jueves, 28 de abril de 2011

Mirada de Amor


      Fue un choque para aquella joven madre cuando recibió el diagnostico de cáncer.

   Se sucedieron los diversos tratamientos  y, en aquel día, después  del internamiento, cuando ella volvió a casa, se sintió muy triste. Ella estaba consciente de su apariencia. Estaba sin cabellos, por causa de la radioterapia.

    Se sentía desilusionada. ¿Continuaría amándola su marido?  ¿Y su hijo? El tenia apenas seis años.

    Cuando llegó a casa, se sentó en la cocina, pensando en como explicar a su hijo el porque estaba tan fea.

     El apareció en la `puerta y quedó mirándola curioso. Cuando ella inicio el discurso que ensayará para ayudarlo a entender lo que veía, el niño se aproximo y se colgó en su cuello, quistecito, con la cabecita recostada en su pecho.

    Ella acarició la cabecita del hijo y dijo: “Usted va a ver como de aquí a poco mi cabello va a crecer y voy a quedar mejor, como era antes”.

    El niño se levanto, miro hacia ella pensativo. Después, con la espontaneidad de su infancia, respondió: “Su cabello está diferente, madre, más su corazón está igual.”

    La madre no precisaba esperar más    para que pasara el tiempo y mejorar. Con los ojos llenos  de lágrimas, ella se dio cuenta  de que ya estaba mucho mejor.

    Lo esencial es invisible  a los ojos, decía el pequeño príncipe, en el libro de Antoine de Saint Exupéry. Quien ama ve más allá de la apariencia física y es este el que ama: la esencia.
  
    Por eso en los casamientos en que el amor es el autentico lazo la unión perdura, a pesar  de los años transcurridos. Para quien tiene ojos de amor, la mirada penetra más allá del cuerpo físico que pedió un tanto  de vigor y ya no presenta exuberancia plástica de los verdes años.

    Para esos, el amor madura cada año, solidificándose en cada dificultad enfrentada, en cada óbice superado, en cada batalla vencida.

    Cuando los cabellos van siendo plateados por el eximio pintor llamado tiempo, y la artista plástica llamada edad van colocando pequeñas señales en la cara,  aquí y allí, el amor más crece.

    El sentimiento se engrandece a la medida que el paso deja de ser tan vigoroso y uno se apoya en el otro para descender los peldaños, o subir una escalera.

    La solidaridad se torna más intensa, cuando la vista se empaña un poco y el extraordinario computador que es el cerebro ya no consigue hacer las correctas ecuaciones matemáticas, para aquilatar si da o no tiempo para atravesar  la calle. Una mano asegura a la otra, muda, para afirmar: esperemos un poco.

    Envejecer al embalo del amor es maravilloso. Disfrutar de la aproximación uno del otro es reconfortante.

    Felices las parejas que envejecen juntos. Felices los hijos que saben aprovechar la compañía generosa de padres y abuelos que el tiempo alcanzó.


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    De todos los momentos de la vida los más preciosos son los disfrutados con amor.


    Cuando las dificultades se abultan, los problemas crecen, y los días solitarios llegan, es maravilloso tener momentos de cariño para ser recordados.

    Momentos que recibimos  o que ofertamos. Momentos que nos hicieron extremadamente felices. Momentos que, revividos, por los hijos invisibles del pensamiento, aun nos reconfortan y animan el corazón.

     Por todo eso, ame mucho y permítase amar por sus amores.

Equipo de redacción de Momento Espirita,

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