lunes, 31 de julio de 2023

Cambiar el mundo

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿El Espíritu y su cuerpo fueron creados al mismo tiempo?

2,. Devolver bien por mal

3.- Legiones del mal

4.- Cambiar el mundo

                                     *************************************


     ¿EL ESPIRITU Y SU CUERPO FUERON     CREADOS AL MISMO TIEMPO?
              

El espíritu constituye energía vivificante, formando un cuerpo astral que ya existía antes de que el cuerpo físico tomase forma, y continuará existiendo después de que el cuerpo carnal se disgregue tras la muerte.
Hay muchas evidencias de que sigue existiendo la vida después de la muerte del cuerpo, tal como atestiguan los casos de apariciones, materializaciones, mediumnidades, psicofonías, etc. En rigor filosófico, se debiera admitir que esta existencia después de la muerte, también debo suponer la existencia antes del nacimiento, pues en la eternidad futura solo puede existir lo que ya ha existido en la eternidad pasada, pues lo eterno no es solamente en sentido futuro o hacia delante, sino también en el sentido del pasado o hacia atrás.
La vida es infinita, y como energía que es, se cumple en ella el principio fundamental de toda energía postulado por la ciencia; “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”, por lo que se puede deducir que jamás morimos ni nacimos, solamente hemos evolucionado pasando a través de diferentes etapas y dimensiones, como entes energéticos individualizados que somos, procedentes de la Única fuente de origen de toda energía universal.
Si el espíritu humano fuese creado al mismo tiempo que el cuerpo del niño o bebé al que dá vida, no tendrían explicación la presencia más tarde en este reminiscencias, intuiciones y la diversidad de aptitudes intelectuales y artísticas, así como los diversos niveles morales existentes, que por más que se pretenda, la explicación de estos hechos a través de las leyes de herencia genética, resulta insuficiente, y estos solamente encuentran globalmente una explicación completa y coherente, cuando admitiendo esa energía que vitaliza los cuerpos, como un ente preexistente a los mismos, es la que conlleva esas virtudes o aptitudes que ha ganado o adquirido en anteriores existencias físicas.
Según la teósofa Annie bessant, “La concepción de alma que pasan del no ser a la existencia con unas cualidades mentales y morales bien diferenciadas, es moralmente monstruoso, como sería también monstruoso el que los niños apareciesen repentinamente de la nada, que no naciesen de nadie, pero que presentasen tipos bien definidos de familia y raza.”
Siendo el espíritu una energía vivificante, independiente de la materia que reviste, a la que da forma y rige, podríamos considerarlo como la causa generadora de la misma siendo la materia que reviste el espíritu un efecto de la acción del mismo, sin cuya realidad no tendría sentido la existencia del cuerpo humano por sí solo.
Pues bien, considerados respectivamente el espíritu y el cuerpo como entes por separado, entre los que el primero actúa como Causa del segundo que es efecto del primero, no se puede admitir que el efecto se haya creado al mismo tiempo, ni menos aún, antes que la Causa, pues hasta que una causa no existe en sí misma, no pasa a generar el efecto correspondiente, pues cualquier causa es siempre anterior en el tiempo a su efecto.
El espíritu humano inmortal, es creación y parte de esa Energía vivificadora que llamamos Dios, y posee el germen de sus Atributos, que el ser deberá ir haciendo crecer desarrollándolo mediante su propio esfeurzo para acrecentar en sí mismo la sintonía y afinidad con la Ley Divina del Amor, y este espíritu evoluciona a través de muchas vidas y épocas, reencarnando repetidamente en tantos cuerpos que resultan su creación o efecto, y a través de los que actúan en los planos físicos, adoptando tantas personalidades humanas como pueda necesitar para ir consiguiendo poco a poco este perfeccionamiento y acercamiento hasta su Meta infinita punto de origen Divino.
- Juan Manuel Fernández Fuster-

00000000000
“Del mismo modo que te mueves y trasladas de una casa a otra, el alma pasa de un cuerpo a otro para ganar experiencias”.
-Swami Sivananda.-

                                      ************************************
                 

                   Devolver bien por mal


. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. – Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian: – para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llueve sobre justos y pecadores. -Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? – Y si saludareis tan solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿no hacen esto mismo los gentiles? Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los Escribas y Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (San Mateo, cap. V, v. de 43 a 47 y 20).

