sábado, 15 de enero de 2022

El verdadero Espírita

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

 Los Fluidos

1.- El Espírita en la Familia

2.- Jesús: Entre el Cliché y la Renovación

3.- El verdadero Espírita

4.- ¿Los deficientes físicos o psíquicos, tienen alguna protección espiritual especial?



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                                                        LOS FLUÍDOS

Naturaleza y propiedades de los fluidos:


Elementos fluídicos­­

1. La ciencia nos proporcionó la clave para comprender los milagros que se relacionan
particularmente con el elemento material, por medio del conocimiento de las leyes que gobiernan a la materia; mas, como los fenómenos en los que prevalece el elemento espiritual escaparon a las investigaciones científicas, puesto que era imposible explicarlos con la sola ayuda de las leyes materiales, ello dio motivo a que los mismos ofrezcan, en mayor medida que los demás, los caracteres aparentes de lo sobrenatural. La clave para descifrar los milagros de esta categoría la encontramos, pues, en las leyes que rigen la vida espiritual.

2. Como ya ha sido demostrado, el fluido cósmico universal es la materia elemental primitiva y sus modificaciones y transformaciones constituyen la gran variedad de los cuerpos de la Naturaleza (cap.. X)

EL GÉNESIS
ALLAN KARDEC

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            EL ESPÍRITA EN LA FAMILIA

    Si el Espírita debe ser prudente, virtuoso, tolerante, humilde, abnegado y caritativo, entre sus hermanos de ideal y en el seno de la Humanidad, ¡ cuánto más lo debe ser en la familia! Si son sagrados los deberes que hemos de cumplir entre nuestros hermanos y en la Humanidad, mucho más lo son los que tenemos que cumplir en la familia.

    Porque debemos considerar que, más allá de los vínculos que en esta existencia nos unen con lazos indisolubles, tenemos siempre historias pasadas, que se enlazan con la historia presente.

    Los que no son espíritas atribuyen todo a la casualidad. Nosotros sabemos, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que las contrariedades o alegrías de hoy son la continuación de nuestras vidas pasadas. Por eso, el espírita debe ver en su familia un grupo que le fue dado en custodia, y para el cual tiene muchos deberes a cumplir y muchos sacrificios a realizar. Por eso, el esposo debe ser el apoyo y el sustentáculo de la esposa; debe amarla, respetarla, protegerla, aconsejarla, orientarla y proporcionarla en todas las circunstancias de la vida, lo que sea necesario. También la esposa debe obediencia, amor, respeto y sinceridad al esposo, siendo éste, para ella, siempre la primera persona a quien debe confiar sus secretos y todas sus tendencias, sin faltar jamás al respeto y a la obediencia, que debe al que Dios le dio como guía en este mundo de dolor. Se que para muchos estas palabras son desnecesarias.

    Mayormente, cuando los esposos tienen las mismas tendencias, son ambos de buen temperamento y sienten las mismas aspiraciones. Mas cuando entre ellos hay temperamentos opuestos, o un mal genio que torna difícil la unión, ya es otra cosa. ¡Y si el esposo entra en choque con la familia, que no quiere aprobar sus ideas, ni concordar que profese el Espiritismo! ¿Cómo se arreglará ese jefe de familia? Es muy difícil prescribir reglas para casos particulares. Sólo podemos decir, en este caso, que el espírita debe escudarse en su prudencia, con tacto y paciencia a toda prueba. Es entonces que debe estar más unido al Alto, tener mucho amor al Padre, recordar siempre la paciencia y la abnegación del Señor, y permanecer en contacto con su Guía Espiritual, por medio de la oración y por la práctica de la indulgencia hacia los que le atormentan. Su conducta en la familia debe ser un bello modelo de todas las formas de virtud, para que el ejemplo pueda un día llevar la comprensión o por lo menos la tolerancia a una parte de los suyos. Y, aunque a tanto no sea posible llegar, que no se rebele, que se deje sacrificar, y si fuese necesario, acordándose de que él, hoy es el resultado del ayer, pues así haciendo podrá esperar una gran recompensa. Vi, en mi vida de espírita, dos hermanos que sufrieron mucho con sus familias.

