viernes, 18 de mayo de 2012

El sufrimiento en el hombre



El sufrimiento forma parte de la vida, por ser un mecanismo de la naturaleza, a través del cual, el progreso intelecto-moral se expresa y consolida.
El diamante bruto aguarda la lapidación para brillar como una estrella luminosa.
Los metales necesitan de altas temperaturas, a fin de amoldarse a la belleza y a la utilidad.
        La madera soporta los instrumentos cortantes para desempeñar los papeles relevantes a que está destinada.

      El rió cava el propio lecho por donde corre. Igualmente, el espíritu necesita lapidar las aristas que ocultan su luminosidad y para eso, el sufrimiento se presenta como un hecho normal, que el conocimiento y la fuerza de la voluntad consiguen conducir con equilibrio, alcanzando la finalidad sublime a la que se encuentra destinado.
     El sufrimiento adquiere diversas dimensiones, está vinculado a la sensibilidad de cada uno.
     El bruto es cruel y perturbador en su dolor, estalla con agresividad y locura.
    El santo y asceta encuentra en su dolor un medio de liberación y crecimiento íntimo.
    Disminuir su intensidad o calmarlo, es la gran meta de todo el que sufre. Sin embargo, el dolor no es una punición, es un excelente mecanismo de la vida al servicio de la propia vida. El forma parte de la etapa evolutiva del orbe y de todos cuantos aquí se encuentran, marchando hacia planos más elevados.
     Todo esfuerzo para mitigarlo, sin la remoción de las causas, no lograra sino paliativos, postergaciones. Aunque alguna circunstancia premie al enfermo con una súbita liberación, si la terapia no alcanzó las razones que lo desencadenan, el transitará de una problemática a otra sin conseguir la salud real.
     Esto es porque, en todo proceso degenerativo o de aflicción, el espíritu, en sí mismo, es siempre el responsable, consciente o no. Y naturalmente, solo cuando opta por la armonía interior, se opera la conquista de la paz.
     El sufrimiento debe ser considerado una enfermedad del alma. No es impuesto por Dios, es una elección de cada criatura, porque, su intensidad y duración está en razón directa de la estructura evolutiva, de las resistencias morales características de su estado espiritual.
     Es la sensibilidad emocional la que filtra el dolor y lo exterioriza. Huir, escamotear, anestesiar el sufrimiento son métodos ineficaces, mecanismos de alineación que postergan la realidad. Examinarlo y afrontarlo, representa un valioso recurso de lucidez, con efecto terapéutico propiciador de paz.
     Las reacciones de ira, violencia y rebeldía contra el sufrimiento, más lo amplían, porque desencadenan nuevas desarmonías en áreas no afectadas.
    La aceptación del problema con una actitud valiente de enfrentarlo y remover su causa, representa un avanzado paso para la solución.
     El equilibrio mental y moral, ante el sufrimiento, representa una insospechada significación positiva y se consigue a través del entrenamiento por medio de la meditación, por la oración, que proceden del conocimiento que ilumina la conciencia orientándola correctamente.
     La razón del sufrimiento es la conducta remota o próxima mantenida por cada cual, se puede decir que su presencia resulta del distanciamiento del amor, que es su gran y eficaz antídoto.
     Interdependientes, el sufrimiento y el amor, son mecanismos de la evolución. Cuando uno se aparta, el otro se presenta.
A veces, coronando la lucha, en la etapa final, vemos que surgen simultáneamente, sin los daños que normalmente desencadenan.
La historia de los mártires nos da testimonio de la realidad del concepto.
Por encima de todos ellos, se destaca el ejemplo de Jesús, enseñando, por el amor, la victoria sobre el sufrimiento durante toda Su vida, principalmente en los momentos culminantes del Getsemaní al Gólgota, y de allí a la resurrección.
     A semejanza del buril actuando sobre la piedra bruta y lapidándola, las enfermedades son mecanismos purificadores para que el alma despierte sus potencialidades y brille más allá del recipiente orgánico que la encarcela.
Los medicamentos matan a los invasores, pero no restituyen el equilibrio como se desea, si la fuente conservadora no irradia la fuerza que sustenta al cuerpo.
Momentáneamente, con la muerte de microbios, la persona parece recuperada, sumergiendo, empero, la situación en otro cuadro patológico.
       La conducta moral y mental de los hombres, cuando cultivan las emociones de irritabilidad, del odio, de los celos, del rencor, de las disipaciones, impregnan al organismo, al sistema nervioso, con vibraciones letales que bloquean las áreas por donde se extiende la energía saludable, abriendo el campo para la instalación de enfermedades, gracias a la proliferación de los agentes víricos degenerativos que allí se instalan.
