vuestra imaginación treinta años en el futuro para encontraros en medio de la generación que se eleva. Considerad, entonces, lo que sucede hoy, seguid la marcha progresiva y veréis agotarse en vano esfuerzos a quienes se creen convocados para destruir al movimiento. Los veréis desaparecer poco a poco de la escena, al lado del árbol que crece y cuyas raíces se extienden cada día un poco más.
12. Los acontecimientos comunes de la vida privada son, generalmente, consecuencia de la
manera de actuar de cada cual; éste triunfará con su capacidad, su prudencia, su perseverancia y su energía. Aquél, en el mismo caso, fallará en razón de su ineptitud. De manera que se puede decir que cada uno es artífice de su propio destino, el cual no está sujeto a ninguna regla ciega y fatal independiente de la persona. Conociendo el carácter de un individuo, se puede intuir con facilidad la suerte que le espera en el camino tomado.
13. Los acontecimientos que se relacionan con los intereses generales de la Humanidad se
encuentran reglamentados por la Providencia. Cuando algo se halla en los designios de Dios, ha de cumplirse, ya sea de una manera o de otra. Los hombres ayudan a su ejecución, pero ninguno es indispensable, ya que de lo contrario Dios estaría a merced de sus criaturas. Si quien está encargado de una misión comete errores, otro vendrá a reemplazarlo. No existe la misión fatal, obligatoria.
manera de actuar de cada cual; éste triunfará con su capacidad, su prudencia, su perseverancia y su energía. Aquél, en el mismo caso, fallará en razón de su ineptitud. De manera que se puede decir que cada uno es artífice de su propio destino, el cual no está sujeto a ninguna regla ciega y fatal independiente de la persona. Conociendo el carácter de un individuo, se puede intuir con facilidad la suerte que le espera en el camino tomado.
13. Los acontecimientos que se relacionan con los intereses generales de la Humanidad se
encuentran reglamentados por la Providencia. Cuando algo se halla en los designios de Dios, ha de cumplirse, ya sea de una manera o de otra. Los hombres ayudan a su ejecución, pero ninguno es indispensable, ya que de lo contrario Dios estaría a merced de sus criaturas. Si quien está encargado de una misión comete errores, otro vendrá a reemplazarlo. No existe la misión fatal, obligatoria.
EL GÉNESIS -ALLAN KARDEC
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4. Las vicisitudes de la vida son de dos especies, o si se quiere, tienen dos orígenes muy diferentes que conviene distinguir: unas tienen su causa en la vida presente y otras fuera de ella.
Remontando al origen de los males terrestres, se reconocerá que muchos son la consecuencia natural del carácter y de la conducta de aquellos que los soportan.
¡Cuántos hombres caen por sus propias faltas! ¡Cuántos son víctimas de su imprevisión, de su orgullo y de su ambición! infelices los medios de ganarse la vida con su trabajo, como las deformidades, el idiotismo, la imbecilidad, etc.
Aquellos que nacen en semejantes condiciones, seguramente,nada hicieron en esta vida para merecer una suerte tan triste, sin compensación y que no podían evitar, impotentes para cambiar por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración pública.
¿Por qué, pues, seres tan infelices, mientras que a su lado, bajo un mismo techo, en la misma familia, otros son favorecidos bajo todos
los aspectos?
¿Qué decir, en fin, de esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron de la vida más que el sufrimiento?
Problemas que ninguna filosofía pudo resolver aún, anomalías que ninguna religión pudo justificar y que serían la negación de la bondad, de la justicia y de la providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma sea creada al mismo tiempo que el cuerpo y que su
suerte esté irrevocablemente fijada después de una estada de algunos instantes en la Tierra. ¿Qué hicieron esas almas que acaban de salir de las manos del Creador, para soportar tantas miserias en este mundo y merecer en el futuro, una recompensa o un castigo
cualquiera, cuando no pudieron hacer ni bien ni mal?
Sin embargo, en virtud del axioma de que todo efecto tiene una causa, esas miserias son efectos que deben tener una causa; y desde que se admita un Dios justo, esa causa debe ser justa, luego precediendo siempre la causa al efecto y puesto que aquella no está en la vida actual, debe ser anterior a ella, es decir, pertenecer a una existencia precedente. Por otro lado, no pudiendo Dios castigar por el bien que se hizo, ni por el mal que no se hizo, si somos castigados, es porque hicimos mal; si no hicimos mal en esta vida, lo hicimos en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible evadirse y en que la lógica dice de que lado está la justicia de Dios.
El hombre, pues, no es castigado siempre o completamente castigado, en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del malo sólo es momentánea y si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La infelicidad que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser y el que sufre puede decir siempre: “Perdóname, Señor, porque he pecado”.
7. Los sufrimientos por causas anteriores, son, con frecuencia,como los de las faltas actuales, consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una injusticia distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que hizo sufrir a los otros; si fue duro e inhumano,
podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si fue orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si fue avaro,egoísta, o si hizo mal uso de su fortuna, podrá ser privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir con sus propios hijos, etc.
Así se explican, por la pluralidad de existencias y por el destino de la Tierra como mundo expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la infelicidad entre los buenos y malos en este mundo. Esa anomalía no existe en apariencia, porque se toma su punto de vista desde la vida presente;pero si uno se eleva con el pensamiento de manera que pueda abarcar una serie de existencias, se verá que cada uno recibe la parte que se merece, sin perjuicio de la que le es dada en el mundo de los Espíritus y que la justicia de Dios jamás es interrumpida.
