lunes, 31 de julio de 2023

Invisibles, pero no ausentes

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Mensaje espiritual: Coraje

2.- Reencarnación

3.-La muerte, bajo la perspectiva espírita

4.- Invisibles, pero no ausentes

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MENSAJE ESPIRITUAL:

Coraje

¿ Qué significa coraje?


                                        

Por cierto, muchos creen que se refiere a ser como guerreros, soldados y súper-héroes. Y ante de tales ejemplos, nos sentimos “cobardes” por no tener la fuerza física de los grandes guerreros, ni el entrenamiento y la disciplina de los soldados en combate y mucho menos los “superpoderes” de los súper-héroes.
Pero por el simple hecho de estar “viviendo” ya no somos cobardes, somos en verdad muy valientes, pues  cada día enfrentamos nuevos desafíos. Pero entiendan el “viviendo” como un acto de voluntad y no el “simple hecho de pasar por la vida”.
Aun sin el porte atlético y la fuerza física de los guerreros, pero siendo cristianos, tendremos la fuerza de la fe razonada para mantenernos en el  combate del bien ante las tribulaciones.
Podemos no tener el entrenamiento y la disciplina de los soldados, pero tenemos las enseñanzas de Jesús para  orientarnos en las batallas de lo cotidiano.
Exentos de los super-poderes de los super-héroes, pero  adoptando las virtudes enseñadas por el Maestro: Amor, Perdón, Humildad, Serenidad, Responsabilidad y tantas otras, tenemos todo lo que precisamos para resolver todos los desafíos.
Y así somos todos valientes, ¿No es así?-  Como dije anteriormente, solo es para quien realmente “vive” y no simplemente “pasa por la vida”.
Vemos muchos ejemplos de bravura física y posturas drásticas en pro de una idea o ideal, que nos remiten a sentimientos como odio, venganza, orgullo, falta de respeto, desamor. Cuando así actuamos, no estamos siendo valientes, sino prepotentes, llevando la discordia y fortaleciendo el mal.
Recordemos las enseñanzas de Jesús, aprendiendo a respetar las diferencias. Somos seres sin  copias, seres únicos para el Padre. Es entonces cuando vivimos el Amor, el respeto, la tolerancia, haciéndonos Uno con el Padre, sin importar nuestras exclusividades.
Coraje, por tanto es hacer de puente, es algo que se inicia en nuestro interior. Es ir al  encuentro de otro sirviendo de instrumento, dando paso para la siembra del amor y de la unión.
Coraje es silenciar, aun cuando no concordemos con la opinión ajena, pues el grito y la fuerza, no resultan ser la mejor solución. Cada cual vive su momento de aprendizaje. Y el nuestro debe ser ayudar, pero no exigir, respetando el libre albedrío de cada uno.
Coraje es asumir el “verdadero yo”. No lo que “yo imagino ser” o lo que “yo quiero ser”, sino el yo que de verdad soy en este exacto momento. Supone actuar como puente entre nuestras fragilidades y nuestras potencialidades, pues solamente de esa manera conseguiremos avanzar en nuestra madurez  espiritual.
Coraje es dejar que Jesús sea parte de nuestro día a día, viviendo sus enseñanzas  no solamente en cuanto a palabras, sino en acciones concretas.
Amigos míos, es de esa valentía y Coraje de lo que el mundo precisa.
Y a través de ella  conseguiremos generar las transformaciones (Acciones) individuales que tanto buscamos. Seremos los agentes no  de las divisiones, sino de la multiplicación del Amor, uniéndonos todos de forma que seamos UNO con el PADRE.
Coraje cristianos espíritas, seamos nosotros la sal que da sabor a la Vida a través del ejemplo.
Con cariño
 04/11/2014
Médium: Lúcia (CAVILE).
Espíritu: Hermano Matheus (Colônia Espiritual María de Nazaret)


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                       REENCARNACIÓN.


                                                                                         


