martes, 11 de julio de 2023

Hablando de espíritus, con el Prof. Guillem

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La avaricia, un pecado capital (2 de 2)

2.- Hablando de espíritus, con el Prof. Guillem

3.- Valoración espírita del cuerpo físico

4.-Infancia espiritual

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        LA AVARICIA, UN PECADO CAPITAL (2 DE 2)

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Lo triste es que los hombres ricos y avarientos, no guardan para los años de  pocos recursos, tampoco lo hacen para socorrer a sus parientes y amigos cuando estos no tienen.

El avaro además, cuando presta suele ser usurero, es así como mucha gente se ha empobrecido más con lo que le presta el avaro que con cualquier otra cosa.

Pero por lo general, el avaro casi nunca presta, porque siempre ve la posibilidad de perder lo que tiene. En cambio el hombre generoso no tiene temor a prestar, porque sabe que si luego no tiene, habrá otro como él, del cual recibirá ayuda.

El hombre mísero consigo mismo, por mucho que tenga, nada puede dar, es así como no tiene para vestir al desnudo; el que ni siquiera compra un pañuelo, tampoco puede dar de comer, si ni siquiera gasta en su propio pan, y si tiene trigo, prefiere  guardarlo o venderlo antes que hacer harina para su consumo. El avaro no cuida ni visita enfermos, pero lo más triste, es que algunos ni siquiera recurren a la Botica, cuando tienen un mal propio. El avaro no puede regalar calzado al descalzo, porque los que él lleva, ya no resisten otro paso, como tampoco puede dar de comer a un niño pobre, ya que no gasta ni para alimentar los suyos.

     El dinero es un medio, no un fin en sí mismo. El codicioso y el avaro, aunque multipliquen su fortuna, siguen siendo pobres. Nunca se satisfacen con lo que tienen. La pobreza no viene por la disminución de la riqueza; sino por la multiplicación de los deseos, decía Platón. Séneca asimismo manifestaba: pobre no es el que tiene poco, sino el que desea mucho.

Fuera de ello, lo trascendental no se compra con dinero: Frederich Nietzche lo afirmaba: lo que tiene precio, poco valor tiene. Y el poeta, incluso le puso música: tan sólo lo barato, se compra con el dinero. Pero eso no significa que vayamos a dilapidar toda nuestra fortuna; ¿Y la familia? ¿Se puede ser bueno con los demás, olvidándose de los suyos?

    Lo más importante en la vida es lograr el equilibrio. Uno debe estar satisfecho con lo que se tiene y darle gracias a Dios por ello; y tener una ambición sana de luchar y mejorarse, sin codicia, ni avaricia y sin ansia desmedida y búsqueda excesiva de tener y más tener.

    La avaricia no está oculta, se manifiesta ante nuestros ojos, lo que sucede es que parece que hablamos poco de ella o no la asociamos a las cosas rutinarias de la vida, pero nuestra sociedad está en medio de ella. En efecto, la avaricia es la mejor aliada de la sociedad consumista, debemos tener el mejor automóvil, el mejor reloj, la mejor y última innecesaria novedad de la tecnología. Lo esencial no es que tengamos más o menos bienes materiales, sino la forma en que los usemos.

   Nuestros noticieros hablan diariamente de los modernos “Avaros”, aquellos que a toda costa no piensan más que en enriquecerse,  esos que buscan ocupar puestos de privilegio, incluso  en el gobierno para tener algo más y enriquecer sus arcas personales, o aquellos que les gusta en la política controlar todo, o los que hacen de la corrupción y el soborno un arte para tener algún bien.

   Cuando la Ley nos dice: "No codiciarás", nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque la sed de los bienes del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada, como está escrito: "El ojo del avaro no se satisface con su suerte" (Si 14,9) (Catec. R. 3,37) (1 Co 6,10).

   La misión inteligente del ser humano en la Tierra, es la de promover el progreso de si mismo así como el general, y ahí reside el fin primordial de la riqueza, que estimula la creatividad con fines nobles y la dignificación espiritual, mediante la ampliación del pensamiento que se despoja de las corazas del mito para realizar  a favor de su crecimiento emocional y moral.

A través de la postura del amor surge la comprensión de cómo aplicar la riqueza, multiplicándola en obras  que favorezcan a todos los seres con oportunidades de desarrollo de los valores internos, alterando los paisajes íntimos por medio de las conquistas que le son presentadas.

    Es de esta forma, que la caridad asume nuevas características, dignificando a aquel que lo necesita, ya que le permite  conquistar con dignidad el pan y el hogar, la educación y la salud a través del propio esfuerzo que invierte en el trabajo honrado, y que le es facilitado gracias al poseedor de la riqueza. Esa forma de invertir la sana virtud de la caridad hace que el administrador se auto-enriquezca, de aquello que almacena en los cofres de la usura y de la avaricia, en los cuales pierde totalmente el significado que le atribuye la sociedad a los bienes materiales.

     El vehículo orgánico en la existencia corporal, hace un transcurso muy rápido en expresión de tiempo y lugar, pues pasa con mucha velocidad,  cuando es considerada la dimensión del futuro  y lo atemporal del presente. El deber que cabe a todos los poseedores de riquezas, es tornarlas bienaventuradas por la cooperación que expande alrededor de sus recursos.

   El mezquino con la fortuna monetaria retiene piedras, metales y papeles de valor convencional, que la vida sustituye en la provisión de recursos a la comunidad, pero el mezquino del alma retiene la fuente de la felicidad y de la paz, de la esperanza y del buen ánimo que constituye alimento indispensable a su propia vida.

El primero teme gastar en tonterías y se arroja a la enfermedad y al hambre.

El segundo teme difundir los conocimientos superiores de los que se enriquece, y suscita la incomprensión alrededor de sus propios pasos.

El avariento de la riqueza se encarcela en el egoísmo.

El avariento de las bendiciones del alma genera el estancamiento donde se encuentra, envolviéndose él mismo en sombras perturbadoras.

Aunque no tengamos dinero con el que atender a las necesidades de nuestro prójimo, no olvidemos los tesoros de dones espirituales que el Señor situó en la médula  de nuestra alma.

Auxiliemos siempre. El más útil, es aquel  que más se dedica  al amparo de sus semejantes.

Sin embargo, no debemos olvidar que más importantes que esos bienes adinerados y acumulados en arcas y bancos, son los de orden emocional y espiritual, moral y social: la memoria que se encarga de archivar las experiencias, las tendencias hacia el bien, lo bueno, lo bello, lo eterno; los sentimientos del deber que nacen de la conciencia que actúa en consonancia con las Soberanas Leyes de la Vida.

Las casas bancarias y las bolsas repletas pueden guardar la fría corrección de los números sin conciencia, pero el corazón de aquel que ama es un sol en beneficio de las criaturas, convirtiendo la dificultad y el dolor, la desventura y la escasez en recursos prodigiosos, destinados a la sustentación humana.

Sin duda, esos tesoros son más preciosos que los materiales, que se pueden transformar en valiosos emprendimientos salvadores de nuestras vidas, como son la instrucción, la educación, la liberación de los vicios en razón del amparo en el campo de la salud y del trabajo, propiciando felicidad en todas partes.

La fortuna sea como sea que se manifieste, es una alta responsabilidad de la que el que la posee tendrá que prestar cuentas, primeramente a si mismo, por la incitación de la conciencia responsable cuando despierta e impone la culpa por el mal empleo, y delante de la Conciencia Cósmica, de la cual nadie nos evadimos por presunción, capricho o infantilidad emocional…

En la pobreza y en la riqueza el hombre adquiere experiencias valiosas que deben constituir su patrimonio de crecimiento en el rumbo a lo infinito. En esa marcha inexorable por la búsqueda de Dios, ampliando la capacidad de servir y amar, podemos oír la voz que nos dice: ¡Cuan insensato eres! Esta misma noche tomaran tu alma… ¿Y qué sentido tendrán todos esos tesoros, si no los aplicamos con sabiduría y elevación?

No permitamos que el dinero nos tome el corazón, usando nuestra vida, cual despótico señor y conduzcámoslo, a través de la utilidad, del entendimiento y de la cooperación, bajo los imperativos de la ley de la fraternidad que nos une.

