jueves, 27 de enero de 2022

La cuestión de Dios

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Hoy

2.- El espírita y el mundo actual

3.- La cuestión de Dios

4.- Principios que sostienen los miembros de Zona Espírita.com



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                                                               HOY

( Psicografía de Carlos A. Baccelli )

Hoy es tu mejor oportunidad.
No te angusties por el pasado, ni te inquietes por el futuro.
La cosecha es siempre una consecuencia natural de la siembra.
Piensa en la transitoriedad de la vida física y no desperdicies los minutos.
Vivir, todos viven, pero vivir conscientemente es privilegio de pocos.
Dijo Jesús: "Donde esté vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón".
Que tu presencia en el mundo sea un punto de orientación para los que vagan sin rumbo.
Utiliza tus conocimientos y ejercita la paciencia.
Cultiva las flores de la alegría en el jardín de la esperanza.
La comprensión es la luz del espíritu.
El hombre es igual a la simiente que existe en función de los frutos que produce.
Vive como si hoy fuese el día señalado para tu encuentro definitivo con Dios, ante el cual no debes comparecer con las manos vacías.
Si te sientes solitario, acuérdate del Señor caminando solo entre la multitud y sigue cargando el fardo que te comprime el pecho.
Todos seremos llamados individualmente al testimonio de la fe.
El secreto de la felicidad es saber esperar.

- Carlos Torres Pastorino-( Espíritu) Psicografia de Carlos. A. Baccelli

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             El espírita y el mundo actual


La Tierra está pasando por un período crítico de crecimiento. Nuestro pequeño mundo, cerrado en concepciones mezquinas y obtusos y estrechos límites, madura para el infinito. Sus fronteras se abren en todas direcciones. Estamos en vísperas de una Nueva Tierra y un Nuevo Cielo, según las expresiones del Apocalipsis.

El Espiritismo vino para ayudar a la Tierra en esa transición. Procuremos, pues, comprender nuestra responsabilidad de espíritas, en todos los sectores de la vida contemporánea. No somos espíritas por acaso, ni porque precisamos del auxilio de los Espíritus para la solución de nuestros problemas terrenos. Somos espíritas porque asumimos en la vida espiritual graves responsabilidades para esta hora del mundo. Ayudémonos a nosotros mismos, ampliando nuestra comprensión del sentido y de la naturaleza del Espiritismo, de su importante misión en la Tierra. Y ayudemos al Espiritismo a cumplirla.

El mundo actual está lleno de problemas y conflictos. El crecimiento de la población, el desarrollo económico, el progreso científico, el aprimoramiento técnico y la profunda modificación de las concepciones de la vida y del hombre, colócanos delante de una situación de asustadora inestabilidad. Las viejas religiones se sienten avaladas hasta lo más hondo de sus cimientos. Amenazan ruina, al impacto del avance científico y de la propagación del escepticismo. Descreyentes de los viejos dogmas, los hombres se vuelven para la fiebre de los instintos, es una inútil tentativa de regresar a la irresponsabilidad animal.

El espírita no escapa a esa exposición del instinto. Mas el Espiritismo no es una vieja religión, ni una concepción superada. Es una doctrina nueva, que apareció precisamente para cimentar el futuro. Sus bases no son dogmáticas, más científicas, experimentales. Su estructura no es teológica, más filosófica, apoyada en la lógica más rigurosa. Su finalidad religiosa no se define por las promesas y las amenazas de la Teología, más por la consciencia de la libertad humana y de la responsabilidad espiritual de cada individuo, sujeta al control natural de la ley de causa y efecto.

El espírita no tiene el derecho de temer y apavorarse, ni de huir a sus deberes y entregarse a los instintos. Su deber es uno solo: luchar por la implantación del Reino de Dios en la Tierra. ¿Más, como luchar? Este libro procuró indicar, a los espíritas, varias maneras de proceder en las circunstancias de la vida y en vista de los múltiples problemas existentes en la hora presente. No se trata de ofrecer un manual, con reglas uniformes y rígidas, más de presentar el esbozo de un rotero, con base en la experiencia personal de los autores y en la inspiración de los Espíritus que los auxiliaron a escribir estas páginas. La lucha espírita es incesante.

Sus frentes de batalla comienzan en su propio interior y van hasta los límites del mundo exterior. Mas el espírita no está solo, pues cuenta con el auxilio constante de los Espíritus del Señor, que presiden la propagación y el desarrollo del Espiritismo en la Tierra. La mayoría de los espíritas llegarán al Espiritismo acometidos por el dolor, por el sufrimiento físico o moral, por la angustia de problemas y situaciones insolubles. Mas, una vez integrados en la Doctrina, no pueden y no deben continuar con las preocupaciones personales que motivaran a su transformación conceptual.