Casi siempre las terapias tradicionales remueven los síntomas sin alcanzar las causas profundas de las enfermedades.
La cura siempre proviene de la fuerza propia de la vida, cuando es canalizada correctamente.
     Las tensiones físicas, mentales y emocionales son, igualmente, responsables por las dolencias-sufrimien to que genera sufrimiento. El hombre aprende a tener miedo, a conservar amarguras, a desequilibrarse por acontecimientos de menor importancia, desarticulando su sistema energético. Pasa  de un aborrecimiento a otro, cultivando virus emocionales que facilitan la instalación de otros, degenerativos, responsables por la gravedad de sus enfermedades.
Los condicionamientos, las ideas depresivas, las creencias absurdas, las acciones vejatorias, son responsables por las tensiones conducentes a la desarmonía.
Evitando esas cargas, el sistema energético inmunológico librara de dolencias al individuo, y su vida cambiara, pasando a un mejor estado de salud.
Las causas profundas del sufrimiento, están en el individuo mismo, que se debe auto examinar, auto conocer, a fin de librarse de ese tipo de sufrimiento. La mayoría de los sufrimientos emanan de la forma incorrecta como la vida es encarada.
Para conseguir disfrutar de determinados placeres el individuo invierte más allá de sus posibilidades, constatando, después, cuantas dificultades tiene que enfrentar para mantener esas conquistas.
La imaginación estimula con la ilusión de la posesión al hombre exponiéndolo a pesados compromisos para el futuro, pasado el placer, que no tiene condiciones para conservar, viene la desesperación el sufrimiento y el arrepentimiento tardío.
La cautela en las decisiones no se puede convertir en miedo a actuar, en cultivo de pesimismo, para el futuro. Es la ambición desenfrenada, la precipitación, la falta de control, quienes abren los espacios emocionales para el placer que genera dolor. Allí están los vicios sociales y morales debilitando vidas, produciendo el tedio de los sentidos y a más largo o corto plazo, conduciendo a la locura, al suicidio.
Alguno de esos vicios son el inocente cigarrillo utilizado como exhibición en el grupo social como afirmación de la personalidad, responsable por graves problemas respiratorios, canceres, enfisemas pulmonares; el placer etílico generador de la embriaguez tormentosa, cirrosis hepática, ulceras, gástricas y duodenales, disturbios intestinales y otros más, fuera de las alucinaciones que conducen a la violencia, a la depresión, a la destrucción de otras vidas y todo cuanto, es querido,  precioso, con resultados funestos.
   Las drogas, que esclavizan, iniciando las dependencias en las primeras tentativas que parecen proporcionar placer, estimulando la alegría, el valor, la realización, victorias fugaces sobre los fuertes conflictos psicológicos, convirtiéndose luego en desgracias, a veces, irremediables. ..
Nadie escapa a los compromisos que constituyen la vida. Programada de manera para que eduque y fortalezca, sus aprendices no la pueden burlar indefinidamente. Enfrentar las vicisitudes y superar los valores indicativos de prosperidad, del placer injustificable, es como se debe evitar el sufrimiento. Es verdad que un número significativo de placeres se presentan sin riesgo de convertirse en factor de aflicción.
Por tanto, cuando se tiene conciencia del sufrimiento, es fácilmente evitable.
La escala de valores, para muchos individuos, se presenta invertida, teniendo por base lo inmediato, lo arriesgado, lo vulgar y lo promiscuo, el poder transitorio, la fuerza, como relevantes para la vida.
Las fiestas ruidosas llaman la atención, las compañías jóvenes e irresponsables despiertan interés, las conversaciones vulgares producen alegría, que son satisfacciones de un momento, responsables por sufrimientos de largo porte.
El hombre vive en la tierra bajo la acción de miedos: a la enfermedad, a la pobreza, a la soledad, al desamor, al fracaso, a la muerte. Esa conducta es el resultado de su falta de preparación para los fenómenos normales de la existencia, que debe encarar como proceso de evolución.
“Los sufrimientos debido a causas anteriores a la existencia presente, como los que se originan de culpas actuales, muchas veces son la consecuencia de la falta cometidas, esto es, el hombre, por la acción de una rigurosa justicia distributiva, sufre lo que hizo sufrir a otros”.
El odio es el causante de muchos sufrimientos, es responsable por las más torpes calamidades sociales y humanas de que se tiene conocimiento.
Cuando se instale en nuestros corazones hay que poner el máximo empeño en desarticularlo, sino se hace ese trabajo, él se irradia y cunde la infelicidad.
Como es pestilente, contamina con facilidad, transfigurándose como irritación, ansiedad, rebeldía y otros dañinos mecanismos psicológicos reactivos.