No olvidemos que Jesús bendijo el centavo de la viuda, en el tesoro público del Templo y, empleando el dinero para el bien, convirtámoslo en colaborador del Cielo en todas las situaciones y dificultades de la Tierra.

El oro con Jesús es bálsamo en las ulceras del enfermo, es gota de leche en el niño desvalido, es remedio al enfermo, es abrigo para aquellos que tiritan de frio, es socorro en el hogar donde reside el infortunio, es asistencia a los brazos que suplican una actividad digna, es amparo para los animales, y protección a la naturaleza.

Solamente el trabajo sentido y vivido es capaz de generar la verdadera fortuna y acrecentarla infinitamente y, por eso, amando la tarea que el Señor nos confió. por más inquietante o sencilla que nos sea, valgámonos  del tiempo para enriquecernos de luz  y amor, comprensión y merecimiento, a fin de que el tiempo no nos encuentre mañana con el corazón fatigado y las manos vacías.

Trabajo realizado por Mercedes Cruz extraído del libro de Divaldo Pereira Franco “Jesús y el Evangelio a la luz de la psicología profunda” y del libro “Dinero de Francisco Cándido Xavier. Y de Internet. 

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 HABLANDO DE ESPÍRITUS CON EL PROFESOR GUILLÉM


¿Cómo pueden sacar conclusiones de lo vivido en otras vidas físicas, si en esas vidas tenemos la misma conciencia que en esta, es decir, somos tan inconscientes de la existencia de vidas pasadas como en esta ?.

* Porque muchos de ellos no sólo recuerdan los detalles de vidas pasadas, sino que, al mismo tiempo, recuerdan el motivo por el que tuvieron que pasar por ciertas vidas y pruebas. Es decir, también recuerdan lo que les sucedió en los periodos entre vidas físicas, en los cuales no estaban encarnados. Hay investigadores que se han dedicado a investigar
específicamente esos recuerdos de periodos entre encarnaciones, en los que las personas recuerdan el espacio entre una vida y otra y las decisiones que los llevaron a encarnar precisamente en determinado tiempo, con determinada familia y bajo determinadas circunstancias.

- ¿Y qué tipo de pruebas o circunstancias son esas que tenemos que pasar en cada vida y por qué?
* Muchas de esas pruebas consisten en experimentar en nosotros mismos aquello que hemos hecho a los demás, en enfrentarnos a las consecuencias de las situaciones que nosotros mismos hemos provocado, para que tomemos conciencia del sufrimiento o felicidad que estas acciones han tenido sobre los demás. Las pruebas son de lo más variopintas, pero en general son pruebas que tienen la intención de que nos vayamos desprendiendo del egoísmo y creciendo en amor.

- ¿Y es necesario morirse o vivir una experiencia cercana a la muerte para experimentar la conciencia de que tú eres tu espíritu y no tu cuerpo?
* No. De hecho todos vosotros tenéis la capacidad de separaros temporalmente de vuestro cuerpo, y así sucede de forma inconsciente en una etapa del sueño. Pero hay gente que es capaz de conseguir inducir esta separación de forma consciente a través de ciertas técnicas
de relajación. Los viajes astrales aportan pruebas de que la conciencia no está ligada al cuerpo.

Vicent Guillem.

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VALORACIÓN ESPÍRITA DEL CUERPO FÍSICO                                      

  Dado que el cuerpo material es la pantalla donde se proyecta la vida espiritual, el Espiritismo valora en alto grado el rol del organismo físico, y hace suyo el viejo aforismo griego "mens sana in córpore sano", ya que los intereses del espíritu y del cuerpo son solidarios. Para realizar su cometido moral e intelectual, el hombre precisa de un cuerpo en perfectas condiciones, de un organismo sano y lleno de energía.
    Pretender la exaltación del espíritu mediante el descuido del cuerpo, juzgando a este como "fuente de todo pecado y de todo mal", responde a un periclitado concepto teológico o a un misticismo arcaico, ya del todo superado.
    El Espiritismo propone una educación integral para la formación y desarrollo de organismos sanos, fuertes y vigorosos, mediante planes de educación que tengan en  cuenta la alimentación, la higiene, las condiciones de trabajo, la gimnasia, el deporte, la recreación, el estudio, etc,, para que las nobles facultades del espíritu encuentren el complemento adecuado y coincidente para su manifestación.
     Un optimismo sano se extiende por nuestro ser al sentirnos capacitados para adquirir por esfuerzo propio nuestro progreso y felicidad. Un optimismo inteligente y fuerte que sacude la polilla de la inacción y levanta el ánimo de los que sufren, es el que surge de la visión espírita del ser y de la vida, incitando a los hombres al estudio, al trabajo noble y a la actividad fecunda, que han de producir obras de progreso y de bien colectivos.
     Nada de martirizar el cuerpo o despreciar la vida física, nada de sombras, temores pueriles, flagelaciones o sufrimientos voluntarios. Nada de abdicar de los goces justos y naturales que nos ofrece la vida sana, normal e inteligentemente desenvuelta. Las mortificaciones corporales y espirituales son frutos enfermizos de un desequilibrio psicológico y no pueden proclamarse como sistemas de depuración moral. La elevación moral se adquiere, no huyendo del contacto con la vida, sino procurando vivir en armonía con las leyes de la Naturaleza, cultivando los sentimientos y forjando la voluntad en la jornada diaria, para pagarse el sustento con dignidad y honradez.
- Jon Aizpúrua-

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                                   INFANCIA ESPIRITUAL

                                                        

     Es muy famoso el pasaje evangélico en el cual Jesús afirma: Dejad que vengan a mí los niños.
     El Maestro divino aprovechaba los menores hechos de la vida para suministrar sublimes lecciones.
     La primera idea que se extrae del pasaje se refiere a la imagen de pureza que los niños presentan.
     Siendo todos ellos Espíritus que ya encarnaron numerosas veces, algunos son más bondadosos y puros que otros.
     Pero la candidez es inherente a la infancia, a fin de inspirar en los adultos los cuidados necesarios a la atención de su fragilidad.
     Justamente de ese aspecto de la fragilidad surge una importante lección de las palabras de Jesús.
     Los niños necesitan de orientación y cuidados.
     Ellos son frágiles e impresionables.
     Quien convive con niños necesita de una cierta dosis de abnegación, a fin de gastar el tiempo necesario enseñándoles y amparándoles en sus dificultades.
     Ocurre que la fragilidad material que caracteriza la infancia es bastante breve.
     Hay otro género de fragilidad mucho más duradera y penosa.
     Se trata de la infancia espiritual de las criaturas.
     Los Espíritus que habitan el planeta Tierra no se encuentran todos en el mismo nivel evolutivo.
     Muchos de ellos ya comprenden sus deberes esenciales en la fase de la vida.
     Saben que es imposible construir la propia felicidad sobre la desgracia ajena.
     Entienden que no hay felicidad sin paz y ni paz sin conciencia.
     Así, jamás se permiten hacer el mal al prójimo.
     Quien ya interiorizó el respeto a la ley divina alcanzó la madurez espiritual.
    Mientras tanto, una parcela muy sustancial de los Espíritus vinculados a la Tierra permanece infantil, bajo ese aspecto.
     Ellos presentan en el mundo, muchas veces, una imagen odiosa.
     No importa la posición social que ocupen, su fragilidad moral siempre se evidencia.
     Donde quiera que estén, buscan tener ventaja, a costa de los otros.
     Si son poderosos y sofisticados, se envuelven en vergonzosos negocios.
     Si son pobres, también hieren al prójimo, aunque en menor grado.
     Aunque susciten mucha antipatía, en verdad son lamentables, en su inconsistente moral.
     Sus actos apartados de la ética les preparan días de dolor y decepción.
     Al final, la Ley Divina es perfecta y nadie jamás la consigue burlar.

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Al respecto de esos hermanos infantiles, conviene reflexionar sobre el mensaje de Jesús-
No es digno del cristiano el deseo de exterminar a quien sigue por detrás.
     Todos somos miembros del rebaño del Cristo y ninguno de nosotros se perderá.
     Es preciso corregir a esos hermanos y detener sus actos, inclusive para que no se degraden en sus desatinos.
     Pero nunca debemos odiarlos o abandonarlos.
     Aun más que los niños, ellos necesitan de orientación.

 Piense en esto


Redacción de Momento Espírita.


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