2. Y si amáis a los que os aman, ¿ qué mérito tendréis? porque los pecadores también aman a los que les aman a ellos. – Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿ qué mérito tendréis? porque los pecadores también hacen esto. -Y si prestareis a aquellos, de quienes esperáis recibir, ¿ qué mérito tendréis? Porque también los pecadores prestan unos a otros para recibir otro tanto. -“Amad, pues, a vuestros enemigos: haced bien y dad prestado”; sin esperar por esto nada: y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altisimo porque El es bueno aun por los ingratos y malos. – Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro padre es misericordioso. (San Lucas, cap. VI, v. 32 a 36).


3. Si el amor del prójimo es el principio de la caridad, amar a sus enemigos es su aplicación sublime, porque esta virtud es una de las más grandes victorias contra el egoísmo y el orgullo. Sin embargo, generalmente se equivocan sobre el sentido de la palabra “amor” en esta circunstancia; Jesús no entendió, por esas palabras, que se deba amar a su enemigo con el cariño que se tiene a un hermano o a un amigo; la ternura supone confianza, y no se puede tener confianza en aquél que se sabe que es capaz de hacernos mal, y no se pueden tener con él las expansiones de la amistad, porque se sabe que seria capaz de abusar de ellas; entre las personas que desconfían unas de otras, no pueden existir los arranques de simpatía que existen entre aquellos que son de una misma comunión de pensamientos; en fin, no puede tenerse el mismo placer encontrándose con un enemigo que con su amigo.

Este sentimiento es también el resultado de una ley física: la de la asimilación y de la repulsión de los fluidos: el pensamiento malévolo dirige una corriente fluidica cuya impresión es penosa; el pensamiento benévolo nos envuelve en una emanación agradable y de aquí resulta la diferencia de sensaciones que se experimentan al aproximarse un amigo o un enemigo. Amar a sus enemigos, no puede, pues, significar que no debe hacerse ninguna diferencia entre ellos y los amigos; este precepto parece difícil y aun imposible de practicar, porque se cree falsamente que prescribe que demos a ambos el mismo puesto en el corazón. Si la pobreza de las lenguas humanas obliga a servirse de la misma palabra para expresar diversos grados de sentimiento, la razón debe establecer la diferencia según los casos.

Amar a sus enemigos, no es tenerles un afecto que no está en la naturaleza, porque el contacto de un enemigo hacer latir el corazón de muy diferente modo que el de un amigo; es no tenerle ni odio, ni rencor, ni deseo (le venganza; es perdonarle “sin segunda intención y sin condición” el mal que nos hace, sin poner ningún obstáculo a la reconciliación; es desearles bien en vez de quererles ni al,alegrarse en vez de afligirse (leí bien que les acontece, tenderles una mano caritativa en caso (le necesidad, abstenerse “en palabras y en acciones” de todo lo que puede perjudicarles; es, en fin, volverles siempre bien por mal, “sin intención de humillarles”. Cualquiera que haga esto, llena las condiciones del mandamiento: “Amad a vuestros enemigos”.

4. Amar a sus enemigos es un despropósito para los incrédulos; aquel para quien la vida presente es el todo, sólo ve en su enemigo un ser pernicioso que turba su reposo y del que solo la muerte puede desembarazarle. De aquí viene el deseo de venganza. No tiene ningún interés en perdonar si no es para satisfacer su orgullo a los ojos del mundo; aun perdonar, en ciertos casos, le parece una debilidad indigna de él; si no se venga, no deja por eso de conservar rencor y un secreto deseo de perjudicarle.

Para el creyente, pero sobre todo para el espiritista, la manera de ver es muy diferente, porque dirige sus miradas al pasado y al porvenir, entre los que la vida presente sólo es un punto; sabe que por el mismo destino de la tierra, debe esperar encontrar en ella hombres malvados y perversos, que las maldades a que está expuesto forman parte de las pruebas que debe sufrir, y el punto de vista elevado en que se coloca hace que las vicisitudes le sean menos amargas, ya provengan de los hombres o de las cosas; “si no murmura de las pruebas, tampoco debe murmurar de los que son instrumentos de aquellas”; si en vez de quejarse da gracias a Dios porque le prueba, “debe también dad gracias a la mano que le proporciona ocasión de manifestar su paciencia y su resignación”.

Este pensamiento le dispone naturalmente al perdón; siente, además, que cuanto más generoso es, más se engrandece a sus propios ojos y se encuentra fuera del alcance de los tiros malévolos de su enemigo. El hombre que ocupa un puesto elevado en el mundo, no se considera ofendido por los insultos de aquél a quien mira como inferior, lo mismo sucede con el que se eleva en el mundo moral sobre la humanidad material; comprende que si odio y el rencor le envilecerían y le rebajarían ; luego, para ser superior a su adversario, es preciso que tenga el alma más grande, más noble y más generosa.