   Por la reencarnación, cada uno vuelve a reemprender y proseguir la tarea del ayer, interrumpida por la muerte. De aquí la superioridad asombrosa de ciertas personalidades que aparecen en la historia de la humanidad, y cuya superioridad está fundamentada en la mayor capacitación adquirida, mediante el esfuerzo en sus múltiples vidas. CADA UNO APORTA AL NACER, LOS FRUTOS DE SU EVOLUCIÓN.
   Como dice el filósofo francés, León Denis, en su obra «El Problema del Ser y del Destino«: «Desprendiéndose lentamente, la humanidad, de la oscuridad de las edades, emerge de las tinieblas de la ignorancia y de la barbarie, avanzando a paso mesurado en medio de los obstáculos y de las tempestades. Va trepando su áspera vía, y en cada recodo de su ruta, entrevé mejor las grandes cimas, las cumbres luminosas en donde reinan la sabiduría, la espiritualidad y el amor».
   La mente del hombre es una manifestación del grado de evolución de su espíritu, mediante la cual, éste trae a su actual existencia, conocimientos que ya posee, por haberlos adquirido en existencias anteriores y en su vida espiritual. Porque, también en el espacio se aprende y mucho, cuando el Espíritu llega a sentir ya el ansia de progreso.
   Aun cuando las personas no son conscientes de los conocimientos adquiridos a lo largo de las experiencias humanas y espirituales, éstas permanecen siempre en el subconsciente y gravitan en la formación de la mentalidad del hombre. De aquí, todos esos casos de personas extraordinariamente dotadas para determinadas ciencias o artes.
   Si observamos en los diversos individuos que componen el conglomerado humano, aun dentro de nuestro propio ambiente circundante: el semblante, la configuración somática, aspecto, ademanes, expresiones, conducta, etc., de cada uno; podremos apreciar fácilmente, a simple vista,la notoria diferencia intelectual y moral existente entre unos y otros. Mientras en unos apreciamos una mente despierta y un temperamento dinámico, en otros vemos al individuo tosco, bruto o abúlico. ¿Podremos culpar a la Divinidad Creadora por estas diferencias? ¿Podremos admitir a la Sabiduría Cósmica —perfección absoluta— como creadora de imperfecciones o distribuyendo Sus dones a unos y privando a otros? No; porque éstos son diversos estados evolutivos del Ego. Esos últimos están más atrás en la escala evolutiva, son espíritus más nuevos; mientras que los primeros son espíritus más viejos, han vivido más vidas y, por ende, desarrollado su inteligencia y dinamismo en la lucha, a través de las edades.
   Dicen que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Entonces, ¿ cuál de ésos es semejante a Dios?
   Morfológicamente, ninguno; intelectualmente, dinámica y moralmente (valga el término), tampoco.
   DIOS, el Ser Supremo del Universo todo, Justicia y Sabiduría máxima del Cosmos, no tiene forma (comprensible a nuestra mente limitada). Amor sublime que trasciende a toda la creación a modo de vibraciones o fuerzas poderosísimas denominadas leyes; nos ha creado a todos iguales.

   El comienzo a la vida, ha sido igual para todos los seres de la creación, incluyendo el ser humano. Los diferentes aspectos y condiciones intelectuales, dinámicas y morales, son diversos grados en el proceso evolutivo. Las diferentes formas de vida que podemos apreciar, y aún las no perceptibles a nuestra vista, son diversas fases de manifestación de las «chispas divinas», en las diversas etapas de su evolución sin límites.
   La semejanza está en la esencia que, cual semilla emanada del Árbol de la Vida, del TODO CÓSMICO, contiene en estado latente, potencialmente, todas las facultades y poderes que le asemejarán a EL, una vez que las haya desarrollado.
   Porque el Espíritu, en su génesis, es una simiente destinada a germinar y luego florecer. Mas, el tiempo entre estos dos aspectos, la trayectoria evolutiva a recorrer, es inmensa en el tiempo sin tiempo; trayectoria en la cual va adquiriendo diversos aspectos y formas, hasta completar su evolución que le asemejará a su Creador.
   Así es el ser espiritual: simple, ínfimo en su comienzo, en su «nacimiento», va desarrollándose en el devenir del tiempo, hasta alcanzar las inconmensurables alturas del pensamiento, de la perfección y del amor.

Sebastián de Arauco.

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   LA MUERTE, BAJO LA PERSPECTIVA ESPÍRITA

                              


El Espiritismo facilita la comprensión del proceso de la muerte y la situación del Espíritu después de ella, por los conocimientos que ofrece, los sentimientos que inspira y las disposiciones en las que  coloca al ser, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse permanentemente, liberándolo del enfermizo temor a la muerte y educándolo respecto al natural y saludable instinto de conservación. La confianza en nosotros mismos, asegurada por una esperanza llena de optimismo y alegría, accionada por la certeza de nuestra inmortalidad, nos conducirá a un equilibrio psíquico y fisiológico adecuado y a la conquista de un porvenir siempre más prometedor. No existen los muertos; los que se fueron viven la vida espiritual, y desde el espacio donde se encuentran, e interesan por nosotros y siguen su progreso.

  La humanidad ha dedicado a las almas que partieron un día señalado, pero no debiera ser solo un día, sino que en todo momento deberíamos dedicarles amorosos pensamientos, con lo que ellos así se fortalecen y se pueden acercar más a nosotros.

   Nuestros seres queridos viven y siempre que pueden están a nuestro lado, preocupados por nuestro progreso espiritual, alentándonos en nuestras aflicciones, inspirándonos bellos y sabios pensamientos.

