Las admirables conquistas de la Ciencia, que se apoya en la Tecnología, no logran armonizar al hombre belicoso e insatisfecho que se deja dominar por las cosas materiales, marchando hacia la tumba sin adquisiciones que den valor a su espíritu, pesarosos y arrepentidos se lamentan cuando ven su tiempo perdido, son aspirantes a nuevas oportunidades que tardaran en llegar sufriendo en si el pesar que los atormenta y martillea su conciencia culposa.
Por la posesión, el dominio y el goce, que son las metas, a que se arrojaron sin control caminan aun sin saberlo al aniquilamiento en la tumba.
El hombre moderno agoniza, aunque viaje en naves súper controladas fuera de la atmósfera y dentro de ella, venciendo las distancias, interpretando a los desafíos y enigmas cósmicos.
La sonda investigadora penetra en lo íntimo de la vida microscópica y abre todo un universo a las informaciones y esclarecimientos salvadores.
Hay esperanzas de dominar terribles enfermedades que destruyeron generaciones, en tanto surgen otras nuevas totalmente perturbadoras.
La perplejidad avasalla el paisaje humano.
La escandalosa miseria económica y el agresivo abandono social, hacen de las ciudades modernas el escenario para el crimen, en el cual la criatura vale lo que transporta, perdiendo los bienes materiales y la vida en circunstancias inimaginables.
Hay una psicoesfera llena de asfixiante temor en cuanto emerge de la intimidad del hombre la indiferencia por el orden, por los valores éticos, por la existencia corporal.
El individuo se deshumaniza, entregándose al pavor o generándolo, o permaneciendo indiferente a el.
Los disturbios del comportamiento aumentan y lo absurdo desgobierna. Surge una inmediata, urgente reacción emocional, cultural, religiosa, psicológica para que el hombre vuelva a identificar consigo mismo. Su identidad cósmica es el primer paso a dar, abriendise al amor que genera confianza, que extirpa la negación y lo envuelve de luz, de belleza y de esperanza.
En este hombre atribulado de nuestros días, la Divinidad deposita la confianza a favor de la renovación hacia un mundo mejor y una sociedad más feliz.
Buscar los valores adormecidos que guarda en su intimidad, es la razón de su existencia corporal en este momento.
El objetivo del hombre es encontrarse con la vida, enfrentarla y triunfar.
Aunque el cambio de hábitos, si bien liberó al hombre de algunas fobias y mecanismos de evasión perniciosos, impuso otros patrones de conducta de masificación, en los cuales surgen nuevos ídolos y mitos devoradores, responsables de fenómenos equivalentes de desequilibrio. Hubo un cambio de conducta, pero no de renovación saludable en la forma de encarar la vida y vivirla.
Las áreas conflictivas y las amenazas de guerra se suceden, en las variantes de la economía, en las miserias de variado orden, impulsando al hombre hacia la ansiedad, la inseguridad, la sospecha contumaz, la violencia.
En estas luchas asfixiantes el hombre lucha procurando obtener la seguridad emocional que lo llevan a una competición enfermiza, al comodismo, igualmente enfermo, como forma de sobrevivir en el laberinto en el que se encuentra, recelando ser vencido, apabullado o consumido por la masa creciente o por la desesperación avasallante.
Establece algunas pocas metas, que conquista con relativa facilidad, pasando a una existencia rutinaria y neurótica, que termina por matar su entusiasmo por vivir y los estímulos para enfrentar nuevos desafíos. Cayendo en la rutina que es como el oxido en el engranaje de una preciosa maquina, que corroe y destruye.
La rutina disfrazada como seguridad, traba el carro del progreso social y automatiza la mente, que cede al campo del razonamiento a “siempre lo mismo” cansino, deprimente.
El hombre repite hoy la acción de ayer con igual intensidad; trabaja en la misma labor y recompone idénticos pasos; mantiene las mismas conversaciones faltas de interés; retorna a su hogar o busca las repetidas distracciones: bar., club, televisión, periódicos, sexo, con el frenético recelo de la soledad, hasta alcanzar la jubilación…
Su vida es el resultado de billones de años de transformaciones celulares, bajo el comando del espíritu, que elaboró equipos orgánicos y psíquicos para las respuestas evolutivas que la futura perfección le exige.
El trabajo le resulta un estímulo para sus valores, que duermen latentes, aguardando ser despertados, ampliados, desdoblados.
Dejando que ese potencial permanezca inactivo por indolencia o rutina, la frustración emocional entorpece sus sentimientos y lo lleva a la violencia, al crimen, como proceso de liberación de la mazmorra que el mismo construyo, encarcelándose en ella, dando lugar a los conflictos, a los instintos agresivos, cayendo en alucinados procesos de desequilibrio. En ese sentido, los soportes morales y espirituales contribuyen para el cambio de rutina, abriendo espacios mentales y emocionales hacia el idealismo del amor al prójimo a la solidaridad, de servicio de ennoblecimiento humano.
El hombre debe renovarse incesantemente, cambiando para mejorar los hábitos y actividades, motivándose para el perfeccionamiento intimo, con la consecuente movilización de las fuerzas que fomentan el progreso personal y comunitario, en beneficio de la sociedad en general.
El precio de la libertad es elevado y debe ser conquistada en la gran lucha que se traba en lo cotidiano.
La libertad de ser y actuar, de tener respeto por sus valores y opciones de discernir y aplicar, considerando, naturalmente, los códigos éticos y sociales, sin la sumisión e indiferentes a los patrones de la convivencia de los grupos dominantes.
La escala de los intereses, empequeñeciendo al hombre, lo rodea de premios que fueron establecidos por el sistema inhumano, sin la participación del individuo como célula viva y pensante del conjunto general.
Existe la profilaxis terapéutica eficaz de los desafíos propuestos por Jesús, que es de gran utilidad porque induce a la criatura a dar pasos más largos y audaces que aquellos que conducen en la dirección de los breves objetivos de la existencia solamente material.
El desenvolvimiento de las propuestas evangélicas facilita la ruptura de la rutina, ofreciéndonos una saludable dinámica para una vida integral a favor del hombre-espíritu eterno y no apenas de una maquina pensante que va camino de la sepultura, de la disolución, del olvido.
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El materialismo es la corriente filosófica que admite como causa de todos los fenómenos del universo, la materia y sus propiedades, por tanto niega la existencia de un principio inteligente, independiente de la materia. Esa idea se arrastra más por personas dedicadas a descubrir la verdad por las ciencias naturales<. Anatomía y fisiología. Investigadores de renombre llegaron a ridiculizar la concepción científica, filosófica y religiosa de la existencia del alma, Tenemos la impresión de que el materialista se manifiesta temporalmente como portador de algún desvío mental.
- Antonio Lima-
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