    Y, a pesar de sus sacrificios, de su paciencia y abnegación, no consiguieron la tolerancia de los familiares, siendo constantemente objeto de burla y desprecio por parte de los seres más queridos. De estos dos hermanos, ya desencarnados, tuve ocasión de recibir comunicaciones que, moralmente hablando, son de enorme elevación y demuestran una felicidad tan grande que, puedo asegurar, ningún otro jamás demostró, entre los desencarnados en nuestra época. El sacrificio fue tan grande en la Tierra, pues nada es tan doloroso como el vernos despreciados y ridiculizados por aquellos que amamos. Mas esos sufrimientos son doblemente recompensados por nuestro Padre, nuestro Dios, que todo tiene en sus manos, todo sabe y todo puede. Además, estas situaciones son excepcionales y pocos se encuentran en ellas.

    Lo más común en el espírita ser padre de algunos hijos, cuya misión no está exenta de peligros, siendo a veces necesaria una abnegación a toda prueba, dirigida por el buen sentido espírita. A veces, no todos los hijos son buenos como el padre desea. Por el contrario, acarrean disgustos y sinsabores, que inciden en un gran sufrimiento. Los padres, entonces, precisan saber sufrir, teniendo mucho cuidado en mantener el mismo afecto para todos los hijos, tanto para los buenos, como para los que le disgustan. El espírita debe sentir el mismo amor por todos sus hijos. Y no debe olvidar que los más necesitados de su misericordia son los menos provistos de bondad y comprensión. Hay hijos que llevamos por la mano a toda parte, y hay otros que no basta cogerlos por la mano, es preciso arrastrarlos.

    Conozco padres espíritas que, empero amando a todos los hijos, dieron preferencia a los más pacíficos y mas obedientes. Si esto no fuese más en apariencia de que en la realidad, podría ser una buena manera de conducir a los demás nuevamente al buen camino. Mas no fue así. Por el contrario, dando preferencia a algunos, relegaran a los demás al olvido. Esta es una actuación equivocada, que puede costar muy caro al que la ejercita. Es verdad que a veces el padre no puede tratar a todos de la misma manera, en virtud de la diferencia de conducta y de comprensión de los hijos. Pero el padre y la madre deben mantener el amor en sus corazones y, si posible, mucho más fuerte por el hijo que más necesita, sea por su atraso moral o por otros motivos. Pues todo espírita que tenga hijos no debe olvidar que no los tiene por acaso.

    No fue por casualidad, más obedeciendo a un plan providencial para su bien y el de sus hijos, que ellos nacieran. Quién sabe si fueran enemigos, que tienen deudas para ajustar, y por eso Dios los pone uno al lado del otro, unidos por los lazos de la familia, para satisfacer un pago que de otra manera no podrían hacer. ¡Quién sabe si la mujer abandonada de otras existencias, que sirvió apenas para satisfacer caprichos, viene ahora a reclamar el apoyo a que tiene derecho! Por eso, el espírita, debe tener el mayor cuidado en la educación de todos sus hijos, más aún, ha de velar por los hijos que vinieren cargados de imperfecciones y son la causa de grandes disgustos.

    ¡Cuántos casos hay, entre los encarnados, que, si pudiésemos conocerlos, nos harían bajar la cabeza y ponernos de sobre aviso! En la verdad, no podemos conocerlos. Nos basta saber, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que Dios, en su infinita sabiduría, nada hace de inútil ni de injusto. Así, cuando el hombre encuentra una esposa mala, o la mujer encuentra un mal marido, no es por acaso, más por una sabia determinación. Si un buen padre tiene malos hijos, no se trata de castigo, sino de las consecuencias de una ley justa. El espírita, que conoce todas esas cosas y todavía muchas otras, no puede considerar la vida como un simple paseo, más como una secuencia de hechos que lo herirán hasta lo más profundo del alma, que lo harán sufrir y derramar lágrimas. Pero justamente por eso debe ser fuerte, de ánimo firme, compasivo y abnegado, caritativo para con todos, y muy especialmente para con las imperfecciones de sus hijos, depósitos sagrados que el Padre le concede, para que sea su protector y guía, a fin de hacerlos avanzar por lo menos un paso, en el caso de no poder hacer más.

    Todo espírita debe proceder con mucho cuidado en la misión de la paternidad, para no dejarse arrastrar jamás por una atracción de causa desconocida, en favor de unos hijos, ni por la frialdad que puede sentir en relación a otros. La justicia y el deber deben regular esas afecciones o repulsiones secretas, que brotan del alma. Ya dijimos que un hijo nuestro puede ser un gran enemigo de otras existencias, o un amigo cariñoso. Y no hay duda que, en las profundidades de nuestra alma, resuenan aún los recuerdos del pasado. De ahí la razón de la eficiencia del espiritismo, para hacernos progresar, pues su solución definitiva es que debemos amar, amar y amar. Sí, amar a los que nos quieren, a los que nos odian, a los que nos protegen o nos persiguen, a los que nos hacen el bien o nos desean el mal. Por señal que este mandamiento, que es la ley para la convivencia humana en general, lo es más aún en el seno de la familia.

    El espírita que consiga tener el amor como ley y lo ponga en práctica, no estará en tinieblas. Su vida terrena fluirá plácidamente, y después de ella alcanzará la felicidad. Cuando el espírita no tiene esposa e hijos, pero tiene aún a los padres, no debe olvidar el deber de tributarles todo el respeto, cariño y amor. Ha de considerar que fueran en la Tierra los representantes de la Providencia para él, lo que le obliga a darles paz, consuelo, protección y amparo. Está en el deber de hacer por ellos lo que de ellos recibió, y aunque sus padres no se hubiesen portado bien, no está por eso menos obligado. Porque, en ese caso, ellos pertenecerían a la orden de los espíritus inferiores, y el espírita debe ser un ejemplo constante de virtud y abnegación; para que ellos aprendan lo que no sabían: cumplir con sus deberes.

    En resumen: Creemos que el espírita, en todas las situaciones de la vida, ha de portarse como buen hijo, buen esposo, buen padre, buen hermano y buen ciudadano; así, como practicante de la ley divina, cuyo sentido práctico está en la enseñanza y en el ejemplo del Señor y Maestro; será luz para iluminar a los que están a su alrededor. será mensajero de paz y amor para todos; y llevará la paz de las Moradas de la Luz hasta los hombres de la Tierra.

Miguel Vives
Extraído del libro “El Tesoro de los Espírita”

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        JESUS: ENTRE EL CLICHÉ Y LA                                  RENOVACIÓN    


                                                            


Los autodenominados “espíritas cristianos” (una vez más terminología postiza que no recoge la doctrina), no terminaron de captar del todo la invitación de los Espíritus codificadores y su renovación ideológica, permaneciendo en una práctica sincretista con fuerte base judeocristiana a las que agregan (de manera conceptual) pinceladas espiritistas, aunque la línea de fondo prosigue anclada en el viejo discurso que, ¡precisamente! la doctrina del hombre nuevo vino a superar. 

Se equivocan los que alegan que este tipo de observación o crítica del movimiento persigue quitar protagonismo o rechazar a la figura de Jesús, cuando de lo que se trata es darle la importancia que tiene: no menos, pero tampoco más. 

El foco central de la Doctrina Espírita no es Jesús (ni el Evangelio), sino los Espíritus , algo de suma relevancia y que, al parecer, buena parte de los espíritas no han sabido interpretar… Y claro, partiendo de aquí vemos las imprecisiones y ambigüedades que impregna muchas de las prácticas de los herederos actuales del legado de Kardec. 

  Jesús es donde se apoya la parte moral de la Codificación, pero no hasta el punto de justificar que prosigamos en el modelo religioso… 

¿No resulta revelador el hecho de que Kardec no orase a Jesús? «Fuera de la caridad no hay salvación», y no (como por sus acciones parecen vivenciar algunos): «Fuera de Jesús no hay salvación»… Ojalá que -esto sí, sin ataques personales ni rencillas ideológicas-, al igual que en el pasado el movimiento supo sacudirse la influencia de la Teosofía que durante un tiempo desvirtuó la práctica espírita, pueda igualmente hoy desprenderse de los añadidos cristianizantes, (no negativos o malos, de acuerdo, pero sí inadecuados e innecesarios a su sentido y sus fines).

 Debemos tanto respetar las creencias ajenas como (en cuanto espíritas), liberarnos de los símbolos del pasado… 

Por el bien del Espiritismo y su mensaje dirigido al hombre nuevo, hay un Cristo del que deberíamos prescindir y… un Jesús que tendríamos que interiorizar. 

Quien tenga oídos para oír, que oiga.

 Por Juan Manuel Ruiz González para Zona Espirita
( Tomado de la Rev. Zona Espírita )

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                               EL VERDADERO ESPÍRITA

                                       

    El verdadero espírita, en toda la acepción de la palabra, no existe, porque para ser espírita, tal como la filosofía lo exige, se requieren dotes que muy pocos pueden llegar a tener, toda vez que, quien más y quien menos, somos Espíritus atrasados, de mayor o menor grado de evolución, que estamos en la Tierra purgando nuestras faltas anteriores, pagando deudas atrasadas, o haciendo méritos para subir o ascender en la escala del progreso espiritual y eterno. Pero no porque se dificulte llegar a ser verdaderos espíritas, nos debemos desalentar, ni dejar de aspirar a serlo, porque todos los seres han tenido que pasar por innumerables etapas para elevarse; y convencidos, los que nos llamamos espíritas, del progreso indefinido y eterno, y de que solo basta querer para lograrlo, tenemos obligación de poner los medios para ir siendo cada vez mejores y tratar de adelantar intelectual y moralmente, para subir los peldaños de esa escala que de nosotros depende ir alcanzando, día a día, con nuestro propio esfuerzo y nuestra fuerza de voluntad.

  Y ¿ qué se necesita para considerarse espírita verdadero ?

   Primero y ante todo, conocer y comprender la filosofía espírita, lo que se logra leyendo y estudiando, penetrándose de sus enseñanzas, y luego tratando, en lo posible de poner en práctica cuanto hemos leído, estudiado y comprendido.

  Y conste que todo se reduce a estudiarse a sí mismo para regenerarse, queriendo al prójimo más que a sí mismo, y a no hacer a otro aquello que no quisiéramos para nosotros; porque el verdadero espírita será aquél que venza sus pasiones, modere sus costumbres, sea firme en sus propósitos de bien y trate cada día de examinar la conciencia para que su corazón pueda latir tranquilo a impulsos de un amor puro y espiritual.

   Es preciso, por tanto, empezar por vencerse a sí mismo, no satisfaciendo sino solo y exclusivamente los deseos altruistas que nos eleven sobre los demás.

   Tener resignación y conformidad completa, cualquiera que sea la situación en que nos veamos; no hacer daño a nadie, absolutamente, ni con el pensamiento, ni de palabra, ni de obra; perdonar de corazón las ofensas e injurias que recibimos; ser humildes sin abyección; ser sobrios sin mezquindad; ser generosos en demasía; no juzgar los actos ajenos sino los propios; no criticar ni murmurar por nada ni por nadie; ejercer la caridad sin ostentación ni interés alguno; amar al ideal como se ama a la salud y a la vida; cumplir todos los deberes que sobre nosotros pesen, con amor, dulzura y exactitud, para ser con los demás lo que quisiéramos que fueren con nosotros.

  Jesús, pues, hasta el presente ha sido el tipo único, conocido, del verdadero espírita y por eso debemos imitarle los que nos llamamos adeptos o espiritistas, puesto que Jesús fue, como nosotros, un Espíritu imperfecto antes de ser lo más perfecto que pasó por la Tierra.

  He aquí por qué somos tan pocos los espíritas, a pesar de ser muchos e incontables, los que así nos llamamos, porque el que aspira a serlo verdaderamente, no ofende, no se incomoda ni lastima por los defectos de los demás; ama a todo el mundo; perdona a sus enemigos; socorre al menesteroso; ayuda al que necesita de él sin esperar que le pida ayuda; ama y protege todo lo que con su fe se relaciona; borra poco a poco lo que es falso, lo malo, sus errores, y rompe con anteriores creencias fanáticas y falsas, sin contemplación alguna.; no sanciona ningún acto que esté contra la verdad, la justicia, el amor y el perdón.

  Es pacífico y respetuoso con el que está a más bajo nivel de creencias, y trata con amor de ayudarle a salir de cualquier error, y por amor al ideal llega hasta el sacrificio, si fuese necesario, porque si este le causa daños morales o materiales, el sufrimiento que por ello experimenta es el  crisol donde se depura su alma más y más cada día, y la depuración del Espíritu es sola y únicamente, lo que nos hace ascender, elevarnos y obtener más grados de virtud, de moral, de adelanto y de perfección.

Por eso son tan contados los espíritas verdaderos, porque todo esto cuesta, sí, muchísimo, cuanto más atrasado es el ser que vislumbra por la doctrina espírita el Más Allá que nos espera y al que irremisiblemente tendremos que ir paulatinamente por la fuerza grandiosa de la evolución y del progreso.

-J.M. y D-  ( Art. obtenido de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 48

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¿Los deficientes físicos o psíquicos tienen alguna  protección  espiritual especial ?  

                   Tanto para esta clase de existencias con deficiencias como para  las de todas las vidas difíciles en general, los Espíritus encarnados siempre disponen  de una ayuda espiritual especialmente volcada en ellos, que  les  inspiran  fuerzas y  sentimientos de abnegación  y serenidad  ante las duras pruebas que la vida humana generalmente  les  plantea.

   Amigos y hermanos del plano espiritual, sostienen y fortifican  con inspiraciones acompañando de cerca a estas personas  durante su tránsito por el mundo material, a fin de que sus objetivos a alcanzar, antes de encarnar  en estas condiciones, sean más fácilmente logrados.

     Es lógico comprender que así sea, porque vemos como los seres humanos, tratamos de facilitar la vida y la existencia a las personas disminuidas, en un empeño de solidaridad para con ellas, por lo que en el plano espiritual, esos sentimientos solidarios o fraternales que ya nos acompañan en este plano material que es la Tierra, seguirán existiendo, y amplificados, pues allá la principal ocupación del Espíritu es hacer el bien y la caridad todo el tiempo posible, tanto a encarnados como a desencarnados.

       Es de tener en cuenta que los seres humanos durante la primera fase del sueño profundo, somos espíritus liberados parcialmente de la materia  y en el plano espiritual en donde contactamos y vivimos  experiencias con los demás espíritus, ellos son igual que cualquier otro de los situados en su plano vibratorio. Dicho de otro modo: La discapacidad psíquica la tienen solamente  como seres humanos cuando se hallan en estado normal de relación con el medio físico que les rodea, pero en el plano espiritual no existen este tipo de deficiencias y discapacidades, por lo que en ese estado asumen y comprenden las enseñanzas que allí recogen para proseguir después, cuando despiertos, con esa vida difícil de relación con  la materia que revisten en su vida humana, aun cundo estén en una aparente inconsciencia o incapacidad.

A esta clase de  espíritus  se  les inspira  y hacen acopio de  una gran fuerza y energía moral y psíquica desde antes de reencarnar;  es como si se les diese  una capacitación psicológica  que les ayuda a superar esa dura vida  de discapacitado que van a afrontar,  y  las pruebas que le  van a suponer  su  permanente limitación humana  que a fin de cuentas llegan a comprender y a aceptar, adaptándose a su situación humana, en su subconsciente, sintiendo que esa existencia humana es apenas  nada  en el conjunto de su existencia total como espíritu; esa existencia deficiente viene a ser apenas como un grano de arena comparada con el  luminoso e indescriptible infinito que les aguardará, y ellos en el fondo lo saben, o lo presienten.

- Jose Luis Martín-

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