El amor es el antídoto para todas las causas del sufrimiento, por proceder del Divino Psiquismo, que genera y sustenta la vida en todas sus expresiones.
Iluminado por el amor, el hombre discierne, aspira, actúa, y se entrega confiado, irradiando una energía fortificadora, gracias a la cual se renueva siempre y altera para mejor el paisaje por donde se moviliza.

El sufrimiento precisa ser superado, y el único medio de superarlo, es soportándolo.
Eso lo aprendemos solamente con Jesucristo. Jesús sintetizo en el amor la fuerza poderosa para la anulación de las causas infelices del sufrimiento y para su compensación por el bien.

Allan Kardec, a través de la observancia de las lecciones del Evangelio y de las directrices propuestas por los Espíritus Superiores, aludiendo a Jesús, presentó la caridad como  la vía real para la salvación y  la adquisición de la salud integral.
La caridad, que es el amor en su expresión más elevada, para ser real exige la iluminación de quien la practica, posibilitando, una constante depuración de propósitos que inducen a la abnegación y a la victoria sobre las tendencias primitivas, que permanecen dominantes.

Delante de todos los enfermos que Lo buscaban, Jesús era firme, en relación con la actitud del paciente, que debía creer en El y en la recuperación de su salud.

La Fe todo lo puede, pues acciona inexplorados mecanismos del hombre, generadores de fuerzas no utilizadas, modificando por completo el paisaje interno y después externo del ser.
La fe mueve montañas, cuando se presenta, estimula a la acción y vibra interiormente, produciendo energías que vitalizan toda la maquinaria por la cual se moviliza.
Creer correctamente conduce al querer correctamente.

El sufrimiento de cualquier naturaleza, cuando es aceptado con resignación y toda aflicción actual posee sus nacientes en los hechos pretéritos del espíritu rebelde – propicia renovaciones intimas con amplias posibilidades de progreso, factor preponderante de felicidad.
El dolor faculta el desgaste de las imperfecciones, además de propiciar el descubrimiento de valiosos recursos inagotables del ser.
Sublimado por el sufrimiento reparador, el espíritu se libera.

Mateo dijo: “De tal modo vuestra luz brille delante de los hombres, para que ellos vean vuestras buenas obras y glorifiquen  a vuestro Padre que está en los Cielos”.
“De  donde se sigue que, tanto en las pequeñas como en las grandes cosas, el hombre es siempre castigado por donde ha pecado. Los sufrimientos que son consecuencia, le advierten que ha obrado mal”.

¡OH! ¡Dolor bendito, liberador de esclavos, discreto amigo de los orgullosos, hermano de los santos, mensajero de la verdad, tanto necesitamos de tu concurso, que parece ángel que bajó al servicio de la Misericordia, para sustentarnos en la lucha redentora!
Enséñanos a descubrir la receta de la humildad para que avancemos con éxito.

MERCHITA

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