lunes, 9 de marzo de 2015

Por qué los espiritistas no tienen temor a la muerte


INVITACIÓN  A LA SERENIDAD

Reproducimos aquí el artículo titulado Invitación a la Serenidad, publicado en la columna  dominical “Chico Xavier pide licencia” del jornal Diario de S. Paulo, en la década de 1970
El presenta el mensaje Remanso de paz, dictado a Chico Xavier por el espíritu Emmanuel, que Herculano Pires (con el pseudónimo Hermano Saulo) comenta por medio de su texto La paz de cada uno.

INVITACIÓN  A LA SERENIDAD · Francisco Cándido Xavier
En nuestra reunión pública, El Libro de los espíritus nos dio a estudiar el tema de la cuestión 789, que fue examinado en preciosos comentarios de muchos de  nuestros compañeros. Teníamos con nosotros amigos y hermanos procedentes de diversas ciudades. Los asuntos de la paz fueron debatidos con respetuoso amor por las elucidaciones kardecianas.
Naturalmente, varios oradores se detuvieron a  destacar las dificultades de la hora presente, en la que todos los pueblos están procurando  seguridad y entendimiento.
El mensaje de Emmanuel – Invitación a la Serenidad – pagina recibida psicograficamente al final de la reunión.

RECANTO DE PAZ · Emmanuel
Hay quien pregunta como servir a la causa de la paz.
¿Semejante tarea no será  privativa de aquellos que se encargan  de la dirección del mundo?
La paz del mundo, no en tanto, es la suma de todos los esfuerzos de las criaturas, en los dominios de la pacificación.
Reflexionemos en eso y atendamos nuestra parte,  cuando se nos haga posible.
Deja que la fuente del amor se te desate del corazón.
Enciende en el cerebro la luz del pensamiento recto.
Transforma el trabajo de cada día en un cantico de bendiciones.
Observa los compromisos asumidos por las leyes de la propia conciencia.
Transita  en las vías del bien a los semejantes.
Respeta el tipo de existencia que los otros escogieron para si mismos, como deseas que tu propia vida sea respetada.
Yergue en ti una señal roja para los comentarios infelices.
Hospitaliza agresores y maledicentes en tu clínica de oraciones.
No desperdicies la riqueza del tiempo, comprando el remordimiento de las quejas inútiles.
Viste armaduras de la paciencia para que consigas actuar y re actuar constructivamente, donde te encuentres.
Instala la buena palabra en las estructuras verbales que te manifiestan.
Oye con atención, aguardando sin prisa  tu vez para hablar.
No desconsideres a ninguna persona.
Resguarda en el archivo de la oración los obstáculos y problemas que te desagradan, a fin de que no te destaques por motivo de aflicción en las estradas ajenas.
Acepta a los otros tales cuales son, sin el propósito de corregirlos o perfeccionarlos a la fuerza.
Aprende con modestia y enseña  sin exigencia.
Auxilia sin cobranza.
No solemnizar las pruebas de que necesitas para mejorar su propio camino.
Delante de las ofensas, inmunízate en la terapéutica del perdón.
Espera el momento propicio destinado a esclarecer el punto difícil que haya surgido en tu relaciones con los demás.
No exijas del prójimo aquello que el prójimo no posee para dar.
No mentalices el mal con inquietudes imaginarias, y si colabora en la construcción de lo mejor que debe acontecer.
Sirve sin colgar esposas en los pulsos de tus hermanos.
Y, prosiguiendo hacia adelante, conviértete e columna de la seguridad general.
En verdad, la Divina Providencia no pide  que te transformes, de inmediato, en una estrella que disipe las sombras de la perturbación donde las sombras de la perturbación estén dominando en la tierra. El cielo espera seas, aun hoy, donde estuvieras, un recinto de paz.

LA PAZ DE CADA UNO · Hermano Saulo
Todos queremos paz  y vivimos en guerra. Esa contradicción milenaria, que caracteriza la imperfección moral de los hombres, fue bien definida por  el apóstol Pablo cuando escribió “¡Miserable hombre soy, que no hago el bien que deseo, más si el mal que no quiero!” Si el propio, el abnegado servidor del Evangelio, que todo dejo para seguir a Cristo y propagar su mensaje, sentía en la carne esa contradicción, cuanto más sentirán los que, como nosotros, dos mil años después, aun no aprendimos a deletrear la palabra básica de la enseñanza evangélica, que por señal se constituye  de apenas dos silabas: amor?
Hay criaturas que se desesperan ante confronto de esta naturaleza. Más debemos acordarnos de que la Tierra es una escuela  en donde las generaciones  se suceden,   recibiendo las lecciones cada cual a su tiempo.  desde Pablo hasta nuestros días,  muchos alumnos completaron el curso y salieron victoriosos  de la escuela terrenas para instituciones  educacionales superiores. Tenemos la ventaja  de contar con ejemplos  y las experiencias de los aprendices que nos antecedieron. Y la ventaja  de contar actualmente  con las lecciones que nos envían, a través de la mediúmnidad, los ex alumnos que se elevaron, como Emmanuel,  a la categoría de maestros
La paz del mundo depende de la paz  de cada uno. Porque el mundo de los hombres es hecho por los hombres. Dios creo el mundo natural con todas las posibilidades de evolución y paz. Y nos creo también para que hiciéramos nuestro propio mundo, el mundo de cada uno y el mundo de los hombres, aprovechando nuestras propias posibilidades de evolución en la conquista de la paz. Si nos convertimos en “recintos vivos de paz” al que se refiere Emmanuel, daremos al mundo  la paz de que el necesita. Si  permaneciéramos como focos de guerra y desajuste, el mundo  estará siempre conflagrado por nuestras contradicciones  y nuestras injusticias.
En  sus comentarios a la cuestión 789 de El libro de los Espíritus , Allan Kardec señala: “La Humanidad progresa a través de los individuos que se mejoran poco a poco y se esclarecen. Cuando estos se tornan numerosos, toman la delantera y arrastran a los otros” “Si quisiéramos, pues, luchar por la paz, hagamos la paz en nosotros mismos, y Dios  nos ayudará a extenderla al mundo.