El hombre nunca debe perder de vista que está en un mundo inferior, donde sólo es mantenido por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que si perteneciese a un mundo más elevado,eso no ocurriría y que de él depende no volver más a este mundo,
trabajando por su perfeccionamiento.
8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a los Espíritus endurecidos o muy ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa, pero son elegidas libremente y aceptadas por los Espíritus arrepentidos, que quieren reparar el mal que hicieron e intentar hacerlo mejor. Tal como aquél que habiendo hecho mal su tarea, pide que se le permita empezarla de nuevo para no perder el beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por el psoportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o expiaciones,son siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente y que sufren con una resignación muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen al hombre a revelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido
voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución,lo que es señal de progreso.
10. Los Espíritus no pueden aspirar a la felicidad perfecta sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada en los mundos felices. Lo mismo sucede a los pasajeros de un navío infestado por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan purificado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida adelantan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura el enfermo; cuanto más grave es el mal,más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decirse que tenía mucho que expiar y alegrarse de curar muy pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perderle los frutos con las lamentaciones, sin lo cual tendría que empezar de nuevo.asado que castigan y pruebas para el porvenir que preparan. Rindamos gracias a Dios que en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no lo condena irrevocablemente por la primera falta.
9. Entre tanto, no es necesario creer que todo sufrimiento soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; mas, pruebas o expiaciones,son siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente y que sufren con una resignación muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen al hombre a revelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido
voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución,lo que es señal de progreso.
10. Los Espíritus no pueden aspirar a la felicidad perfecta sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada en los mundos felices. Lo mismo sucede a los pasajeros de un navío infestado por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan purificado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida adelantan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura el enfermo; cuanto más grave es el mal,más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decirse que tenía mucho que expiar y alegrarse de curar muy pronto;depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perderle los frutos con las lamentaciones, sin lo cual tendría que empezar de nuevo.
Tomado del Evangelio Según el Espiritismo
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PRESENTIMIENTO DE LA MUERTE
Miramez
El Espíritu, cuando está parcialmente desligado de la materia aunque sea en relajamiento profundo, algunas veces tiene la intuición del día de su desencarnación, cuando está preparado para tal revelación. Muchos saben hasta el día cierto, e incluso la hora, de su desenlace espiritual. Eso acontece en todas las religiones e incluso en filosofías espiritualistas.
Quien siente esa verdad, la alimenta, sin duda. Jesús fue un marco de esa práctica, cuando anunció todo lo que debería acontecer con El. Más allá del presentimiento de la muerte, existen tambien otras revelaciones, como desastres, muerte de parientes y de amigos. Esa será la mediúmnidad del futuro, cuando las revelaciones nos vendrán por los procesos de la intuición.
No hay secretos para el alma libre, o para la que queda libre, aun mismo estando moviéndose en la carne. El Espiritismo nos muestra todas las modalidades, como el Maestro hizo con los discípulos, para desenvolver o despertar las facultades espirituales que duermen en el centro de la vida. si pudiésemos recopilar en libros todos los casos acontecidos en todo el mundo, tendríamos varios volúmenes, porque todos los días acontecen en todos los países esas revelaciones, como, tambien, de personas que, en estado de catalepsia, visitaron el otro mundo, el mundo de los Espíritus, acordándose de todo lo que con ellas sucedió.
Lo que falta a la humanidad es madurez de conciencia para sustentarse, pasando a vivir las enseñanzas de Jesús, que confirma el intercambio entre los dos mundos, la reencarnación y, en fin, todas las enseñanzas de la Doctrina Espirita, que trilla junto a la verdad.
No es revelados a todos los seres el día de su muerte, porque crearía confusión en el medio de los hombres, sin debida preparación.les falta la educación espiritual para tal anuncio en masa.
Solamente con el tiempo, los Espíritus Superiores deberán usar el espacio para los avisos de este orden. Hemos de considerar, en esta fase por la que pasa la humanidad, el momento de grandes pruebas, cuando las almas se encuentran aturdidas, y sus corazones creen y descreen, hacen y deshacen, afirman y niegan, bendicen y maldicen.
Jesús es la firmeza de la humanidad. Este es el siglo de la confusión, después de la cual nacerá la estabilidad en los corazones afligidos. La Doctrina Espirita vino a cuidar de las criaturas perdidas en olas bravías, y ella es capaz de conducirlas a la playa, en la extensión de su harmonía para que todos tengan paz en el corazón, y la conciencia reciba la tranquilidad que no perturba. Después, de calmarla, las revelaciones en el sentido de la muerte, en ese o aquel día, no van a causar disturbio alguno al alma y, si, alegría, por volver a la verdadera patria, donde podrá encontrar, allí esperándole, a los viejos amigos y familiares que le procedieron por los portales del túmulo.
El Espíritu, estando desprendido de la materia, tiene su visión expandida y sus conocimientos ampliados, de tal suerte que la vida le aparece de la existencia de Dios. Eso, cuando el pasa a conocer un poco de la verdad. Debemos idear pensamientos valiosos, meditar en la nobleza de la vida, y pasar a vivir copiando la vida de Jesús, porque Dios nos asiste por muchos medios, en la Tierra, El se firma en la personalidad de Cristo, que fluye vida para todos nosotros con más intensidad de amor. El amor es la explosión de la vida, en el centro de las vidas, donde domina Dios y brilla Cristo.
Miramez / João Nunes Maia.
Libro: Filosofía Espírita – Volumen IX
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