Kardec pregunta a un Espíritu durante los trabajos de la Codificación Espírita:
Muy grande es la perversidad del hombre, y ¿no parece retroceder en vez de adelantar, al menos desde el punto de vista moral?
- Te equivocas. Observa con atención el conjunto y advertirás que avanza, puesto que va comprendiendo mejor lo que está mal, cada día que pasa corrige sus abusos de ayer. Es menester un exceso del mal para que se comprenda la necesidad del bien y de las reformas.
¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?
- El orgullo y el egoísmo. Estoy refiriéndome al progreso moral, por cuanto el progreso intelectual marcha siempre. Incluso pareciera, a la primera mirada, dar a los vicios una actividad redoblada al desarrollar la ambición y la afición a las riquezas que, a su vez, incitan al hombre a investigaciones que ilustran su Espíritu. Así pues, todo se relaciona en el mundo moral tanto como en el físico, y del mismo mal puede surgir el bien. Pero esa situación no durará más que un tiempo: irá cambiando a medida que el hombre comprenda mejor que hay, fuera del disfrute de los bienes terrenales, una felicidad incomparablemente mayor e infinitamente más duradera. (Ver “Del egoísmo”, Capítulo XII, parágrafos 913 a 917).
Hay dos clases de progreso que se prestan mutuo apoyo y, sin embargo, no avanzan el uno junto al otro: el progreso intelectual y el progreso moral. En los pueblos civilizados, el primero de ellos recibe en este siglo todos los estímulos deseables. Por eso ha alcanzado un grado de adelanto que hasta nuestros días era desconocido. Falta mucho al segundo para estar al mismo nivel, y, sin embargo, si se comparan los hábitos sociales de algunos siglos atrás con los de hoy, habría que ser ciego para negar el progreso moral alcanzado. ¿Por qué, pues, la marcha ascendente debe detenerse más bien por lo moral que por el intelecto? ¿Por qué no habría de haber entre los siglos diecinueve y veinticuatro tanta diferencia como la que se advierte entre el catorce y el diecinueve? Dudar de ello sería pretender que la humanidad esté en el apogeo de la perfección, lo cual sería absurdo, o que no es perfectible moralmente, lo que la experiencia desmiente.
El autor se está refiriendo, naturalmente, al siglo diecinueve. [N. del T. al cast.]El Libro de los Espíritus .
Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las cuales posees muchas; no sobre tus penas pasadas de las cuales, todos tienen algunas.
Rayen Urquiza
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