MADAME FRAYA (LA CLARAVIDENCIA)
O UNA CLARIVIDENTE EN MEDIO DE LA HISTORIA
En este artículo, les propongo seguir el extraordinario destino de una mujer que dedicó su vida a la clarividencia leyendo las manos. Sus predicciones fueron de una exactitud sorprendente. Madame Fraya se forjó en su época una gran notoriedad que le permitió conocer celebridades como Pierre Loti o Jean Jaurès pasando por Marcel Proust, Lucien y Sacha Guitry.
Testas coronadas, artistas y políticos se apretujaban en su gabinete de videncia, situado en la rué Edimbourg de París, para conocer su porvenir. La señora Simone de Tervagne, periodista y amiga de Madame Fraya le dedicó, después de múltiples entrevistas, las obras Madame Fraya me dijo y Una vidente en el Elíseo.
Revelación de una misión
Natural del país vasco, proveniente de una familia acomodada, Valentine Dencausse (1871-1954), conocida con el seudónimo de Madame Fraya, fue una vidente francesa que practicó igualmente la grafología.
En su infancia, ningún signo particular dejó suponer en su familia que ella ejercería un día la profesión de vidente aunque su padre, un funcionario del Ministerio de Finanzas poseía a ratos ese “don” que le hacía presentir los acontecimientos futuros. De adolescente, más allá de sus estudios, manifestó un gusto apasionado por la música y pareció orientarse hacia una carrera de pianista. Sin embargo durante toda su juventud, un sueño no cesaba de obsesionarla; veía centenares de manos que se tendían hacia ella. Esa visión hizo nacer en ella una curiosidad por las ciencias ocultas. A los 19 años, después de un matrimonio fallido que duró sólo algunos días, tomó conciencia del significado de sus ensueños y tuvo la visión de su porvenir; sería vidente y recibiría a miles de personas, examinando sus manos y haciéndoles sorprendentes revelaciones sobre ellas mismas o su entorno. Fue lo que hizo toda su vida. Provocó la admiración de todos, no sólo en razón de sus dones adivinatorios sino también por su bondad, su cultura y su tacto. Prodigaba consejos y apoyo y devolvía la confianza a los desesperados. Era de una naturaleza optimista, muy humana y le encantaba recibir. En la vida cotidiana era alegre, risueña, tenía el espíritu fulgurante y conversar con ella se convertía en una verdadera delicia. Su distinción de maneras y de espíritu hacía de ella una mujer de mundo realizada. Se puede decir sin exageración que su vida estuvo totalmente vuelta hacia los demás y que, a pesar de una vida plena de encuentros enriquecedores, en el plano personal tuvo que sufrir por su hija única, Márcele, quien no sólo la despojó, sino que le hizo sufrir su maldad, su tiranía y sus celos enfermizos. Esta dolorosa realidad, la había “visto” igualmente Madame Fraya al nacer su hija.
Dos casos de clarividencia
He aquí el relato de una videncia relatada por la propia Madame Fraya a su amiga Simone de Tervagne.
Estamos en 1899. Los grandes duques de Rusia vienen a consultarla en sus mismos comienzos. La mayoría son apuestos, altos, rubios, extremadamente con clase. El que parecía ser el mayor se presenta: Gran duque Nicolas Nicolaïevitch (más tarde llegaría a ser generalísimo del ejército ruso y permanecería allí hasta 1915). Todos están de un humor muy alegre y se expresan en un francés muy puro. Charlan sobre París, sus fiestas, su vida nocturna. Cuando el príncipe G. le cuenta una anécdota referente a su soberbio piano de cola que había dado a guisa de propina al músico que vino a tocarle sonatas de Chopin, súbitamente Madame Fraya, en ese preciso momento, vio la revolución rusa y les dice a todos: “Dejen de dilapidar sus fortunas… Piensen en el porvenir… Un día ustedes serán despojados de todos sus bienes”. Su predicción fue recibida con una inmensa carcajada. “Eso no es posible, somos ricos”. De nuevo, se dirigió al Príncipe G. y le dijo: “Un día vendrá en que estarán en la más completa indigencia. A usted lo veo como lavaplatos en un restaurante”. Las risas estallaron con más fuerza…
Más de veinte años después de la visita de los grandes duques a Madame Fraya, los hechos le dieron completamente la razón. No solamente los príncipes de Rusia regresaron a verla para reconocer su error, sino que varios de ellos trabaron amistad con ella, en tan alta estima la tenían, especialmente el gran duque Nicolas Nicolaïevitch que vino a residir en Francia, en el Cap d’Antibes donde murió en 1929. En cuanto al príncipe G., pasaron años sin noticias de él. No obstante, ella se enteró por una amiga que había cenado en Niza, en un modesto y lúgubre restaurante ruso lleno de rusos blancos sin dinero, de que uno de los empleados trataba de escribirle desde hacía mucho tiempo. Este empleado, este lavaplatos, no era otro que el príncipe G. Poco después, ella recibió una larga carta donde, después de haber reconocido su error, él le anunciaba su boda con una norteamericana y su próxima partida hacia los Estados Unidos.