El Espiritismo les abrió la mente para una comprensión enteramente nueva de la realidad. Es necesario que todos los espíritas procuren alimentar, cada vez más, esa nueva comprensión de la vida y del mundo, a través del estudio y de la meditación. Es necesario también que aprendan a usar la poderosa arma de la oración, tan desmoralizada por el automatismo habitual a que las religiones formalistas la relegaran.

La oración es la más poderosa arma de que disponemos los espíritas, como nos enseñó Kardec, como lo proclamó León Denis y como lo acentuó Miguel Vives. La oración verdadera, brotada del íntimo, como la fuente transparente brota de las entrañas de la tierra, es de un poder no calculado por el hombre. El espírita debe utilizarse constantemente de la oración. Ella le calmará el corazón inquieto y aclarará los caminos del mundo. La propia ciencia materialista está hoy probando el poder del pensamiento y su capacidad de transmisión al infinito.

El pensamiento empleado en la oración lleva aún la carga emotiva de los más puros y profundos sentimientos. El espírita ya no puede dudar del poder de la oración, pregonado por el Espiritismo. Cuando algunos «maestros» ocultistas o espíritas desavisados llamen a la oración de muleta, el espírita convicto debe recordar que Cristo también la usaba y también la enseñó. ¡Bendita muleta es esa, que el propio Maestro de los Maestros no arrojó a la margen del camino, en su luminoso pasaje por la Tierra! El espírita sabe que la muerte no existe, que el dolor no es una venganza de los dioses o un castigo de Dios, más una fuerza de equilibrio y una ley de educación, como explicó León Denis. Sabe que la vida terrena es apenas un período de pruebas y expiaciones, en que el espíritu inmortal se prepara, con vistas a la vida verdadera, que es la espiritual.

Los problemas angustiantes del mundo actual no pueden perturbarlo. El está amparado, no en una fortaleza perecible, más en la seguridad dinámica de la comprensión, del apercibimiento constante de la realidad viva que le rodea y de que él mismo es parte integrante. Las mudanzas incesantes de las cosas, que nos revelan la inestabilidad del mundo, ya no pueden asustar al espírita, que conoce la ley de evolución. ¿Cómo puede él inquietarse o angustiarse, delante del mundo actual? El Espiritismo le enseña y demuestra que este mundo en el que ahora nos encontramos, lejos de amenazarnos con la muerte y la destrucción, nos acecha con la resurrección y una vida nueva.

El espírita tiene que enfrentar el mundo actual con la confianza que el Espiritismo le da, esa confianza racional en Dios y en sus leyes admirables, que rigen las constelaciones atómicas en el seno de la materia y las constelaciones astrales en el seno del espacio infinito. El espírita no teme, porque conoce el proceso de la vida, en sus múltiples aspectos, y sabe que el mal es un fenómeno relativo, que caracteriza los mundos inferiores. Sobre su cabeza ruedan diariamente los mundos superiores, que le esperan en la distancia, y que los mismos materialistas hoy procuran alcanzar con sus cohetes y sus sondas espaciales. No son, por tanto, mundos utópicos, ilusorios, más realidades concretas del Universo, visible.

Confiante en Dios, inteligencia suprema del Universo y causa primaria de todas las cosas -poder supremo e indefinible, al que las religiones dogmáticas dieran la apariencia errónea de la propia criatura humana-, el espírita no tiene lo que temer, desde que procure seguir los principios sublimes de su Doctrina. Dios es amor, escribió el apóstol Juan.

Dios es la fuente de Bien y de la Belleza, como afirmaba Platón. Dios es aquella necesidad lógica a la que se refería Descartes, que no podemos quitar del Universo sin que el Universo se deshaga. El espírita sabe que no tiene apenas creencias, pues posee conocimientos. Y quien conoce no teme, pues sólo lo desconocido nos asusta. El mundo actual es el campo de batalla del espírita. Más es también su oficina, aquella oficina en la que él forja un mundo nuevo. Día a día él debe batir en la bigornia del futuro. A cada día que pasa, un poco del trabajo estará hecho.

El espírita es el constructor de su propio futuro, es el auxiliar de Dios en la construcción del futuro del mundo. Si el espírita recula, si teme, si vacila, puede comprometer la gran obra. Nada le debe perturbar el trabajo, en la turbulenta más promisoria oficina del mundo actual. En resumen: El espírita es el consciente constructor de una nueva forma de vida humana en la Tierra y de vida espiritual en el Espacio; su responsabilidad es proporcional a su conocimiento de la realidad, que la nueva Revelación le dio; su deber de enfrentar las dificultades actuales y transformarlas en nuevas oportunidades de progreso, no puede ser olvidado un momento siquiera; ¡espíritas, cumplamos nuestro deber!

