sábado, 24 de febrero de 2024

Los ángeles caídos y el Paraíso perdido.

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Providencia y despertar (1 de 2)

2.- La carne es débil (1 de 2)

3.- La mesa y el pan ( 1 de 3)

4.- Los ángeles caídos y el Paraíso perdido.


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PROVIDENCIA Y DESPERTAR
( 1 de 2 )
Jesús estableció el amor a Dios  por encima de todo y al prójimo como así mismo, como la base, la razón y el fin de la vida, para crecer y elevar la realidad interior de la criatura, haciendo de ella  surgir en todas sus potencialidades,  que están es un estado latente en su interior.

Amar es un arte que exige madurez y sacrificio en el cual se deben invertir los valores del sentimiento y de la inteligencia para alcanzar la plenitud. Ese amor  sin cadenas, fomenta el sentido de la fraternidad, que produce una generosa tolerancia  para con las  faltas y limitaciones ajenas y perdona penetrando por detrás de las apariencias, no siempre agradables, que permanecen ocultas.

Para equilibrar al hombre el concepto de Jesús sobre el amor es el derrotero más seguro.

A medida que adquiere madurez el amor se hace más extenso, exteriorizándose y alcanzando a las demás personas interfiriendo las condiciones de vida del lugar donde marcha.

La necesidad de vivir en sociedad es manifestación del amor, en su más profunda expresión, impeliendo a los individuos hacia una comunión de sentimientos más plena, a través de la cual se realizan.

Las desdichas morales y angustias generadoras de sufrimientos variado alcance resultan de la visión destorcida sobre el amor que lleva a la criatura a las imposiciones egoístas, que disimulan con la apariencia del sentimiento noble.

Los antagonismos, los odios fulminantes, las amarguras de larga duración, los estímulos para la venganza, surgen por la ampliación arbitraria de la facultad de amar, sometiendo al prójimo y explotándolo,  se impone y corrompe, cosa que debilita los tejidos sutiles de la organización espiritual, facultando el desencadenamiento de innumerables enfermedades.

El pasado es una sombra pesada, ocultando desdichas e impiedad, el futuro es poderosa luz a diluir todas las edificaciones de la perversidad y de la insania que medran y se desarrollan en los laberintos de la ignorancia y de la ilusión.

Todos somos victimas de nosotros mismos, que devolvemos mal por mal, sin aprovechar el dolor como generador de bendiciones  y el infortunio como sumidero de moléculas e imperfecciones.

La vida no es ministrante de pasiones mezquinas ni campo de continuo barbarismo a sueldo de los impositivos egoístas de cada criatura.  El hombre a de tener tiento, oir y meditar. El Señor escucha  las oraciones de arrepentimiento y se apiada de todos. Es tiempo de recomenzar.  La vida no tiene limites en su extensión y su objetivo es la felicidad  de todos los que nos encontramos arrastrados por las corrientes de los acontecimientos que desencadenamos  a través de nuestros pensamientos, palabras y actos…

Cuando un enfermo pide la protección espiritual, casi siempre lo hace con la intención de recomponer el organismo, recuperar la salud, usufructuar de un periodo Más demorado en el cuerpo. Y extraña mucho que los resultados sean opuestos a los anhelados. 

Divaldo Pereira Franco

( Continúa)
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LA CARNE ES DEBIL

ESTUDIO FISIOLOGICO Y MORAL

( 1 de 2)

Enviado por el blog de los Espiritas

Por Allan Kardec

Hay inclinaciones viciosas que evidentemente son más inherentes  al espíritu, porque tienen que ver más  con lo moral que con lo físico; otras parecen más consecuencia del organismo y, por ese motivo, la gente se juzga menos responsable. Tales son las predisposiciones  a la cólera, a la maldad, a la sensualidad, etc.

Está hoy perfectamente reconocido por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales correspondientes a las diversas aptitudes deben su desenvolvimiento a la actividad del espíritu; que ese desenvolvimiento es, así, un efecto y no una causa. Un hombre  no es músico porque tiene el don  de la música, más si tiene el don de la música porque  su espíritu es músico (Revista de julio de 1860 y abril de 1862)

Si la actividad del espíritu reacciona sobre el cerebro, debe reaccionar igualmente sobre las otras partes del organismo.  Así, el espíritu es artífice de su propio cuerpo, por así decirlo, lo modela, con el fin de apropiarlo  a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Siendo así, la perfección   del cuerpo en las razas adelantadas  sería el resultado del trabajo del espíritu  que perfecciona su utensilio a la medida que aumentan sus facultades. (La Génesis según el Espiritismo, cap. XI, Génesis Espiritual).

Por una consecuencia natural de ese principio, las disposiciones morales del espíritu deben  modificar  las cualidades de la sangre, darle mayor o menor  actividad, provocar secreción más o menos abundante  de bilis o de otros fluidos.  Es así, por ejemplo, que el glotón siente venir la saliva,  o, como se dice vulgarmente, hacerse la boca agua ante un plato  apetitoso. No es el alimento  el  que puede súper excitar el órgano del paladar, pues no hay  contacto;  es, por tanto,  el espíritu, cuya sensualidad es despertada, que actúa por el pensamiento sobre ese órgano, al paso que, sobre otro espíritu, la visión de aquel plato no produce nada.  Se da  lo mismo en todas las ambiciones, en todos los deseos provocados por la visión. La diversidad de las emociones no puede ser comprendida, en una porción de casos,  sino por la diversidad de las cualidades del espíritu.  Tal es la razón  por la cual una persona  sensible fácilmente derrama lagrimas; no es la abundancia de las lágrimas la que da sensibilidad  al espíritu que provoca la abundante secreción  de lágrimas. Bajo el imperio de la sensibilidad, el organismo se modeló bajo esa disposición normal del espíritu, como se modelo bajo la del espíritu glotón.

Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un espíritu  irascible debe tener  un temperamento bilioso, de donde se sigue que un hombre no es colérico porque es bilioso, más si que es bilioso porque es colérico. Así acontece  con todas las otras  disposiciones instintivas; un espíritu tímido  e indolente dejará  su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, al paso que, si el fuera activo y enérgico, dará a su sangre, a sus nervios, cualidades bien diferentes.  La acción del  Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que muchas veces se ven graves desordenes organizas producidos  por efecto de violentas conmociones morales. La expresión vulgar: La emoción le hace subir la sangre, no es tan carente de sentido como uno podría creer. ¿Ahora, que es lo que puede alterar la sangre  sino las disposiciones morales del espíritu?

Este efecto es sensible sobretodo en los grandes dolores, en las grandes alegrías, en los grandes pavores, cuya reacción puede llegar a causar la muerte.  Vemos personas que mueren de miedo a morir. ¿Ahora, qué relación existe entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa pavor, objeto que, muchas veces, no tiene ninguna realidad? Se dice que es el efecto de la imaginación; es decir,  que es la imaginación sino un atributo, un modo de  sensibilidad del espíritu? parece difícil atribuir a la imaginación,  a los músculos  y a los nervios,  pues entonces no comprenderíamos porque esos músculos y esos nervios no tienen imaginación siempre; porque no la tienen después de la muerte; porque lo que a unos causa un pavor mortal, a otros excita el coraje.

Sea cual sea la sutileza que usemos para explicar los fenómenos morales exclusivamente por las propiedades  de la materia, caeremos inevitablemente en un estancamiento, en el fondo del cual se percibe, con toda evidencia, y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el organismo no es sino un medio de manifestación,  como el piano es el    instrumento de las manifestaciones  del pensamiento del músico. Así como el músico afina su piano,  se puede decir  que el Espíritu  afina su cuerpo para ponerlo en el diapasón de  sus disposiciones morales.

Es realmente curioso ver el materialismo hablar incesantemente de la necesidad de elevar la dignidad del hombre, cuando se esfuerza para reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar cualquier vestigio; de reivindicar  para sí la libertad  como un derecho natural, cuando lo transforma en un mecanismo, marchando  como una marioneta, sin responsabilidad por sus actos.

(continuará)

Revista espírita 1869

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        LA MESA Y EL PAN (1 DE 3)



         

J. Herculano Pires

   Kardec explico el problema de la  mesa en las sesiones espiritas  con su habitual naturalidad: es el mueble más cómodo para sentarnos a su alrededor. Apartaba así cualquier resquicio de misticismo y magia, de rito o sacramento  en el acto mediúmnico. No obstante, hay quien considera ese acto puramente místico y mágico, recordando  la evocación y la oración. No nos sentamos  en torno a la mesa no solamente para conversar o escribir, sino también para alimentarnos.  La alimentación que tomamos en la mesa espirita no es material, sino espiritual. La evocación no es un rito, sino una invitación. Antes de sentarnos a la mesa los convites fueron hechos, pues basta   pensar en un espíritu  para que lo evoquemos.  Él puede atender  o no a nuestra invitación, pues es libre  y no está sometido a ningún poder humano.  Mas el pan que ponemos sobre la mesa es el pan espiritual de la oración, que será partido y servido en la hora del  adoctrinamiento.

Nos dice el Evangelio de Lucas en el episodio  conmovedor de los discípulos  en el camino de Emaús. Después de la Resurrección de Jesús, Cleofás y un compañero seguían, al atardecer, para esa aldea, apartándose del escenario angustiado de Jerusalén. Un extraño los alcanzó y acompañó,  conversando sobre la muerte y la resurrección de Jesús. Se detuvieron en una posada para comer. Se sentaron a la mesa  con aquel extraño. Más  en el momento en que el partió el pan, los discípulos lo reconocieron: era el Maestro resucitado.  Enseguida el Señor desapareció y la mesa solo quedó con dos alrededor. Es fácil imaginarse el asombro  de los discípulos. El vacío de la mesa y el silencio del anochecer, que ya comenzaba, debieron parecerles mucho más lleno de rumores y alegrías que las mesas de los banquetes festivos del mundo.

Es precisamente lo que pasa en la mesa sencilla,  sin aparatos,  de una verdadera sesión mediúmnica.  El color del mantel poco importa. El color blanco  no afecta al acto mediúmnico  como si es rojo o  negro. La pureza exigida es solo  la de las intenciones. Los invitados  que están alrededor  no son conocidos. Surgen en el camino, en la penumbra del crepúsculo, como extraños.  Más en el momento de partir el pan  ellos se revelan.  Hecha la oración sencilla de apertura de los trabajos podemos  ver, por la manera  de ellos partir el pan, quienes son ellos. Iniciamos entonces la conversación necesaria y después ellos desaparecen  como aparecieron, retornando a lo invisible, en el seno de la noche. 

¿Cómo pueden los cristianos de  todas las denominaciones censurar  esa comida sencilla y atribuirla a  influencias diabólicas?  ¿Cómo pueden decir que todo eso no pasa de ser una ilusión, locura o mistificación? ¿Nunca leyeron, ni  por casual, el tópico sobre los dones espirituales en la I Epístola de Paulo a los Corintios? ¿No vieron que el apóstol confirma la simbología  conmovedora de la Estrada de Emaús, relatando las sesiones mediúmnicas  de la era apostólica?, ¿Y cómo pueden algunos espiritas romper la armonía de esas reuniones espirituales con aparatos inútiles e innecesarios, con la introducción de sistemas pretenciosos  en las sesiones mediúmnicas? Si queremos deformar y ridiculizar la practica espirita, basta con que exijamos el mantel blanco y rituales, obligando a formar la corriente de manos dadas  y otras muchas tonterías de esa especie. Es lo que hacen los espíritus mistificadores, a través de dirigentes supersticiosos y simplones.

Para comer el pan de la verdad solo necesitamos de los dientes del buen sentido. Por eso el comensal  de la posada de Emaús  simplemente desapareció después de partir el pan.  Todas las técnicas inventadas por los hombres vanidosos, de  rígidas disciplinas   en la hora de la sesión, de palabras mágicas y gestos misteriosos no pasa de ser mala hierva en el cultivo. La practica espirita debe ser racional y simple, pues toda puesta en escena y aparato solo sirve para estimular las mistificaciones.

Hay personas que desean hacer las sesiones a plena luz, por entender que la penumbra habitual da motivo a desconfianzas y representa una modalidad de formalismo. Mas la penumbra es necesaria  para la buena concentración  de los médiums y de los asistentes. La iluminación normal de la sala provoca  distracciones, penetra párpados y rompe el clima de recogimiento. Claro que no se debe  hacer oscuridad excesiva y mucho menos completa, más la penumbra  del ambiente no es un aparato formal, es una exigencia natural de la concentración  serena. . Más allá de esas razones evidentes, conviene recordar que el exceso  de luz ejerce influencia inhibitoria sobre los médiums y la emanación fluídica del ectoplasma.  En todas las reuniones mediúmnicas el ectoplasma se libera para ayudar  a las ligaciones periespirituales entre médiums y espíritus. Hemos de saber distinguir entre lo necesario y lo superfluo, entre lo conveniente y lo inconveniente, sin hacer concesiones a la ignorancia o a la desconfianza de los que no entienden del asunto.

( Continuará)

- Herculano PIres-

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 LOS ÁNGELES CAÍDOS Y EL PARAÍSO

 PERDIDO 


43. Los mundos progresan físicamente mediante la elaboración de la materia, y moralmente por la purificación de los Espíritus que habitan en ellos. La felicidad que en esos mundos se disfruta está en relación directa con la preponderancia del bien sobre 
el mal, y esa preponderancia es el resultado del adelanto moral de los Espíritus. No basta con el progreso intelectual, visto que con la inteligencia ellos pueden hacer el mal. 

Así pues, tan pronto como un mundo ha llegado a uno de sus períodos de transformación, que le permitirá ascender en la jerarquía de los mundos, se producen mutaciones en la población encarnada y desencarnada. Entonces ocurren las grandes emigraciones e inmigraciones. Aquellos que a pesar de su inteligencia y su saber han perseverado en el mal, en su rebeldía contra Dios y contra sus leyes, se convertirían en adelante en un 
obstáculo al posterior progreso moral, en una causa permanente de perturbación para la tranquilidad y la dicha de los buenos, razón por la que son excluidos de ese mundo, y enviados a mundos menos adelantados, donde aplicarán la inteligencia y la intuición de los conocimientos que han adquirido al progreso de aquellos entre los cuales fueron llamados a vivir, al mismo tiempo que expiarán, a través de una serie de penosas existencias y por medio del trabajo arduo, sus faltas pasadas y su voluntaria obstinación. 

¿Qué serán esos seres, en medio de esas otras poblaciones, nuevas para ellos y aún en la infancia de la barbarie, sino ángeles o Espíritus caídos, llegados para expiar? La tierra de donde fueron expulsados, ¿no es un paraíso perdido? Esa tierra, ¿no es un jardín de delicias, en comparación con el medio ingrato donde van a quedar relegados durante miles de siglos, hasta que hayan merecido liberarse de él? El vago recuerdo intuitivo que conservan de aquella tierra es para ellos como un espejismo lejano que les recuerda lo  que han perdido por su propia culpa. 

44. Con todo, al mismo tiempo que los malos se alejan del mundo en que habitaban, otros Espíritus mejores los sustituyen, provenientes ya sea de la erraticidad de ese mismo mundo, o de un mundo menos adelantado al que debieron abandonar. Para esos Espíritus el nuevo hogar será una recompensa. De ese modo, la población espiritual renovada y liberada de sus peores elementos, al cabo de cierto tiempo contribuirá a que mejore el estado moral de aquel mundo. 

Algunas veces esas mutaciones son parciales, es decir, que se circunscriben a un pueblo, a una raza; otras veces son generales, cuando llega para el globo el período de renovación. 

EL GÉNESIS 
ALLAN KARDEC 

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