No olvidamos que Madame Fraya jugó igualmente un papel activo y determinante durante la primera guerra mundial. En efecto, invitada por Georges Clémenceau para venir al Elíseo, indicó gracias a su clarividencia mediúmnica cómo rechazar el avance alemán requisando todos los vehículos utilitarios de Paris; esa fue la epopeya de los taxis del Marne.
La guerra de 1940 y su incómodo visitante
Otra videncia de Madame Fraya. Algunos meses antes del desembarco de Normandía en junio de 1944, una mujer joven, muy bonita, había ido a verla respecto a un asunto del corazón. Amaba sinceramente a un polaco comprometido a su pesar con la “administración” del ejército alemán. Madame Fraya le hizo esta videncia: “Lo veo cerca de usted de momento pero no será por mucho tiempo. Pronto, él partirá precipitadamente”.
Perpleja, la joven prometió regresar con su novio. Cuando ya la había olvidado, la joven la volvió a ver en consulta con un hombre de civil, alto, cuadrado de hombros, de mirada muy fría. Después de un breve saludo, él se instaló frente a ella y le tendió sus manos para que las examinara; ella le reveló esto: “Usted corre un gran peligro. Escapará de la muerte por un pelo y casi enseguida lo veo salir precipitadamente de Francia…”
Él le lanzó una mirada recelosa y le pidió: “Hábleme de Alemania, de la fecha de su victoria definitiva…” Intuyendo más o menos con quien estaba tratando, ella le respondió, sin embargo, sin perder la sangre fría:
“Alemania marcha hacia su derrota más cruel”. Los ojos de él se tornaron espantosos. Ironizó y le declaró que Inglaterra sería aniquilada en una noche por un diluvio de fuego. Pero Madame Fraya insistió y le ratificó la victoria de los Aliados y la derrota alemana. Él montó entonces en tan gran cólera que ella creyó que la iba a golpear. Afortunadamente, su novia logró arrastrarla rápidamente hacia afuera. ¡Dos años después de la liberación de París, ella supo cuán imprudente había sido aquel día y de qué peligro había escapado!
La novia de aquel falso polaco volvió a su gabinete y le dijo: “No puede saber cuánto temblé por usted… El hombre que le traje en marzo de 1944 era uno de los principales jefes de la Gestapo. Estaba tan furioso porque usted hubiera osado predecirle la derrota alemana que quería hacerla detener. La orden escrita se encontraba sobre su escritorio. No faltaba más que su firma. Afortunadamente para usted, no tuvo tiempo de firmarla pues fue víctima de un accidente de auto. Malherido, fue trasladado a un hospital, luego de que ocurrió el desembarco de Normandía, se le evacuó precipitadamente de Alemania, tal como usted lo había previsto…”
Madame Fraya y el espiritismo
En lo que respecta al destino humano sus creencias eran las siguientes: “Creo que nuestro paso terrenal tiene por finalidad nuestra evolución, nuestro perfeccionamiento gracias a las experiencias personales. En cuanto a nuestro destino, no pienso que se pueda cambiar, al menos en las líneas generales… Creo que los eventos notables de la vida de cada uno se preparan en lo invisible y están inscritos por adelantado, al momento de nuestro nacimiento… Entre otros la hora de nuestra muerte…”
Ella daba muchísima importancia a los sueños premonitorios. He aquí lo que afirmaba igualmente: “El espiritismo me parece peligroso porque nos pone en contacto con el mundo invisible que no conocemos. Soy católica y pienso que la más elemental sabiduría nos invita a cumplir los deberes que la Iglesia nos enseña… Sin embargo, debo confesarles que con mucha frecuencia he tenido manifestaciones del más allá, sin solicitarlas…
Creo que la muerte consiste en la destrucción del cuerpo material, pero que nuestra alma no es alcanzada por ella… Creo en la supervivencia…” Ella tuvo numerosas apariciones astrales de tal o cual difunto y a menudo comprobó que los parientes difuntos velaban por los suyos y les acompañaban, sin que ellos lo supieran, cuando venían a consultarla.