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 (El libro cristiano es el alimento de la vida eterna.- André Luiz)

Extraído del libro ” El tesoro de los espiritas”
Miguel Vives

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                                LA  CUESTIÓN DE DIOS

CREER O NO CREER
creer en una fuerza espiritual trascendente es la pregunta siempre hecha que sostiene el debate centenario entre materialistas y espiritualistas. Pensadores, filósofos y científicos, siempre han estado muy divididos sobre este tema, haciendo valer razonamientos muy elaborados tanto en la demostración de una creencia como en la del ateísmo. En ambos casos, se trata de establecer la prueba intelectual de la existencia de un Dios que crea todas las cosas o las pruebas de su inexistencia.

 Desde los pensadores de la antigüedad griega, hemos hecho muy pocos progresos en esta cuestión que divide a la humanidad en dos, con fenómenos religiosos en segundo plano basados en una creencia impuesta por la tradición en un universo cultural fijo, respondiendo al uso de costumbres inmutables.

 En la etapa religiosa, es pura y simple fe, se siente de acuerdo con la gente, y a menudo admitido de hecho, porque fue transmitido a lo largo de las generaciones. La fe es entonces parte de un ambiente inmutable, en un entorno cultural que no ha variado durante varios siglos. 

Hay, sin embargo, personas de religión que, con el tiempo, han cuestionado sus propias creencias, sometiendo todos los dogmas a una nueva reflexión, ya sea para aprobarlos o para contradecirlos.

 Referido a la cristiandad, ya los Padres de la Iglesia de los primeros siglos habían cuestionado las epístolas de San Pablo y los cuatro evangelios sinópticos, produciendo el cisma disidente del arrianismo, basado en la negación de la divinidad de Jesús. Más tarde, varios teólogos, como San Agustín o Tomás de Aquino, llevaron a cabo una investigación que finalmente basó con mayor precisión los principios del catolicismo.

 Entonces los filósofos a su vez reflexionaron sobre estos principios, y de Kierkegaard a Teilhard de Chardin, muchos de ellos expresaron su propia visión de una creencia en un Dios, más o menos cerca de las teologías religiosas oficiales. Para algunos de ellos, la idea estaba muy alejada, como en Spinoza con su concepción de un Dios panteísta según el cual, el alma humana después de la muerte se mezcla en un gran todo, un poco como en los principios del budismo. 

Y luego también se desvela el deísmo arreligioso, como el de Voltaire, quien, tomando la imagen de Descartes, habló de un Dios gran relojero del Universo sin el cual el mundo no habría existido. 

Se trata del deísmo haciendo intervenir lo racional y la razón, a diferencia del teísmo (de la teología), que se basa en la fe en una verdad revelada. 

Voltaire habla de efectos que no pueden venir de la nada: “Una causa sin efecto es una quimera, un absurdo, así como un efecto sin causa”. Aquí tenemos una prefiguración de la idea de Dios según el Espiritismo, cuando Allan Kardec insistirá en la relación causa-efecto: “Cualquier efecto inteligente tiene una causa inteligente, el poder de la causa está en razón de la grandiosidad del efecto.” 

CUANDO SE IMPONE LA FE 
“Dios existe, lo encontré”, así, en 1969 André Frossard llamó a su testimonio una experiencia a la vez inasible y manifiesta, afirmando en su otro libro “Dios en cuestión” (1990): “Esta luz que no he visto con los ojos del cuerpo, no es aquella que nos ilumina, era una luz espiritual, es decir, como una luz didáctica y como la incandescencia de la verdad… Desde que lo he vislumbrado, casi podría decir que para mí sólo existe Dios y que el resto es sólo hipótesis… No tengo fe en Dios, lo he encontrado.”   Esta fue la experiencia de André Frossard en 1935 a la edad de veinte años cuando entró en una capilla en busca de un amigo. Tuvo entonces una especie de iluminación repentina, que se presentó en forma de certeza: Dios se impuso a él como una evidencia no reflexionada ni razonada, no, una realidad que no habría sufrido ninguna objeción posible.
 De una manera algo similar, Bernard Tapie testificó recientemente su experiencia espiritual, cuando en su juventud a veces tocaba el violín en una iglesia en los suburbios de París: “… un domingo por la mañana, me embargó una emoción, algo que no puedo describir, que me hizo ejecutar como si estuviera en otro lugar, y traté de entender, y me encontré con un sacerdote que era un tipo extraordinario, me dijo: Bernard, has realizado el encuentro… Este encuentro es incomprensible para quien  no cree… Esta fe es la convicción de que existe alguna otra cosa.” 