   Así, gracias al  Espiritismo, el hombre contemporáneo dejará de encarar la muerte con aquella perplejidad. angustia y temor que caracterizó a sus antecesores, debido a las falsas concepciones religiosas o materialistas que les inculcaron. Espíritus amantes del progreso y que ya han superado muchas de sus imperfecciones morales, miran las cosas y los acontecimientos con un criterio más exacto. Comprenden los beneficios de cada existencia y continúan con el deseo vehemente de seguir adelante en su progreso, pero aquellos que han llevado en la Tierra una existencia apegados a la materialidad, que no han vivido sino para el placer y la satisfacción de sus egoísmos, que no han tratado, en una palabra, de estimular sus facultades superiores, y si han utilizado su inteligencia ha sido para servir al mal, al error o a sus intereses personales, cuando llegan al mundo espiritual, llevan consigo sus vicios, sus pasiones, su apego a lo material, y en lugar de remontar el vuelo  como los otros, ávidos de luz y de progreso, se encuentran auto-condicionados  en el dolor y la angustia, se aferran traumatizados a los elementos terrenos y sufren periodos largos de turbación.

   Se expresa así, una ley de densidad espiritual, por la que los individuos aferrados a los bienes terrenos, al desencarnar quedan psíquicamente cargados de partículas materializadas que los tornan pesados e incapacitados para elevarse a los planos superiores, al contrario que los seres idealistas, cuyo cuerpo psíquico leve se despega con facilidad del mundo físico y se proyecta a las altas esferas espirituales. Entre ambas situaciones extremas existe toda una gama de posiciones intermedias, que responde a la escala de valores que rige a la mayoría de los seres humanos, y en la cual  cada uno determinará su ubicación ahora y en la vida póstuma, de acuerdo con sus pensamientos y con sus obras.

   Afortunadamente, actúan en el mundo espiritual, entidades benefactoras que acompañan a la criatura recién desencarnada, incluso desde antes, en su estado de agonía, le ayudan a calmar sus dolores, a reencontrar su estado de conciencia, a adaptarse a su nuevo hábitat y a disponerse para continuar su tránsito evolutivo.

- Jon Aizpurúa-

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INVISIBLES, PERO NO AUSENTES

                                                                            


Cuando murió en el siglo XIX, Víctor Hugo arrastró nada menos que dos millones de acompañantes en su cortejo fúnebre, en pleno Paris.

Luchador  en las causas sociales, defensor de los oprimidos, divulgador de la enseñanza  y de la educación, el genial literato dejó textos inéditos que, por su voluntad, solamente fueron publicados después de su muerte.

Uno de ellos  habla exactamente del hombre  y de la Inmortalidad y se traduce más o menos en las siguientes palabras:

 "La muerte no es el fin de todo. Ella no es sino el fin de una cosa  y el comienzo de otra. En la muerte el hombre acaba, y el alma comienza.

Que digan esos que atraviesan la hora fúnebre, la última alegría, la primera del luto. Digan si no es verdad que aun hay allí alguien ,  y que no acabó todo.

Yo soy un alma. Bien siento que lo que daré al túmulo no es mi yo, mi ser. Lo que constituye mi yo, irá al más allá.

El hombre es un prisionero. El prisionero  escala penosamente los muros de su mazmorra, coloca el pie en todos los golpes y sube hasta la rejilla de ventilación.

Ahí, mira, distingue a los lejos la campiña, aspira el aire libre, ve la luz.

Así es el hombre. El prisionero  no duda que encontrará la claridad del día, la libertad. ¿Cómo puede el hombre dudar  si va a encontrar la eternidad a su salida?

¿Por qué el no posee un cuerpo sutil,  etéreo, del que nuestro cuerpo humano no puede ser sino un grosero esbozo?

El alma tiene sed de lo absoluto y lo absoluto no es de este mundo. Es por demás pesado para esta Tierra.

El mundo luminoso es el mundo invisible. El mundo luminoso es el que no vemos. Nuestros ojos carnales solo ven la noche.

La muerte es un cambio de vestimenta. El alma que estaba vestida de sombra, va a ser vestida de luz.

En la muerta el hombre sigue siendo inmortal. La vida es el poder que tiene  el cuerpo de mantener el alma sobre la Tierra, por el peso que tiene en ella.

La muerte es una continuación. Más allá de las sombras, se extiende el brillo de la eternidad.

Las almas pasan de una esfera para otra, se tornan cada vez más luz, se aproximan cada vez más y más a Dios.

El punto de reunión es el Infinito.

Aquel que duerme y despierta, despierta y ve que es hombre.

Aquel que está vivo y muere, despierta y ve que es Espíritu."

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Muchos consideran que la muerte de una persona  amada es verdadera desgracia, cuando, en verdad, morir no es terminar  ni consumirse,  sino liberarse.

Siendo así, ante los que parten en dirección a la muerte, debemos asumir el compromiso de prepararnos para el reencuentro con ellos en la vida espiritual.

Prosiga su jornada en la Tierra sin atrasar las realizaciones superiores que le competen, pues ellas serán valiosas,  cuando usted  haga el gran viaje, rumbo a la madrugada  clarificadora de la eternidad.

Marco Aurelio Rocha.     


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