Merche la autora |
Cada manifestación es diferente. Nunca sabemos, con seguridad, las intenciones del Espíritu que se aproxima, que problemas nos trae, cuáles son sus características, cual es la razón de su presencia entre nosotros.
La propia mediúmnidad no es un instrumento de precisión, como un microscopio o un reloj, que funcione, repetidamente, de manera previsible y controlable. El médium es un ser humano ultrasensible, de psicología compleja, encargado en transmitir el pensamiento de un desencarnado, pero está muy lejos de ser mero aparato mecánico de comunicación, como un teléfono o una radio, aunque no obstante se hable en sintonía y en vibraciones, cuando a el nos referimos. Sus facultades sufren influencias variadas, del ambiente, de su estado de salud, de su problemática intima, de su fe o ausencia de ella, de su interés en el trabajo, que puede fluctuar, de su capacidad de concentración, de su confianza en los compañeros que le rodean y, especialmente, en el dirigente del grupo y, obviamente, de los Espíritus manifestantes. Y hasta estos, que son también seres humanos - no nos olvidemos de esto - varían sus presentaciones, de una para otra manifestación, según sus propias disposiciones.
Por otro lado, es necesario considerar, también, que hay diferentes formas de mediúmnidad: de incorporación, o psicofónico, de videncia, clariaudiencia, psicografia, así como existen médium que conservan su conciencia durante la manifestación, y médium que pasan a lo que se convino llamar estado "inconsciente".
Es inadecuada la expresión "mediúmnidad inconsciente". El Espíritu del médium no está en estado de inconsciencia, simplemente se aparto de su cuerpo físico, para cederlo al manifestante. Lo máximo que se puede decir es que la conciencia no está presente en el cuerpo físico, o mejor dicho, no se manifiesta a través del cuerpo material, temporalmente ocupado o manipulado por una entidad extraña a su economía. Si el médium se sumergiese, en Espíritu, en el estado de inconsciencia, el manifestante asumiría posesión total de su organismo y haría con el lo que le pareciese bien.
Existen manifestaciones violentas, y muy libres, durante las cuales los Espíritus incorporados mueven el instrumento mediúmnico aparentemente a su voluntad, haciéndole gritar, dar puñetazos, levantarse, derrumbar muebles, rasgar libros y cuadernos, y promover disturbios semejantes.
La mediúmnidad sonambúlica se asemeja al estado de posesión; pero, basta invocar esta, para sentir la diferencia entre una y otra manifestación. El poseso es realmente un médium, pues ofrece condiciones para que otro Espíritu se incorpore en el, pero el médium no es un poseso, en el sentido de que el manifestante pueda hacer, con el, todo cuanto le parezca, en cualquier momento y sin limite de tiempo, o totalmente sin disciplina.
En un grupo mediúmnico en que la supervisión espiritual sea firme y segura, la mediúmnidad sonambúlica puede y debe funcionar perfectamente, pues muchos Espíritus necesitan estar unidos a tales médium. Ellos provocaran disturbios y se agitaran bastante, según los recursos y censuras que encontraran en sus médiums, pero no nos olvidemos de que, los guías espirituales del grupo estarán atentos, para que ellos no cometan desatinos, como el propio médium estará presente y consciente, acompañando atentamente la manifestación, y puede, con certeza, interferir, para que el Espíritu manifestante no se exceda, aunque se le permita una considerable libertad. En casos extremos los orientadores espirituales del grupo también adoptaran medidas de excepción, para contener las manifestaciones mas violentas. Ya tuvimos oportunidad de presenciar algunos de esos casos, en que el Espíritu es virtualmente "maniatado", por lazos fluidicos invisibles a nuestros ojos, pero de una realidad indiscutible para el, porque lo inmoviliza instantáneamente.
El grupo debe estar, así, perfectamente preparado para innumerables formas de manifestación. Ellas son imprevisibles e inesperadas. El adoctrinador experimentado sabrá identificar prontamente las primeras señales de la incorporación, cuando el Espíritu comienza a acomodarse a la organización mediúmnica. Es necesario recordar que, frecuentemente, el Espíritu manifestante esta parcialmente unido al médium, horas, y hasta días enteros, antes de la _ sesión. En estos casos, cuando se trata de un Espíritu desarmonizado, aunque la manifestación no sea ostensiva, porque esto implicaría admitir mediúmnidad totalmente descontrolada, el médium sufre inevitable malestar físico, dolor de cabeza, presi6n sobre la nuca, sobre los plexos, sensación de angustia indefinible y, hasta incluso, estado febril, postración, irritabilidad, agresividad y varios otros síntomas de desorganización psicosomática.
El médium experimentado y responsable debe estar preparado para eso. No se asuste, no se aterrorice, no tema y, sobre todo, no deje de comparecer al trabajo, por causa de esas disonancias psicofísicas, pues es eso mismo lo que desean los compañeros desequilibrados, es decir, apartarlo del trabajo.
Ese envolvimiento puede darse también con los demás participantes del grupo que, aunque no estén dotados de mediúmnidad ostensiva, sufren también terribles presiones de los hermanos perturbados. Uno de los blancos predilectos de esas penosas aproximaciones es el adoctrinador, tenga o no mediúmnidad ostensiva. El cerco en torno de él es permanente, tenaz, implacable, porque los compañeros desencarnados enfermos, creen que neutralizándolo, acaban con el grupo, lo que muchas veces, infelizmente, es verdad.
Esté o no esté el Espíritu unido al médium antes de la sesión, es cierto que el planeamiento espiritual ya tiene las tareas de la jornada distribuidas con anticipación, y en la secuencia que creen más conveniente a la buena marcha de los trabajos. Generalmente, cada médium tiene su propio "estilo", para indicar el inicio de la comunicación: colocar las manos sobre la mesa, respirar con mayor profundidad, dos o tres veces, agitar ligeramente la cabeza o el cuerpo, gemir, levantar los brazos, en una sintomatología que el adoctrinador, habituado a trabajar con él, sabrá identificar, a fin de iniciar el tratamiento del hermano que se presenta.
A veces, el Espíritu comienza a hablar, o a vociferar, pero, usualmente, necesita de algunos segundos ' para apoderarse de los controles psíquicos del médium, y no consigue hablar sino después de haberse acomodado bien a la organización de su instrumento. El adoctrinador debe aprovechar esos momentos para dar una palabra de , bienvenida, saludándolo con atención, cariño y respeto. En algunos casos el Espíritu solamente consigue expresarse con mucho trabajo, en virtud de su estado de perturbación, de indignación, o por estar con deformaciones periespirituales que se lo impiden. Otras veces, valiéndose de astucia, o , preparando celadas, se mantiene en silencio, para que el adoctrinador se canse, en la tentativa de descubrir sus motivaciones a fin de intentar ayudarlo, con lo que el se divierte bastante.
En ciertas ocasiones, llega revestido de un manto de mansedumbre y tranquila seguridad. Dice palabras dulces, nos asegura sus buenas intenciones, nos da consejos. Uno de ellos, cierta vez, comenzó serenamente, con un llamamiento "a los corazones bien formados", en un lenguaje de pacificación y entendimiento. Le digo que estamos dispuestos a la pacificación y al entendimiento, siempre que él venga en nombre de Dios: pero, por más que se esfuerce - cosa extraña! - no consigue pronunciar el nombre de Dios, como yo le pidiera. Por fin, explota en irritación y "abre el fuego", gritando que acabó la farsa. Y derrama un arsenal de amenazas e intimidaciones.
Existen los que fingen dolores que no sienten, o mutilaciones que no poseen, como ceguera o falta de la lengua. Miran, con esos artificios, distraer nuestra atención del punto principal de su problemática, o simplemente se entregan al placer irresponsable de engañar, mistificar, defraudar, o también, como algunos me dicen, a veces, de cansar al médium encargado de darles pases.
De cualquier forma que sea la apertura de la comunicación, el adoctrinador debe esperar, con paciencia, después de recibir al compañero espiritual con un saludo sinceramente cortés y respetuoso. Sea quien fuere el que comparezca ante nosotros, es un Espíritu desajustado, que necesita socorro. Algunos vienen más desarmonizados que otros, pero todos necesitados - y deseosos - de una palabra de comprensión y cariño, por más que reaccionen a nuestra aproximación. Los primeros momentos de un contacto mediúmnico son muy críticos. Aun no sabemos a qué viene el Espíritu, que angustias trae en el corazón, que intenciones, que esperanzas y recursos, que posibilidades y conocimientos. ¿Estará unido a alguien que estamos intentando ayudar? ¿Tiene problemas personales con algún miembro del grupo? ¿Lucha por una causa? ¿Ignora su estado, o tiene conciencia de lo que pasa con él? ¿Es culto, inteligente, o se presenta inexperto e incapaz de sostener un dialogo más sofisticado?
Una cosa es cierta: no debemos subestimarlo. Puede, al principio, revelar una clamorosa ignorancia, y entrar, después, en la posesión de todo el acervo cultural de que dispone. Difícilmente el Espíritu es bastante primario como para ser clasificado, sumariamente, como ignorante. Nuestra experiencia acumulada es mucho más amplia de lo que sospechamos.
Merche
EXTRAÍDO DEL LIBRO “DIALOGO CON LAS SOMBRAS” DE HERMINIO. C. MIRANDA.
La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Henry Van Dyke.
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