miércoles, 22 de octubre de 2014

Educación para la muerte

EDUCACIÓN PARA LA MUERTE

Todos sabemos que moriremos, que la muerte es inevitable, pero estamos tan apegados a la vida y nos hacemos una idea tan negativa y temerosa de la muerte que la rechazamos en nuestra consciencia y la transformamos en un mito, apartándola para el Final de los Tiempos. Mito asustador, ella permanece en la distancia, envuelta en nebulosas, de manera que solo la vemos como figura trágica de un cuento de terror.
     Fascinados por el flujo incesante de la vida, sumergidos en el torbellino de nuestras preocupaciones del día a día, tenemos la sensación inconsciente y agradable de que ella siempre se distancia de nosotros. También cuando, conscientemente, pensamos en la muerte, lo hacemos con la ilusión de que ella no llegará tan pronto, puesto que tenemos aún muchas cosas por hacer y sentimos que la vida rebulle en torno de nosotros sin permitir la entrada de la muerte en nuestro medio. Esta es una forma ingenua de protegernos de nuestra muerte, según las exigencias del instinto de conservación. Así aliviamos el miedo de la muerte, confiados en el poder de la vida.
     De nada valen estas pequeñas trampas. La muerte llega cuando menos la esperamos y generalmente nos lleva hacia la otra vida sin darnos tiempo para comprender lo que acontece. Las pesquisas psíquicas, a través de más de dos siglos, demuestran el curioso espectáculo de muchas criaturas muertas que no saben que murieron. Continúan vivas en la materia por cuenta de sus propias ilusiones y pasan a asombrar sin querer y sin saberlo a los lugares en que Vivian o frecuentaban. Es claro que permanecen desajustadas en el mundo espiritual.
     Para evitar estos y otros inconvenientes, deberemos desenvolver en nosotros la consciencia de la muerte, sabiendo positivamente que ella existe y es inevitable, siendo inútil cualquier ilusión en este sentido, que solo podrá perjudicarnos. Tendremos que familiarizarnos con la muerte, considerándola con naturalidad, no transformándola en tragedia o en espectáculos inútiles de desesperación. En las sesiones espíritas se cuida mucho de estos casos, procurándose despertar a los muertos de sus confusiones producidas por el apego a la Tierra e integrándolos en la nueva forma de vida para la cual pasaron. Ellos no son tratados como almas del otro mundo, sino como compañeros de la vida terrenal que se liberaron del condicionamiento animal por retornar a su mundo de origen, que es el espiritual. La vida solo tiene sentido cuando sirve de preparación para vidas mejores. El destino no es vivir como fiera, sino vivir para trascender, en una escalada del Infinito en búsqueda de las constelaciones superiores. Los secretos de la muerte nos son ahora racionalmente accesibles para poder aprender a perder nuestra vida para reencontrar al Cristo.
     El ser humano ha de procurar   educarse  no solo para la vida actual, sino tambiénprepararse, a través del perfeccionamiento intelectual y moral, para las próximas existencias, que se alternan en el mundo espiritual y en el mundo material, dentro del largo proceso evolutivo a que están vinculados todos los seres del universo.
El hombre nace y le enseñan la educación para la vida. No obstante, la muerte es la certeza negada, omitiéndola siempre que fuera posible, pintándola con los colores del vacío misterioso. Por esto, no habrá vida plena ni muerte tranquila. Todo se resume en un vivir con sobresaltos que las mismas religiones alimentan.
Cuando estamos bien y somos jóvenes, pensamos que no tenemos ningún motivo para pensar en la muerte, ni para desearla.  Más todos sabemos que la muerte no es una opción, ni una posibilidad.  Es una realidad. En los tiempos actuales  nos preocupamos de educarnos  para vivir, olvidando que vivimos para morir.  La muerte es el fin inevitable de todos.  Sin embargo,  ella la mayoría de las veces  nos sorprende sin la menor preparación.
