Entrenamiento para la muerte
Preocupado con la sobrevivencia después de la tumba, preguntas, atemorizado, cómo se podría llevar a cabo el entrenamiento de un hombre para las sorpresas de la muerte.
La indagación es curiosa y realmente da qué pensar.
Con todo, cree que por el momento no es fácil preparar técnicamente a un compañero ante la infalible peregrinación.
Los turistas que proceden de Asia o de Europa capacitan a los futuros viajeros con eficiencia, porque no les faltan términos análogos necesarios. Pero nosotros, los desencarnados, tropezamos con obstáculos insalvables.
En rigor, la Religión debe orientar las realizaciones del Espíritu, así como la Ciencia dirige todos los asuntos pertenecientes a la vida material. Entre tanto, la Religión, hasta cierto punto, permanece unida a la superficialidad del sacerdocio, sin tocar la profundidad del alma.
También es importante considerar que su consulta, en vez de haber sido dirigida a grandes teólogos de la Tierra, hoy domiciliados en la Espiritualidad, fue dirigida justamente a mí, pobre redactor de noticias, sin méritos para tratar semejante indagación.
Puede creerse que, a pesar de estar nuevamente aquí desde hace casi veinte años, me siento aún asombrado como un indígena al que llevan repentinamente de la selva del Mato Grosso a una de nuestras Universidades, con la obligación de unirse de pronto a los más elevados estudios y a las más complicadas disciplinas.
Por esa razón, es que sólo puedo referirme a mi propio punto de vista, con las deficiencias del salvaje sorprendido por la corona de la Civilización.
En forma preliminar, admito que debo referirme a nuestros antiguos malos hábitos. La cristalización de ellos, aquí es una plaga tiranizante.
Comienza la renovación de tus costumbres por el plato de cada día. Disminuye gradualmente el placer de comer la carne de los animales. El cementerio en la barriga es un tormento, después de la gran transición. El lomo de cerdo o el bistec de vacuno, aderezados con sal y pimienta, no nos sitúan muy lejos de nuestros antepasados, los tamoios (1) y los ciapós, (2) que se devoran unos a otros.
Los excitantes ingeridos con frecuencia, constituyen otra peligrosa obsesión. He visto muchas almas de origen aparentemente primoroso, dispuestas a canjear el propio Cielo por el whisky aristocrático o por el aguardiente brasileño.
Tanto cuanto te sea posible evita el abuso del tabaco. Produce mucha pena la angustia de los desencarnados amantes de la nicotina.
No te rindas a la tentación de los narcóticos. Por más aflictivas que te parezcan las crisis de los estadios del cuerpo, soporta firme los golpes de la lucha. Las víctimas de la cocaína, de la morfina y de los barbitúricos, quedan detenidas por largo tiempo en la celda oscura de la sed y de la inercia. de la sed y de la inercia.
¿Y el sexo? Ten mucho cuidado en la preservación de tu equilibrio emocional. Tenemos aquí mucha gente buena llevando consigo el infierno rotulado con “amor”.
Si tienes algún dinero o posees alguna buena posición terrestre, no dejes de hacer donaciones, en el caso de que realmente estés inclinado a hacerlas. Grandes hombres que admirábamos en el mundo por la habilidad y poder con que concretaban importantes negocios, aparecen junto a nosotros, en muchas ocasiones, a la manera de criaturas desesperadas, por no poder manejar más sus talonarios de cheques.
En cuanto a la familia, ten cuidado con los testamentos. Las enfermedades fulminantes llegan por sorpresa, y si tus papeles no están en orden, padecerás muchas humillaciones a través de tribunales y archivos.
Sobre todo no te apegues a los lazos consanguíneos. Ama a tu esposa, a tus hijos y a tus parientes con moderación, en la certeza de que un día, tú estarás ausente de ellos y que por eso mismo, actuarán casi siempre en desacuerdo con tu voluntad aunque respeten tu memoria. No te olvides de que, en el estado actual de la educación terrestre, si algunos amigos registran tu presencia extra-terrena después de los funerales, te intimarán a descender a los infiernos, temiendo un regreso inoportuno.
Si ya posees el tesoro de una fe religiosa, vive de acuerdo con los preceptos que abrazas. Es horrible la responsabilidad moral de quien ya conoce el camino, sin equilibrarse dentro de él.
Haz el bien que puedas, sin preocuparte por satisfacer a todos. Convéncete de que si no tienes simpatía por determinadas criaturas, hay mucha gente que te soporta con mucho esfuerzo. Por esa razón, en cualquier circunstancia, conserva tu noble sonrisa.
Trabaja siempre, trabaja sin cesar.
El servicio es el mejor disolvente de nuestras amarguras.
Ayúdate a través del leal cumplimiento de tus deberes.
En cuanto a lo demás, no te canses ni indagues en exceso, porque con más o menos tiempo, la muerte te ofrecerá su tarjeta de visita, brindándole a tu conocimiento, todo aquello que, por ahora, no te puedo decir.
XAVIER, Francisco Cándido. Cartas y Crónicas. Por el Espíritu Hermano X. 9. ed. Río de Janeiro: FEB, 1996
(Aportación de Angela Rodríguez)
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MÉDIUMS VIDENTES.
Los médiums videntes están dotados de la facultad de ver a los Espíritus. Los hay que gozan de esta facultad en estado normal, estando enteramente despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un estado de sonambulismo, o próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente; casi siempre es efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, sin contradicción, de una especie de mediumnidad, pero no constituye, propiamente hablando, los médiums videntes.
Hemos explicado este fenómeno en el capítulo VI, de las “Manifestaciones visuales”.
El médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero en realidad es el alma que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede ver a los Espíritus como el que tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos. Espíritus que fueron ciegos nos han dicho que en vida tenían por el alma la percepción de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la negra obscuridad.
168. Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus.
Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo, aparecen ya sea para indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un
servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por
extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando de los médiums videntes.
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.
Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo, aparecen ya sea para indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un
servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por
extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando de los médiums videntes.
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.
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Es complicado caminar por tierras extrañas, en un viaje donde falta conocimiento del camino a seguir. Cuando esto ocurre las probabilidades de error son grandes. Imprescindible, por lo tanto, es abastecerse de todas las condiciones para que este viaje transcurra de la mejor forma posible.
El viaje que nos referimos aquí es el retorno del Espíritu al mundo de la materia, por las puertas sagradas de la reencarnación.
¿Pero, y el planeamiento? ¿No planeamos este viaje de retorno al mundo físico? Si lo planeamos, no será algo tan extraño, al final, es como si recordásemos los caminos a recorrer, basta seguir el camino planeado y no nos perderemos.
Si, es verdad, si seguimos el planeamiento elaborado, procurando cumplirlo, todo es más fácil ; con todo, todo planeamiento está sujeto a cambios de rumbo, ya que, depende de nuestras elecciones.
Podemos seguir lo que fue planeado en el plano espiritual, como podemos, entorpecidos por los sentidos de la carne, adentrarnos por otros caminos.
Entonces, ¿Cómo lograr éxito en nuestra jornada terrena, si no cumplimos lo que nos fue trazado otrora, en el plano espiritual? A final, si optamos por otros caminos que no son los estudiados y planificados, nuestras posibilidades de éxito son más difíciles.
Sí que, hasta pueden quedar más difíciles, pero no imposibles; la variación de lo planificado no quiere decir fracaso existencial.
Entretanto, hay en toda esta historia un ingrediente que hace la diferencia en nuestro favor: ¡el auto conocimiento!
Auto conocimiento que está explícito en la codificación de la Doctrina Espírita, más precisamente en la cuestión de nº 919, de“El libro de los Espíritus”, donde los bienhechores indican el autoconocimiento como condición esencial para el éxito en los palcos de la vida.
Quien ejercita el auto conocimiento sabe las virtudes que posee y las limitaciones a superar.
Y dígase de paso, que conocer las virtudes no quiere decir ser prepotente, pero sí saber las conquistas efectuadas, ¿o alguien duda que tenemos muchas conquistas?
Si, tenemos muchas virtudes, muchas habilidades que desarrollamos al largo de nuestras existencias. El gran problema es que muchos consideran que saber de la existencia de estas virtudes es vanagloriarse.
Nada de esto; eso si es autoconocerse, saber lo que ya fue conquistado. Lo que no puede es resbalar a los excesos e idolatrar la propia figura, o utilizar las conquistas efectuadas en el campo de la cultura, por ejemplo, para constreñir al semejante, eso ya es otra historia.
Quien se considera profesor de la vida, estará efectivamente preparado para ocupar un dignísimo lugar al lado de “DIOS”, y entra en letargia existencial dejando de avanzar por la simples razón de considerarse perfecto. Somos todos seres en constante construcción, insertos en un incesante proceso de aquilatar virtudes y superar limitaciones, con todo, es necesario conocer las virtudes que faltan por conquistar y los defectos que si debe depurar.
Es ilustrativo el caso del alcoholismo, una enfermedad que solo es vencida cuando el alcohólico se entera de su condición. Es necesario que el alcohólico primero admita que está enfermo, para después vencer el vicio. Mientras el alcohólico intenta engañarse, considerando que no tiene nada, persistirá enfermo por un simple motivo: ¡ignorancia!
Ese ejemplo apenas demuestra la necesidad constante que tenemos de cultivar el autoconocimiento, estudiándonos permanentemente para que no quedemos sometidos a nuestras debilidades.
Y en el tópico del auto conocimiento, vale la pena recordar a Kardec, ya que, se autoconocía y sabía las virtudes que poseía, como también tenía plena ciencia de que no era el único capaz de desempeñar el trabajo de organización de la Doctrina Espírita.
Y demostrar eso de manera objetiva e segura, sin aires de superioridad que caracterizan al ser prepotente. Nos dice en“Obras Póstumas”, refiriéndose a la caridad: (...) “Es cierto que no me pertenece formular el inventario del bien que pude hacer; pero en un momento en el que todo parece olvidarse, debe serme permitido manifestar a los que me sobrevivan, que mi conciencia me dice que no he traicionado a nadie, que he hecho todo el bien que me ha sido posible y que he respetado y no he pedido cuentas a la opinión; sobre este punto mi conciencia está tranquila,” (...)
Y de la misma obra arriba citada, extraemos otra prueba de autoconocimiento que poseía el codificador, que no se consideraba insustituible, dejando explícito que una obra gigantesca como el Espiritismo, no queda subordinada a solamente un hombre, prueba cabal de la magnitud divina: (...)” no tengo la pretensión de ser indispensable, que Dios es muy sabio para hacer descansar el porvenir de una doctrina que debe regenerar el mundo sobre la vida de un hombre, y que además, me ha sido dicho que para cumplir mi tarea de constituir la doctrina, me será otorgado el tiempo necesario.” (...)
En la familia, en la sociedad, no trabajo y en las actividades voluntarias que desempeñamos, somos todos importantes, con todo, no insustituibles. Tener consciencia de la condición de eternos alumnos de la vida es el secreto para que no nos estacionemos en la prepotencia, ni nos hundamos en las oscuras aguas de la falta de confianza en nosotros mismos. Todos tenemos virtudes, es importante saber esto. Todos tenemos limitaciones, y es más importante aun no ignorarlas, para que cumplamos fielmente los designios del Creador, que nos prepara a todos un futuro prometedor.
Pensemos en esto.
Autor: Wellington Balbo
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