Allan Kardec
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”

                                                         *************************


                                                                        

             LEGIONES  DEL  MAL 

"Y le preguntó: ¿Cual es tú nombre? - A lo que  él  respondió: Legión es mi nombre, porque somos muchos." - (Marcos, 5:9.)

El Maestro legó una  inolvidable lección a los discípulos en este pasaje de los Evangelios.
Dispensador del bien y de la paz, se aproxima Jesús al Espíritu perverso que tú recibes desesperado.

Cristo no se impacienta e indaga cariñosamente por su nombre, respondiéndole el interpelado: "Me llamo Legión, porque somos muchos".

Los aprendices que lo seguían no supieron interpretar la escena, en toda su expresión simbólica.  Y hasta hoy se pregunta por el contenido de la ocurrencia con justificable extrañeza.

Es  que el Señor deseaba transmitir inmortal enseñanza a los compañeros de  su tarea redentora.

Al frente del Espíritu delincuente y perturbado,  este  era solamente  uno, el interlocutor, pero  se dominaba "Legión" porque  representaba  a una mayoría abrumadora, que personificaba la masa vastísima de las intenciones inferiores y criminales. Revelaba el Maestro que, por indeterminado tiempo, el bien estaría en proporción muy inferior  comparado al mal  que se presentaba en aludes arrasadores.

Si  te encuentras, pues, al servicio de Cristo en la Tierra, no te olvides de perseverar en el  bien, dentro de todas las horas de la vida, convencido de que el mal se hace sentir alrededor, a la manera de legión amenazadora, exigiendo profunda serenidad  y  gran confianza en Cristo, con trabajo y vigilancia, hasta la victoria final.

