J. HERCULANO PIRES |
En el capítulo trágico de las obsesiones en masa, tenemos el tema especial del vampirismo. Desde la Antigüedad los casos de obsesión y locura, han sido tratados con la expulsión de los demonios que lo causaban. En la Edad Media, como dice Conan Doyle, hubo una invasión de los bárbaros, que los clérigos combatían ahogando a las víctimas en los ríos y lagos y con la quema de los herejes en la plaza pública, sobre montones de leña la cual era encendida para el fuego de la purificación.
En los conventos y monasterios hubo una infestación de íncubos y súcubos, demonios libertinos que se apoderaban de hombres y mujeres, para tener relaciones sexuales delirantes.
El surgimiento del Renacimiento, después del milenio de torturas y matanzas, alivió al planeta con la renovación de la cultura mítico-erótica, en que las flores violetas de la mandrágora atraían a los vampiros del sexo condenado.
En nuestros días, asistimos a una explosión irrefrenada de frustraciones en las aguas sucias de la pornografía y de la criminalidad erótica. Vuelven los vampiros, en bandos hambrientos y ansiosos por la sangre de las nuevas víctimas.
En el medio Espírita surgen libros mediúmnicos de advertencia, como “Sexo y Destino”, psicografiado por Chico Xavier, y libros de elaboración humana, pero basados en experiencias mediúmnicas, como “Sexo Después de la Muerte”, del Dr. Ranieri. Son revelaciones fuertes, pero necesarias, de un aspecto aterrador del problema mediúmnico. No atentan contra la mediumnidad, pero intentan despertar a los incautos en cuanto a los peligros del mediunismo salvaje.
Son muchos los casos de sexualidad mórbida, exasperada por los vampiros. Esta denominación es dada a los Espíritus inferiores que se dejaron arrastrar en los delirios de la sensualidad y continúan en esa situación después de la muerte.
La Psiquiatría materialista, impotente ante tal embate, e incapaz de percibir la acción parasitaria de los vampiros, desiste en la cura de los desequilibrios sexuales y cae vergonzosamente en la aceptación de esos casos como normales, estimulando a las víctimas en el desgaste de sus energías vitales, en favor del vampirismo. No obstante, aunque ignorando las causas profundas del fenómeno amenazador, podría ella contribuir para la ayuda de esas criaturas, a través de las teorías equilibradas sobre los desvíos sexuales.
En vez de darles la falsa ciudadanía de normalidad, podían los psiquiatras del libertinaje recorrer las teorías de la dignidad humana, que si no son espirituales, por lo menos defienden los derechos del Espíritu. Pero prefieren dejarse envolver, que es más fácil y más productivo, tornándose en los ignorantes ilustres de la homosexualidad, y los protectores e incentivadores pseudocientíficos de la depravación.
La existencia de ciertas formas de vampirismo, como la sexual, que viola los principios morales y religiosos, fue poco tratada en el Espiritismo en virtud del escándalo que provocaba, pudiendo causar perturbaciones a las criaturas simples y excesivamente sensibles.
En la mayoría de los casos del llamado homosexualismo adquirido, sino todos, provienen de la actuación obsesiva de entidades animalezcas, entregadas a instintos inferiores. Pero la responsabilidad no es sólo de las entidades, sino también de las víctimas que, de una u otra forma, se dejaron dominar por los primeros impulsos obsesivos o provocando la aproximación de las entidades.
La experiencia de varios casos de esa naturaleza, nos revela los motivos de la probación, provenientes de atrocidades practicadas en el pasado por las víctimas actuales, que son ahora colocadas en la misma condición en que colocaron a criaturas inocentes en encarnaciones anteriores.
La Ley de Causa y Efecto, determinando el karma de la terminología indiana, toma a sus víctimas generalmente en el período de la adolescencia, cuando esas ocurrencias son más favorecidas por las crisis de transición de la edad. Pero también hay casos ocurridos en la edad madura y en la vejez, dependientes, por lo que parece, de crisis típicas de esos períodos. En los casos de perversión constitucional la presencia de obsesores no está excluida, pues ellos son fatalmente atraídos y se ligan a las víctimas excitándoles las sensaciones y agravándoles la perturbación.
En todos esos casos la ayuda de prácticas Espíritas específicas da siempre resultados. Y si hubiera buena voluntad de parte de las víctimas, los casos serán resueltos, por más prolongado que se torne el tratamiento. En los casos difíciles y complejos como esos, es necesario una buena dosis de comprensión y paciencia de parte de los que los tratan y una estimulación constante a las víctimas en busca de la normalidad.
Los desvíos sexuales tienen diversos orígenes. Sus raíces genésicas pueden venir de profundidades insondables. La propia filogénesis del sexo, que comienza aparentemente en el reino mineral, pasando por el vegetal y el animal, para después llegar al hombre, presentando enorme variación de las formas, inclusive la autogénesis de los virus y de las células y la bisexualidad de los hermafroditas, justifica el aparecimiento de los desvíos sexuales congénitos.
Los más próximos a nosotros, en las líneas de la hereditariedad germinal, están los ritos de la virilidad de las antiguas civilizaciones, entre ellos en la antigua Grecia y Roma, donde en varias épocas esos ritos estuvieron de moda de manera obligatoria, como en Esparta, donde los efebos, adolescentes, debían recibir la virilidad transmitida por hombres adultos y viriles a través de la práctica homosexual, nos ayudan a comprender mejor este fenómeno.
Trascrito de la obra “Medianidad”, de José Herculano Pires, capítulo “El Vampirismo”, publicada por la editora Edicel.
Traducida del portugués por: Oscar Cervantes Velásquez
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