El encuentro amoroso pleno es el sueño de la mayoría de las personas que he conocido. Y ¡qué pocas son las que llegan a ello! ¿Será por casualidad? ¿Serán las dificultades externas – obstáculos de todo tipo – lo que impide la realización del amor?
No me parece que sea nada de eso. Pienso que existe un “factor anti-amor” presente en nuestra mente. Se trata del miedo, que procede de varias fuentes. La más obvia de ellas es la relativa a la dependencia. Sí, porque es absolutamente imposible amar sin depender, sin ponerse en manos del ser amado. Si éste hace un mal uso de ello, acabará por infligirnos gran sufrimiento y dolor. Por eso muchas personas prefieren renunciar a la entrega amorosa. Prefieren ser amadas en vez de amar. Puede parecer agudeza, pero en realidad es cobardía.
Además de la dependencia, hay varios miedos relacionados con la experiencia del amor. Me dedicaré a uno más, quizá más importante que los otros. Es el miedo a la felicidad. Nada hace a una persona tan feliz como la realización amorosa. Cuando estamos al lado del amado, la sensación es de plenitud, de paz. El tiempo podría pararse en aquel punto, pues todos nuestros deseos hubieran quedado satisfechos.
En cambio, a continuación de la euforia surge la inquietud, acompañada de un nerviosismo vago e indefinido. Parece que alguna desgracia está a camino, acercándose a pasos largos. Tenemos la impresión de que es imposible preservar tamaña felicidad. No sirve de nada incluso seguir los rituales supersticiosos: tocar madera, hacer higas… Por cierto, tales actitudes se derivan precisamente de la incredulidad que nos domina cuando las cosas nos van demasiado bien en cualquier sector de la vida.
Dejando a un lado las importantes cuestiones teóricas relativas a la existencia de ese temor, podemos decir que el miedo a la felicidad tiene por base el recelo de su futura pérdida. Cuanto más contentos y realizados nos sentimos, tanto más probable nos parece el final de ese “estado de gracia”. Según un extraño razonamiento, las posibilidades de que ocurran cosas dolorosas y frustrantes aumentan mucho cuando somos felices. El peligro crece proporcionalmente a la alegría. Así, a la sensación de plenitud se va acoplando el pánico.
Entonces ¿qué hacemos? Nos alejamos deliberadamente de la felicidad. Cometemos sandeces de todo tipo: buscamos un modo de lastimar a la persona amada, de inventar problemas que no existen o exageramos la importancia de pequeños obstáculos. Elegimos compañeros sentimentales inadecuados, perjudicando a veces otras áreas importantes de la vida: salud, trabajo, finanzas. Para reducir los riesgos de una hipotética tragedia, buscamos la forma de apagar nuestra alegría. En fin, creamos un dolor menor con el objetivo de protegernos de uno supuestamente mayor.
El miedo de perder lo que se ha logrado existe en todos nosotros. Sin embargo, me gustaría registrar con énfasis que la felicidad no aumenta ni disminuye la posibilidad de que ocurran cosas negativas. Se trata tan solo de un proceso emocional muy fuerte, pero que no corresponde a la verdad. ¡La felicidad no atrae tragedias! Es solo una impresión psíquica.
¿Qué hacer para librarnos de ese vértigo simbólico que convierte en inevitable la caída? ¿Cómo salir del brete y tener fuerzas para enfrentar el amor? Solo hay una salida, ya que no se conoce la “cura” para el miedo a la felicidad. Es preciso disminuir el miedo al dolor. Así, adquiriremos coraje para lidiar con situaciones que generan alegría y placer. Perder el recelo a sufrir es necesario, incluso porque la felicidad podrá de hecho acabarse. No tiene excusa, sin embargo, dejar de experimentarla, pensando tan solo en esa eventualidad.
Todo individuo que ande a caballo, estará sujeto a caerse. Solo estará seguro de evitar accidentes quien nunca ha montado. Esto, repito, es cobardía, y no listeza. Reconocer en sí fuerzas suficientes para soportar la caída y tener energías para volver a levantarse muestra coraje y serenidad. Una persona es fuerte cuando sabe vencer el dolor. Se trata de un requisito básico para el triunfo en todas las áreas de la vida, incluso en el amor. A nadie le gusta sufrir, pero no es moralismo religioso decir que superar las frustraciones es la conquista más importante para quien quiere ser feliz. ¿Deseas la realización de tus sueños? ¡Entonces, tienes que correr el riesgo de caer y sentirte capaz de sobrevivir a las penas de amor!
Usted "hace" su día.
Levántese con ánimo.
Tenga una buena disposición desde el inicio.
El mal humor puede arruinar su día.
Recién salido de la cama mentalice:
"Este día será muy bueno para mí.
Hoy sólo desearé cosas buenas a los demás.
Saludaré a todos con una sonrisa alegre.
No veré falta en nadie,
Ni hablaré mal de nadie.
Usaré la paciencia.
Perdonaré espontáneamente.
Veré un "hijo de Dios" en cada rostro”
Haga la prueba.
Predisponerse para el optimismo es un esfuerzo que da buenos frutos.
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