viernes, 29 de abril de 2011

La Comunicación espiritual



     La comunicación espiritual cuando es dada por espíritus buenos, consuela y alienta a los terrenales en las luchas de la vida, con el laudable fin de que no se abuse de ella, porque del abuso se llega al fanatismo, siendo éste la lepra que, de muchos siglos acá ha desvirtuado todas las creencias hasta sumirlas en el ridículo.

     Desgraciadamente el Espiritismo, hay muchos que lo conocen de nombre, pero muy pocos en la esencia; y por esta misma razón hay quien cree de buena fe, que a los espíritus se les puede hacer toda clase de preguntas; y que, con estar comunicados con ellos a todas horas, ya cumplen con el verdaderoEspiritismo.

     Nosotros quisiéramos hacer comprender a esta clase de creyentes, todo lo grande, serio y lógico que encierra nuestras creencias; mas como quiera que todas las inteligencias no tienen un mismo grado de desarrollo, sucede que cada uno lo comprende a su manera versando sobre ella mil distintos pareceres.
Nosotros no nos conceptuamos con grandes facultades intelectuales, pero procuramos beber en buenas fuentes; estudiamos, comparamos, analizamos, y después, basándonos en aquello que nos parece más racional, emitimos nuestras ideas. Esto hemos hecho hasta el presente y lo seguiremos haciendo en
adelante, con la seguridad de que unos estarán de nuestra parte y otros no, porque la unidad de pensamientos hacia el bien, aún dista muchos siglos de nuestro planeta, por lo tanto, vamos a exponer del mejor modo posible lo que nos parece más razonable de nuestra hermosa doctrina.
     Primero: Admitimos la comunicación de ultratumba, siempre que ésta sea de útil enseñanza, y desechamos todas las de aquellos espíritus que se presentan con halles y gemidos, que tienen a los médiums en un estado violento, y que después de haber hablado mucho no han dicho nada, porque además de ridiculizar las sesiones para el que las ve por primera vez y que piensa en hallar una cosa seria, sólo ve una algarabía de lamentos que no se entienden, demostrando dos cosas; o que son espíritus ligeros que tratan de pasar el tiempo en frivolidades, o que son esa clase de espíritus que, estando en completa turbación, les es imposible expresarse con acierto. A éstos el mayor bien que se les puede hacer, es rogar a Dios por su mejoramiento.
     Segundo: Creemos que a los espíritus buenos se les puede preguntar por el estado de nuestros parientes, amigos o conocidos que han dejado la Tierra; si la respuesta es satisfactoria, no creemos lógico volver a repetir la misma pregunta, pues basta con que les pidamos auxilio en nuestras oraciones; mas si no lo es debemos entonces rogar por ellos, y que medie bastante tiempo a que se vuelva a preguntar. Esto
nos parece más natural, que estar preguntando a todas horas y por distintos médiums, la misma cosa.
     También puede preguntárseles por el estado de cualquier enfermo, si éste está de mucha gravedad; pero respecto a los medicamentos que pueden propinar los espíritus, aunque algunos de ellos sean excelentes, puesto que lo tenemos experimentado, nosotros nunca recurrimos a ellos sino en un caso extremo, como por ejemplo: cuando el enfermo está desahuciado de los médicos; en uno de esos momentos desesperado en que el doctor se retrasa, bien porque se halla ocupado o por estar muy distante, o cuando se ve que no está acertado, entonces y sólo entonces preguntaremos a los espíritus si hay remedio para aquel ser; por la sencilla razón de que, si los espíritus tuvieran que curar a todos los enfermos, la medicina podría cruzarse de brazos y esperarlo todo de ellos sin trabajo alguno; no siendo esto lo más lógico ni mucho menos, toda vez que cada individuo de por sí, debe de trabajar en cualquier ramo a que se dedique para desarrollarlo en toda su latitud y engrandecerlo cuanto le sea posible; así pues, el médico tiene el deber de estudiar profundamente el organismo humano e investigar todo cuanto su inteligencia le permita ver, para ponerlo en práctica a la primera ocasión; de este modo, cada uno se lleva la recompensa de su trabajo o la responsabilidad de su indolencia, y lo mismo decimos respecto al agua magnetizada, que es muy buena en los momentos extremos o en determinados casos, pero sin que de ella se haga un completo abuso, como sucede al emplearla para dar baños a enfermos graves, resultando en consecuencia, el fallecimiento o empeoramiento del enfermo, efecto de una imprudencia que, en sana lógica, no podremos admitir jamás.
     Por lo tanto, y mientras la ciencia tenga un recurso para el enfermo, debemos dejarla con amplia facultad de obrar; y cuando ella haya agotado los medios, entonces nos quedan los buenos espíritus para preguntar, porque si no ¿De qué servirían los grandes descubrimientos que vemos a cada instante en todos los ramos del saber humano? Nadie trabajaría, porque con la esperanza de que los espíritus nos lo pudieran decir todo, nos echaríamos en los brazos de la indolencia y dejaríamos el mayor trabajo para los invisibles.

     Cuando los grandes dolores de la vida nos abruman en demasía, bueno es que pidamos un consejo a nuestros guías o espíritus familiares, pero que en todos nuestros actos, preguntemos a los espíritus los que hemos de hacer, no es lo más racional, pues hay tanta diferencia de lo uno a lo otro,como de la noche al día: lo primero lo dan los espíritus con sumo agrado, porque siempre están dispuestos para el bien, cuando estamos abatidos, nos consuelan y reaniman: en estos casos la comunicación con los seres de ultratumba, es para los encarnados el mayor de los lenitivos, porque sus saludables lecciones, nos dan valor para resistir los embates de nuestra penosa existencia, pero si a todas horas se les molesta, sucede que, como los espíritus buenos jamás están dispuestos a contestar preguntas frívolas, en lugar de ello vienen los de más baja esfera, de los que nada bueno se puede esperar, puesto que con sus malas influencias, perjudican a los médiums en alto grado; tanto, que hemos visto algunos sumamente buenos, quedarse ineptos para sus ocupaciones diarias, y a otros, ir degenerando su mediumnidad hasta el punto de obsesarse y no servir para nada, por el uso inmoderado que muchos hacen de la comunicación.


     Así es que, para evitar estos y otros males, repetiremos una y mil veces, que no se abuse de la comunicación ni se moleste a los médiums para asuntos materiales y de poca importancia, porque es echarlos a perder completamente siendo así que a un buen médium, se le ha de tratar y conservar con gran cuidado como una cosa utilísima, porque ellos son los telégrafos del mundo espiritual que están destinados a dar provechosas enseñanzas.

    No hace mucho se acercó a nosotros una persona conocida, para que preguntásemos a un pariente suyo, que algunos meses antes había fallecido sin testar para que le dijera algo sobre los bienes que había dejado y el modo de arreglarlo, nosotros no quisimos prestarnos a semejante pregunta, porque sabemos perfectamente que los espíritus buenos jamás contestan a estas materialidades y sólo los ligeros acuden presurosos a emitir su parecer, tanto si es acertado como si no lo es. Nosotros no queremos deesos espíritus sino su progreso moral, procuramos evitarles la ocasión de que pierdan el tiempo. Algunos días después, se presentó espontáneamente dicho Espíritu y nos dijo los siguiente: “te felicito por haberte negado a una pregunta de tan escaso valor, y dile a mi familia de mi parte, que se arreglen como mejor les parezca, que yo miro con mucha indiferencia los bienes que me pertenecieron en la Tierra: lo único que les pido es, que hagan mucho bien a los pobres: por lo demás, que obren según su conciencia y su criterio, que yo jamás me ocuparé en aconsejarles nada sobre este asunto: si obran mal, suya será la responsabilidad, como suya será la gloria si obran con acierto”. Esto me dijo el Espíritu, y así lo trasmitimos a su familia con la creencia de que obramos como debimos.

    Tercero: Entendemos por preocupaciones todo acto que se reviste de vana formula, toda idea frívola o de escaso interés que tiene ocupado al Espíritu la mayor parte del tiempo, no dejándole casi libre para pensar en cosas de más valía y reteniéndole en su marcha progresiva; como así mismo, todo aquello que forma una costumbre innecesaria, sin la cual muchos no pueden vivir, por más que se les demuestre que el rutinarismo en las creencias religiosas, no es sino una base movediza que quedará destruida con el tiempo.

     Cuarto: Es fanático en nuestra doctrina, el que a todas horas a los espíritus se les haga un sin número de preguntas indiscretas, el que acepta cuanto estos le dicen sin examinarlo antes detenidamente, y el que no emprende un viaje, negocio o da un paso sin consultarlo con los espíritus.

     Es necesario comprender, que el abuso reporta grandes males: por eso el que se fanatiza y abusa de la comunicación nunca podrá tener sino la indiferencia de los espíritus superiores, y la obsesión de los malos que le gobernarán a su antojo y le harán cometer mil desaciertos.

    En las cosas materiales y para nuestros asuntos particulares, tenemos nuestro criterio; y si este no fuera suficiente para ciertas cosas de interés, nunca falta un amigo o conocido que sea más ilustrado, y a éste es a quien debemos pedir, y posiblemente nos facilite el medio o idea más conveniente.

     Esto es, en nuestro humilde concepto, lo que nos parece más lógico para que la doctrina espirita se vea libre de preocupados fanáticos, pues una creencia que difunde la luz en todos los conceptos por ser su parte filosófica, altamente moral, científica, profunda e ilimitada, la que cuenta con los fenómenos maravillosos, es en conjunto, la más grandiosa que se ha conocido hasta el presente, es lástima que cuente con adeptos que no lo sepan comprender como es debido, desvirtuándola algún tanto a los ojos de los que no conocen el Espiritismo.

     Nosotros siempre que hallamos un médium, si es bueno, nos abstendremos de hacer ciertas preguntas que pueden atraer sobre él malas influencias; y si es malo, le evitaremos, si nos es posible, el que se comunique, haciéndole con esto un bien inmenso.

     Somos amantes de comunicarnos con los espíritus, porque ellos nos han prestado gran consuelo,pero siempre lo hacemos con medida, porque les tenemos como amigos predilectos y a los amigos se les quiere, se les cansa en los casos apurados, pero jamás se abusa de ellos.

     Creemos que el Espiritismo encierra el progreso indefinido de las humanidades, porque moraliza las masas y desarrolla las inteligencias con pasmoso vuelo; y para ser buenos e instruidos, es preciso huir de las sombras e inspirarse en la luz de la razón, que es la que aclara los hechos y demuestra las grandes verdades.
Donde la verdad exista, la luz se esparce a torrentes y entonces, se ve con los ojos del alma lo que para los de la materia permanece envuelto en el misterio, esto es, la verdad comparativamente hablando, es el ángel bueno que intuye a los humanos hacia el bien.
Tomado de La Luz del Porvenir
de Amalia Domingo Soler


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