Reflexión.-   Ante este pasaje del Evangelio, se pueden sacar algunas conclusiones:
En primer lugar, es preciso recordar que existe y nos rodea  todo un mundo espiritual, que en esta fase evolutiva de nuestro planeta, denominamos como  “ astral inferior”, precisamente por existir en una franja cercana a la corteza terrestre, en una vecindad inmediata que se interpenetra con los espíritus encarnados que en ella habitamos. Este plano invisible a nuestros ojos, pero no por eso menos real, está formado por innumerable cantidad de seres espirituales, que se agrupan por una malévola afinidad  con el objetivo de trasladar su desesperación por permanecer en  las  tinieblas , cegados por la cercanía de la materia que ya no tienen ni alcanzan, y  por eso su envidia , malquerencia y hasta odio hacia el ser humano en general, al cual tratan de apartar de una posible felicidad,  tratando de dominarlo, llevándolo  a su terreno de odio  y  tristeza. Estos agrupamientos  de seres espirituales en lamentable estado son los que ante Cristo se identifican como “Legión”, y ocultados tras su invisibilidad ante  el ser humano, se gozan en poner celadas para nuestra caída en sus vibraciones mentales  inferiores. Son los demonios de las religiones, de la misma clase  que los que  expulsó alguna vez Jesús fuera de algún “endemoniado”.
     Ante el conocimiento de su existencia y presencia real, deberíamos ser más  conscientes de ello y permanecer  sin darles opción de  influenciarnos con su influencia negativa.
     También debemos tener  en cuenta de que en el Universo todo es una permanente vibración en muy diversas frecuencias y que existe una Ley de Atracción o Afinidad que las regula, y esta protección de ellos  la conseguiremos  por medio de mantenernos  cada uno en un estado de vibración mental y espiritual positiva, o sea, diferente y  más elevada que  la de ellos.  Para ello será necesaria  la  oración y la unión permanente con  nuestros Guías  espirituales, con Jesús , en sintonía  con el  mismo Padre Celestial,  lo cual nos dará las fuerzas y la Luz espiritual necesarias para  salir victoriosos de estos embates,  pero  no debemos bajar nunca la guardia  pues ellos, aunque a distancia, no dejan de acecharnos  y esperan el  mínimo momento de descuido o debilidad para penetrar  en nuestra psiquis, influenciándonos negativamente, al igual que el viento penetra por  cualquier  resquicio.
     En segundo lugar, también debemos tener en cuenta que en este mundo de expiaciones y de pruebas, ciertamente abunda mucho más el mal que el  bien; más todavía en los tiempos actuales que atravesamos ahora,  en los que  tantos acontecimientos trágicos  y pruebas humanas difíciles se están precipitando cada vez más  con mayor profusión, debido a las sacudidas  producidas por el  esperado cambio de ciclo evolutivo del planeta en el que ya estamos inmersos y en donde como sabemos, finalmente  el grano, o sea el Espíritu con suficientes méritos , deberá ser separado de la paja, o sea del mal. En estas circunstancias que rodean actualmente a la sociedad humana, debemos ser conscientes de qué es lo que en el fondo nos está  aconteciendo y sus consecuencias, optando por la elección más sabia de no dejarnos arrastrar por el lodo del materialismo , del comodismo, la  desesperanza  y  la falta de unos objetivos  elevados de carácter espiritual, claros y definidos. Así, en medio de  las posibles acometidas de tantas legiones del mal, debemos tener conciencia clara de nuestro papel en la vida y nuestra responsabilidad,  esforzándonos por ser, ahora más que nunca, la “ sal de la Tierra”, actuando con nobleza y con nuestro ejemplo positivo de una actitud siempre ética, y cuando llegue el caso, también con nuestra palabra esclarecedora, pues tenemos el compromiso de ayudar y favorecer siempre por todos medios, y no esconder la Luz del conocimiento, del cariño y del consuelo, debajo del celemín, según otra parábola de Jesús.
     Sabemos que en nuestro mundo  parece que hay mucho más mal que bien, y ciertamente todavía es así , porque vemos como el egoísmo y el desamor son moneda  corriente, como también es muy cierto que el mal es  mucho más ruidoso  y llamativo,  haciéndose  notar más. El bien sin embargo, también es  muy  abundante, pero suele pasar más desapercibido, porque es callado y silencioso,  coexiste con el mal  como si pasara de puntillas, sin hacer ruido,  por lo que a veces no  se nota su presencia, pero no por eso deja de  existir y estar también presente. Vemos como entre  la masa de gentes sufridas, calladas y a veces  hasta  un poco ignorantes , existen valores sorprendentes de  sencillez, solidaridad, caridad, abnegación, humildad, etc, lo cual nos puede inducir a creer con fundamento que el ser humano tiene un horizonte luminoso; que en medio de tanta negatividad,el  bien también abunda, y aunque no siempre se le distingue, ahí está  silencioso pero firme, en  la conciencia colectiva de tantos grupos humanos, que a su vez también permanecen influenciados y alimentados mentalmente  por grupos o legiones del bien, espíritus buenos o positivos  con los que sintonizan.
  Ciertamente el mal además de ser ruidoso y de hacerse notar, abunda en todos los niveles: en lo que se refiere a influencias espirituales, y en lo que se refiere a  las pruebas duras o difíciles que el ser humano genera con su actitud equivocada o con sus errores al transitar fuera del camino del Amor, y que  a nivel humano también se le llama mal, cuando su presencia  suele indicar  muchas veces, nuevas oportunidades de rectificar actitudes  y de alcanzar finalmente un bien. Por eso es que la presencia  del mal es tan popular y tan constante, que se llega a decir  popularmente  al respecto: “ Bienvenido seas mal, si vienes  solo”, y es que verdaderamente cuando se manifiesta  en cualquier sentido, lo hace con abundancia y proliferación porque  es el elemento que caracteriza  todavía a nuestro mundo actual. Por eso, estemos prevenidos ante él, y demos gracias al Padre cuando seamos capaces de sentir que esta presencia del mal no nos ha derrotado con  sus envites , porque con la ayuda  del Padre y de los buenos espíritus, estas pruebas a las  que humanamente se les puede  llamar mal, o que pueden parecer un  mal,  nos han fortalecido, por lo que  hemos sido capaces de transmutarlo en un bien con  nuestra actitud  positiva y transformadora.
     Finalmente, no olvidemos que  a pesar de las apariencias, podemos considerar que, definitivamente, el mal no tiene existencia propia, sino que simplemente es la ausencia del bien, tal como la oscuridad es ausencia de  luz. Por tanto seamos cada uno como antorchas vivas que iluminemos nuestras vidas y las de quienes nos acompañan en el camino.