Allan Kardec fue quien primero se preocupó por la Psicología de la Muerte y de la Educación para la Muerte. Por años consecutivos habló al respecto con los espíritus de los muertos. Y, considerando al sueño como hermano o primo de la muerte, investigó también a los espíritus de personas vivas durante el sueño. Esto porque, según verificara, los que duermen sale del cuerpo durante el sueño. Algunos salen y no vuelven: mueren. Llegó a la conclusión de que “Morir no es morir, sino solo mudarse”.
El mayor pavor de la muerte proviene de la idea de soledad y oscuridad. Mas los teólogos creyeron que esto era poco y oficializaron las leyendas remotas del Infierno, del Purgatorio y del Limbo, a las que no escapan ni siquiera los niños muertos sin bautizar. De tal manera se aumentaron los motivos del pavor a la muerte, que llegó a significar deshonra y vergüenza. Para los judíos, la muerte se tornó la propia impureza. Los túmulos y los cementerios fueran considerados impuros. Los cenotafios, túmulos vacíos construidos en honor a los profetas, muestran bien esta aversión a la muerte.
Aún en nuestros días el respeto a los muertos está envuelto en una forma velada de repulsión y deprecio. La muerte transforma al hombre en cadáver, lo tacha del número de los vivos, le quita todas las posibilidades de acción y, por lo tanto, de significación en el medio humano. “El muerto está muerto”, dicen los materialistas y el populacho ignaro. El Papa Pablo VI declaró, y la prensa mundial lo divulgó en todas partes, que “existe una vida después de la muerte, mas no sabemos como ella es”. Esto quiere decir que la misma Iglesia nada sabe de la muerte, a no ser que muramos. La idea cristiana de la muerte, sustentada y defendida por las diversas iglesias, es simplemente aterradora. Los pecadores al morir se ven enfrentados ante un Tribunal Divino que los condena a suplicios eternos. Los santos y los beatos no escapan a las condenas, no obstante la misericordia de Dios, que no sabemos cómo puede ser misericordioso con tanta impiedad. Los niños inocentes, que no han tenido tiempo de pecar, van hacia el Limbo misterioso y sombrío por la simple falta del bautismo.
     Jesús enseñó y probó que la muerte se resuelve en la Pascua de la resurrección, que ninguno muere, que todos tenemos el cuerpo espiritual y viviremos más allá del túmulo como vivos más vivos que los encarnados. Pablo de Tarso proclamó que el cuerpo espiritual es el cuerpo de la resurrección (Cap. 12 de la primera Epístola a los Corintios), mas la permanente imagen del Cristo crucificado, de las procesiones absurdas del Señor Muerto- herejía clamorosa -, las ceremonias de la Vía-Sacra y las imágenes aterradoras del Infierno Cristiano – más impío y brutal que los Infiernos del Paganismo – marcados a fuego en la mente humana a través de dos milenios, aplastan y envilecen al alma supersticiosa de los hombres.
El clero cristiano, tanto católico como protestante, tanto del Occidente como del Oriente, perdió la capacidad de socorrer y consolar a los que se desesperan con la muerte de las personas amadas. Sus instrumentos de consuelo perdieran la eficacia antigua, que se apoyaba en el oscurantismo de las poblaciones permanentemente amenazadas por la Ira de Dios.
El Siglo XIX, como diría más tarde León Denis, tenía la misión de restablecer científicamente la concepción espiritual del hombre.
El hombre es un espíritu y no apenas un organismo biológico,  es la esencia y no la forma, y que la esencia determina la forma de su adaptación a la vida terrenal, el principio de la identificación del hombre por el cuerpo tornase insatisfactorio y hasta también absurdo.
La Educación para la Muerte no es ninguna forma de preparación religiosa para conquistar el Cielo. Es un proceso educacional que tiende a ajustar a los educandos para la realidad de la Vida, que no consiste apenas en el vivir, mas también en el existir y en el trascender. La vida y la muerte constituyen los límites de la existencia. Entre el primer grito del niño al nacer y el último suspiro del viejo al morir, tendremos la consciencia del ser y de su destino. Las plantas y los animales viven simplemente, se dejan llevar en la corriente de la vivencia, entregados a las fuerzas naturales del tropismo y de los instintos. Son seres en desenvolvimiento, dirigidos por el PRINCIPIO vital. Mas la criatura humana es un ser definido, que se refleja en el mundo en su consciencia y se ajusta a él, no para permanecer en él, mas para conquistarlo, sacar de él el jugo de las experiencias posibles y transcenderlo, o sea, pasar más allá de él. Gracias a esto existen las civilizaciones, el desenvolvimiento histórico de la sociedad y el cúmulo de conocimientos en el proceso de las sucesiones de los períodos históricos. El hombre que vive sin tomar conocimiento de este proceso no ha vivido, pasó apenas por la vida, como dice el poeta: “Pasó por la vida y no vivió”. Una criatura así no ha entrado aún en la especie humana, no se ha integrado en ella. La integración se hace por la educación, y por esto la Educación para la Vida será la primera en serle dada. En esta educación el ser se amolda al mundo, comenzando por la educación familiar, en el hogar, y pasando después por la educación social en la escuela y por la educación profesional o experiencial, en la cual se hace ciudadano del mundo, apto para escoger su oficio o su que hacer y dedicarse a él. También por esto Simone de Boudoir observó, con razón, que la Humanidad no es una especie, más SI  un devenir. Es, podemos decir, el flujo de la consciencia en la búsqueda de su propia realización.
La Educación para la Muerte será, por lo tanto, la preparación del hombre durante su existencia, para la liberación de su condicionamiento humano. Liberándose de este condicionamiento, el hombre se reintegra a su naturaleza espiritual, tornándose espíritu, en la plenitud de su esencia divina.
La propia función de la muerte, en todos los reinos de la Naturaleza, y no apenas en lo hominal, es desenvolver las potencialidades latentes, llevándolas a las realizaciones posibles de sí mismas.
La educación para la Muerte comienza en la toma de consciencia de esta realidad espantosa. El desenvolvimiento de la grama y el desabrochar de las flores pueden ser ayudadas por el jardinero, para que ambos fenómenos puedan lograr su perfectibilidad posible. Alcanzados los límites de esta posibilidad, la grama y las flores se marchitan y mueren, para avanzar después en el ciclo de los renacimientos. La programación del computador cósmico incluye necesariamente al hombre que muere para renacer en el mismo ritmo ascensional de las cosas y de los seres, mas exigiendo la toma de consciencia de esta patogénesis espiritual.
Las religiones de la muerte fallan en esta fase de transición, interpretando negativamente el fenómeno positivo y renovador que sustenta la juventud del mundo. Por esto Jesús enseñó que aquellos que se apegan a la propia vida la perderán, y los que la pierden, en verdad, la ganarán. La vida en abundancia de los Evangelios será la integración del hombre en la plenitud de su consciencia divina.
Las religiones nacieran de esta ansia existencial del hombre y debieron transformarse en escuelas de la Educación para la Muerte. No consiguieran este objetivo en virtud de la exigencia cuantitativa, consecuente de la fiebre del proselitismo. Quedaron en el plano de la trascendencia horizontal, imantadas al quehacer existencial.
Quien vio y entendió claramente este hecho fue Bergson, al señalar que la moral cerrada del individuo, que no se prende a la moral abierta de la sociedad, es la única que corresponde a la religión dinámica del homo sapiens.
La prueba de que el hombre sabe, intuitivamente, que la muerte no es el fin de su ser, de su personalidad y tampoco de su existencia, está en la procura desesperada de los medios de fuga a los cuales se entrega de oídos sordos a todas las advertencias.
El no quiere morir, aún cuando se tire del décimo piso de un edificio sobre la calzada. Solo quiere huir, escapar de cualquier manera a la presión de un mundo que nada más le ofrece que opresión, crímenes, atrocidades de toda especie.
Prepararse para la vida es educarse para la muerte. Porque la vida es una espera constante de la muerte. Todos sabemos que tendremos que morir y que la muerte puede sobrevenir en cualquier instante. Esta certeza absoluta e irrevocable no podrá ser colocada al margen de la vida. Quien se atreva a decir: “La muerte no importa, lo que importa es la vida”, no sabe lo que dice, habla con insensatez.
Pero también los que solo piensan en la muerte y se descuidan de la vida son insensatos. Nuestra muerte es nuestro rescate de la materia. No somos materiales, sino espirituales. Estamos en la materia porque ella es el campo e que fuimos plantados, como las simientes deben germinar, crecer, florecer y fructificar.
Cuando cumplimos toda la tarea, tengamos la edad que tuviéramos, la muerte nos viene a buscar para reintegrarnos en la condición espiritual. Basta este hecho, que es incontestable, para demostrarnos que nuestra vida de-pende nuestra muerte. Cada pensamiento, cada emoción, cada gesto y cada paso en la vida nos aproximan de la muerte. Y como no sabemos cual es la extensión del tiempo que nos fue marcado o concedido para prepararnos para la muerte, conviene que iniciemos cuanto antes nuestra preparación, a través de una educación según el concepto de existencia. Cuanto antes nos preparemos para la vida en términos de educación para la muer-te, más fácil y benigna se tornará nuestra muerte, a menos que pesen sobre ella compromisos agravantes de un pasado criminal.
La preparación para la vida comienza en la infancia y los padres son responsables por ella. El niño es el ser que se proyectó en la existencia, disparado como un proyectil que debe traspasarla del comienzo al fin, agujereando la barrera de la muerte para alcanzar la trascendencia. Viene al mundo con su maleta invisible, cargada de sus adquisiciones anteriores en las vidas sucesivas. Muchas veces la maleta es tan pesada que los padres casi no soportan cargarla y temen abrirla. Mas habrá siempre ayudantes invisibles que tornan la tarea más fácil de lo que parece a primera impresión. Sea como fuere, el huésped llegó para quedarse, pues pertenece a la familia y es generalmente en el seno de esta donde tiene los mayores compromisos, siempre recíprocos e inaplazable, intransferibles En su bagaje, incorpo-rada a su organismo físico y psíquico, podría haber miembros incompletos, destruidos, desgastados, no se sabe donde ni cuan-do, psiquismo descontrolado, mente descarrilada y muchas cosas más que la convivencia irá revelando. La carga más pesada será casi siempre el odio, aversión o antipatía a elementos de la familia, que se tornan a veces intolerables. Cabe a la familia luchar para corregir todos estos desarreglos, sin nunca desamparar al huerfanito, que, como enseñó Kardec, viene al mundo vestido con elropaje de la inocencia.
La Educación para la Muerte solo podrá basarse en la Verdad Única, probada con exclusión total de las verdades fabricadas por los intereses humanos o por el comodismo de los que nada buscan y por esto nada saben.
La muerte no es un esqueleto, con su calavera de ojos agujereados y una guadaña siniestra en los hombros, como se la figuraran dibujantes y pintores de otros tiempos. Su imagen real, líricamente cantada por lo poeta Rabindranath Taggore, es la de una novia espiritual, coronada de flores, que nos recibe en los portales de la Eternidad para las nupcias del Infinito. Aquellos que así la conciben no le temerán nunca, ni desearán precipitar su llegada, pues saben que ella es la mensajera de la Sabiduría, que viene a buscarnos después de la labor fecunda y fiel en los campos de la Tierra.
Si consiguiéramos encarar a la muerte con esta comprensión y este lirismo puro, desprovisto de los excesos mundanos, sabremos también transmitir a los otros, y especialmente a quienes nos aman, la verdadera Educación para la Muerte
La Verdad, el Amor y la Justicia forman la tríada básica de esta nueva forma educacional que podría y debería salvar al mundo de su perdición en la locura de las ambiciones desmedidas.
No somos los herederos del Diablo, ese pobre ángel caído de las leyendas piadosas, que nos lanza en la impiedad. Somos hijos y herederos de Dios, la Consciencia Creadora que no nos edificó para la hipocresía, más si para la Verdad, la Justicia y el Amor.

