lunes, 12 de febrero de 2024

Momento de ´Reflexión: Aprender de los equívocos

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Preludios del regreso a la vida corporal ( 2 de 3 )

2.- El estudio de la Doctrina Espírita

3.- El Centro Espírita

4.- Momento de ´Reflexión: Aprender de los equívocos

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PRELUDIOS DEL REGRESO A LA VIDA CORPORAL
( 2ª Parte de 3)
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¡En cuanto te has equivocado, por no escucharme, que soy tu guía, ni a tu propia conciencia que es la palabra de Dios! En ése momento y en el mejor de los casos, al Espíritu lo envuelve un sentimiento profundo de arrepentimiento, ya cansado de seguir huyendo de sus equívocos del pasado, piden a Dios el socorro, para salir de ése estado tormentoso, he iniciar la transformación de su Espíritu, sabiendo que no hay otro camino mejor. 

¿Pero cómo se opera esa asistencia? Hablamos de Espíritus que poca idea pueden tener de la bondad del Supremo y hasta de la existencia de Espíritus de gran luz y bondad, con tanto amor, comprensión y caridad. Ellos son los intercesores del plano Espiritual y relacionados con el plano material, son los que conforme a la voluntad Divina, ponen de su luz fraterna, la paz en los hogares, interceden entre los enemigos, calman las angustias, despiertan nuestra conciencia, nos levantan el ánimo en los momentos de duras pruebas, ayudan fluidificando a enfermos y moribundos, en pocas palabras, son los “Misioneros de la Luz. Ante la ignorancia y la debilidad del ser. Por mil circunstancias distintas hemos de decir que todos los casos de Espíritus reencarnantes, no son iguales, y la diversidad de ellos se encuentra en relación entre el debe y el haber. Como dice el dicho; “La siembra es libre, pero la cosecha es obligatoria”, no obstante recordemos que Dios es todo amor y ante nuestros desvíos del camino del bien, él siempre nos extenderá su misericordiosa mano.

Muchas veces nos hemos preguntado, ¿Cómo es el Mundo Espiritual?, he ahí una pregunta que abordaremos unos instantes.

Para algunos sólo es el espacio infinito, poblado de planetas y millares de Espíritus errantes que sin cesar se agitan en torno a sus necesidades, donde se reconocen por su luz y progreso alcanzado. Y para otros el Mundo Espiritual es maravilloso, con caracteres iguales a los de la Tierra, con poblados donde habitan los Espíritus que allí residen, con lugares específicos para cada cosa y con una organización estructurada, que solo el arquitecto del universo es capaz de crear.

Para una mejor interpretación de lo expuesto, he indagado de diferentes libros sobre el tema y del volumen “La Vida en el Mundo Espiritual” de André Luiz, he extraído los siguientes párrafos, que a modo de introducción, incluye a otras obras, y que en la citada hay una gran coincidencia en las respuestas que dan los Espíritus, aún en diferentes tiempos y lugares.

En la obra “El Espiritismo”, escrita por Sir Arthur Conan Doyle, cuya fama mundial hace innecesaria aquí su presentación. En la edición al español y refiriéndose ala notable mediumnidad del gran sabio Sueco Samuel Swenderborg, dice lo siguiente: “Encontró que el otro mundo consistía en un número de esferas diferentes que presentaban grados de luminosidad y felicidad, a cada una de las cuales vamos después de la muerte, según las condiciones espiritual en que nos encontramos en la vida. Allí somos juzgados de una manera automática por una especie de ley espiritual que determina el resultado último, por el resultado total de nuestra vida, de suerte que la absolución o el arrepentimiento en el lecho de muerte son de poco provecho.

Encontró en aquellas esferas, que la escena y las condiciones de este Mundo, estaban reproducidas con fidelidad, así como el armazón general de la sociedad. Halló casa en la que vivían familias, templos en los cuales se oraba, salones en donde la gente se reúne para fines sociales, etc.