En abril de 2009 pedimos noticias de Madame Fraya y el espíritu vino para indicarnos que ella deseaba reencarnar pero que ya no podría ejercer la misma misión.
No podemos sino quedar admirados ante este fabuloso destino y comprender que Madame Fraya representó todo lo que debe ser la videncia: una ayuda y consejos sobre el porvenir a fin de hacer tomar buenas decisiones. Y sobre todo, una clarividencia practicada por amor a su prójimo con humildad y abnegación.
EMMANUEL LEPÊCHEUR
LE JOURNAL SPIRITE N° 86
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LOS DEUDORES EN EL MUNDO ACTUAL
Mercedes Cruz
La lectura de las paginas espiritas produce el efecto de ser más provechosas, a medida que el espíritu está más maduro y más experimentados en la lucha. Cada vez resplandecen mejor sus conceptos y se hacen más profundos, más nobles y significativos, ofreciéndonos paisajes anteriormente no revelados, que penetran muy hondamente en el espíritu con la más expresiva significación. Por eso mismo, el Espiritismo es el “Consolador” prometido por Jesús. Su lenguaje es siempre nuevo bello, impregnado con la actualidad y con benéficas sutilezas.
Aquellos que se han decidido a estudiarlo en profundidad les han arrancado de las amarras obsesivas e impedido muchas veces que se despeñen en la locura, a la cárcel, o tal vez, al hondo foso del suicidio. Sus lucidas lecciones espiritistas ayudan a caminar sin mayores tropiezos, avanzando con la mínima contribución de la desesperación.
En este mundo turbulento con tantas almas inquietas, atormentadas y que andan sin rumbo, el Mensaje de Cristo Redivivo, es el consuelo ya que las ayudaría a sumergirse en el mar de la meditación saludable y salir de donde estén con nuevas disposiciones y con mejores posibilidades de triunfo en la coyuntura física actual.
La ley propone que el endeudado cargue la deuda en la conciencia, hasta el momento de la liberación, de esta manera, la momentánea tristeza que se apodera del alma, se va transformando en un sol de amanecer espiritual en el horizonte del pensamiento, porque son felices aquellos que disponen del tesoro con que pagan sus deudas, y desdichados los que prosiguen engañados, porque adquieren pesados débitos para un mañana difícil.
Los jóvenes en la actualidad tienen todas las oportunidades a su disposición. Técnicas perfeccionadas de comunicación, abundantes conocimientos, comodidades que se multiplican y, sin embargo, entre ellos no faltan quienes marchen por los terrenos de la anticultura, mientras se hunden en los sueños de toxica alucinación t en que se entorpecen sentimientos e ideales, en la dolorosa imprevisión. De apariencia bella, son frecuentemente estéticos en la forma y primarios en el sentimiento. Algunos el prototipo de la belleza física, que darían envidia a la estatuaria de Fidias y de Praxiteles… Entretanto, a veces no son sino espíritus primitivos que vuelven a comenzar la jornada con una buena indumentaria y que la despedazan la golpes de locura y desesperación.
