miércoles, 19 de enero de 2022

Visiones en el momento de la muerte

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Analizando el Alma

2,.Visiones en el momento de la muerte

3.- El camino de la Vida

4.- "Abandono de padres, hijos, familia y bienes, por seguir el Reino de Dios"





                          **************************************



ANALIZANDO EL ALMA


La información más importante que el hombre puede recibir en toda su existencia, es el conocimiento de la realidad del alma, pues innumerables personas desconocen que, aparte del cuerpo físico, cada uno tiene un alma inmortal que dirige sus actos.

El ser humano está formado de cuerpo y alma, y participa en la vida humana y se manifiesta por el pensamiento, por la inteligencia, por el sentido de responsabilidad, por el carácter, por la consciencia, por la voluntad, por el libre albedrío, por la intuición y por el anhelo, muchas veces oculto, de ser útil a los semejantes.

La adquisición de ese conocimiento puede traer un enriquecimiento de su ser, advirtiéndole para el reconocimiento de la unidad de la Creación y de la responsabilidad de su propia existencia, y el amor que debe dispensar a todos los seres de la Naturaleza y, especialmente, a las criaturas humanas, independientemente de su edad, raza, condiciones sociales, económicas y de su propio estado físico.

Todo ser humano es un alma viviente que se identifica por sus atributos propios y no por su apariencia física o por sus adornos exteriores.

El alma es un ser de constitución energética que presenta la forma del ser humano, amoldándose a su edad, sexo y a las características del cuerpo al cual imprime su vitalidad. Tiene la individualidad y la grandeza que le da vida plena, cuando se encuentra en la espiritualidad, o en la condición de estar dando vida a un organismo biológico, participando en la constitución del ser humano. En esa situación, el alma comanda todas las actividades de la vida humana.

Alma es la denominación dada por Allan Kardec al Espíritu encarnado, como está en El Libro de los Espíritus, ítem 134. Esa denominación es simplemente didáctica, visto que alma y Espíritu designan la misma entidad, respectivamente, cuando está encarnada o cuando se encuentra en el mundo espiritual.

En el Evangelio de San Marcos, hay una observación sobre la conducta de las personas que, desviadas del bien pueden ser dañinas a la propia alma, aconsejando el desapego de los valores transitorios de la vida, diciendo: «Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma?» (Marcos 8, 36).

Ese mensaje de San Marcos no hace pensar que si el ser humano pasa por la vida entretenido en preocupaciones frívolas, su alma tendrá que enfrentar las consecuencias de una vida desperdiciada.

Los diferentes caracteres psicológicos, que cualifican al ser humano, no son determinados por las peculiaridades de sus órganos físicos, de su apariencia y constitución, sino por los atributos del alma, que participa en todos los actos de la vida.

De ese modo, una persona no se hace científica porque recibió hereditariamente circunvalaciones cerebrales diferencias en ese sentido, sino porque su alma está dotada de las cualidades de científico.

Ese concepto está de acuerdo con lo que enseña Allan Kardec en El Libro de los Espíritus, ítem 370: «El Espíritu tiene siempre las facultades que le son propias, y no son los órganos los que producen las facultades, sino que éstas determinan el desarrollo de los órganos».

Siendo el alma responsable del pensamiento, por el libre albedrío, por la conducta de las criaturas, es natural que pueda ejercer influencia no tan solo en su comportamiento, sino también sobre las células del organismo, condicionando sus estados de salud o de enfermedad.

De ese modo, el alma es un ser actuante que puede actuar continuamente sobre el organismo, vivificándole las células, promoviendo la salud y el bienestar.

El alma ejerce, todavía, una importante contribución a la vida humana por contener, en el periespiritu, el archivo de la memoria de los hechos ocurridos en vidas pasadas y que se suman a los adquiridos en la presente existencia.

En virtud de su naturaleza espiritual, y en la condición de estar dando vida a un organismo biológico, el alma realiza, en cada criatura, el encuentro entre lo humano y lo divino.

Como espíritu encarnado, el ser humano tiene su dignidad y debe ser respetado, no obstante la situación en que pueda encontrarse y las faltas que haya cometido. Es un ser en fase de evolución, camino de su perfeccionamiento, aunque esté pasando por situaciones menos dignas.

En la práctica, cada persona puede conducir libremente su vida, procurando practicar el bien y disfrutar de condiciones progresivamente mejores, u optar por una conducta menos edificante para sí misma, con relación a los demás seres humanos.