- José Luis Martín-

                                           *********************************

                            

                                                              


                          CAMBIAR EL MUNDO

(PSICOLOGÍA DEL ESPÍRITU)

 CAMBIA TÚ SI QUIERES QUE EL MUNDO CAMBIE: DIALÉCTICA DE LO MORAL Y LO SOCIAL 

    En sus reflexiones acerca de las bases espirituales sobre las cuales se ha de sustentar una sociedad más justa, libre y fraterna, decía Léon Denis que “la cuestión social es en última instancia una cuestión moral”. No podía ser más preciso el ilustre escritor francés a quien tanto preocupaba la necesidad de presentar al espiritismo como una filosofía transformadora de la conciencia humana y en consecuencia de la sociedad en que los seres humanos viven y conviven. Siendo así que la crisis mayor del mundo es la crisis moral, reiteraba que no es posible concretar la edificación de una sociedad mejor si tal proceso no comienza por la transformación interior de las personas que la forman en cuanto a sus principios, valores y comportamientos. En esta idea nuclear se resume la concepción espírita en torno de la intrínseca e indisoluble relación dialéctica que conecta la moral con lo social. 

    Desde sus inicios y afirmado en una concepción inmortalista y reencarnacionista, el espiritismo marcó distancia por igual tanto con nociones teológicas como con doctrinas materialistas, a las que considera visiones parciales, insuficientes o erróneas de la complejidad humana, por no abarcar en su conjunto la participación e interacción de los diversos factores de naturaleza espiritual, biológica, psicológica, cultural, sociológica, ética y moral que intervienen en la constitución humana. A diferencia de las religiones que reservan la felicidad personal para la condición post mortem del alma y dejando todo a cargo de Dios tienden a desentenderse de las injustas y degradantes condiciones que gravitan sobre la vida de la mayoría de la humanidad, o de las doctrinas materialistas que por rechazar toda idea relativa a la trascendencia espiritual reducen los procesos sociales a los conflictos por intereses económicos y políticos o a las determinaciones de la producción y el consumo, el espiritismo promueve y respalda todos los avances que se traduzcan en el mejoramiento de la vida de las personas, teniendo como horizonte la construcción de sociedades libres, justas, equitativas, prósperas, fraternas, felices, y en un todo, apegadas al cumplimiento de los derechos humanos. 

Por este motivo puede apreciarse que el espiritismo representa una valiosa fuente de enseñanzas no sólo en lo que respecta al más allá, sino en todo cuanto se relaciona con los asuntos de la vida corpórea, haciendo énfasis en que la mejor organización social es la que se inspira en la ley del amor, de la cual se deriva la genuina justicia, solidaridad y fraternidad. 

En virtud del carácter racionalista y práctico que Kardec imprimió a la filosofía espírita, ella no quedó reducida a un ámbito exclusivamente  especulativo como si se tratara de una abstracción metafísica, sino que adoptó un sentido normativo al establecer pautas concretas para la vida del ser humano en la sociedad. 

El espiritismo lleva consigo, esencialmente, una dinámica humanista y esto se pone de relieve en muy diversos textos como sucede con las denominadas “Leyes Morales” contenidas en la tercera parte de El Libro de los Espíritus. En un esquema didáctico quiso Kardec resumir en diez leyes fundamentales una orientación general para interpretar los fenómenos sociales en su indispensable relación con las condiciones morales de sus protagonistas: Ley de adoración, ley del trabajo, ley de reproducción, ley de conservación, ley de destrucción, ley de sociedad, ley de progreso, ley de igualdad, ley de libertad, ley de justicia, amor y caridad. Con esta comprensión amplia que vincula íntimamente la moral con el hecho social, el espiritismo señala un camino concreto para ir al encuentro de soluciones honestas y eficaces para los problemas humanos, conciliando los factores sociales, económicos y políticos con la dimensión espiritual, otorgándole sentido a la continuidad de la vida después de la muerte y el interminable proceso evolutivo que se desenvuelve a través de sucesivas existencias. 

Del reconocimiento de la indisoluble relación e interacción entre lo moral y lo social se desprende que quienes mejor pueden impulsar esas transformaciones sociales positivas son aquellos que están animados por una conciencia moral elevada, sin obviar, por supuesto, una suficiente preparación intelectual. Es axiomático que nadie puede dar lo que no tiene. Y esto cobra mayor relevancia cuando se hace referencia a los líderes a quienes corresponde dirigir agrupaciones sociales, empresas privadas, partidos políticos, la administración de los asuntos de cada comunidad o el gobierno de las naciones. Es difícil concebir una dirección responsable, honesta, recta y justa de las actividades públicas o privadas por parte de ciudadanos cuya conciencia no está en armonía con los principios básicos de la honradez, la decencia, la lealtad, la vocación de servicio, la solidaridad, la generosidad, la coherencia entre lo que se predica y lo que se practica. 

Conviene advertir que el cambio moral de que habla el espiritismo como base del cambio social, no ha de interpretarse en un sentido quietista como si se tratara de un proceso mecánico o automático. No basta el “buenismo” de las personas para que de manera cuasi mágica el mundo se torne mejor.

 No es siguiendo dócilmente un recetario de autoayuda como ese objetivo podrá alcanzarse. De lo que se trata es que los seres humanos, renovados en sus valores, agitados por una conciencia crítica, vibrando en la compasión y el sentimiento de dolor de los otros, se sacudan el egoísmo y la apatía, venzan el conformismo y la indiferencia, y movilicen con entusiasmo y energía su voluntad y su esfuerzo cotidiano al servicio de la transformación de la sociedad. Siendo cierto que cada individuo decide de acuerdo con lo que dicta su conciencia espiritual, síntesis de su evolución reencarnatoria, no es menos cierto que dicho dictado cobra pleno sentido en el marco de los valores y normas de la sociedad que le acoge en cada una de sus existencias. Es por esto que la conducta moral orienta o indica el tipo de organización a la que se aspira. 

Una sociedad mejor, en términos generales, demanda un mínimo moral irrenunciable,  que más allá de credulidades o descreimientos, señale por lo que vale la pena vivir y luchar. Como enfoques prácticos de lo anterior, cabe aludir en primer lugar a la familia, espacio privilegiado para conseguir cotas progresivamente mayores de humanización de sus integrantes. Los padres tienen la importantísima obligación de educar a sus hijos y la sociedad debe considerarlos como los primeros y principales educadores de los mismos. El cumplimiento de este deber es de tanta relevancia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. 

En un ambiente hogareño sano, física y psíquicamente, es donde mejor se imparten y se modelan las cualidades esenciales de los niños y de los jóvenes para fortalecer una personalidad afincada en los más elevados y nobles principios: amor al prójimo, cultivo honesto de los sentimientos, integridad del comportamiento, sinceridad en las palabras, lealtad con el compromiso adquirido, rectitud en la vida ciudadana, disposición para el trabajo, y en general, todo lo que entraña la práctica de las virtudes. 

 En segundo lugar, un factor fundamental de la transmisión de las enseñanzas morales a las nuevas generaciones es el sistema educativo que canaliza las responsabilidades e iniciativas de la sociedad. 

El Estado debe garantizar la formación humana integral y la diversidad de saberes a través de la institución escolar, la cual ha de ser laica por definición, a fin de garantizar una educación libre de dogmas, así como el derecho a la libertad de pensamiento, la tolerancia entre los educandos, y el debido respeto, tanto a los docentes como a las particulares creencias religiosas, filosóficas o éticas, que han de ser impartidas en los hogares conforme a las preferencias de las familias. 

Y para completar el rol que desempeñan la familia y la escuela, hay que recalcar que la acción política comporta en grado sumo un conjunto de exigencias morales. Sin una conciencia limpia y sin una voluntad ética, la actividad política degenera, tarde o temprano, en un poder destructor. Por todas partes del mundo se encuentran lamentables ejemplos del empleo degenerado, despótico y corrupto del poder. Las exigencias éticas se extienden tanto a la gestión pública en sí misma como a las personas que la dirigen o ejercen. Son, por lo tanto, el ánimo de auténtico servicio y la prosecución decidida del bien común, los que justifican y pueden reivindicar a quienes se dedican a la actividad política, que justamente los pueblos demandan y necesitan. 

Insistiendo en el cambio personal como requisito y sustrato del cambio social, y admitiendo a la vez que la propia sociedad, con sus determinaciones económicas, políticas y jurídicas, con sus valores culturales, religiosos o morales, con sus creencias, tradiciones o costumbres dominantes, sometida sin cesar a procesos dinámicos de transformaciones, ejerce una poderosa influencia sobre cada ser humano, en el marco de un proceso de interacción dialéctica, el espiritismo, auténticamente kardecista, laico, librepensador, humanista, progresivo y progresista, ha de colocarse siempre en una perspectiva que le permita interpretar adecuadamente los signos de los tiempos y responder con firmeza a los desafíos del mundo moderno a partir justamente de su relación con la trascendencia espiritual del ser humano.   

Jon Aizpúrua 

                                                  *********************************



No hay comentarios: