miércoles, 27 de julio de 2022

El Final de los Tiempos ( I )

     INQUIETUDES

1.- Creacionismo y Evolucionismo

2.- Código penal de la vida futura

3.- El Final de los Tiempos ( I )

4.- 20 maneras de entorpecer la marcha del Espiritismo


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  CREACIONISMO VS. EVOLUCIONISMO

Camilo Flammarión
Zoom 75%

La cuestión del origen del hombre, es sin duda alguna, la más interesante, la de mayor importancia, de todas cuantas cautivan nuestra atención.
El hombre fue creado por la  voluntad directa de un dios, en virtud de un milagro; o el hombre desciende de los animales que la han precedido, en la evolución de la naturaleza.
Estas son las únicas hipótesis posibles, no puede haber una tercera.
La primera implica el milagro y el origen sobrenatural, no sólo del hombre, sino también de todos los animales, de todas las plantas y todos los minerales. Todos los seres vivos debieron nacer adultos y ya en condiciones convenientes para poderse nutrir y reproducirse.
La segunda es el producto de la deducción científica. Todas las especies se han formado de un modo natural, derivando unas de otras.
¿Cuál es el medio para conocer la verdad?
1º) Tener el espíritu libre
2º) Observar lo que sucede en la naturaleza.

Examinemos, pues al hombre con la más completa independencia e imparcialidad.
Empecemos por su vida embrionaria. En el comienzo de su vida embrionaria, el hombre es una simple célula. El ovario humano es esencialmente parecido al de los demás mamíferos.
Es imposible reconocer en el primer estado distinción alguna entre el embrión del hombre y algunos mamíferos, pájaros o reptiles. En las primeras semanas de su vida embrionaria, el hombre pasa sucesivamente, por las principales especies animales, que existen hoy en día.
El embrión  de un niño en la cuarta semana, y los de un perro en la misma edad, de una tortuga de igual fecha o de un polluelo de cuatro días, se parecen hasta el punto de poderlos confundir.
La misma naturaleza responde la pregunta, con nuestra embriogenia actual. Pero cuando ya estamos enteramente formados, aún nos restan órganos rudimentarios o atrofiados que nos son totalmente inútiles y que no pueden ser sino un legado de nuestros antecesores.
En lo anterior se encuentran el vello que cubre nuestro cuerpo, los músculos de la oreja, con los cuales no logramos mover nada, mientras los animales si lo hacen. En el ángulo interno de nuestro ojo, hay un repliegue semilunar, que es el último vestigio del tercer párpado interno de algunos animales, como los pájaros, los reptiles, etc.
La cola de los monos la conservamos, aún durante dos meses, al principio de la vida embrionaria.
Todos estos órganos, son otras tantas pruebas, que establecen la verdad de la teoría de la descendencia, o transformació n natural.
Si el hombre o cualquier otro ser hubiese sido hecho  desde el principio, con un objeto determinado, si hubiesen sido llamados a la vida por un creador, la existencia de esos órganos no tendría ninguna razón de ser.
La teoría de la descendencia por el contrario, da  con mucha sencillez la explicación, y nos enseña que los órganos rudimentarios, son partes del cuerpo que, con el transcurso de los siglos, han quedado fuera de servicio.
Y a pesar de que nuevas adaptaciones los han hecho inútiles,  no por eso han dejado de trasmitirse, de generación en generación.
Todas las conclusiones confirmadas por la Geología y Paleontología, confirman que hay una progresión continua, de los organismos más sencillos a los más complicados.
Entre los diversos tipos de animales fósiles, se observa gradación sucesiva, como si alguna fuerza de organización se hubiera ingeniado para añadir, modificar y complicar incesantemente, llevando al infinito el número y variedad de las especies. Pero queda la huella del movimiento, y ¿no hereda acaso el niño, la facultad esencial del mono?
Hay algunos hombres que prefieren ser descendientes de un Adán perfecto, que haberse elevado desde el simio progenitor. Es cuestión de gusto…

Extractado de su obra:
“Noches de Luna”

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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       Código penal de la vida futura 

Impreso en la conciencia del ser llevamos la noción del bien y del mal, así como la existencia de un Dios creador y dador de vida. Siendo el hombre un ser trascendente, desde la aceptación de una vida futura se planteó cómo sería la vida después del túmulo. El destino, más allá de la tumba, ¿sería igual para el justo que para el que no se ajustó a las leyes divinas? 
El sentido común y la intuición de las leyes divinas llevaban a considerar que la situación sería muy diferente y así, en función de la evolución que en cada momento presentaban las sociedades, se intentó dar explicación a esta cuestión. Con diversas interpretaciones de acuerdo a las diferentes filosofías, religiones y según también el grado de adelanto de las sociedades, se daba una coincidencia en una suerte de “paraíso” de paz y felicidad para el justo y un sufrimiento para aquellos que faltaron a la ley divina, a los que se les suponía una localización física. 
Las visiones de los místicos, extáticos, sensitivos, médiums en definitiva, fueron interpretadas ajustándolas a sus preconceptos religiosos (Dante Alighieri, Santa Teresa, Swedenborg …) Allan Kardec en el capítulo VII del libro El Cielo y el Infierno nos habla del código de las penas futuras en la interpretación del espiritismo. Explica que –al igual que con el resto de las obras espíritas- siguió un método de observación y análisis, sin preconceptos previos, fruto de la observación, a través de numerosas comunicaciones recibidas por una cantidad ingente de médiums, en lugares diversos: «No se trata aquí de la relación de un solo espíritu, que podría ver los acontecimientos desde su punto de vista, bajo un solo aspecto, o estar todavía dominado por las preocupaciones terrestres, ni de una revelación hecha a un solo individuo que podría dejarse engañar por las apariencias, ni de una visión extática, que se presta a las ilusiones y muchas veces no es más que resultado de una imaginación exaltada, sino de innumerables ejemplos suministrados por toda categoría de espíritus, desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala, con ayuda de innumerables intermediarios diseminados sobre todos los puntos del globo, de tal modo que la revelación no es privilegio de nadie, sino que cada uno está en disposición de ver y de observar, y nadie está obligado a creer en la palabra de otro». 
Establecida una gradación en los “goces” y en las “penas”, según se deduce de las manifestaciones de los espíritus (recomendamos al lector la lectura de la Parte II de El Cielo y el Infierno, donde se recogen, a modo de ejemplo, algunas comunicaciones), surge la cuestión de si esa situación es puntual, eventual o será ya permanente, para el resto de la eternidad, como preconizan ciertas religiones. A través de un análisis racional y lógico, Kardec demuestra que un Dios bueno, justo, misericordioso no casa con la idea de un Dios vengativo, incapaz de sentir misericordia por sus hijos extraviados; que ante una caída condena para siempre cuando Él pide el ejercicio del perdón a todos sus hijos. 
Por otro lado, el Divino Pastor nos dijo que no se perdería ni una sola de sus ovejas. Si se admitiera la teoría de las penas eternas estaríamos ante una discriminación, por cuanto si el hombre se arrepiente durante su vida aún puede aspirar a la dicha eterna, pero si el arrepentimiento le llega después de la muerte ya todo para él está determinado y no hay nada que hacer. ¿Por qué el arrepentimiento no ha de tener eficacia sino durante la vida, que no es más que un instante, y no lo ha de tener durante la eternidad que no tiene fin? En estas circunstancias, estaríamos ante un Dios inclemente, menos misericordioso que el propio hombre que permite la rehabilitación y la reinserción del delincuente en la sociedad. 
Del análisis de todas las comunicaciones se llega a una serie de conclusiones en las que nos parece importante señalar cuanto sigue: La dicha y el sufrimiento de los espíritus son directamente proporcionales al grado de perfección e imperfección que presentan. Esta situación es eventual, pues sometido el espíritu a la Ley del progreso, y con destino final la Felicidad, irá progresando, deshaciéndose de sus imperfecciones para alcanzar la dicha que a todos nos está reservada. «Ninguna oveja se perderá» nos dijo el Divino Pastor. 
Las penas y sufrimientos inherentes a las imperfecciones, entre las que se incluye la falta de práctica del bien cuando se tuvo ocasión y no se hizo, se pueden padecer tanto en el mundo físico –en la misma encarnación o en sucesivas reencarnaciones– como en el mundo espiritual. El arrepentimiento supone el punto de inflexión para cambiar el estado de “penalidad”, ya que la ayuda se manifiesta de forma más activa y se modifica la situación en que está el espíritu. Puede darse tanto durante la vida material como en la espiritual. Cuanto antes se dé el arrepentimiento antes se acortará el tiempo del sufrimiento del culpable. Además del arrepentimiento, son necesarios la expiación y la reparación para que la falta y sus consecuencias queden totalmente “borradas”, superadas más bien, porque todo formará parte de nuestros archivos personales. 
Si a cada cualidad corresponde una dicha y a cada falta una pena, la determinación de ésta no es automática, rígida, por cuanto entran en juego los agravantes o atenuantes aplicables al caso, entre los que se contempla el grado de responsabilidad, de madurez intelecto-moral del espíritu, así como la propia actitud, ya que las situaciones, en función de la ley de causa y efecto, se están modificando a cada momento. Recordemos las palabras de Jesús: «El amor cubre la multitud de pecados». Y no olvidemos que la duración también se podrá acortar con un arrepentimiento temprano. 
Las penas no se imponen como medio vengativo, sino que tienen una finalidad, como no podría ser de otra manera ante un Dios infinitamente justo y misericordioso: hacer reflexionar al espíritu para que se produzca un cambio de actitud; por eso son temporales. La dicha y el sufrimiento son inherentes al espíritu, no hay localizados geográficamente un “cielo” o un “infierno”, aunque existan diversos mundos con diferente grado de adelanto en donde concurren espíritus con el mismo grado de evolución. El mensaje que nos trae el espiritismo, desde el razonamiento lógico y la experimentación –que se ha seguido manteniendo vigente a lo largo de las comunicaciones y revelaciones en obras mediúmnicas– es esperanzador. 
Sin ocultar las consecuencias que alcanzan a los espíritus infractores, nos muestra una limitación en la duración de las penas, duración que depende únicamente de nosotros, pues somos los arquitectos de nuestro futuro. La ayuda divina nunca falta. En cuanto el espíritu se muestra arrepentido y decidido a cambiar, la ayuda se le muestra más activamente, permitiendo una reparación, una superación mediante la vuelta al bien, “al camino recto”: es el regreso del hijo pródigo. 
Día a día, momento a momento con nuestros pensamientos, nuestras acciones así como con las omisiones en la práctica del bien, estamos creando nuestro futuro, preparando “la morada” en la que habitaremos al desencarnar. Afanémonos, pues, para encontrarnos plenos y dichosos por la labor bien hecha y agradezcamos a Dios Padre su misericordia infinita, que nos ofrece infinitas oportunidades, tiempo ilimitado para que podamos rectificar, volver al camino y avanzar hacia su encuentro, lo que nos llevará a estar liberados de toda penalidad y sufrimiento. ¡Bendito destino el que Dios preparó a todos sus hijos! «Tal es la ley de la justicia divina: A cada uno según sus obras, así en el cielo como en la tierra» 

Belén Peytaví 
Revista Espírita de la FEE


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              EL FINAL DE LOS TIEMPOS ( I )

   Ancestralmente todas las religiones han venido sosteniendo la creencia de que alguna vez, en el futuro, el mundo se transformará o se acabará. Asimismo esta idea es relacionada en las religiones cristianas con la vuelta o regreso de Cristo a la Tierra.
Las generaciones de este siglo, tal vez influenciadas por esas viejas ideas religiosas, han adoptado ese concepto, haciéndolo propio y desligándolo cada vez más de su ancestral origen religioso, como impulsadas por un instinto renovador necesario ante la sociedad humana, degenerada y materialista tal como se refleja en la civilización occidental.
Esta idea se ha denominado cambio de ciclo, Nueva Era, etc, coincidiendo con la finalización de un milenio y el comienzo de otro, según el calendario romano establecido.
Modernamente, entre las llamadas Ciencias Ocultas y Esotéricas, esto es contemplado generalmente del mismo modo. La Astrología lo llama Era de Acuario y la describe como un periodo de ideales más espiritualizados que en la etapa precedente.
Ya es llegado el momento de analizar estas ideas y enseguida se comprende que no son conceptos muy diferentes entre unas religiones y corrientes esotéricas con respecto a otras, sino que con leves diferencias de matiz doctrinario vienen a converger en una ideas común, de modo que, independientemente de cada concepto, este cambio supone realmente algo más que una idea, pues se trata de un sentimiento popular y generalizado, a pesar de ser ignorado o negado por otras corrientes de pensamiento materialista o ateo, de que estamos viviendo, posiblemente, los últimos días de un mundo viejo y caduco en sus estructuras, y se presiente el cambio con la necesidad de que nos llegue una nueva forma de vivir.
Si analizamos el momento presente, vemos en los pueblos y gentes, más agitados que nunca, en medio de guerras sin cuento ni justificación; gentes rodeadas de un falso bienestar producto de la sociedad materialista y consumista, mientras ignoran a otros pueblos que se mueren literalmente de hambre y miseria; vemos que por doquier abunda el odio, la violencia, las envidias, el egoísmo tan atroz, la corrupción, y en definitiva, la degradación interminable de la sociedad humana.
Sin embargo, también paralelamente existen movimientos y grupos de gentes, sobre todo de gentes jóvenes de espíritu, que desde diversos ámbitos, religiosos, culturales o filantrópicos, vienen empujando con fuerza a las generaciones anteriores, en un choque generacional en el que su altruismo va desplazando los viejos egoísmos, llevando a cabo un ejemplo vivo, silencioso pero firme, de un impulso de renovación social a partir de un cambio interno de regeneración moral y espiritual en cada individuo, y por extensión, en cada grupo del movimiento social humano.
Se podría afirmar que hay en el ambiente, una fuerza impulsora de transformación hacia lo puro, en medio de tanta inmundicia social que amenaza con destruir el género humano y a su hábitat natural. Sin lugar a dudas, esta fuerza impulsora es la  palpable de la tremenda labor, callada y firme de la Ley de Evolución que nunca ha dejado de actuar.
Cuando vemos las nubes, adivinamos la tormenta inminente; asimismo cuando contemplamos y meditamos sobre estas señales de los tiempos que vivimos, sentimos la necesidad y casi la inminencia de un profundo cambio social.
Para los que tenemos a Jesús de Nazaret como el más grande profeta y Maestro, esta certeza es más fuerte aún si cabe, porque Él prometió una segunda venida a la Tierra, precedida por lo que él llamó un Consolador para toda la humanidad, que explicaría y ampliaría las cosas que Él no había podido explicar o aclarar por falta de no estar el pueblo lo suficientemente preparado para entender entonces.
Los estudiosos de la filosofía y ciencia espírita creemos que la promesa prometida se ha cumplido ya, porque este Consolador vino al género humano a finales del siglo XIX, concretamente en el año 1857 con el nacimiento del Espiritismo creado a partir de los mensajes y diálogos con los Espíritus Superiores, que fueron recibidos y analizados por Allán Kardec a través de diferentes médiums, y fueron la base de una  filosofía y unos conocimientos espirituales que asentaron unos principios morales tan sencillos como profundos, algunos de los cuales ya eran conocidos en otros sectores de la humanidad porque  son los que habían sustentado otras religiones.
Allan Kardec realizó la Codificación Espírita, clasificando y agrupando los muchos comunicados espirituales en forma de preguntas y respuestas, recopiladas a través de diversas mediumnidades. Estos comunicados y enseñanzas procedían de Seres Espirituales que existen en otra dimensión o Más Allá, seres que anteriormente también habían sido seres humanos y cuando tras la muerte abandonaron su cuerpo físico, continuaron existiendo como Espíritus. Los Espíritus continúan existiendo en un cuerpo semejante al último cuerpo físico que tuvieron, llamado Periespíritu, Su existencia en el Más Allá se realiza en otras franjas vibratorias diferentes a las del plano físico existencial de los que ahora nos llamamos "vivos".
En la referida Codificación, estos Seres inmateriales se autodenominaron como Espíritus y nos descubrieron ese Más Allá donde viven, desvelando y aclarando al ser humano una serie de verdades filosóficamente irrefutables, moralmente superiores y científicamente comprobables mediante el estudio y comprobación de la mediumnidad.
A la parte científica del Espiritismo, modernamente se añadieron al campo de la mediumnidad, otras ciencias de comprobación de esta realidad, como el el campo de la Psiquiatría y la Psicología, en donde están explorando, como método terapéutico, regresiones de pacientes a vidas anteriores, demostrando así la realidad de la reencarnación y desvelando en muchos casos las tramas que en el psiquismo de la vida humana, se originan por la Ley de Consecuencias. Por otro lado, el extenso campo de la electrónica y la óptica, también han colaborado grandemente al avance de la ciencia espírita, mediante las investigaciones de la llamada "Comunicación Instrumental", donde se han obtenido las llamadas "Psicofonías", grabaciones de "difuntos" que acreditan estar vivos; el "Espiricom" por el que han llegado a mantener diálogos directos con seres "desencarnados"; la "Fotografía Psiquica"; el "Vidiucom" en el que al sonido del Espíricom se añadieron imágenes de estos Entes vivos de ultratumba, y por último, también añado la existencia de otras investigaciones de "comunicación ultraterrena" en el campo de la telefonía y la informática.

( continúa en el siguiente publicado)

- Jose Luis Martín- (Aguas Nuevas-Albacete)

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Andre Luiz

20 MANERAS DE ENTORPECER LA MARCHA DEL ESPIRITISMO


Nosotros, los Espíritas, podemos perturbar la marcha del Espiritismo de las siguientes maneras:

1. Postergando nuestra reforma moral.

2. Menospreciando los deberes profesionales que tenemos.

3. No apoyando las obras de caridad.

4. Negándonos al estudio.

5. Faltando a los compromisos sin un justo motivo.

6. Solicitando privilegios.

7. Evitando deliberadamente a los sufrientes para no brindarles pequeños servicios.

8. Colocando los principios espíritas a disposición de los convencionalismos sociales.

9. Especulando con la Doctrina Espírita en materia política 

10. Sacrificando a la familia en los trabajos del Ideal.

11. Acaparando cargos y funciones sin distribuirlos con los demás compañeros, o no aceptando ninguna tarea ni responsabilidad, aislándonos en la indiferencia.

12. Preocupándonos por la conquista de aplausos.


13. Considerarnos indispensables.


14. Rehuyendo el examen imparcial y sereno de las cuestiones concernientes a la claridad interpretativa del Espiritismo, el que siempre debe estar por encima de los intereses y de las personas.

15. Renunciando al raciocinio y dejándonos atrapar por movimientos o personas que intentan sutilmente ensombrecer la labor elucidativas espírita con preconceptos y fantasías.

16. Hiriendo a los demás con palabras agresivas o dejando de auxiliarlos en el momento preciso con manifestaciones orales de consuelo y conocimiento.

17. Manteniendo resentimientos.

18. Relegando el deber natural de cooperar respetuosamente con los dirigentes de las instituciones que sirven a la Doctrina.

19. Adulando a los médiums y a los trabajadores de la causa espírita.

20. Delegando en los demás las responsabilidades que nos competen.

Benefactor Espiritual ANDRÉ LUIZ.
Médium WALDO VIEIRA.

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