INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Providencia y despertar (1 de 2)
2.- La carne es débil (1 de 2)
3.- La mesa y el pan ( 1 de 3)
4.- Los ángeles caídos y el Paraíso perdido.
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LA CARNE ES DEBIL
ESTUDIO FISIOLOGICO Y MORAL
( 1 de 2)
Enviado por el blog de los Espiritas
Por Allan Kardec
Hay inclinaciones viciosas que evidentemente son más inherentes al espíritu, porque tienen que ver más con lo moral que con lo físico; otras parecen más consecuencia del organismo y, por ese motivo, la gente se juzga menos responsable. Tales son las predisposiciones a la cólera, a la maldad, a la sensualidad, etc.
Está hoy perfectamente reconocido por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales correspondientes a las diversas aptitudes deben su desenvolvimiento a la actividad del espíritu; que ese desenvolvimiento es, así, un efecto y no una causa. Un hombre no es músico porque tiene el don de la música, más si tiene el don de la música porque su espíritu es músico (Revista de julio de 1860 y abril de 1862)
Si la actividad del espíritu reacciona sobre el cerebro, debe reaccionar igualmente sobre las otras partes del organismo. Así, el espíritu es artífice de su propio cuerpo, por así decirlo, lo modela, con el fin de apropiarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Siendo así, la perfección del cuerpo en las razas adelantadas sería el resultado del trabajo del espíritu que perfecciona su utensilio a la medida que aumentan sus facultades. (La Génesis según el Espiritismo, cap. XI, Génesis Espiritual).
Por una consecuencia natural de ese principio, las disposiciones morales del espíritu deben modificar las cualidades de la sangre, darle mayor o menor actividad, provocar secreción más o menos abundante de bilis o de otros fluidos. Es así, por ejemplo, que el glotón siente venir la saliva, o, como se dice vulgarmente, hacerse la boca agua ante un plato apetitoso. No es el alimento el que puede súper excitar el órgano del paladar, pues no hay contacto; es, por tanto, el espíritu, cuya sensualidad es despertada, que actúa por el pensamiento sobre ese órgano, al paso que, sobre otro espíritu, la visión de aquel plato no produce nada. Se da lo mismo en todas las ambiciones, en todos los deseos provocados por la visión. La diversidad de las emociones no puede ser comprendida, en una porción de casos, sino por la diversidad de las cualidades del espíritu. Tal es la razón por la cual una persona sensible fácilmente derrama lagrimas; no es la abundancia de las lágrimas la que da sensibilidad al espíritu que provoca la abundante secreción de lágrimas. Bajo el imperio de la sensibilidad, el organismo se modeló bajo esa disposición normal del espíritu, como se modelo bajo la del espíritu glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un espíritu irascible debe tener un temperamento bilioso, de donde se sigue que un hombre no es colérico porque es bilioso, más si que es bilioso porque es colérico. Así acontece con todas las otras disposiciones instintivas; un espíritu tímido e indolente dejará su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, al paso que, si el fuera activo y enérgico, dará a su sangre, a sus nervios, cualidades bien diferentes. La acción del Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que muchas veces se ven graves desordenes organizas producidos por efecto de violentas conmociones morales. La expresión vulgar: La emoción le hace subir la sangre, no es tan carente de sentido como uno podría creer. ¿Ahora, que es lo que puede alterar la sangre sino las disposiciones morales del espíritu?
Este efecto es sensible sobretodo en los grandes dolores, en las grandes alegrías, en los grandes pavores, cuya reacción puede llegar a causar la muerte. Vemos personas que mueren de miedo a morir. ¿Ahora, qué relación existe entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa pavor, objeto que, muchas veces, no tiene ninguna realidad? Se dice que es el efecto de la imaginación; es decir, que es la imaginación sino un atributo, un modo de sensibilidad del espíritu? parece difícil atribuir a la imaginación, a los músculos y a los nervios, pues entonces no comprenderíamos porque esos músculos y esos nervios no tienen imaginación siempre; porque no la tienen después de la muerte; porque lo que a unos causa un pavor mortal, a otros excita el coraje.
Sea cual sea la sutileza que usemos para explicar los fenómenos morales exclusivamente por las propiedades de la materia, caeremos inevitablemente en un estancamiento, en el fondo del cual se percibe, con toda evidencia, y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el organismo no es sino un medio de manifestación, como el piano es el instrumento de las manifestaciones del pensamiento del músico. Así como el músico afina su piano, se puede decir que el Espíritu afina su cuerpo para ponerlo en el diapasón de sus disposiciones morales.
Es realmente curioso ver el materialismo hablar incesantemente de la necesidad de elevar la dignidad del hombre, cuando se esfuerza para reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar cualquier vestigio; de reivindicar para sí la libertad como un derecho natural, cuando lo transforma en un mecanismo, marchando como una marioneta, sin responsabilidad por sus actos.
LA MESA Y EL PAN (1 DE 3)
J. Herculano Pires
Kardec explico el problema de la mesa en las sesiones espiritas con su habitual naturalidad: es el mueble más cómodo para sentarnos a su alrededor. Apartaba así cualquier resquicio de misticismo y magia, de rito o sacramento en el acto mediúmnico. No obstante, hay quien considera ese acto puramente místico y mágico, recordando la evocación y la oración. No nos sentamos en torno a la mesa no solamente para conversar o escribir, sino también para alimentarnos. La alimentación que tomamos en la mesa espirita no es material, sino espiritual. La evocación no es un rito, sino una invitación. Antes de sentarnos a la mesa los convites fueron hechos, pues basta pensar en un espíritu para que lo evoquemos. Él puede atender o no a nuestra invitación, pues es libre y no está sometido a ningún poder humano. Mas el pan que ponemos sobre la mesa es el pan espiritual de la oración, que será partido y servido en la hora del adoctrinamiento.
Nos dice el Evangelio de Lucas en el episodio conmovedor de los discípulos en el camino de Emaús. Después de la Resurrección de Jesús, Cleofás y un compañero seguían, al atardecer, para esa aldea, apartándose del escenario angustiado de Jerusalén. Un extraño los alcanzó y acompañó, conversando sobre la muerte y la resurrección de Jesús. Se detuvieron en una posada para comer. Se sentaron a la mesa con aquel extraño. Más en el momento en que el partió el pan, los discípulos lo reconocieron: era el Maestro resucitado. Enseguida el Señor desapareció y la mesa solo quedó con dos alrededor. Es fácil imaginarse el asombro de los discípulos. El vacío de la mesa y el silencio del anochecer, que ya comenzaba, debieron parecerles mucho más lleno de rumores y alegrías que las mesas de los banquetes festivos del mundo.
Es precisamente lo que pasa en la mesa sencilla, sin aparatos, de una verdadera sesión mediúmnica. El color del mantel poco importa. El color blanco no afecta al acto mediúmnico como si es rojo o negro. La pureza exigida es solo la de las intenciones. Los invitados que están alrededor no son conocidos. Surgen en el camino, en la penumbra del crepúsculo, como extraños. Más en el momento de partir el pan ellos se revelan. Hecha la oración sencilla de apertura de los trabajos podemos ver, por la manera de ellos partir el pan, quienes son ellos. Iniciamos entonces la conversación necesaria y después ellos desaparecen como aparecieron, retornando a lo invisible, en el seno de la noche.
¿Cómo pueden los cristianos de todas las denominaciones censurar esa comida sencilla y atribuirla a influencias diabólicas? ¿Cómo pueden decir que todo eso no pasa de ser una ilusión, locura o mistificación? ¿Nunca leyeron, ni por casual, el tópico sobre los dones espirituales en la I Epístola de Paulo a los Corintios? ¿No vieron que el apóstol confirma la simbología conmovedora de la Estrada de Emaús, relatando las sesiones mediúmnicas de la era apostólica?, ¿Y cómo pueden algunos espiritas romper la armonía de esas reuniones espirituales con aparatos inútiles e innecesarios, con la introducción de sistemas pretenciosos en las sesiones mediúmnicas? Si queremos deformar y ridiculizar la practica espirita, basta con que exijamos el mantel blanco y rituales, obligando a formar la corriente de manos dadas y otras muchas tonterías de esa especie. Es lo que hacen los espíritus mistificadores, a través de dirigentes supersticiosos y simplones.
Para comer el pan de la verdad solo necesitamos de los dientes del buen sentido. Por eso el comensal de la posada de Emaús simplemente desapareció después de partir el pan. Todas las técnicas inventadas por los hombres vanidosos, de rígidas disciplinas en la hora de la sesión, de palabras mágicas y gestos misteriosos no pasa de ser mala hierva en el cultivo. La practica espirita debe ser racional y simple, pues toda puesta en escena y aparato solo sirve para estimular las mistificaciones.
Hay personas que desean hacer las sesiones a plena luz, por entender que la penumbra habitual da motivo a desconfianzas y representa una modalidad de formalismo. Mas la penumbra es necesaria para la buena concentración de los médiums y de los asistentes. La iluminación normal de la sala provoca distracciones, penetra párpados y rompe el clima de recogimiento. Claro que no se debe hacer oscuridad excesiva y mucho menos completa, más la penumbra del ambiente no es un aparato formal, es una exigencia natural de la concentración serena. . Más allá de esas razones evidentes, conviene recordar que el exceso de luz ejerce influencia inhibitoria sobre los médiums y la emanación fluídica del ectoplasma. En todas las reuniones mediúmnicas el ectoplasma se libera para ayudar a las ligaciones periespirituales entre médiums y espíritus. Hemos de saber distinguir entre lo necesario y lo superfluo, entre lo conveniente y lo inconveniente, sin hacer concesiones a la ignorancia o a la desconfianza de los que no entienden del asunto.
( Continuará)
- Herculano PIres-
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43. Los mundos progresan físicamente mediante la elaboración de la materia, y moralmente por la purificación de los Espíritus que habitan en ellos. La felicidad que en esos mundos se disfruta está en relación directa con la preponderancia del bien sobre
el mal, y esa preponderancia es el resultado del adelanto moral de los Espíritus. No basta con el progreso intelectual, visto que con la inteligencia ellos pueden hacer el mal.
Así pues, tan pronto como un mundo ha llegado a uno de sus períodos de transformación, que le permitirá ascender en la jerarquía de los mundos, se producen mutaciones en la población encarnada y desencarnada. Entonces ocurren las grandes emigraciones e inmigraciones. Aquellos que a pesar de su inteligencia y su saber han perseverado en el mal, en su rebeldía contra Dios y contra sus leyes, se convertirían en adelante en un
obstáculo al posterior progreso moral, en una causa permanente de perturbación para la tranquilidad y la dicha de los buenos, razón por la que son excluidos de ese mundo, y enviados a mundos menos adelantados, donde aplicarán la inteligencia y la intuición de los conocimientos que han adquirido al progreso de aquellos entre los cuales fueron llamados a vivir, al mismo tiempo que expiarán, a través de una serie de penosas existencias y por medio del trabajo arduo, sus faltas pasadas y su voluntaria obstinación.
¿Qué serán esos seres, en medio de esas otras poblaciones, nuevas para ellos y aún en la infancia de la barbarie, sino ángeles o Espíritus caídos, llegados para expiar? La tierra de donde fueron expulsados, ¿no es un paraíso perdido? Esa tierra, ¿no es un jardín de delicias, en comparación con el medio ingrato donde van a quedar relegados durante miles de siglos, hasta que hayan merecido liberarse de él? El vago recuerdo intuitivo que conservan de aquella tierra es para ellos como un espejismo lejano que les recuerda lo que han perdido por su propia culpa.
44. Con todo, al mismo tiempo que los malos se alejan del mundo en que habitaban, otros Espíritus mejores los sustituyen, provenientes ya sea de la erraticidad de ese mismo mundo, o de un mundo menos adelantado al que debieron abandonar. Para esos Espíritus el nuevo hogar será una recompensa. De ese modo, la población espiritual renovada y liberada de sus peores elementos, al cabo de cierto tiempo contribuirá a que mejore el estado moral de aquel mundo.
Algunas veces esas mutaciones son parciales, es decir, que se circunscriben a un pueblo, a una raza; otras veces son generales, cuando llega para el globo el período de renovación.
EL GÉNESIS
ALLAN KARDEC
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