viernes, 7 de julio de 2023

La vida y nosotros

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- El doble etérico ( 2 de 2 )

2.- Los amados

3.- La carne es débil

4.- La vida y  nosotros

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                                       EL DOBLE ETÉRICO 

( 2 de 2 )...//...

  En virtud de la indocilidad del éter físico, que es difícil de ser completamente sometido al dominio de los entendidos de “el otro lado”, a veces se ven obligados a mostrarse a los encarnados en forma grotesca; unas veces, recordando nítidamente su cabeza, pero deformando el resto de su figura periespiritual; otras completando perfectamente las manos, pero sacrificando la delicadeza de la fisonomía.

A pesar de su deformación ectoplásmica a la vista de los encarnados, los espíritus, cuando son evolucionados, se presentan como focos de irradiación de donde emanan con bellos colores. Pero cuando se trata de seres primitivos o diabólicos, surge una espesa niebla o aura sombría.

Ningún espíritu se encarna en la Tierra con la tarea obligatoria de ser médium, sino que cada uno lo hace por su libre y espontánea voluntad, dado que solicitó a lo Alto la oportunidad para redimirse espiritualmente, en un servicio de beneficio al prójimo, pues en el pasado también usó y abusó de sus poderes intelectuales o aptitudes psíquicas en detrimento ajeno. 

Es lógico, que al elegir un servicio peligroso, este siempre recae sobre el hombre más apto y capacitado, con el fin de alcanzar un buen éxito. La mediúmnidad de efectos físicos, es un servicio poco común, difícil y peligroso, cuyos resultados y sorpresas exigen el máximo de prudencia, humildad, heroísmo y seguridad moral.

El médium antes de encarnar, sabe perfectamente que si después comercia con los bienes espirituales y fracasa en el desempeño de su función elevada, no debe culpar a los Mentores, puesto que solo le ofrecieron la oportunidad tan reclamada. La culpa, no hay dudas, es del fracasado ante la imprudencia de aceptar tareas mediúmnicas que están más allá de su capacidad normal de resistencia espiritual. Las oportunidades mediúmnicas redentoras, se conceden a los espíritus que deben rescatar deudas. Pero la responsabilidad del éxito o fracaso, solo a ellos les debe ser atribuida. El médium es quien produce las condiciones gravosas o favorables en el desempeño de su tarea asignada.

El uso indiscriminado de anestésicos, como el fumar, el beber alcohol y comer carne, son  sustancias toxicas, que expulsan violentamente al doble etérico del cuerpo físico y si se entregan a las pasiones violentas, a los vicios y los placeres condenables, se aíslan imprudentemente de los guías responsables de su seguridad mediúmnica.

La verdad es que, Jesús, Buda, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Antonio de Padua, Vicente de Paul y otras almas de elevada estructura espiritual, fueron médiums poderosos y se colocaban en contacto frecuentemente con las entidades desencarnadas, durante su existencia terrena, sin correr riesgos de ser víctimas del poder y la fascinación de las tinieblas.

Los médiums de prueba, desgraciadamente, son personas que viven su existencia humana, gravados con grandes responsabilidades o deudas del pasado; por eso, en base a cualquier descuido de vigilancia espiritual, se vuelven vulnerables a las embestidas perniciosas del mundo invisible, pues los médiums de efectos físicos, salvo raras excepciones, entran en trance  a semejanza de los ataques epilépticos o de los viciados con drogas. Los médiums de vida regular, serviciales y magnánimos, alcanzan el trance mediúmnico bajo la asistencia de los espíritus técnicos, que desde el “otro lado” los protegen y liberan de las interferencias nocivas y consecuencias perjudiciales.

Bajo ese control espiritual y amigo, el médium se aparta o retoma su doble etérico sin desperdicios inútiles de energías, puesto que está amparado contra el acecho del astral inferior. De esa forma se protege de la infiltración de los microorganismos peligrosísimos para su contextura etérea física, y de una debilitación que le desequilibre la salud corporal.

El accidente, la practica mesmérica, el pase magnético, el pase espirita, la hipnosis y el trance mediúmnico, apartan parcialmente  el doble etérico, mientras que la muerte, lo separa definitivamente.

El doble etérico al estar compuesto del éter físico, sustancia emanada de la superficie terrestre, ejerce su acción, exactamente entre los dos mundos, el material y el espiritual, es decir, donde termina el primero y comienza el segundo.

Durante la desencarnación funciona como una especie de “amortiguador” pues una vez que se aparta del cuerpo físico cadaverizado, suaviza el pasaje del periespiritu hacia el Más Allá.  En esas circunstancias, el doble etérico se desliga del periespiritu, como si fuera una entrega suave y gradual hacia el verdadero “hábitat” sin provocar conmoción o choque al abandonar el sustento de la vida material.

Mientras el cuerpo del fallecido reposa  en el ataúd, los espíritus técnicos todavía pueden utilizar el doble etérico e intercambiar energías de amparo hacia el periespiritu del desencarnado, en concomitancia, para eliminar hacia el cadáver, los residuos psico-físicos que hayan quedado ligados al periespiritu. Algunas personas, que han sufrido la mutilación de un miembro de su cuerpo  se quejan de dolores en esos órganos que le fueron extraídos. Esta sensibilidad, se debe, a que la operación quirúrgica no fue efectuada sobre el doble etérico, dado que este es inaccesible a las herramientas del mundo material. Los clarividentes desarrollados, consiguen ver los brazos o piernas en sus moldes etéricos, invisibles, pero que producen las debidas reacciones en su medio.

Todas las cosas y seres tienen su doble etérico, estructurado del éter físico, exhalado por la tierra, que los relaciona con el mundo invisible y con las fuerzas del atavismo animal. Pero no todos los animales tienen periespiritu, dado que es un vehículo evolucionado, porque incorpora en sí el cuerpo astral de los “deseos” y el cuerpo mental  del “pensamiento rudimentario”. El doble etérico por ser el vehículo responsable de todos los fenómenos del mundo invisible manifestados en la materia, abarca diversas categorías de “materia etérica” como son, la electricidad, el sonido, el olor, la luz, la temperatura, la densidad, la presión y otras más, propias de la vida del orbe.

A los animales primitivos, sin capacidad cerebral para distinguir las reacciones emocionales, cuando mueren, les sobrevive el doble etérico compacto, pues su “actuación” está subordinada al instinto o  acción del espíritu grupo, sin tener posibilidades de una conciencia individualizada. En este caso se encuentra el pescado, cuya vida se circunscribe a los movimientos instintivos del cardume,  pues un pez cuando siente es semejante, exactamente igual a la reacción que posee otro pez. Las especies más evolucionadas como el perro, el gato, el mono, el elefante y el mismo buey, tienen un periespiritu rudimentario y pueden manifestar ciertos deseos y emociones, que demuestran vislumbre de sentimientos.

El perro, por ejemplo, revela algunas nociones de sentimiento humano, ya sea amando  a su dueño hasta el sacrifico, u odiando a su verdugo, sin olvidarlo jamás. Esto ya señala un periespiritu en estado de “embrión” y con el correr del tiempo, incorporará el atributo mental, que se va formando, lo que permitirá una  mayor y perfecta comprensión, aunque inherente a su especie animal.

Los animales poseen cierta sensibilidad mental de discernimiento, y después de su muerte, su “espíritu” embrionario será encaminado hacia otros planetas donde existen otros ambientes de vida,  compatible con su conciencia en formación. Así, poco a poco, irá alcanzando su independencia individual, para desprenderse definitivamente del espíritu grupo de su especie.

Cualquier hostilidad al cuerpo físico y al periespiritu, el doble etérico lo acusa  por medio de centros sensoriales correspondientes a la conciencia periespiritual y a la física. Por eso en los trabajos mediúmnicos de buena asistencia espiritual, las  entidades materializadas advierten a los presentes, que no les aprieten las manos con violencia, pues el médium, en trance cataléptico, es muy hipersensible y vulnerable a cualquier presión que le fuera hecha en su doble etérico, proyectado a distancia.

El médium es quien entrega el material o sustancia para que los desencarnados se hagan perceptibles al tacto y a la vista carnal de los humanos. Ello es posible porque el médium consiente  que le utilicen el doble etérico durante la manifestación de los fenómenos de materialización. Si alguien castiga al espíritu materializado, el médium acusa la ofensa porque lo hieren en su doble etérico, exteriorizado e impregnado de sus fluidos nerviosos. En ciertos casos, al volver a la vigilia física, llega a exhibir en su epidermis como si fueran manchas, algo parecidas a la sangre negruzca, correspondiendo en el cuerpo físico, exactamente a la zona ofendida entéricamente.

Pellizcando, o hiriendo al médium, durante el trance cataléptico, indefectiblemente acusará la ofensa a través de un fuerte choque vibratorio, que ha de llegar a su conciencia, como si estuviera en vigilia.

El médium sin entrar en trance cataléptico puede ofrecer su ectoplasma para las materializaciones, o voz directa, pues se trataría de un médium sumamente experimentado, no solo en esta existencia, sino en las anteriores, o también puede haber efectuado cursos especiales en el espacio para dominar el fenómeno obviamente, después de  encarnado. En vez de tomar los espíritus el doble etérico, para elaborarlo a gusto, según el fenómeno a presentar, el médium lo entrega en las cuotas necesarias y listas para su uso inmediato.  De esa forma, el pude hablar con las entidades que trabajan a su alrededor y atender a las solicitudes de los presentes, sin presentar anomalías del fenómeno que se procesa.

Otras veces, cuando los espíritus disponen de ectoplasma  suficiente y preparado en la fórmula química prevista, acostumbran a despertar al médium del trance cataléptico, para conversar con el también y darle instrucciones o hacerle advertencias sobre su conducta moral.

Existen casos, donde los espíritus, por la noche, dejan su cuerpo físico en el lecho durante el sueño, penetran imprudentemente en las regiones inhóspitas del astral inferior, terminando por sufrir agresiones de los espíritus ignorantes y vengativos que se aprovechan de todas las circunstancias y ocasiones propicias para vengarse de los encarnados. Esos perjuicios son muy graves, porque las personas que viven censurablemente, se muestran indiferentes a las enseñanzas de Jesús.

La mala conducta practicada en el día, deja al espíritu desamparado en sus salidas hacia el astral por la noche, pues cuando se desprende del cuerpo carnal queda aislado de sus protectores, dado a la masa de fluidos adversos que se les adhiere en los momentos de prácticas anti evangélicas.

Por eso, sus guías nada pueden hacer en los momentos de peligro, ni siquiera  librarlos de ciertos traumas psíquicos, que al día siguiente se tornan como una pesadilla. Ciertos sueños tenebrosos, no dejan de ser escenas reales, vividas por la noche, fuera del cuerpo y bajo el dominio de sus perseguidores del astral. En tal condición, el espíritu del “vivo” retorna veloz y afligido del lugar donde se encuentra en peligro, para sumergirse aceleradamente en su escafandra de carne  y protegerse contra los peligros del más allá.

Muchas personas que se dedican durante el día a las pasiones detractoras, a los vicios deprimentes, a la maledicencia y a llevar las estadísticas de los pecados del prójimo; después se arrojan a la cama para reposar, sin recurrir a los beneficios saludables de la oración, que traza una frontera fluídica protectora alrededor del espíritu encarnado.

De acuerdo con la concepción oriental, el Éter Cósmico es la esencia virgen que ínter penetra y sustenta el Universo. Es la sustancia “Virgen” de la escolástica hindú. El éter físico es una especie de exudación cuya radiación del citado Éter Cósmico, fluye a través de los poros de la Tierra, y funciona a manera de un condensador del éter. Bajo tal aspecto, el Éter Cósmico pierde su característica de esencia “virgen” para volverse una sustancia impregnada de impurezas del planeta. Si consideramos el Éter Cósmico semejante al agua pura, en su estado natural, el éter físico entonces ha de ser el agua, con las impurezas adheridas después de que las utiliza el hombre.

Trabajo realizado por Merchita  

(Confieso que para mí, este trabajo tiene momentos y frases confusas, lo que no se si es problema de mala traducción o por mi incapacidad intelectual que no está a la altura.- Fdo. José L. Martín))

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                                                     LOS AMADOS 

 

“Más de vosotros, oh amados, esperamos cosas mejores."-  Pablo. (Hebreos, 6:09.)

Se comenta con amargura el progreso aparente  de los impíos.

Se admira el creyente de la buena posición de los hombres que desconocen el escrúpulo, muchas veces altamente colocados en la esfera financiera.

Muchos preguntan: "¿Dónde estaba el Señor que no les vio los procesos reprobables?"

La interrogación, no obstante, evidencia más ignorancia que sensatez. ¿Dónde está la finalidad del tesoro amonedado del hombre perverso? Aunque experimentase en la Tierra una inalterable salud de cien años, sería estando obligado a abandonar el patrimonio para recomenzar el aprendizaje.

 La eternidad confiere reducida importancia a los bienes exteriores. Aquellos que exclusivamente acumulan ventajas transitorias, fuera de su alma, plenamente olvidados de la esfera interior, son dignos de piedad. Dejarán todo, casi siempre, al sabor de la irresponsabilidad. 

Pero, eso no acontece, con los dueños de la riqueza espiritual. Siendo ellos los amados de Dios, se sienten identificados con el Padre, en cualquier parte a que sean conducidos. En la dificultad y en la tormenta guardan la alegría de la herencia divina que se les atesora en el corazón.

 Del impío, es razonable que esperemos la indiferencia, la ambición, la avaricia, la preocupación por amontonar irreflexivamente; del ignorante, es natural recibamos preguntas locas. Entre tanto, el apóstol de la gentilidad exclama con razón: " Mas de vosotros, oh amados, esperamos cosas mejores."

 - Camino, Verdad y Vida- Emmanuel/Chico Xavier

   Ante la lectura de este capítulo de Camino, verdad y Vida, los espíritas enseguida nos identificamos con aquellos que guardan y valoran los tesoros del alma, que consideramos como los únicos  bienes imperecederos.

  No obstante la mayoría aún guardamos en nuestros corazones mucho apego por los bienes y cosas materiales, de los que no estamos dispuestos a renunciar fácilmente  aun en contra de nuestras conciencias, que tantas veces nos llaman en lo más profundo y nos entristecen ciertamente de modo semejante a como sucedió a aquel joven rico que quería seguir al Maestro Jesús, cuando este le dijo que lo dejara todo y le siguiera como uno más de sus discípulos; este joven  viendo la imposibilidad de renunciar a sus tesoros terrenales, al  tener que elegir  ante la invitación de Jesús,  tuvo que decantarse por lo que más le ataba cual eran sus bienes materiales,  y aun en contra de su propia conciencia renunció a seguir por ello al Maestro. Por eso Jesús añade finalmente que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos, que un camello entre por el ojo de una aguja.

   Tal vez he metido la mano en la llaga de muchos; la primera que se siente escocida es la mía propia, pero debemos comprender que no es el hecho de ser pobre de bienes materiales lo que nos abre el camino del progreso espiritual y la riqueza lo que  nos lo impide. Lo que de verdad nos impide el progreso espiritual es el apego desenfrenado y egoísta por los bienes y cosas materiales, (el apego a lo material),cuando por ellos dejamos de sentir y practicar la Caridad hacia los demás y dejamos el camino de la espiritualidad de lado, haciendo oídos sordos en  nuestras conciencias.

    Realmente los bienes materiales ya sabemos que de por sí, no son buenos ni malos; simplemente  debemos tomarlos como un medio que debemos administrar responsablemente para hacer el bien a los demás y nunca como un fin en sí mismos con el objeto de disfrutarlos nosotros egoístamente, ignorando a propósito el  sufrimiento y necesidades ajenas y el para qué nosotros disponemos de esos bienes materiales.

    Por último   invito a todos a reflexionar sobre la responsabilidad que ante Jesús y ante el Padre hemos adquirido al penetrar voluntariamente por el difícil camino evolutivo que el Espiritismo nos brinda  ofreciéndonos un conocimiento espiritual verdadero , aunque este camino  puede ser el más rápido y excelente medio de progresar cuando por el conocimiento espírita, sabemos transitar por este mundo sin salirnos del camino correcto. Debemos tomar conciencia de que en estos tiempos  cuando ya nos encontramos inmersos en pleno  cambio de ciclo evolutivo, con sus estertores y sacudidas sociales, a los espíritas nos toca la gran responsabilidad y al mismo tiempo el gran honor de ser, como Jesús señaló en otra de sus enseñanzas, “la sal de la Tierra”. Y sobre todo que no nos desanimemos nunca ante nuestras humanas  debilidades como  ante  nuestras  derrotas morales, pues todos estamos en el mismo camino que es de trabajo y de lucha íntima contra nuestros defectos y debilidades , buscando  perfeccionarnos cada vez más, creciendo espiritualmente con las virtudes practicadas, y aunque tropecemos infinitas veces en tantas piedras que encontramos en el camino de la vida y por ello nos sintamos tantas veces derrotados, no perdamos nunca nuestro horizonte sabiendo  que esas humanas derrotas  y tropiezos  fortalecerán nuestra voluntad por seguir en el correcto camino de nuestra evolución, y no podemos dejar que debiliten nunca  la Fe que tenemos de alcanzar  lo antes posible  nuestra victoria final, pues nuestra meta evolutiva la tenemos delante y solo depende del propósito y esfuerzo individual de cada uno, que tardemos más o menos en lograr nuestro objetivo.

- Jose Luis Martín-

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            LA CARNE ES DÉBIL                                          

(Este estudio se ha publicado en la Revue Spirite de París, en 1869, y por consiguiente no pertenece a las Obras Póstumas.   -Sociedad Anónima Propagadora del Espiritismo)

Hay pensamientos viciosos que evidentemente son inherentes al Espíritu, porque tienden más a lo moral que a lo físico: otros más bien parecen la consecuencia del organismo y por esta razón, se cree que en ellos hay menos responsabilidad. Tales son las predisposiciones a la cólera, a la malicie, a la sensualidad, etc.
Esta perfectamente reconocido hoy por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales, correspondiendo a las diversas aptitudes, deben su desarrollo a la actividad del Espíritu; que este desarrollo es, pues, un efecto y no una causa.
Un hombre no es músico porque tiene la protuberancia de la música, sino que tiene la protuberancia de la música porque su Espíritu es músico.
Si la actividad del Espíritu obra sobre el cerebro, debe obrar igualmente sobre las demás partes del organismo. El Espíritu es así el artista de su propio cuerpo, que amolda, por decirlo así, con objeto de apropiarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Dado esto, la perfección del cuerpo en las razas adelantadas sería el resultado del trabajo del Espíritu, que perfecciona su organismo a medida que aumenta sus facultades. (El Génesis según el-Espiritismo,Cáp. II; Génesis Espiritual).
Por una consecuencia natural de este principio, las disposiciones morales del Espíritu deben modificar las cualidades de la sangre, darle más o menos actividad, provocar una secreción más o menos abundante de bilis o de otros fluidos. Así es, por ejemplo, como el glotón se siente venir la saliva o, como vulgarmente se dice, el agua a la boca, al ver un manjar apetitoso. No es el manjar quien puede sobrexcitar el órgano del gusto, puesto que no hay contacto: es, pues, el Espíritu, cuya sensualidad se ha despertado, quien obra por el pensamiento sobre este órgano, mientras que la vista de este manjar no produce efecto alguno .en otro Espíritu. Lo mismo sucede con todos los apetitos, con todos los deseos provocados por la vista.
La diversidad de las emociones no puede explicarse en muchos casos sino por la diversidad de las cualidades del Espíritu. Tal es la razón por que una persona sensible vierte fácilmente lágrimas: no es la abundancia de las lágrimas la que da la sensibilidad al Espíritu, sino la sensibilidad del Espíritu es la que provoca la secreción abundante de lágrimas. Bajo el imperio de la sensibilidad se ha modelado el organismo sobre esta disposición normal del Espíritu, como se ha modelado sobre la del Espíritu glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un Espíritu irascible debe infundirse en un temperamento bilioso: de donde se deduce que un hombre no es colérico porque es bilioso, sino que es bilioso porque es colérico. Lo mismo sucede con todas las demás disposiciones instintivas. Un Espíritu débil e indolente dejará a su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, en tanto que si es activo y enérgico, dará a su sangre y a sus nervios cualidades completamente distintas. La acción del Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que se ve con frecuencia producirse por el efecto de violentas conmociones morales grandes desórdenes orgánicos. La expresión vulgar: La emoción le ha vuelto la sangre, no es tan desnuda de sentido como pudiera creerse; luego, ¿Quién ha podido volver la sangre sino las disposiciones morales del Espíritu?
Este efecto es sensible, especialmente en los grandes dolores, las grandes alegrías y los grandes sustos, cuya reacción puede hasta causar la muerte. Se ven gentes que mueren de miedo de morir; ¿ qué relación existe, pues, entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa su espanto, objeto que, con frecuencia, no tiene realidad alguna? Se dice: es efecto de la imaginación: sea; pero, ¿ qué es la imaginación sino un atributo, un modo de sensibilidad del Espíritu? Difícil parece atribuir la imaginación a los músculos y a los nervios, porque entonces no se explicaría por que estos músculos. Y estos nervios no tienen siempre imaginación; por qué no la tienen ya después de la muerte; por qué lo que en unos causa un espanto mortal, excita el valor en otros, etc.
De cualquier sutileza que se use para explicar los fenómenos morales por las solas propiedades de la materia, se cae inevitablemente en un laberinto, en cuyo fondo se percibe, en toda su evidencia y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el organismo no es sino un medio de manifestación, como el piano es el instrumento de las manifestaciones del pensamiento del músico. Del mismo modo que el músico armoniza su piano, puede decirse que el Espíritu armoniza su cuerpo para ponerlo al diapasón de sus disposiciones morales.
Es curioso, en verdad, ver al materialismo hablar incesantemente de la necesidad de levantar la dignidad del hombre, cuando se esfuerza por reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar ningún vestigio; reivindicar para él la libertad como un derecho natural, cuando le considera solo un mecanismo sin responsabilidad de sus actos.
Con el ser espiritual independiente, preexistente y sobreviviendo al cuerpo, la  responsabilidad es absoluta; pues, para la mayoría, el primero, el principal móvil de la creencia en la nada, es el espanto que causa esta responsabilidad, fuera de la ley humana, y a la cual creen escapar cerrando los ojos. Hasta hoy ninguna buena definición tenía esta responsabilidad: no era mas que un terror vago, fundado, es preciso reconocerlo, en creencias no siempre admisibles por la razón: el Espiritismo la demuestra como una realidad patente, efectiva, sin restricción, como una consecuencia natural de la espiritualidad del ser; por eso ciertas gentes tienen miedo al Espiritismo, que les turbaría en su inquietud, colocando frente a ellos el terrible tribunal del porvenir. Probar que el hombre es responsable de todos sus actos, es probar su libertad de acción, y probar su libertad, es elevar su dignidad.