En la misma obra, Conan Doyle, menciona al notabilísimo médium norteamericano Andrés Jakson y dice lo siguiente: “En su visión del más allá, Davis vio una disposición de universo que corresponde muy aproximadamente a la de Swedenborg, y a lo que más tarde dijeron los Espíritus y fue aceptado por los Espiritistas. Vio una vida que se parecía a la de la tierra, una vida que puede llamarse semimaterial, con placeres y objetivos adaptados a nuestra naturaleza, que la muerte no modifica en modo alguno. Vio estudio para los estudiosos, labor genial para los enérgicos, arte para los artistas, belleza para los amantes de la naturaleza, reposo para los cansados. Vio frases graduales en la vida Espiritual, a través de las cuales se asciende a lo sublime y a lo celestial.

En la página 443, Conan Doyle dice: “En el mismo círculo familiar del autor, recibiese también este mensaje: Por amor a Dios, sacude y despierta a esa gente que no quiere creer. El mundo necesita saber lo que pasa aquí. Si yo en la tierra hubiese sabido lo que aquí me esperaba, mi vida habría sido muy distinta”

“Os esperan infinidad de sorpresas, todas bellas y nobles, dulces y radiantes. La vida es sólo una preparación para estas esferas. Sin esta preparación no habría podido yo entrar en este glorioso y admirable mundo. En la tierra nos aleccionamos, y este mundo es el premio, nuestro verdadero hogar, nuestra verdadera vida: es el sol después de la lluvia.

Por último mencionaré, al gran periodista Inglés Williams T. Steads, que fuera director de la famosa “Review of Reviews”, en su muy interesante libro, titulado, “CARTAS A JULIA”, en él aparecen los dictados que a través de su propia mediumnidad hubo de hacerle el Espíritu de Julia, corrobora cuando deja expuesto, y en la página 84 de su edición española, traducción del gran espírita Argentino “Cosme Mariño, refiriéndose al célebre médium Staiton Moses, transcribe lo siguiente: Pregunta: ¿Las esferas son reales cómo en este mundo?

Respuesta: En todo semejante. Sólo el cambio de condiciones hace la diferencia. Hay aquí plantas, frutos, bellos paisajes, animales y pájaros como entre vosotros. Las condiciones materiales son diferentes.

Dado el tema que exponemos, ha sido necesario citar estas comunicaciones de seres respetables que avalan la gran y hasta incomprensible organización que hay en el Mundo de los Espíritus, y cómo es él, dándonos una valiosa información para poder avanzar en esta charla. A mi entender nos dan estas comunicaciones, una ubicuidad de cómo se trabaja, habiendo lugares específicos para cada cosa.

Así lo manifiesta André Luiz, que después de pasar algunos años en el umbral a merced de entidades denigrantes y bajo fuertes sufrimientos debido al desapego de su familia, y el olvido de Dios, por no necesitar de él, recuerda al constructor del Universo y en un sentimiento de arrepentimiento sincero, pide al la ayuda del Padre Celestial, para salir de tal situación.

 Relatando su experiencia, nos comenta: “No sé, cuanto tiempo ha pasado desde que mi idea, fue la pedir ayuda, pero, ¡Ah! Es preciso haber sufrido mucho para entender todas las misteriosas bellezas de la oración; es necesario haber reconocido, la humillación, la extrema desventura para poder tomar con eficiencia el sublime elixir de la esperanza. Fue en ése instante que las espesas neblinas que me cubrían se disiparon y alguien surgió, como emisario de los cielos. Un simpático viejecito me sonrió paternalmente. Se inclinó, fijo en los míos sus grandes ojos lúcidos, y dijo:

-¡Valor, hijo mío! El señor no te desampara.
Junto a él, se encontraban dos entidades, que a la señal del intercesor, Clarencio, lo llevaron hasta un lugar de grandes puertas, similar a un hospital de la Tierra. Preguntando donde se encontraba, le respondieron: Este es “Nuestro Hogar”, aquí ayudamos a los Espíritus débiles y enfermos por las grandes luchas que han tenido en el campo mental. Aquí es el lugar donde se opera la transformación de los Espíritus, que quieren y deben continuar con su progreso Espiritual.

Consideré necesario, este resumen del rescate del iluminado, André Luiz, para no dejar huecos oscuros del lugar donde se realizan “Los Preludios del Regreso a la Vida Corporal”.

De aquí en adelante, veremos, cómo se trabaja en este hospital de salvamentos y rescate de las almas, poniendo en particular un caso de reencarnación y la imperiosa asistencia de los mentores espirituales para que este se lleve a cabo.

(Continuará)
- Juan Carlos Mariani-
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   EL ESTUDIO DE LA DOCTRINA ESPÍRITA

  El estudio de una doctrina, como la espírita, que repentinamente nos conduce a un orden de cosas, tan nuevo y tan dilatado, solo puede ser hecho fructíferamente por hombres graves, perseverantes, ajenos de prevenciones y animados por la firme y sincera voluntad de obtener su resultado. No podemos dar estos calificativos a quienes juzgan a priori ligeramente, sin haberlo visto todo, no observando en sus estudios la hilación, la regularidad y el recogimiento necesarios, y menos aún podemos darlo a ciertas personas que, para no desmentir su reputación de chistosos, se esfuerzan en encontrar un lado burlesco a las cosas más verdaderas o reputadas por individuos cuya ciencia, carácter y convicciones, tienen derecho a la consideración de todo el que se precie de saber vivir en sociedad. Repórtense, por tanto, aquellos que juzgan los hechos indignos de ellos y de su atención, y puesto que nadie piensa en violentar sus creencias, respeten asimismo las de otros.

Lo que caracteriza de grave a un estudio es la perseverancia en él. ¿Puede admirarse nadie por no obtener siempre respuesta formal alguna a preguntas graves  en sí mismas, cuando son hechas al azar y lanzadas a quemarropa en medio de una multitud de preguntas impertinentes?. Una pregunta que, por otra parte, es compleja y requiere, para su aclaración, otras preliminares o complementarias. Todo el que quiera adquirir una ciencia debe estudiarla metódicamente, desde el principio y proseguir el encadenamiento y desarrollo de las ideas. El que al azar dirige a un sabio una pregunta de la que ignora los primeros rudimentos, ¿habrá adelantado algo en ella?; ¿Y podrá el sabio, a pesar de su buena voluntad, darle una respuesta satisfactoria?. Esta respuesta aislada será por fuerza incompleta e ininteligible con frecuencia, o podrá parecer absurda o contradictoria. Lo mismo sucede exactamente con las relaciones que establecemos con los Espíritus. Si alguien quiere instruirse en su escuela, es preciso seguir un curso con ellos, pero como acontece entre nosotros, es necesario escoger sus profesores y trabajar con asiduidad.

Hemos dicho que los Espíritus Superiores no concurren a más reuniones que a las graves, y sobre todo a aquellas donde reina una perfecta comunidad de pensamientos y sentimientos encaminados al bien. La ligereza  y las preguntas inútiles los alejan, como alejan a las personas razonables, quedando entonces el campo libre a la turba de Espíritus mentirosos y frívolos que siempre atisban las ocasiones de burlarse de nosotros y de divertirse a nuestras expensas. ¿Qué resultado puede dar una pregunta seria en semejante reunión?. Será contestada, pero ¿por quién?. Sería mejor no hacerla, como en medio de una reunión de humor, dejar caer estas preguntas: ¿Qué es el alma?, ¿ Qué es la muerte?, u otras lindezas por el estilo. Si queréis respuestas graves, sed graves en toda la acepción de la palabra y colocaos en las condiciones indispensables, que solo entonces obtendréis comunicaciones notables.

Sed de los más laboriosos y perseverantes en vuestros estudios, sin lo cual os abandonarán los Espíritus Superiores, como hace el profesor con los discípulos desaplicados.

- Allan Kardec- 

(Introducción al estudio de la Doctrina Espírita- El Libro de los Espíritus)

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               EL CENTRO ESPÍRITA

 
En el desempeño de su función, el Centro Espírita es, por sobre todo, un centro de servicios al prójimo, tanto en el plano propiamente humano como en el espiritual. La enseñanza puramente evangélica, las oraciones, los pases y el trabajo de adoctrinamiento representan un esfuerzo permanente de esclarecimiento y orientación de Espíritus sufrientes y de sus víctimas humanas que, por lo general, son compañías necesitadas de la misma asistencia.

Muchas personas se preguntan si los espíritas no son pretenciosos y orgullosos al considerarse capaces de esclarecer a Espíritus desencarnados. Consideran que ese es un servicio de Espíritus superiores y no de hombres. Llegan a hacer cálculos para demostrar a los espíritas que ese trabajo es en vano, pues el número de Espíritus que pueden asistir a sus sesiones es ínfimo. Se olvidan de que toda actividad esclarecedora, en cualquier campo, vale más por su posibilidad de propagación. La dinámica de la comunicación es el principal factor de la eficiencia en tales casos. Son muchos los ejemplos históricos en tal sentido, pero ninguno es más claro que el de Jesús, sirviéndose de un pequeño grupo de personas para modificar, con sus enseñanzas, aunque desvirtuadas por la ignorancia, la faz del mundo.

En las sesiones espíritas no se pretende abarcar a todos los Espíritus necesitados –lo que sería imposible-, sino cuidar la atención de aquellos que están más ligados a nosotros. El adoctrinamiento de un Espíritu perturbado es casi siempre el pago de una deuda nuestra con aquel Espíritu. Si lo perjudicamos ayer, hoy lo socorremos. Y él, auxiliado, se convierte en un nuevo asistente a la gran batalla por el esclarecimiento general. Cada Espíritu que conquistamos para el bien representa un nuevo impulso en la lucha, el acrecentamiento de un compañero más, un aumento del bien. Debemos recordar siempre que el bien es contagiante. Si liberamos a una víctima de la obsesión en la Tierra, hacemos lo propio con otra en el mundo espiritual que nos rodea. Esa multiplicación se procesa en un constante crecimiento, alcanzando progresivamente a centenares de personas y Espíritus.

Alegan algunos que los Espíritus perturbados son asistidos en el mismo plano espiritual. Sin embargo, Jesús, acaso, ¿dejó de asistir a los Espíritus sufrientes aquí mismo, en la Tierra? Por el contrario, los asistió, e incluso ordenó a sus discípulos hacer lo mismo. La experiencia espírita confirma el acierto de esa atención terrena, demostrando científicamente que los Espíritus desencarnados, aún muy apegados a las condiciones de la vida material necesitan de asistencia mediúmnica para liberarse de tal ligazón.

En las sesiones, como observó el sabio médico espírita Gustave Geley, la emanación de ectoplasma forma un ambiente favorable a las relaciones de los Espíritus con los hombres. En ese ambiente mediúmnico los Espíritus apegados a la materia tienen la impresión de una mayor seguridad, como si estuviesen nuevamente encarnados. Muchas veces, en las sesiones, los Espíritus orientadores se sirven de un médium para adoctrinar más fácilmente a esas entidades perturbadas. Eso confirma la dificultad -destacada por Kardec- que los Espíritus más evolucionados encuentran para esclarecer a los inferiores en el plano espiritual. Las sesiones espíritas de adoctrinamiento y desobsesión demostraron su eficacia desde Kardec hasta nuestros días, mientras que las opiniones contrarias no se afirman más que sobre opiniones personales, suposiciones deducidas de falsos raciocinios derivados de una falta de real conocimiento de ese grave problema.

Quienes hoy procuran restar valor e importancia a esas sesiones en los Centros, no dejan de obedecer más que a pálpitos. Los Centros Espíritas bien organizados y bien orientados no se dejan llevar por esos pálpitos, dado que poseen suficiente experiencia en ese campo altamente delicado de sus actividades doctrinarias. Y de la misma manera, los que pretenden que las sesiones de los Centros deben ser dedicadas sólo las manifestaciones de Espíritus superiores, revelan egoísmo y falta de comprensión doctrinaria. La parte más importante y necesaria de las actividades mediúmnicas, mayormente en nuestros días, es precisamente la de la práctica doctrinaria de la desobsesión. Trabajar en ese sector es un deber constante de los médiums esclarecidos y dedicados al bien del prójimo. El estado de confusión al que llegó la Psicoterapia, y particularmente la Psiquiatría, exige el redoblado esfuerzo de los Centros en el trabajo de adoctrinamiento y de desobsesión. Millones de víctimas, en el mundo entero, claman por el socorro de métodos más eficientes de cura psicoterapéutica, la que sólo el Espiritismo puede ofrecer, gracias a su experiencia de casi dos siglos en ese campo. El Centro Espírita conserva ese acervo maravilloso en su tradición y no puede inmovilizarse ante los sofismas de la actualidad trágica y pretenciosa.

Las comunicaciones de los Espíritus superiores son dadas en el momento preciso, incluso en medio del aparente tumulto de las sesiones de desobsesión. Es muy agradable recibir comunicaciones elevadas de Espíritus superiores, pero sólo somos acreedores a ellas luego de atender, con abnegación y sentido fraternal, a los Espíritus sufrientes. Cuando rechazamos esas oportunidades redentoras los Espíritus superiores se apartan y el campo queda libre a los mixtificadores, como lo saben, muchas veces por duras experiencias propias, los que intentan beneficiarse con bendiciones sin ser merecedores de ellas.

Los servicios asistenciales a la pobreza, prestados por los Centros Espíritas, constituyen la contribución espírita al desenvolvimiento de la nueva mentalidad social en nuestro mundo egoísta. No basta sembrar ideas fraternalistas entre los hombres, es necesario concretarlas en actos personales y sinceros. El Centro Espírita funciona como un transformador de ideas fraternales en corrientes de energía activas en ese plano. En sus turbinas invisibles las ideas se transforman en actos de amor y de dedicación al prójimo. Existen quienes combaten la limosna, la donación desinteresada de ayuda material a los necesitados. Pretenden la creación de organismos sociales eficaces para modificar el panorama de la miseria con recursos de enseñanza y orientación y capaces de conducir a los desdichados hacia una situación mejor. Esos es lo ideal, y muchos Centros y otros tipos de organizaciones espíritas lograron hacerlo. Mas, cuando escasean los recursos y medios para lograr tal realización, ¿es justo que dejemos a los necesitados a la ventura de su impotencia? Hay necesidades tan acuciantes que tienen que ser atendidas ahora, en este momento. Negar nuestro auxilio en tales casos con el pretexto de que estamos proyectando medidas más eficientes, es falta de caridad, comodismo disfrazado de idealismo superior. El Centro Espírita es un instrumento de acción inmediata que actúa de acuerdo con la urgencia de las necesidades. Sin la atención de esas necesidades, las víctimas de la injusticia social no podrán estar a la espera de las brillantes y eficientes realizaciones del futuro. Como enseñó Allan Kardec, debemos esperar que las utopías se muestren realidades, para luego aceptarlas. Las personas que censuran ese esfuerzo de ayuda a los necesitados, defendiendo proyectos de reforma social, se aíslan de la acuciante realidad en que vegetan los que no disponen de medios para su propio sustento.

Generalmente, tales ideólogos de un mundo mejor que debe surgir por milagro o por conmociones sociales, acusan a los espíritas de alienados, comodistas y divorciados de la realidad, cuando, verdaderamente son ellos los que se aíslan. El Centro Espírita no se puede entregar, por tanto, a sus principios. Su objetivo es el bien de todos y no el de tal o cual sector de la sociedad. La evolución social depende de la evolución de los hombres, que constituyen e integran los organismos sociales. Es por el ejemplo de la fraternidad y no por el de la violencia que podemos mejorar al mundo. La revolución cristiana no se procesa por medio de actos violentos, sino a través del esfuerzo de sacrificios y abnegaciones fundamentados en el respeto por la criatura humana. No importa si esa criatura es un mendigo o un potentado. La revolución espírita, que es hija y heredera de la revolución cristiana, no se concreta mediante el poder precario o ilusorio de las armas destructores, sino al ritmo de las medidas concienciales de los hombres, en la búsqueda de la paz y la comprensión para que las atrocidades desaparezcan de la Tierra. No podemos apagar el fuego con nafta, así como tampoco podemos armonizar el mundo con la sustitución de castas en el poder.

Los servicios de asistencia al prójimo sólo pueden retardar el avance de la violencia, al paso que aceleran el desarrollo moral y espiritual de la humanidad. Es de ese desarrollo –y exclusivamente de él- del que podrá surgir en la Tierra una civilización superior. El Centro Espírita no puede trocar, por tanto, sus servicios de amor y fraternidad por su empecinamiento en las luchas entre grupos partidistas y clases. Él apela a los valores de la inteligencia, que a través de la razón equilibrada y de la comprensión profunda de las necesidades humanas conduce a los hombres a soluciones y no apenas a intentos de crear mayores conflictos.

Un espírita no puede pensar en términos de la realidad inmediata. La concepción dialéctica del Espiritismo no se fundamenta en el análisis de las contradicciones superficiales del mecanismo social. Ella profundiza en el examen de la dinámica compleja de las acciones y reacciones de los individuos y de los grupos sociales que estructuran la sociedad. Reducir toda esa complejidad a las manifestaciones efímeras de las etapas evolutivas de una sociedad, es negar al hombre la posibilidad de luchar para comprender los problemas con que se enfrenta en el proceso existencial. Vivir y existir son dos posibilidades del Ser que se proyecta en la encarnación. En los planos inferiores de los reinos mineral y vegetal la vida es movimiento y sensación, pero en las etapas intermedias de la animalidad se convierte en conquista y dominio, elevándose en el plano hominal a la conciencia de sí misma en busca de la trascendencia. En ese plano, el ser humano asume la responsabilidad de esa búsqueda y sólo existe, realmente, superando las fases inconscientes de su desarrollo en la medida exacta en que sabe qué quiere y por qué lo quiere.

Ese qué y ese por qué tienen entonces que superarse a sí mismos en la conquista del cómo, es decir: de cómo, de qué manera podrá continuar elevándose. Así como la conquista material del plano animal se transforma en la conquista de conocimiento de sí mismo y de su destino trascendente, todas las demás actividades del hombre edifican la conciencia, lo que da al Ser su unidad. Consciente de esa unidad intrínseca, el hombre supera entonces la multiplicidad de su propia estructura y del mundo. Se revela en él la centella divina de su origen espiritual. Él comprende que es Espíritu y que, como tal, no puede destruirse con la muerte, pues su esencia es indestructible y eterna. Ese es el momento espírita de la redención, en que el espírita capta su inmortalidad en su propia conciencia y modifica su manera de ser ante el mundo transitorio e ilusorio.

A partir de ese momento el Espíritu se integra en el Centro Espírita, se llega a él, no como un servidor más, sino como el propio servicio. La multiplicidad de los servicios del Centro adquiere en su conciencia la misma unidad conquistada por ésta. Al mismo tiempo, la visión de la unidad existencial, en que todos los servicios se funden en el servicio único a la humanidad, despierta en él el sentimiento y la comprensión de su único deber: servir a Dios en el servicio al prójimo.

Todo lo que él haga de ahí en adelante, será un hacer universal, no relacionado sólo con él o con el Centro, no limitado a su persona o a su grupo, ni incluso restringido al medio espírita, sino extensivo naturalmente a toda la humanidad. Los prisioneros del Espiritismo, a partir de Kardec, todas las grandes figuras que supieron brindarse al Espiritismo en lugar de posesionarse o servirse de él, realizaron esa marcha redentora, pasaron por un gigantesca odisea espiritual templándose en las encarnaciones sucesivas para reimplantar en la Tierra la siembra de Cristo, por la resurrección de su Evangelio, de su Buena Nueva en espíritu y verdad.

Como se ve, el Centro Espírita es realmente un centro de convergencia de toda la dinámica doctrinaria. En él se inician los neófitos, se educan los médiums, se comunícan los Espíritus, se adoctrína a  niños y adultos, se liberan obsesos, se estúdia la Doctrina en sus aspectos teórico y práctico, promoviéndose la asistencia social a todos los necesitados, sin imposiciones ni discriminaciones y se cultíva la fraternidad pura que abre los portales al futuro. La coordinación de las actividades de un Centro Espírita bien orientado es prácticamente automática, resultando del clima fraternal en que todos se sienten como en familia, ayudándose mutuamente. Es en esa comunión de esfuerzos que los espíritas pueden anticipar las realizaciones más fecundas. Pero si en el Centro Espírita se infiltra el espíritu mezquino de las intrigas, de las pretensiones desmedidas, de las aversiones inferiores, los dirigentes necesitan de mucha paciencia y tolerancia para superar esos amargores y restablecer la paz y atmósfera espiritual. Jamás, sin embargo, se deberá renunciar a sus deberes, lo que sería una deserción, a menos que lo hagan reconociendo humildemente sus errores y continuando en el Centro para servir mejor, en las mismas funciones o en otras inferiores. Nada más triste que en un Centro Espírita unos se erijan en maestros de los demás, cuando en realidad nadie sabe nada y todos debieran considerarse, sencillamente, aprendices. Los servicios más urgentes de cada Centro son los de instrucción de los viejos y nuevos adeptos, tanto unos como otros carecientes del conocimiento doctrinario. Bien realizado ese servicio, todos los demás serán cumplidos con más facilidad.

Por J. Herculano Pires
del libro "El Centro Espírita"

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MOMENTO DE REFLEXIÓN: 




APRENDER DE LOS EQUÍVOCOS

  La perfección todavía es un estado muy distante de la Humanidad.                                                           Todos los habitantes de la Tierra poseen fisuras morales y cometen errores.                                                  En verdad, equivocarse no es un escándalo, en el contexto de las leyes divinas.                                          Dios no creó las criaturas perfectas, sino perfectibles.                                                                                    Los Espíritus encarnan y reencarnan infinitas veces para desarrollar las virtudes cuyo potencial traen en su íntimo.                                                                                                                                                                   A fin de que crezcan en voluntad, sabiduría y amor, disponen del libre-albedrío.                                      Caso no pudiesen optar, serian simplemente marionetas.                                                                          Como pueden optar, es natural que no siempre sean felices en sus actos.                                                       El otro lado de ese proceso de aprendizaje es la responsabilidad.                                                                     Al desenvolver la consciencia y la voluntad, la influencia de los instintos primitivos declina y la libertad se expande.                                                                                                                                                                      La criatura se hace cada vez más responsable por sus actos y pensamientos.                                                Los equívocos son naturales para quien transita de la ignorancia para la sabiduría.                       Solamente es necesario reparar todos los daños causados.                                                                 Justamente por eso constituye señal de inmadurez recusarse a admitir los propios errores.                        La humildad constituye presupuesto del aprendizaje.                                                                                 Quien se imagina infalible y superior a todos se mantiene estático.                                                             Para entrar en sintonía con la vida, se impone atentar para la ley de progreso.                                             El Universo todo es dinámico.                                                                                                                            Los especímenes animales y vegetales se perfeccionan incesantemente.                                                            Hasta la configuración física de la Tierra no es estática.                                                                                    De la misma manera que los especímenes inferiores, el hombre posee un papel a desempeñar en el concierto de la creación.                                                                                                                                         Él está insertado en la naturaleza y debe ser un agente del progreso.                                                           Pero para impulsar el progreso es necesario estar siempre evolucionando.                                                  Así, para no traicionar la misión de su existencia, propóngase ser cada vez mejor.                                   Admita su imperfección, pero no se acomode con ella.                                                                                       A veces usted se equivoca, pero eso es normal.                                                                                                        Cuídese de aprender de sus errores, a fin de no repetirlos innumerables veces.                                               Y también asuma las consecuencias, buenas o malas, de sus actos.                                                             Repare todos los daños que eventualmente causare.                                                                                              Pague sus deudas, pida perdón, recompóngase delante de sus semejantes.                                                          Sin duda es necesario algún esfuerzo para reconocer un equívoco y rectificar el propio camino.              Pero usted vivirá para siempre.                                                                                                                           Ciertamente desea, algún día, ser una persona sabia y pacifica.                                                                 Como nadie hará su trabajo, esfuércese desde ya para que así sea.                                                                    Al rehusarse a admitir un equívoco, usted retarda la realización de su luminoso destino.          Compenétrese en su papel de aprendiz y demuestre buena voluntad para con la vida.                                 No se apegue a cosas pequeñas, como la vanidad y el orgullo.                                                                       Tales fisuras morales solamente le hacen infeliz. Aprenda a hacer el bien sin ningún interés personal ni sentimiento oculto.                                                                                                                                                 Ame y respete la vida, sea noble y solidario.                                                                                                           Al principio puede ser necesaria alguna disciplina.                                                                                                 Pero con el tempo se incorporará ese modo de vivir y será una persona maravillosa.                                  He ahí una meta por la cual vale la pena luchar.

Equipe de Redacción del Momento Espírita.


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