Lo importante es que, delante de esos acontecimientos, el alma participa, consciente o inconscientemente, de todos los actos de la vida, y las acciones buenas o malas que haya hecho quedan registradas en el archivo periespiritual y se encuadran en la ley de reciprocidad o de causa y efecto y sus consecuencias, respectivamente, buenas o malas retornan para el mismo ser, en esta vida o en vidas futuras, porque las existencias son solidarias unas con las otras. Las buenas acciones regresan bajo la forma de alegría, salud y bienestar, y, las malas, como diferentes modalidades de sufrimientos.

El reconocimiento de la inmortalidad del alma puede dar, a cada uno, un incentivo para las diferentes actividades de la vida, llevando al ser humano a utilizar su libre albedrío para realizar positivamente la vivencia del amor, la práctica de buenas acciones.

Por falta de perfeccionamiento espiritual, los seres humanos todavía no comprendieron el significado de la vida y la oportunidad que disfrutan de realizarse como almas vivientes, para alcanzar planos progresivamente más elevados en la escala de la evolución.

La vivencia de la realidad del alma se caracteriza por la valorización de los bienes espirituales y por el desprendimiento de las preocupaciones hacia los bienes transitorios de la vida.

El amor es el recurso para que el ser humano pueda vivir la realidad del alma, requisito esencial para que pueda alcanzar la vida plena como ser viviente.

La primera fase para alcanzar el conocimiento de la realidad del alma, consiste en admitir su existencia, como parte integrante del organismo humano, responsable de sus atributos psíquicos y espirituales, y por los actos de la vida diaria.

El Alma  o Espíritu Según Allan Kardec son los seres inteligentes de la Creación y se caracterizan por su individualidad, creada simple e ignorante, el alma o espíritu  tiene la oportunidad de evolucionar y de volverse perfectos.

El pensamiento, la inteligencia, las cualidades morales y la consciencia, son atributos del alma.

Las almas son los espíritus encarnados. Forman parte de la constitución de los seres humanos temporalmente, para purificarse y esclarecerse y fuera de ellos, como espíritus, pueblan el mundo invisible.

El espíritu está revestido por un envoltorio de naturaleza electromagnética, el periespiritu, que en el organismo humano constituye la unión entre el alma y el cuerpo físico, y después de la separación, que se realiza en el desenlace, el periespiritu también se desprende del cuerpo y se mantiene unido al espíritu.

Si los espíritus, como seres encarnados procedieran de modo contrario a la Ley de Dios, recibirán, como retorno, en esta vida o en vidas futuras, las pruebas correspondientes a sus faltas, bajo la forma de sufrimientos físicos o psíquicos, o dificultades en los diferentes sectores de la vida.

Los atributos de la individualidad humana son los del espíritu encarnado. Así, un hombre de bien es la encarnación de un espíritu bueno y un hombre perverso es la encarnación de un espíritu impuro, ignorante.

Los seres humanos que cometen faltas, que agreden la Ley, no retroceden espiritualmente.

Se mantienen estacionarios y si no tuvieron la oportunidad de reparar, en la misma existencia, las faltas cometidas, tendrán que retornar, en encarnaciones futuras, cuantas sean necesarias, y enfrentar diferentes modalidades de sufrimientos, que constituyen formas de reparación de sus faltas, y la oportunidad de rehacer la existencia no aprovechada, para alcanzar algún progreso espiritual.

Los espíritus sufren, tanto en el mundo corporal como en el espiritual, las consecuencias de sus imperfecciones.

Para los espíritus la encarnación puede ser un acto de expiación o de misión que ellos aceptan con placer, con el fin de ayudar a los seres humanos a alcanzar más rápidamente el progreso en los diferentes sectores de la vida. Son almas primorosas que pueden reencarnar aisladamente, o en grupos, y se identifican por sus ideales de amor a los semejantes, procurando incentivar el progreso y el bienestar de los seres humanos en las diferentes áreas de actuación, motivando la evolución de la consciencia humana en los ideales de paz, fraternidad y progreso.

La evolución anímica o espiritual constituye la adquisición más importante que puede ser deseada tanto por las criaturas encarnadas como desencarnadas.

Ella se realiza paulatinamente, a través de las generaciones, mediante esfuerzos basados en la práctica del amor fraterno. El grado de evolución espiritual caracteriza la posición alcanzada por las criaturas en su andadura a través de los tiempos.