La perspectiva de la responsabilidad fuera de la ley humana es el elemento moralizador más poderoso; a este fin conduce el Espiritismo por la fuerza de las cosas.
Según las precedentes .observaciones fisiológicas, puede, pues, admitirse, que el temperamento es, en parte al menos, determinado por la naturaleza del Espíritu, que es causa y no es efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que el físico influye evidentemente sobre lo moral; por ejemplo, cuando un estado mórbido o anormal esta determinado por una causa externa accidental, independiente del Espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución, un mal pasajero, etc. La moral del Espíritu puede entonces estar afectada en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que su naturaleza intrínseca sea modificada.
Excusarse de las malas acciones por la debilidad de la carne, no es, pues, más que un pretexto para escapar a la responsabilidad. La carne no es débil sino porque el Espíritu es débil, lo que cambia la cuestión y deja al Espíritu la responsabilidad de todos sus actos. La carne, que no tiene pensamiento ni voluntad, no prevalece nunca sobre el ser pensador y que quiere; el Espíritu es quien da a la carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello de su genio. El Espíritu, libre de los instintos de la bestialidad, se amolda un cuerpo que ya no es un tirano para sus aspiraciones hacia la espiritualidad de su ser: entonces es cuando el hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, pero no vive ya para comer.
La responsabilidad moral de los actos de la vida, queda, pues íntegra; pero la razón dice que las consecuencias de esta responsabilidad deben ser proporcionadas al desarrollo intelectual del Espíritu; cuanto más ilustrado, le es menos excusable, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. El salvaje, muy próximo todavía a la animalidad, que cede al instinto del bruto comiéndose a su semejante, es, sin duda, menos culpable que el hombre civilizado que comete simplemente una injusticia.
También en la medicina encuentra esta ley su aplicación y da la razón del mal éxito de aquella en ciertos casos. Desde el momento que el temperamento es un efecto y no una causa, los esfuerzos intentados para modificarlo pueden ser paralizados por las disposiciones morales del Espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Es, pues, preciso obrar sobre la causa principal: si se consigue cambiar las disposiciones morales del Espíritu, el temperamento se modificará él mismo bajo, el imperio de una voluntad diferente o, por lo menos, la acción del tratamiento médico será secundada en vez de ser contrarrestada. Dad, si es posible, valor al poltrón y veréis cesar los efectos fisiológicos del miedo: lo mismo sucede con las demás disposiciones.
Sin embargo, ¿se dirá, el médico del cuerpo, puede hacerse médico del alma?
¿Está en sus atribuciones hacerse el moralizador de sus enfermos? Si, indudablemente, hasta cierto punto; es hasta un deber que un buen médico no desatiende nunca, desde el instante que ve en el estado del alma un obstáculo al restablecimiento de la salud del cuerpo; lo esencial es aplicar el remedio moral con prudencia, tacto y oportunidad, según las circunstancias. Desde este punto de vista, su acción es forzosa- mente circunscrita, porque, además de no tener el médico sobre el enfermo más que un ascendiente moral, una transformación del carácter es difícil en cierta edad: a la educación primera es a quien incumbe esta clase de cuidados. Cuando desde la cuna la educación se dirija en este sentido, cuando se trate de ahogar en su germen las imperfecciones morales,  como se hace para las imperfecciones físicas, el médico no encontrará ya en el temperamento un obstáculo contra el cual es impotente su ciencia las mas de las veces.
Este es, como se ve, todo un estudio pero un estudio completamente estéril, en tanto que no se cuide de la acción del elemento espiritual en el organismo.
Participación incesantemente activa del elemento espiritual en los fenómenos de la vida: tal es la clave de la mayor parte de los problemas contra los que se estrella la ciencia; cuando la ciencia haga tener en cuenta la acción de este principio, verá abrirse ante ella horizontes completamente nuevos. El Espiritismo demuestra esta verdad.

A. Kardec             

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LA VIDA Y NOSOTROS

Observa la transitoriedad de la existencia en la Tierra, con todos los valores educativos de que se acompaña.
Las familias se transforman.
Los patrimonios materiales se transfieren.
Las teorías se modifican.
Las costumbres se alteran.
Convenciones sustituyen convenciones.
Compañeros son llamados a servir en otros sectores.
Odios que pasan.
Enemigos que desaparecen.
Desajustes que son corregidos.
La fortuna que cambia de dirección.
Por encima de todas los cambios, permanecerás siempre con tu perennidad espiritual.
Meditemos en las Leyes que nos gobiernan, en bases de causa y efecto, estructuradas por la Sabiduría Divina en Justicia y Misericordia.
En cualquier lugar, tendremos lo que hayamos dado.
No olvides: todo lo que hicieres a los otros, te lo haces a ti.

Chico Xavier & Emmanuel. Libro: Recados de la Vida. Lección nº 08. Página 41.

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