La Psicología de la Muerte no quedará, ciertamente, restringida a los problemas específicos de la relación alma-cuerpo. La muerte nace de las entrañas de la vida; por esto, vida y muerte caminan juntas, de manos unidas, a lo largo de la existencia. Se acostumbra decir que comenzamos a morir desde que nacemos. Buda decía que la muerte nos visita 75 veces en cada una de nuestras respiraciones. La Psicología de la Muerte, por lo tanto, debería comenzar en la vida, pesquisando las diversas formas por las cuales las criaturas en general encaran la muerte, cómo la sienten en relación a sí mismas y en relación a los otros, qué influencias la muerte ejerce en la vida de las personas; cuáles son los sentimientos que determinan ciertas actitudes frente a la muerte; cómo se encara hoy el problema de las exigencias religiosas en la hora de la muerte y en los funerales; cuál es el efecto del terror de la muerte en el comportamiento de las criaturas en varias edades; cómo se podría cambiar todo esto en favor de condiciones mejores y así por delante.
 La observación de Hei-deggard sobre nuestra tendencia de siempre hablar de la muerte como la de los demás y no la nuestra merecerá especial atención en las pesquisas. Vivimos en un mundo que solo conocemos por una cara, aunque sabemos que la otra cara nos espía. Conocemos la cara de la vida, siempre volcada hacia nosotros, pero nada o casi nada sabemos de la cara de la muerte. Qué efectos tendrá esta situación en nuestro psiquismo? Los hombres se matan por cosas mínimas. ¿Cuáles serían los impulsos reales que llevan a los hombres a esta situación brutal e inconsecuente? ¿Por qué la muerte parece no afectar a la mayoría de las criaturas, que viven sin preocuparse con ella?
 Si la Psicología de la Muerte no se interesara por la vida, fracasará en su intento de esclarecer los problemas de la muerte y Solo podremos comprender la vida después de que comprendamos la muerte.
 Todos moriremos, mas todos resucitaremos. Por esto no somos mortales, sino inmortales. Mortal es el cuerpo material de que nos servimos para – según las Filosofías Existencialistas, – proyectarnos en el plano existencial. En la Tierra, solo existimos cuando integramos la humanidad encarnada.

Extraído por Merchita del libro de Herculano Pires “Educación para la muerte”

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¿ LA BIBLIA ES INSPIRADA?

                                                                                    
 La Bíblia solo fué considerada inspirada en el siglo III, pero eso no parece ser  verdad, por lo menos dentro de un concepto científico y racional. Si fuese inspirada por Dios, debería ser un libro que ningún otro hombre pudiese escribir, mas allá de contener la perfección de la filosofía. Debería estar totalmente de acuerdo con cada hecho de la naturaleza, sin los errores en astronomía, geología o cualquier otro asunto o ciencia. Las enseñanzas contenidas en el Antíguo Testamento, debería ser totalmente sublimes y puros. Sus leyes y sus reglas para control de la conducta, deberían ser justas, sabias, perfectas y perfectamente adecuadas a los fines dirigidos. No debería contar nada que volviese al hombre cruel, vengativo o infame. Debería estar repleto de inteligencia, justicia, pureza, honestidad, clemencia y del espíritu de libertad.

Debería oponerse a la conienda, a la guerra, la esclavitud, la codicia, la ignorancia, la credulidad y la superstición. Debería desenvolver el intelecto y civilizar el corazón. Debería satisfacer el corazón y la mente de los mejores y más sabios. Debería ser verdadera. ¿ Acaso el Viejo Testamento satisface esos requisitos?. ¿Cómo puede Dios crear el mundo y aun comprobar para ver si estaba bien ( Gn 1:10) y afirmar que la Tierra tiene cuatro esquinas?. (Apol. 7:1) si ella es redonda?

 Después de crear los animales, Dios inspira al hombre a decir que el murciélago es un ave(Lv 11:13), que las liebres rumian(Lv 11:6), y que los insectos tienen pies(Lv 11:23). En el Libro de Génesis, el propio Dios afirma que la luna tiene luz propia(Gn 1:16) y que las cobras comen polvo (Gn 3:14). Las cobras nunca comen polvo. En el Libro de los Salmos, Dios dice que los vientos son guardados en embalses (Salmos 135:7). Ahora  no nos quedan dudas de que esas citas jamás fueron pronunciadas por la mayor fuente de sabiduría del universo, sino por hombres imperfectos y supersticiosos que no tenían la mínima noción de ciencias naturales y que pensaban estar inspirados por el Creador supremo universal.

Algunos cuestionamentos que el sentido común nos formula :

¿ Por qué debemos aceptar los errores por la fe, si por el razonamiento sigue siendo un error?. ¿Por qué debemos aceptar todo ciegamente solo porque un hombre dice que los textos son inspirados?. ¿Podría el Creador de las galaxias, las nebulosas, los cometas y todo el universo infinito, escoger media docena de seres atrasados que andaban sucios y desarrapados, para inspirarles alguna cosa?. ¿ Acaso los hombres que crearon el cañón estaban tan bien cualificados como los de hoy?.  ¿Y por qué la opinión de ellos vale más que la nuestra; no podemos pensar por nosotros mismos?.¿Y qué es la inspiración? ¿Dios usa hombres como instrumentos? ¿Les hizo escribir sus pensamientos?. ¿Tomó posesión de sus mentes y suprimió sus voluntades?. ¿Esos escritores estaban solo parcialmente controlados, de ahí sus equívocos, su ignorancia y sus preconceptos mezclados con la sabiduría de Dios?. ¿Podemos hacerlo sin estar inspirados?. Si los autores originales estaban inspirados, entonces los traductores también debian estarlo, así como los intérpretes de la Bíblia. ¿Como es posible a un ser humano tener consciencia de que está inspirado por un ser infinito?.¿Cuales son los criterios adoptados para identificar una inspiración?. Pero de una cosa podemos tener la certeza: un libro inspirado ciertamente debe ser superior a cualquier otro libro producido por hombres no inspirados. Debe, por encima de todo, ser verdadero, repleto de sabiduría, prosperidad y belleza, debe ser perfecto.

Ni los diez mandamientos son cosa original; estos ya habían sido divulgados en el año 1.700 a.C., por el rey Hamurábi de Mesopotamia, conocido como "código de hamurábi". ¿ Qué inspiración fué esa si ya existía mucho antes?. 
Una cosa es cierta : una mentira dicha insistentemente, un día acaba volviéndose una falsa verdad.

Todo eso fue invención de los teólogos con la intención de dominar al pueblo incauto. Pero hoy eso es fácil de entender, si un líder reconoce solamente un error en la bíblia, ella estará bajo sospecha, entonces la religión también estará minada, una vez que cayendo en descrédito las iglesias cerrarán sus puertas y sus líderes vivirán,¿de qué? Es por eso que se sustenta esa idea de la inspiración, pero esa idéa no resiste el menor análisis posible.
(Autor desconocido)- 

NOTA DE J.L. MARTÍN: Como sucede en todas las religiones, los teólogos se han preocupado de buscar argumentos para hacer creer que sus explicaciones a los pasajes bíblicos como a los dogmas religiosos proclamados, son  la verdad absoluta, por eso han manipulado la verdad a su antojo, ocultándola cuando así les ha convenido, como sucedio y aun sucede con el tema de la Reencarnación. 
  Sus dogmas y afirmaciones son como un castillo de naipes: En cuanto uno se desmiente o cae bajo sospecha por el avance de los conocimientos humanos y la ciencia, , los demás se tambalean y caen de una, unos detrás del otro, como un castillo de naipes, quedando ninguno en pie. Entre cien afirmaciones tenidas como verdad, una sola mentira descubierta pone en duda y cuarentena a las otras noventa y nueve  que dejan de ser fiables.

Este artículo sirve para todas las personas de cualquier credo, filosofía y pensamiento, pues el principio del análisis crítico vale para todos los momentos y situaciones de nuestra vida.

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ESPIRITISMO Y ECOLOGÍA

                  Recientemente fue lanzado un libro del Periodista y ambientalista André Trigueiro,                           de la Globo News, por la Federación Espírita Brasileña, que ya es éxito editorial en 
                             Brasil por tratar de este tema que es muy actual y engloba toda la vida en la Tierra y
                             la  supervivencia   del planeta.

       André demuestra en la obra las afinidades que existen entre Ecología y Espiritismo                              que son ciencias sistémicas que buscan investigar, cada cuál, con su herramienta                                  de observación las relaciones que prestan sentido a la vida. Esa visión de realidad se                          revela de forma tan explícita que aparecen en ciertas obras espíritas y puede muy 
       bien  ayudar a los científicos.

No es novedad en la visión de muchos científicos que vivimos la mayor crisis 
ambiental de la Historia de la Humanidad con la destrucción de los bosques. La 
polución de los ríos y océanos. La basura y la polución del aire de las grandes 
ciudades colocando el dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra. ¿Cómo 
podría el Espiritismo enfrentar este asunto tan importante y urgente con la 
debida claridad y objetividad en una sociedad materialista vuelta para un 
capitalismo destructor de los recursos naturales?

     La ciencia espírita explica que nuestro planeta en estos momentos es de
“pruebas y expiaciones”, planeta de rescates y dolores y que va a entrar en un 
nuevo ciclo de “regeneración”, lo que significa decir que en este periodo el 
hombre respetará la vida en todos los sentidos sea en el mar, en el aire, en los 
bosques y la vida humana diciendo un no a la práctica del aborto. Tenemos,
aún, la polución mental del hombre materialista que emite vibraciones 
de odio, desamor, venganza, que impregnan la psicosfera de la Tierra y contribuyen
 para el objetivo de los crímenes hediondos que nos hacen sufrir.  


Chico Xavier cuando estaba encarnado y entrevistado en varias 
emisoras de Televisión siempre afirmaba que la destrucción de los recursos 
naturales es el mayor crimen que el hombre puede hacer con nuestra casa planetaria, 

afirmando, siempre, que no saldremos de la Tierra hasta que sea rescatada la deuda 
con la naturaleza.
                         De esta manera debemos tener en mente que el planeta también está dentro de 
                        nosotros sea encarnados o desencarnados. Las colonias espirituales son ciudades 
                        donde viven millones de espíritus que van a volver a la Tierra y ellos están 
                        esperando la oportunidad de volver al cuerpo carnal – lo que llamamos 
                        reencarnación – para una nueva etapa de progreso espiritual, pero, para tanto, 
                        necesitarán del clima saludable, medio ambiente sustentable y condiciones 
                       favorables de supervivencia.
                        Finalmente debemos tener un profundo Amor por la Tierra conservando y 
                       mejorando todo lo que existe y el Amor a nuestro semejante que se encuentra en 
                      nuestro camino evolutivo para el alcance de la felicidad.


Piense en esto!



João Cabral - Presidente da ADE-SERGIPE. Jornalista. Radialista

              Traducción del Grupo Espírita el Amor en Acción de España-con una tirada de 24.000 ejemplares.

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