En la práctica, la evolución espiritual se manifiesta por diferente atributos como la bondad, la sabiduría, la comprensión, el desprendimiento de los bienes materiales, la sinceridad en el trato con los semejantes, la vivencia de pensamientos positivos y la anulación de los pensamientos negativos como los de la ira, celos, traición, falsedad, odio, agresividad y de toros de la misma naturaleza, que deberán ser exiliados del planeta Tierra, que habrá alcanzado un nivel elevado de vibración espiritual en el albor de la nueva era que se aproxima, donde los hombres serán buenos y se amarán unos a otros.

Merchita

Extraído del libro Enfermedades del Alma Dr. Roberto Brólio

                                                            

                  ^^^^^^^^^^^^^^


    VISIONES EN EL MOMENTO DE LA                                    MUERTE



Sabido es que existen muchos casos notables en los que una persona moribunda, poco antes de abandonar la tierra, cree ver y reconocer algún pariente o amigo difunto. Sin embargo, hay que tener presente que las alucinaciones de los moribundos son muy frecuentes. No obstante, se han dado casos en que la persona moribunda ignoraba la muerte previa de la persona cuya imagen ve, y, por lo tanto, se asombra de hallar en la visión de su difunto pariente a una persona a quien el moribundo juzga todavía en la tierra. Estos casos constituyen, quizás, uno de los argumentos más convincentes en apoyo de la supervivencia, ya que el valor demostrativo y el carácter verídico de estas visiones de los moribundos se acrecientan considerablemente cuando se establece, de modo indiscutible, el hecho de que la persona moribunda ignoraba por completo el fallecimiento de la persona a quien ve tan vívidamente.

 Refiriéndose a estas visiones, el profesor Richet, ese eminente fisiólogo de renombre europeo, escribe lo siguiente: “Los hechos de esta índole son de gran importancia. Resultan mucho más explicables según la teoría espiritista que por la hipótesis de la mera criptestesia. De todos los hechos admitidos para probar la supervivencia, éstos son, a mi parecer, los más desconcertantes (esto es desde el punto de vista materialista). Por consiguiente, he juzgado un deber mencionarlos con toda escrupulosidad.”

 Como es sabido, el profesor Richet no cree en la existencia del alma o supervivencia después de la muerte, y explica las demostraciones que ha dado la investigación psíquica de la existencia de un mundo espiritual, mediante su teoría de la criptestesia, por la que entiende la percepción de cosas o seres por medio de algún órgano sensorial hasta ahora ignorado por la ciencia, facultad que no todo el mundo posee, pero cuya existencia, en determinados individuos, ha quedado establecida, a juicio mío, de modo concluyente. 

Estas personas sensitivas pueden encontrarse en todos los países y en ambos sexos, y pueden ser viejas o jóvenes, ricas o pobres, instruidas o ignorantes. Esta facultad de clarividencia (esta percepción de personas o cosas invisibles a la vista normal) puede manifestarse cuando la persona sensitiva se encuentra en estado consciente, pero se observa más a menudo en estado de trance, especialmente cuando éste es originado por una profunda hipnosis, o “trance mesmeriano”, como se le solía llamar. 

Los antiguos mesmerianos empleaban la palabra “lucidez” o “clarividencia a distancia” para designar la percepción de cosas distintas. El término clarividencia es, sin embargo, ambiguo, pues ahora se emplea en dos sentidos diferentes, a saber: 

a) Para designar la percepción de objetos materiales ocultos y alejados de la persona sensitiva, tales como agua subterránea. 

b) Para designar la percepción por parte de la persona sensitiva de objetos inmateriales, tales como las apariciones de personas difuntas. Para evitar esta confusión, Myers sugirió el término “telestesia” en lugar del de clarividencia para designar la percepción de cosas materiales.

 Myers define la telestesia como la sensación o percepción de objetos o condiciones independientemente de los conductos sensoriales reconocidos e independientemente, también, de toda posible comunicación telepática como origen del conocimiento obtenido de ese modo. De aquí que el término telestesia sería inaplicable a las apariciones de los muertos o a las visiones de los moribundos, mientras que Richet incluiría ambos fenómenos, así como la visión de cosas materiales ocultas, bajo su término “criptestesia”, que parece tener la misma connotación que la palabra familiar “clarividencia” y ofrece, por lo tanto, análoga ambigüedad. 