Y en un registro diferente, el anciano presidente François Mitterrand, en sus últimos deseos a los franceses, dijo: “El año próximo será mi sucesor quien os expresará sus deseos, allí donde yo esté, con el corazón lleno de reconocimiento por el pueblo francés que me ha confiado su destino durante tanto tiempo, y lleno de esperanza en vosotros. Creo en las fuerzas del espíritu y no me separaré de vosotros.” 

Estos testimonios, entre los más llamativos, a menudo provienen de personalidades con una sensibilidad literaria o artística, y otros han atestiguado un sentimiento indescriptible que les dio la certeza de una trascendencia que los superó, que también fue la experiencia de muchos místicos en la historia. 

EL APORTE ESPÍRITA 
Más allá de la fe que a veces se impone fuera de todo pensamiento reflexivo, también hay todo un campo de reflexión que hace intervenir a la razón, concerniente a la creación, el diseño inteligente del Universo o la trascendencia de un Dios. Fue aquí donde el Espiritismo estableció una concepción más precisa, evocando las leyes divinas que presiden la existencia del alma, su preexistencia y su vida futura. Todos los principios del Espiritismo están conectados con lo divino, desde el origen de todo espíritu creado “simple e ignorante” hasta su propósito lejano de amor total en el seno de la creación divina, a través de un largo viaje palingenésico en la lenta evolución intelectual y moral del ser. Esto es lo que Allan Kardec definía como leyes divinas que podrían ser afirmadas por el más allá expresándose a través de la mediumnidad. Así, todo no responde más que a las leyes universales teniendo una dirección inteligente y amorosa, leyes que contradicen la idea del mero azar que algunos todavía reclaman, pero que no puede satisfacer la razón. Son estas leyes universales las que se describen y explican en El Libro de los Espíritus, constituyendo los principios de una doctrina sobre la inmortalidad del alma… de acuerdo con la enseñanza dada por los Espíritus Superiores con la ayuda de diversos médiums. (Subtítulo de El Libro de los Espíritus) 

LOS GRANDES PRINCIPIOS 
El primer principio que enseñaron los Espíritus fue el de la existencia de un Dios afirmado en “Las causas primeras” al comienzo de El Libro de los Espíritus. Las primeras experimentaciones espíritas destacaron la supervivencia del espíritu después de la muerte y su posible manifestación, que sólo podía plantear la cuestión de una fuerza trascendente presidiendo las leyes naturales relativas a la creación y a la evolución. 

Detrás de la supervivencia del espíritu estaba necesariamente la cuestión de Dios. Y dado que la palabra de los muertos podía ser recibida a través del canal mediúmnico, también era evidente que los espíritus de los difuntos liberados de la condición material serían más capaces de responder a las grandes preguntas filosóficas, incluyendo la de una fuerza creativa en el origen de todas las cosas. Y esto es lo que sucedió gracias al trabajo metódico de Allan Kardec, quien, dirigiéndose a los Espíritus más esclarecidos, conocidos como Los Espíritus Superiores, obtuvo respuestas detalladas sobre todas las áreas esenciales de la metafísica: Dios y el Universo; el principio de un impulso espiritual del amor infinito, la fuerza de la creación y el motor de la evolución; las leyes de la evolución, incluida la ley fundamental de la reencarnación; el principio de solidaridad contenido en la relación entre los vivos y los muertos con la noción del guía espiritual; y finalmente la expansión de la vida encarnada a otros mundos habitados en el Universo Infinito. Y es a través de otra ley divina que todos estos principios han sido promulgados, el de la posible comunicación con los desencarnados gracias a sensibilidades particulares inherentes a las personas llamadas médiums.

 Fue a través del estudio de la mediumnidad y su funcionamiento, y por el análisis de los resultados obtenidos, que el fundador del espiritismo puso en evidencia las leyes que, hasta entonces, nunca habían sido realmente aprehendidas. Por lo tanto, está claro que las leyes universales se han actualizado como un principio inmutable, que han sido confirmadas y reafirmadas en la continuación de la historia espírita, con los sucesores de Allan Kardec y hasta hoy. 