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JUSTICIA DE LAS AFLICCIONES

3. Las compensaciones que Jesús promete a los afligidos de la Tierra, no pueden ocurrir sino en la vida futura; sin la certeza del futuro, esas máximas serían un contra sentido, más aún, serían un engaño. Aun con esta certeza difícilmente se comprende la utilidad de sufrir para ser feliz. Se dice que es, para tener más mérito; pero entonces se pregunta, ¿por qué unos sufren más que otros? ¿Por qué unos nacen en la miseria y otros en la opulencia,sin haber hecho nada para justificar esa posición? ¿Por qué a los unos nada les sale bien, mientras a los otros todo parece sonreírles?
Pero lo que aún se comprende menos es ver los bienes y los males tan desigualmente repartidos entre el vicio y la virtud, y ver a los hombres virtuosos sufrir al lado de los malos que prosperan. La fe en el futuro puede consolar y llevar a la paciencia, pero no explica esas anomalías que parecen desmentir la justicia de Dios.
Sin embargo, desde que se admite a Dios no se lo puede concebir sin que sea infinito en perfecciones; debe ser todo poder, todo justicia, todo bondad, sin lo cual no sería Dios. Si Dios es soberanamente bueno y justo, no puede actuar por capricho, ni con parcialidad.^ Las vicisitudes de la vida tienen, pues, una causa y puesto que Dios es justo, esta causa debe ser justa. He aquí de lo que cada uno debe compenetrarse bien. Dios colocó a los hombres en el camino de esta causa por las enseñanzas de Jesús y juzgándoles hoy bastante maduros para comprenderla, la reveló completamente por el Espiritismo, es decir, por la voz de los Espíritus.

El Evangelio según el Espiritismo
Allan Kardec.
                        

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Por qué los espiritistas no tienen temor a la muerte

10. La doctrina espiritista varía completamente el modo de mirar el porvenir. La vida futura no es ya una hipótesis y sí una realidad. Es estado de las almas después de la muerte no es ya un sistema, sino un resultado de la observación. El velo se ha descorrido, el mundo espiritual se nos manifiesta en toda su realidad práctica. No son los hombres los que lo han descubierto por el esfuerzo de una imaginación ingeniosa, sino los habitantes mismos de esos mundos que vienen a descubrirnos su situación. Los vemos allí en todos los grados de la escala espiritual, en todas las fases de la dicha y de la desgracia. Presenciamos todas las peripecias de la vida de ultratumba. Ésta es para los espiritistas la causa de la serenidad con que miran la muerte, y de la calma de sus últimos instantes sobre la Tierra. Lo que les sostiene no es solamente la esperanza, sino la certidumbre. Saben que la vida futura no es más que la continuación de la vida presente en mejores condiciones, y la esperan con la misma confianza con que esperan la salida del sol después de una noche tempestuosa. Los movimientos de esta confianza están en los hechos de los que son testigos, y en la concordancia de estos con la lógica, la justicia y la bondad de Dios, y las aspiraciones íntimas del hombre. Para los espíritus el alma no es ya una abstracción. Tiene un cuerpo etéreo que hace de ella un ser definido, que el pensamiento abarca y comprende. Esto es ya mucho para fijar las ideas sobre su individualidad,sus aptitudes y sus percepciones. Elrecuerdodeaquellosseresqueridosdescansa sobre algo real y positivo. No nos los representamos ya como llamas fugitivas que nada recuerdan al pensamiento, sino bajo una forma concreta que nos los manifiesta mejor como seres vivos. Además, en lugar de estar perdidos en las profundidades del espacio, están a nuestro alrededor. El mundo corporal y el mundo espiritual están en perpetuas relaciones, y se asisten mutuamente. No cabiendo ya duda sobre el porvenir, el temor a la muerte no tiene razón de ser. Se la ve venir con serenidad, como a una libertadora, como la puerta de la vida y no como la de la nada.


 - El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina- Allan Kardec

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