Se han sugerido otros términos para designar la clarividencia. En Norteamérica, el Sr. Henry Holt emplea la palabra “telopsis”, y el Dr. Heysinger la palabra “telecognosis”, pero estos términos difícilmente podrían aplicarse a las apariciones o visiones de los moribundos, que surgen cerca del individuo sensitivo, no lejos de él. 

En su obra Peak in Darien, la Srta. Cobbe hace algunas observaciones interesantes sobre la cuestión de las visiones de los moribundos. Dice así: “El moribundo yace tranquilo cuando, de pronto, en el mismo momento de expirar, alza la vista -a veces se incorpora en el lecho- y se queda mirando fijamente en el vacío (o lo que tal parece) con una expresión de perplejidad, que unas veces se transforma instantáneamente en alegría, y otras acorta la primera sensación de un asombro y un terror solemnes. Si el moribundo fuera a percibir una visión totalmente inesperada, pero instantáneamente reconocida, que le causara una gran sorpresa o una exultante alegría, su rostro no podría revelar mejor el hecho. En el mismo instante en que se produce este fenómeno tiene lugar la muerte, y los ojos se vidrian, sin dejar de contemplar el espectáculo ignorado.“ 

Por lo que respecta al problema general de las visiones de los moribundos, el Sr. Myers ha hecho algunas observaciones interesantes en su obra Phantasms of the Living. Myers dice que, a su juicio, este fenómeno – “seguramente debe tener lugar a menudo, aunque rara vez puede registrarse”.

 Pues aquí nos encontramos con un relato parcial de un incidente recíproco que, por completo para el conocimiento: me refiero a la percepción supranormal que tiene un hombre en el mismo instante de la muerte, mientras que no se ha registrado ningún caso en que las personas a quienes el moribundo parecía hacer su visita correspondiente (Phantasms of the Living, vol.11, pág.305). 

Sin embargo, se han registrado diversos casos en que la visión de los ausentes ha sido compartida por los amigos del moribundo que se hallaban a su cabecera. Al considerar el valor de las demostraciones de los fenómenos supranormales hay que tener en cuenta la importancia del carácter acumulativo de la evidencia. 

La espontánea coincidencia de testigos entre los que no ha existido relación alguna, es lo que constituye su valor tomados en conjunto, mientras que un solo caso puede ser dudoso o refutado, del mismo modo que una sola vara puede romperse fácilmente, pero un haz desafiará cuantos intentos hagamos por quebrarlo. Sobre este punto, el arzobispo Whately ha hecho algunas observaciones admirables sobre el valor del testimonio. He aquí sus palabras: “Es evidente que cuando coinciden muchos en un testimonio (para el que no pueda haber existido ningún acuerdo previo) la verosimilitud derivada de semejante coincidencia no descansa en la supuesta veracidad de cada individuo considerado separadamente, sino en lo inverosímil que sería que semejante coincidencia se debiera a la casualidad. Pues aunque en este caso habría que creer que ninguno de los testigos era digno de crédito y hasta que era más probable que mintieran que el que dijeran verdad, aun así y todo habría infinitas probabilidades en contra de la posibilidad de que todos hubieran coincidido en la misma falsedad.” 

Hace unos cincuenta años el Rvdo. J. S. Pollock, erudito beneficiado de una iglesia de Birmingham, publicó una colección de casos de fenómenos supranormales bajo el curioso título de Muertos y ausentes. Aunque se citan unos quinientos casos, tomados de diversas fuentes, no se ha intentado investigar ni un solo caso, por lo que el libro, en conjunto, tiene escaso valor demostrativo. Aquí cabe citar algunas observaciones sugestivas que hizo el Sr. Henry Sidgwick poco tiempo después de fundarse la Sociedad de Investigaciones Psíquicas. Éstas se publicaron en los Proceedings de 1885, pág.69. La mayor parte de aquellos a quienes van dirigidas estas páginas pertenecen seguramente a alguna secta cristiana, y para ellos la continuación de la existencia del alma después de la muerte no es, por supuesto, una teoría nueva inventada para explicar los fenómenos que estamos examinando o que requiere el apoyo de estos fenómenos. 

Pero poco serán los que encuentren difícil coincidir conmigo en los siguientes puntos: 

1.° – Que la posibilidad de recibir visiones o comunicaciones no se sigue como una consecuencia necesaria de la inmortalidad del alma. 

2.° – Que si la comunicación que podría llamarse objetiva, es decir, distinguible de nuestros pensamientos y emociones, pueden llevarla a cabo todos los difuntos que lo deseen, cabe esperar, naturalmente, que se produzca con más frecuencia de lo que el más entusiasta puede suponer que se produce.

 3.º – Que su posibilidad, aunque no está en contradicción con ninguno de los hechos conocidos de la ciencia física, no está, por cierto, apoyada, ni en modo alguno sugerida, por ninguno de estos hechos.

 Por consiguiente, por mucho que podamos creer en la supervivencia de los muertos, no podemos considerar la suposición de su acción sobre la mente de los vivos como si se tratase simplemente de la referencia de un efecto a una vera causa conocida que fuera adecuada para producirlo. 

Debemos tratarla como trataríamos -en cualquier departamento de investigación física- la hipótesis de un agente completamente nuevo, de cuya existencia no tenemos prueba alguna, salvo los fenómenos que se presentan a explicación. De ser así, se reconocerá, creo yo, que violaremos una regla establecida del método científico si presentamos semejante hipótesis, a no ser en último recurso, cuando los demás modos de explicación parecen fracasar claramente. 

En qué punto exacto de inverosimilitud ha de considerarse establecido el fracaso de las demás explicaciones: yo no creo que pueda determinarse, o, al menos yo me creo incapaz de ello. Pero quizá pueda decir que, a mi juicio, es éste un punto que difícilmente puede alcanzarse cuando se trata de la narración de un solo acontecimiento considerado en sí.

 Si tuviéramos que enfrentarnos únicamente con una sola historia de aparecidos, apenas podría concebir el género o importancia de las pruebas que me inducirían a mí a preferir la hipótesis de la actuación de los espectros a todas las demás explicaciones posibles. Por lo tanto, la existencia de los fantasmas de los muertos sólo puede establecerse, de poder ser, por el cúmulo de las inverosimilitudes en que nos vemos envueltos al rechazar una gran masa de testimonios aparentemente vigorosos de hechos que, como se ha dicho, no parecerían admitir ninguna otra explicación satisfactoria, y al poner a prueba el valor de este testimonio estamos obligados, a mi juicio, a forzar hasta el máximo todas las posibles suposiciones de causas reconocidas antes de que podamos creer que el relato en cuestión prueba la actuación de este nuevo agente.

 Por otra parte, todas las sociedades científicas deben tener como lema la opinión expresada por Sir John Herschel en su discurso sobre La filosofía natural (pág.127), de que “el observador perfecto… ha de tener abiertos los ojos para poder descubrir inmediatamente todo fenómeno que, con arreglo a las teorías recibidas, no debe acontecer, pues éstos son los hechos que sirven de indicios para nuevos descubrimientos”. 

Por desgracia, como hizo notar Goethe en una de sus conversaciones con Eckermann, “cuando en las ciencias alguien sugiere algo nuevo… las gentes se oponen con todas sus fuerzas; se habla con desprecio de la nueva opinión como si no valiera la pena de considerarla o estudiarla, y por eso una nueva verdad necesita esperar largo tiempo hasta que puede abrirse camino“. 

Escrito por William F. Barrett. Publicado en el libro “Apariciones en el momento de la muerte”, 

( Tomado de Zona Espírita)

                                                     **********


                        EL CAMINO DE LA VIDA          


La Naturaleza le ha dado al hombre sus más insignes dones; Dios ha trazado el camino a todas las almas, y estas lo siguen según el estado de adelanto que van alcanzando progresivamente.

 Por nuestros méritos y buenas cualidades morales, nos haremos acreedores a la buena voluntad y reconocimiento de los demás. Imprimamos en nuestra mente la idea del bien, del buen proceder; seamos dueños de nosotros mismos, capaces de dirigirnos; hagamos que nuestra voluntad sea fija, determinada, y que extienda su espacio de radiación hacia el objeto que nos proponemos, con entereza, fe y deseo; sin dejarnos alucinar por falsas extravagancias que tiendan a darnos falsos méritos; ni por los fanatismos que tanto daño hacen al carácter de las personas. 

  Dios ha dado a las almas la voluntad, para que  por sí mismas dirijan sus pasos y se perfeccionen. ¡ Con cuanta indiferencia, a veces, contemplamos la Naturaleza !, ¡ Qué poca atracción tiene para algunos seres que, envanecidos por el orgullo y engolfados en los vicios, solo tienen sentidos para los afectos materiales!.