Sus necesidades se reducen a rudimentos de belleza primitiva y a la inmediatez sexual, a la que llaman amor, cuando no son más que impulsos instintivos, no siempre procreadores y a veces aberrantes…
El hombre, que es la mayor inversión de la Creación, se encuentra relegado a un plano secundario, en el tiempo de de los robots y de los sueños biólogos y de estudiosos de la eugenesia, los cuales están fascinados por si mismos, atribuyéndose poderes divinos, cuando realmente no son sino hombres atormentados interiormente. Esto es porque se han olvidado de Dios, se ha olvidado de los deberes cristianos que, por procesos de comodidad religiosa, han sido transferidos y deteriorados por las falsas conveniencias sociales.
En este sentido el Espiritismo tiene su más grandiosa misión, tal como previó Allan Kardec: ¡la de transformar el hombre para modificar el mundo!
Nunca hay que olvidar al gran amigo fiel, el hermano Mayor. Jesús siempre está a nuestro lado, tendiéndonos sus manos generosas en urgente socorro. Nunca falta su apoyo, la inspiración, ni la asistencia de los Bienhechores espirituales para conducirnos en los momentos más graves.
Las personas que nos rodean pueden ser un apoyo o un obstáculo.
La relación social no siempre favorece la vida del espíritu.
Ayudar a los que necesitan nuestra ayuda no debe significar disgregarnos, perder nuestro propio camino.
Si escuchamos todas las voces que suenan a nuestro alrededor, acabaremos por no escuchar la voz interior.
Acabaremos por no escuchar la voz de Dios.
Para escuchar a Dios hace falta soledad.
Si nos sentimos obligados hacia todos los que nos rodean, podemos acabar perdiéndonos.
Con frecuencia, la relación social es fuente de desasosiego. Hay relaciones tóxicas, que nos desestabilizan. Hay relaciones que nos causan dolor. Entonces, es preferible alejarnos. Ayudar a quien necesite nuestra ayuda, y continuar nuestro camino. Prestar ayuda a los demás siempre que podamos, pero luego continuar nuestro camino.
En ocasiones, las relaciones humanas se convierten en un peso que nos impide avanzar. Hay que intentar ir reduciendo los lazos que nos atan a este mundo. Cuanto más leve sea el peso, con más facilidad se elevará nuestro espíritu hacia lo alto.
Si hacemos propio cada problema, cada reclamo de las personas con las que nos relacionamos, no podremos avanzar en el proceso de desasimiento que nos lleva a entender la muerte como lo que es: un tránsito a la auténtica vida, una liberación.
Deberíamos tener presente todo el tiempo que la muerte es eso. Tanto la nuestra como la de los demás. La muerte no es sino desprenderse del lastre material, recuperar la libertad del espíritu, regresar al lugar al que pertenecemos.
Si nos acostumbráramos a convivir con la muerte, todo sería más fácil. La muerte es nuestra compañera de viaje desde que nacemos. Nos empeñamos en no mirarla, pero ella va con nosotros todo el tiempo, y su rostro no es el que nos han pintado en tanta imagen macabra.
Conforme el espíritu avanza y consigue su redención, lejos de sentir pesar por su partida al otro lado de la vida, su confianza en haber conseguido elevarse por encima de las cosas materiales, que saben son goces efímeros y perecederos, aspira a una mejor vida, a un encuentro consigo mismo, para felicitarse con los logros recibidos, somos como el alumno que espera el galardón por su esfuerzo, por sus logros, y desea seguir avanzando porque ya ha sentido la gloria de sus logros y no desea otra cosa, que conseguir más en pos del bien, que es el verdadero valor que nos hace ricos para siempre
El buscar la palabra Evangélica, en los momentos difíciles, es la mejor opción, pero no siempre se sabe extraer de su divina fuente las esperanzas que dan sostén a la vida, y que animan los sentimientos hacia la victoria sobre todas las dificultades.
“El Evangelio según el Espiritismo” son las manos generosas del Consolador que enjuga lagrimas y sudores colocando bálsamo reparador y ungüento en las heridas de los Espíritus, y ofrece el derrotero seguro para sus pasos.
¿Procuremos evangelizarnos es el pan de la vida que nutre el alma, para que pasar hambre y sed de justicia, si en el Evangelio encontramos la solución para todos nuestros pesares?
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