También se destacó otro elemento inherente a las leyes naturales y divinas, el de un fluido imponderable, llamado fluido vital o fluido universal, elemento del cual el espíritu extrajo su energía en el mismo momento en que fue creado por un impulso divino. En este momento inicial, el espíritu naturalmente extrajo del fluido universal los elementos constitutivos de su periespíritu. Así nació al mismo tiempo un espíritu “simple e ignorante” extrayendo la energía necesaria para constituir su envoltura fluídica llamada semimaterial, el periespíritu. Es un doble etérico que sirve de intermediario entre el espíritu y la materia, un organismo indispensable para la manifestación de un espíritu a través de un médium, indispensable también durante el proceso de la encarnación cuando el Espíritu necesita este intermediario fluídico para animar la materia en el momento de la fecundación y así pulsar la vida. 

EL SIGNIFICADO DE UNA SÍNTESIS 
A través del acceso al otro mundo, se definieron los principios divinos, habiendo hecho posible determinar el sentido de la evolución universal, y al tiempo de haber encontrado un Dios que ya no era el de una pertenencia religiosa o mística.

 El Dios de San Agustín había engendrado una religión fijada sobre sus dogmas; que sintió André Frossard y otros testigos similares, seguía siendo el resultado de una experiencia personal excepcional pero indefinible; en cuanto a Voltaire, en su imagen algo mecanicista del gran relojero del Universo, prefiguraba las leyes de la causalidad puestas en evidencia más tarde por Allan Kardec

De hecho, desde la antigüedad hasta hoy, hubo una búsqueda de significado, que en todas las épocas planteó la cuestión de una fuerza espiritual en el origen del mundo y de la vida. Ya la metafísica de Platón fue en sí misma decisiva en varios aspectos, evocando por ejemplo la transmigración de almas o el mundo superior de las ideas en el mito de la cueva. 
Al hacer algunas extensiones, uno no está muy lejos de la doctrina espírita, y entonces se puede evocar a su maestro Sócrates, que habló de su daimôn, una especie de inspirador o voz consejera que sugiere las resoluciones correctas a tomar y las cosas que no se pueden hacer. Esto está cerca de la noción del guía espiritual. 

En las diversas religiones que más tarde han visto el día, esta noción ha persistido, y se trata de un buen genio, del ángel guardián, o de un antepasado protector. En la noción de Dios y las leyes universales en el Espiritismo, encontramos parcelas de lo que se adivinó en filosofía o religión. Esto nos indica que existe la intuición fundamental de otra realidad, que fue percibida o presentida por muchos seres humanos a lo largo de la historia. 
Sin embargo, Dios a menudo ha permanecido esquivo y no perceptible, por lo que era necesario buscarlo y adivinarlo a través de una reflexión más intelectual. Esto es lo que encontramos a través de los primeros principios espíritas poniendo en evidencia las leyes espirituales universales mucho más precisas y claramente definidas, gracias a la comunicación post mortem, y se podrá igualmente referir a lo que Allan Kardec llamó los atributos de la divinidad (Libro de los Espíritus, capítulo primero). 

Escrito por Jacques Peccatte. (Francia) Publicado en Le Journal Spirite en Español nº123 Abril/Junio 2021
( Art. tomado de Zona Espírita )
  
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          PRINCIPIOS QUE MANTIENEN LOS MIEMBROS DE "ZONA ESPÍRITA.COM"
                                     

Para nosotros el espiritismo es diálogo, como bien indica el ítem 14 de capítulo I de «La Génesis», el espiritismo "no establece ninguna teoría preconcebida", sino que utiliza el método experimental como el que siguen las ciencias materiales, pero aplicado al plano espiritual.

 Por tanto ante unas premisas claras, toda opinión respetuosa es bienvenida, ya que nadie está en posesión de la verdad absoluta, tan solo poseemos nuestro prisma de percepción.

 Para nosotros el espiritismo es ante todo una doctrina que esclarece y consuela, con pruebas de la existencia espiritual claras. No nos metemos en como lo vive cada adepto; el ser humano es muy rico para estar ceñido a un único patrón de vivencia: los hay más religiosos, los hay más laicos, los hay más sentimentales o sobrios, etc.; pues esto forma parte de cada ser humano. 

Sabemos diferenciar entre lo que es espiritismo y lo que es espiritualismo, y no nos duele que no todo el mundo sea espírita; el espiritismo no se impone, se siente. 

Y desde este portal abogamos por una actitud abierta, donde la tolerancia hacia las diferencias es nuestra bandera, y en donde nuestro espiritismo es más social que de gabinete, todo el mundo es bienvenido a participar si lo hace con respeto. 

No somos excluyentes, ni exclusivistas. Ofrecemos un lugar abierto a toda opinión espírita, donde prime lo sincero y humano, frente a la lección aprendida que no aporta. Porque lo relevante es crecer como seres espirituales, no ser meros depositarios de conocimientos, que son vanos si no se ponen en práctica, ni se comprende su fin.

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