 Y así ha caminado y camina el hombre, envuelto entre el bien y el mal.

  Las almas cuya voluntad se inspira en el bien se dirigen a los espacios de luz, buscando siempre un grado más de perfección y mejoramiento intelectual y moral. La labor de estas almas es bella: hacen la caridad, prodigando consuelos amorosos, llevando alivio donde el dolor impera.

  Hoy, los que tenemos la morada en la Tierra, en donde el bien y el mal están en guerra contínua, siendo el bien el salvador nuestro; hoy la luz del Espiritismo nos viene a iluminar más intensamente el camino, debemos emplear con más fe y confianza nuestra voluntad, esa facultad de la que el Omnipotente nos dotó, para ir esparciendo también a nuestro alrededor, esa misma luz entre los demás, hermanos nuestros, que sufren atribulados en el dolor, o que padecen, endurecidos, el mal de los vicios.

- F. Toro Nazario -

( Tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 48 )


                                      *******************************



                                                                


            “ABANDONO DE  PADRES, HIJOS, FAMILIA Y BIENES POR SEGUIR EL REINO DE DIOS”

 

                 Estas extrañas frases que se le atribuyen a Jesús, sin duda encierran un significado mas allá de lo aparente de este consejo  que parece  algo contradictorio con las leyes del Amor, la Justicia y la fraternidad que debe existir entre los seres humanos y más aún cuando estos pertenecen al mismo núcleo familiar.

 

                  Mas bien habría que tomarlas como una alegoría  por la que trataba de inculcar la idea de que por encima de los afectos  y apegos de este mundo, debemos  llevar nuestra conciencia  desde un punto de vista más elevado de lo que habitualmente lo considera el ser humano.  Cuando una obligación ética o moral elevada se nos presenta, no podemos dejar de hacerla con la excusa de que nos lo impide otro tipo de afectos u obligaciones.

 

                 En la vida debemos reflexionar y crear nuestra escala de valores del alma, esto es, los éticos y morales. Y ante la obligación  moral establecida ante un valor superior situado en esa escala, no podemos mirar para otro lado y dejar de afrontarla por otros valores que situados en la misma, ocupan puestos inferiores. Esto sería como si el avaro de bienes materiales, dejase de alcanzar el oro con la excusa de que debe de coger el plomo.

               

                 Jesús dio el ejemplo de esto cuando apenas era un adolescente, pues en un momento dado creyó conveniente aleccionar  y discutir en el templo con los sabios doctores y sacerdotes, antes de acudir al lado de su familia que lo reclamaban angustiados por la momentánea pérdida. El atendió la obligación moral de orden superior que esas circunstancias  consideró como mas importante, pero sin embargo no abandonó a su madre y a sus hermanos, con los que mas tarde se reunió.

 

            Al respecto, recuerdo un popular refrán español que dice que “ antes es Dios que los santos”.

 

                   Con ese mensaje no nos  puede estar pidiendo  Jesús que literalmente tengamos que abandonar a nuestros seres queridos para ir por el mundo de limosnero o de eremita. No tendría mucho sentido el invitarnos a abandonar los afectos familiares que Dios puso en nuestro camino, para aislarnos en una vida aislada e inútil en donde desde luego no vamos a encontrar a Dios.

 

                       Durante siglos, este episodio de la aparente sugerencia de Jesús,  fue tomado literalmente por tantos jóvenes, hombres y mujeres que  intentando servir a Dios, abandonaron a sus familias dejándolas muchas veces abandonadas a su suerte, en una desvirtuada interpretación religiosa, y se encerraron en claustros de conventos, condenados voluntariamente  a una  vida  antinatural y estéril, que en todo caso a ellos solamente podría servir, por lo que era un acto lleno de un egoísmo que el  Divino Maestro no pudo aconsejar.

                  Si debemos tener claro  sin embargo, que una vez establecida nuestra escala de valores, el valor principal será el de la opción de hacer el bien y ser útiles a cuantas mas personas, tanto mejor, haciendo fielmente  lo que nuestra conciencia nos dictamine como camino a seguir, pero sin que ello suponga crear el sufrimiento por abandono a nuestros familiares directos con quienes tenemos no solamente vínculos consanguíneos, sino también  lazos de carácter moral  y espiritual contraídos con ellos desde antes de esta vida actual.


            - Jose Luis Martín-

                                   ******************




No hay comentarios: