viernes, 26 de agosto de 2016

ALEGRÍA DE VIVIR




FALSO CONCEPTO DEL 

ESPIRITISMO 

Esto que pudiera parecer una invención exagerada de la lógica simplista, no lo es. Y, para demostraros que no hay en todo lo que digo ni invención ni exageración, voy a citaros un hecho concreto: “Un visitante que, a juzgar por la forma de expresarse daba la impresión de ser espiritista y estar versado en la doctrina, preguntó si cuando un hombre está sufriendo, no sería perjudicial aliviar sus sufrimientos, pues con esto – partiendo de que todo efecto tiene una cusa y de que el dolor es necesario – se le impedía enmendar sus faltas pasadas y se le privaba de los medios que Dios le proporciona para el perfeccionamiento del espíritu.” De lo que se deduce – según la lógica simplista – que si el aliviar el sufrimiento es malo y el dejar sufrir es bueno, el ocasionarlo es mejor y que, cuanto más mal se haga, más bueno se es. Y, aparte de la paradoja de tan absurda doctrina, ya pueden considerarse los efectos morales que produciría en el mundo y qué gloria seria para los espiritistas semejante aberración. 

En esta primera fase de mi trabajo he tratado de exponer, en sus diversos puntos de vista, el falso concepto moral y sociológico del Espiritismo y cómo, con semejante interpretación, se le rebaja a la más inmoral y antisocial de las ideologías. 

Analicemos ahora estas apreciaciones, a fin de demostrar que tal manera de razonar y sacar conclusión es contraria a la esencia de la doctrina y que, en muchos casos, no pasa de ser una pura mixtificación hecha por los detractores del Espiritismo, con el propósito de rebajarlo ante las tendencias contrarias. 

Es un gravísimo error de lógica, cuando no un sofisma, el sostener que el espiritista, por el hecho de aspirar a planos de existencia superiores, tenga necesariamente que sentir desprecio por las cosas y asuntos de este mundo, puesto que el solo buen sentido o la lógica más elemental enseñan todo lo contrario. Si el progreso del espíritu, su adelanto moral e intelectual, si todas sus perfecciones futuras y su felicidad tienen por base las actividades del presente – el bien que haga y el mal que evite, los conocimientos que adquiera, los sacrificios y esfuerzos que para ello realice, los efectos y consideraciones que por sus virtudes se conquiste cuanto mayor empeño ponga en las cosas y asuntos de este mundo – es decir, en aquellos que, física, moral y espiritualmente, le beneficien a él y a sus semejantes tanto mayor será el bien que se labre para su felicidad y perfeccionamiento futuros. 

Y he aquí cómo el espiritista está moralmente obligado por la fuerza de sus convicciones a trabajar con fe y con tesón por las cosas y asuntos del plano terrestre, en sentido más amplio y elevado que las demás tendencias ideológicas, porque las cosas y asuntos de este plano son la condición indispensable para su ascensión a planos de vida superiores, inaccesibles a los espíritus apocados e inactivos, indiferentes y egoístas. 

El espiritista se encuentra en análogas condiciones que el estudiante que tiene conciencia de la carrera que sigue y del fin elevado de sus estudios: éste aspira siempre a grados superiores y, lejos de sentir desprecio por el grado inferior en que se encuentra, por las cosas y asuntos de la escuela a que pertenece, por los profesores que le enseñan y los libros en que aprende, se siente vinculado a ellos por un sentimiento de solidaridad y pone el mayor empeño en aprovecharse de las lecciones y de los ejemplos que recibe, para su adelanto y el de sus condiscípulos, lo mismo que para el adelanto general de la escuela; sin que esto sea una razón para que no repudie y combata los malos métodos de enseñanza, las viejas tendencias escolásticas, los hábitos perniciosos, la negligencia de sus compañeros, sus irregularidades y sus vicios, la demasiada severidad de sus maestros, el exceso de disciplina y los sistemas anacrónicos de la enseñanza y del régimen escolar. 

El sofisma de los críticos de la doctrina espiritista consiste, pues, en este caso, en sostener que el estudiante, símil del espiritista, tiene necesariamente que sentir desprecio por las cosas y asuntos de la escuela a que pertenece, por el hecho de aspirar a grados o escuelas superiores. 

La actuación del espiritista en este mundo tampoco puede ser de “mística contemplación” puede así como el estudiante permanecer inactivo, en actitud contemplativa, soñando en los beneficios y goces espirituales que le proporcionará algún día la enseñanza de las escuelas superiores, despreocupándose de los estudios que corresponden a su clase – porque en este caso no adelantaría nada –; tampoco el espiritista puede – si ha de ajustarse con lógica a su doctrina permanecer en actitud mística, contemplando inactivo la vida del más allá y despreocupándose de las cosas y asuntos de la Tierra, cuado es aquí y en el ejercicio de todas sus facultades y aptitudes, donde debe prepararse y adquirir la suma de perfecciones y conocimientos que lo hagan digno y merecedor de una superior existencia. 

Otro de los errores o sofismas de los detractores de la doctrina espirita es el de pretender que ésta es, por sus consecuencias, fatalista y atribuir a los espiritistas la creencia de que Dios ha predeterminado las cosas de este mundo de modo que el hombre tenga que someterse pasivamente a ellas. 

Para el concepto espiritista, Dios no ha preestablecido ningún plan que en el desarrollo de los hechos y acontecimientos sociales excluya la intervención consciente, inteligente o relativamente libre del hombre. Creer que el Ser omnisciente que rige los destinos del Universo ha podido predeterminar las cosas tal cual suceden en la sociedad sin sus reacciones correspondientes, equivaldría a sostener el absurdo de que Él quiso que, por mezquinos intereses y desmedidas ambiciones, los pueblos se lanzasen unos contra otros en guerras fratricidas; que la mayor parte de las energías humanas se empleasen en empresas perjudiciales, en construir instrumentos de muerte y de exterminio; que hubiese políticos y mandatarios que engañasen a los pueblos y, so pretexto de gobernarlos y de ocuparse de su felicidad, labrasen, con el sacrificio ajeno, la suya propia; que existiesen religiones que, amparadas en su nombre, predicasen absurdos y mentiras para mantener a los hombres en la ignorancia y ellos regodearse a expensas del erario público y del comercio vil entre el cielo y la tierra; que hubiese, de intento, puesto en su plan cosas destinadas a la concupiscencia y a la degradación; que, como una burla y una ironía sangrientas hubiese acordado levantar patíbulos y guillotinas para unos hombres, no menos criminales que los demás y a quienes condenan, pero investidos de inhumana autoridad, mandasen ejecutar a éstos con la mayor sangre fría, para escarmiento de todos menos de ellos mismos, y que el delincuente vulgar e inexperto fuese, en muchos casos, juzgado, perseguido y castigado por el delincuente más hábil, más inteligente y más encumbrado; equivaldría, en fin, a hacer de Dios, ser todo amor, todo justicia, todo inteligencia, un verdadero monstruo, sin ninguno de los atributos divinos que el Espiritismo le reconoce. 

Dios no preestablece ni predestina los acontecimientos y mucho menos los sociales, que están sujetos a contingencias, sin que por esto contradigan el principio de causalidad; porque preestablecer y predeterminar son términos que expresan concepciones humanas. Y esto debieron saberlo los críticos de la doctrina espiritista por ser muchos de ellos doctores y filósofos, o tener el título de tales. 

Para Dios no puede existir ni pasado ni futuro sino un eterno presente, porque siendo infinito en sus atributos, también lo es en el espacio y en el tiempo. Dios establece y determina constantemente los acontecimientos por medio de sus leyes El Espiritismo no ataca a las pasiones, sino cuando éstas son bajas y degradan al hombre, o cuando son absorbentes y le subyugan y esclavizan. Las pasiones, si bien son las generadoras de los vicios más bajos y deprimentes, también lo son de las más grandes virtudes y de las empresas más nobles y elevadas. El alma – como bien dijo uno de los precursores de la filosofía espirita, el divino Platón – va en un carro tirado por dos corceles, uno blanco dócil, de formas graciosas, representa las pasiones generosas de nuestra naturaleza; el otro negro, de cabeza maciza, con los ojos inyectados en sangre, siempre lleno de cólera, no obedece sino a duras penas al látigo y al aguijón; éste representa las pasiones bajas. La razón sostiene las riendas del carro; se sirve hábilmente del corcel blanco para corregir los ímpetus del caballo negro, y hecha dueña soberana de su yunta, adelanta con paso firme y seguro a través de las tempestades de la vida hasta que franquea las puertas de la inmortalidad. Nada mejor que esta hermosa metáfora del autor del Fedro para expresar el concepto espiritista de las pasiones. 

Con lo expuesto creemos haber demostrado de modo satisfactorio la falsedad de las apreciaciones y acusaciones de los que atribuyen al Espiritismo una moral de pasividad y de negación, frente a los problemas sociales y a los asuntos de la vida terrena. 

Vamos ahora a responder al falso concepto de los simplistas y oportunistas, sobre los cuales – dicho sea para descargo de los verdaderos espiritistas – debiera recaer toda la responsabilidad de las precedentes acusaciones, porque ellas se fundan, mas que en un malentendido de la doctrina, en sus interpretaciones erróneas y en sus inconsecuencias. 

Sostener que el espiritista debe adaptarse al medio social: convivir con los intereses creados, con los egoísmos, las vilezas, los prejuicios e inmoralidades y no combatir los males e injusticias sociales ni tratar de aliviar los dolores y miserias de sus semejantes; decir que cada uno ocupa el lugar que le corresponde en la sociedad y que hay que dejarlo en ese lugar; que el que sufre es porque ha hecho sufrir anteriormente a los demás y necesita del sufrimiento (con el agravante de que hay que dejarlo o hacerlo sufrir) para purgar el mal hecho; dar por originados en existencias anteriores todos los males, todos los abusos, desmanes, crímenes, desigualdades e iniquidades que se contemplan en el mundo, tratar de justificarlos y pensar que la condenación y la reacción contra ellos son contrarias al espíritu y a la moral de nuestra doctrina; significa, más que una falsa interpretación, una falta de lucidez, en la conciencia de los que tal cosa creen o suponen. 

Si los espiritistas sostuviésemos semejante monstruosidad moral, la sociedad –por lo menos la parte sana- tendría razón suficiente para encerrarnos en un manicomio y sólo pasaríamos por cuerdos ante la opinión interesada de los encumbrados, de los egoístas y de los pillos, y el Espiritismo no serviría más que para justificar todas las infamias y garantizar el goce de unos a expensas de la desdicha y del dolor de los demás. 

Para refutar semejante absurdo, partamos ante todo, de que Dios ha puesto un velo a nuestro pasado para dejarnos obrar en el presente de modo que el recuerdo de lo que hemos sido no obstaculice nuestros esfuerzos para llegar a lo que debemos ser, ni nos coloque en condiciones de inferioridad unos con respecto a los otros. 

Ignorando, pues, nuestro pasado, mal podemos justificar nuestras diversas situaciones y accidentes presentes ni sujetarnos a ellos. Pero si, por inducción, partimos de lo que somos para poder presumir lo que hemos sido, no tenemos por esto, el mismo derecho de deducir a priori de lo que ignoramos haber sido, lo que tenemos necesariamente que ser en un momento determinado de nuestra existencia, máxime si se tiene en cuenta nuestra libertad moral. 

Cuando raciocinamos a posteriori, partiendo de un hecho conocido como es nuestra existencia actual, hay razones poderosas para persuadirnos, no sólo de lo que somos, sino también de lo que podemos y debemos ser, de acuerdo con nuestro concepto ideológico de la vida. 

Si un hombre, por ejemplo, me hace un daño, por inducción, hipotéticamente, concluir que este daño debe tener una causa anterior y un efecto posterior, pero no puedo partir de la causa que desconozco para justificar el efecto conocido, ni puedo suponer que este daño tenga necesariamente una causa anterior, originada por un nos enseña – a creer en la serie infinita de causas y efectos, porque bien puede suceder – y por mi parte estoy moralmente convencido de que así suceda – de que muchas de nuestras acciones, de nuestras situaciones buenas o malas, de nuestros sufrimientos y de nuestras alegrías, tienen un origen inmediato aquí en esta existencia. Y esto es ya un motivo para no caer en la simplicidad de atribuir a todas nuestras acciones y situaciones terrestres una causa remota que a su vez vendría encadenada en una serie de causas infinitas. 

Aun aplicando este mismo razonamiento al principio de causalidad espirita y admitiendo, según el concepto simplista, que toda acción o situación humana presente, tiene un antecedente causal en anteriores existencias y un efecto consiguiente como consecuencia moral de la misma acción o situación, no probaría esto de que necesariamente el mal deba enmendarse con el mal, la injusticia con la injusticia, la ofensa con la ofensa, porque la ley de causalidad espirita no es unilateral sino bilateral, es decir, que un daño recibido puede ser enmendado por parte de quien hace con un bien equivalente, sin necesidad de sufrir el mismo mal causado. Y esto es precisamente lo que enseña la doctrina espiritista, que difiere esencialmente del “ojo por ojo y diente por diente”de Moisés y de la moral de las religiones y sistemas fatalistas. 

El mal no es, pues, la consecuencia necesaria de otro mal, y el espiritista no tiene el deber de respetarlo ni someterse a él. 

Si un hombre se está ahogando, pongamos por caso, no sería razonable ni de buenos espiritistas entrar en averiguaciones si esa es la situación que, de acuerdo con sus acciones pasadas, le corresponde, o si la tiene o no merecida; su deber moral es tratar de salvarlo. 

Del mismo modo, si este mismo hombre sufre privaciones, dolores, enfermedades, miserias e injusticias, causadas por la avaricia, el egoísmo y la prepotencia que ampara la ley, no debe referirse a él y decirle: ¡sufre! ¡aguanta! ¡cállate! ¡sométete! humíllate! porque todo esto es la consecuencia de análogas faltas cometidas en anteriores existencias; sino dirigirse a los causantes de todos estos males y reprocharles su conducta, haciéndoles comprender que sus actos actuales y sus inicuos procederes tendrán en el futuro fatales consecuencias. 

No es, pues, mirando para atrás sino mirando hacia adelante como debe conducirse el verdadero espiritista. Supongamos que una persona se presentase a uno de estos simplistas que pretenden justificar todos los males del presente por las acciones del pasado y le pidiese prestado una cantidad de dinero para salir de una situación apremiante, y que, cuando éste fuese a pedírsela, la tal persona le dijese: — Amigo, yo no le debo nada; aún está usted pendiente de una deuda — ¿Cómo?, diría el simplista. Es la cosa más natural y espiritista del mundo: Sucede que en nuestra existencia anterior yo le presté una mayor cantidad de la que usted me devolvió. Y ahora, para saldar la cuenta debe usted devolverme el resto. 

Sin duda que el simplista no iba a quedar muy conforme, y, sin embargo, esa es su lógica. Lógica muy buena, sin duda, para el sostenimiento de todas las maldades y pillerías y, especialmente, para hacer frente a nuestros acreedores. 

En rigor, nadie ocupa en la sociedad el lugar que le corresponde o le pertenece, sino el que se ha labrado, muchas veces a expensas de la ignorancia y de la debilidad de los demás. De hecho todos ocupamos un lugar, pero de derecho ninguno ocupa el que debe ocupar. El lugar que cada uno ocupa en la sociedad no está prefijado fatalmente; es accidental, momentáneo, un instante pasajero y fugaz de nuestra evolución; cambia incesantemente y puede y debe cambiar todo el impulso de nuestra voluntad, de nuestros sentimientos y de nuestros esfuerzos; y el conjunto de las voluntades, de los sentimientos y de los esfuerzos mancomunados puede imprimir a la sociedad un nuevo giro y hacerla capaz de una ideología superior que haga desaparecer muchos de los males e injusticias sociales. 

No deben cegarnos ni estancarnos, las posiciones fortuitas, circunstanciales y pasajeras, no siempre necesarias ni justas, porque la justicia no se cumple en un instante de nuestra evolución, sino en el progreso eterno de nuestro espíritu. 

Lanzados como la flecha al espacio, con un fin ideal y sin solución de continuidad en nuestro avance, no ocupamos jamás un lugar preciso en la escala infinita de nuestra evolución. Y es por eso que el lugar que nos corresponde en el mundo estamos muy lejos de ocuparlo, y creo que jamás lo ocuparemos definitivamente. Pero hay sí un lugar, que está en nuestra conciencia en nuestra conciencia de espiritistas, que es el que nos señala nuestra ideología y el cual debemos ocupar en todo momento, elevándonos por encima de todas las bajezas humanas, de todos los convencimientos, de todas las circunstancias acomodaticias y de todos los intereses egoístas, para tener la libertad y el valor de decir nuestra verdad, sin ambigüedades ni torcimientos, pero también sin odios y sin rencores para nadie, considerando que las posiciones y clases sociales no constituyen categorías de orden moral y que el mal, en cualquiera de sus manifestaciones, depende más que todo de la falta de comprensión y de capacidad para al bien. 

Hagamos como el médico filántropo, que, si combate las enfermedades, es sólo con el noble propósito de curar a los enfermos. Ese es el lugar ideal que, de acuerdo con la doctrina espiritista, nos corresponde ocupar a los que nos hemos nutrido de sus sabias y nobles enseñanzas. 

Manuel S. Porteiro (1881-1936), pensador espirita argentino, considerado o fundador da sociologia espirita. Fue presidente de la Confederación Espirita Argentina 

El Espiritismo frente al problema Social .

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               ALEGRÍA   DE VIVIR 

La vida es un poema de belleza, cuyos versos están constituidos de propuestas de luz, escritas en la partitura de la Naturaleza, que exalta su presencia en todas partes. La existencia física es un cuadro aparte de conquistas y encantamiento, mediante cuyo aprendizaje el espíritu se embellece y alcanza los páramos de la realidad. En todas partes hay sol y armonía invitando a la paz y a la participación en su conjunto feliz. Sin embargo, solamente la criatura humana se presenta triste , marcada por las zarzas morales que carga de las actitudes pasadas, de los compromisos mal vividos, de las realizaciones desastrosas, transfiriendo de una etapa a otra lo que podría lograr de una vez, en el caso que resolviera por la solución de las dificultades de dentro para fuera, que es la contribución del esfuerzo bien dirigido. 

La alegría de vivir, pues, debe ser parte activa del programa de construcción personal de la criatura inteligente. Disfrutar de toda la magia existente en el panel universal, sacando las maravillosas concepciones de plenitud que está al alcance de todo aquel que desea elevarse, libre de tormentos y de amarras con el pasado. 

El destino de la criatura es la libertad, hacia donde sigue con los ojos puestos en el futuro. Ser libre significa no depender, optando por lo que constituye estimulo para la victoria; no tener pasado ni inquietarse por el futuro, viviendo ampliamente el presente en transportes de paz y alegría. 

A medida que se madura psicológicamente, la alegría de vivir constituye una razón poderosa para la prosecución de la actividad de iluminación. Tal alegría, ciertamente, no impide episodios de reflexión por el dolor, de ansiedad, por amor, de espera por la salud, de presencia de la enfermedad, de angustias momentáneas, de inquietud delante de lo que esté ocurriendo. Esos fenómenos, que forman parte del curso existencial, no eliminaba la alegría, más bien le dan motivo de presencia, porque a cada desafió sigue una victoria; después de cada testimonio viene una conquista; a cada emprendimiento de dolor se presenta un nuevo peldaño de equilibrio, haciendo que la alegría sea constante y motivadora para la producción de nuevos valores. 

La alegría proporciona al cerebro una mayor contribución de enzimas especiales, encargadas de producir la salud, posibilitando la risa que es un estimulante poderoso para la fabricación de inmunoglobulina salivar (sIgA), portadora de factores inmunizantes, que propician el constante equilibrio orgánico, evitando la invasión de varios virus y bacterias perniciosas. 

Reír es una forma de expresar la alegría sin que la carcajada estridente, nerviosa, descontrolada, tome parte en su exteriorización. Cuando reímos, estimulamos preciosos músculos faciales y generales, eliminamos toxinas perjudiciales acumuladas, que terminan por intoxicar al individuo. 

La risoterapia significa un recurso valioso para evitar determinadas contaminaciones, pero también para auxiliar en el restablecimiento de patologías graves, principalmente infecciosas mutiladoras, las degenerativas de la máquina orgánica y varios disturbios en las áreas emocional y psíquica. 

Asevera el Evangelio que raramente Jesús sonreía. Normalmente era visto llorar y casi nunca sonreír. El que se presentaba como el Ser más perfecto que Dios ofreció al hombre para servir de modelo y Guía, como aclararon los espíritus al eminente Codificador Allan Kardec… Que llorase, resulta paradójico… se trata de una contradicción aparente . sus légrimas no eran de sufrimiento, pero si de compasión, ese sentimiento superior y elevado de coparticipación que dirigía a las criaturas, que preferían permanecer en la ignorancia en vez de aprovechar Sus lecciones libertadoras. Era una forma de expresar ternura por los enfermos voluntarios, que en El tendrían la terapéutica eficaz para librarse de los males que los amargaban y no obstante, relegaban a plano secundario, aturdidos por la búsqueda del casi nada inmediato y fugaz. 

Esto está demostrado cuando hablaba de Su Buena Nueva de Alegría y se presenta como la Puerta de las ovejas, la Luz del mundo, el Camino, La Verdad, y la Vida, el Pastor, el Mesías, informando que somos la Sal de la Tierra, las ovejas, los necesitados de todo jaez, necesitados de si, de El, como conductor y Psicoterapeuta para nuestra innumerables deficiencias y enfermedades del alma. 

El autoconocimiento revela al ser sus posibilidades y limitaciones, abriendo espacios para la renovación y conquista de nuevos horizontes de salud y plenitud, sin conciencia de culpa, sin estigmas. 

Las psiconeuroinmunologia viene a demostrar que el estado de salud puede ser conseguido por el propio individuo que resuelve renovarse y creer en si mismo, en sus inmensas reservas de energías, en el valor de sus conquistas. Perfectamente compatibles con la ley de Causa y Efecto, las realizaciones positivas eliminan o disminuyen el peso de las negativas perjudiciales. 

La criatura humana es lo que es su psiquismo, conforme el actúa, así se presentan las manifestaciones del mundo de su yo y del Self. 

Por tanto el pensamiento bien construido, actúa en el mecanismo del sistema nerviosos, en el cerebro y estos conjugados, producen enzimas protectoras que tornan inmune el organismo a muchas invasiones de agentes destructivos, propiciando la salud. 

La alegría de vivir es una invitación para una existencia rica en producciones morales, espirituales, artísticas, culturales, estéticas, y nobles. 

El destino existencial deja de ser vivir bien, que es una de las metas humanas, para bien vivir, que es una conquista personal intransferible, especial, que jamás se altera o se pierde, fomentando la felicidad y trabajando por la paz que todos aspiran. 

Trabajo extraído del libro “Vida, desafió y soluciones” de Divaldo Pereira Franco

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                     EN RIGOR 

ESPÍRITU SANTO:Falange de los emisarios de la providencia que supervisa los movimientos importantes de la humanidad,tanto en la tierra como en el ámbito espiritual. 
REINO DE DIOS:estado de sublimación del alma,que ella misma ha creado a través de las encarnaciones incesantes. 
CIELO: esferas espirituales santificadas donde residen los Espíritus superiores que irradian desde su seno la atmósfera de paz y felicidad. 
MILAGRO:designación de hechos naturales cuyo mecanismo familiar se encuentra vedado al entendimiento de la criatura humana. 
MISTERIO:parte ignorada de la normas universales a la que paulatinamente identifica y comprende e espíritu humano. 
SOBRENATURAL:definición de fenómenos que todavía no están incorporados a los dominios de lo habitual. 
SANTO: atributo aplicado a determinadas personas que aparentemente han cumplido en la tierra con su deber. 
TENTACIÓN: posición personal de cautiverio interno en relación con vicios instintivos a los que todavía no conseguimos superar por nosotros mismos. 
DIA DEL JUICIO:oportunidad ubicada entre dos períodos de la existencia del alma,que se refieren a la siembre de acciones y a la renovación de la conducta individual. 
SALVACIÓN:liberación y preservación del Espíritu contra el peligro de males mayores en su propio camino,a fin de que se confíe a la construcción de su felicidad,dentro de los dominios de bien y en camino hacia los niveles mas elevados de evolución. 

El Espiritismo tiene como misión fundamental entre los hombres la reforma interior de cada uno,porque proporciona explicaciones al porqué de los destinos,razón por la cual restablece y corrige muchos de los conceptos usuales,a fin de que se haga la luz en las conciencias y el consuelo en los corazones,del mismo modo que Jesús no vino a destruir la ley,sino a cumplirla,la Doctrina espiritista no vino a desmentir las enseñanzas del Jesús.sino a desarrollarlas,completarlas y explicarlas en términos claros a todos por igual,cuando han sido expresadas mediante formas alegóricas. 
En rigor,la verdad puede estar lejos de las palabras con las que aspiramos a traducirlas. 
Renueva,entonces,las expresiones de tu pensamiento y tu vida 
habrá de renovarse por completo,mediante las faenas de cada hora. 
ANDRÉ LUIZ

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                            Cura Real 

No trate sólo los síntomas, intentando eliminarlos sin que la causa de la enfermedad sea también extinguida. La cura real solamente ocurre del interior para el exterior….. 
Sí, diga a su médico que usted tiene dolor en el pecho, pero diga también que su dolor es dolor de tristeza, es dolor de angustia. Cuente a su médico que usted tiene acidez, pero descubra el motivo por el cual usted, con su genio, aumenta la producción de ácidos en el estómago. Relate que usted tiene diabetes, sin embargo, no se olvide de decir también que no está encontrando más dulzura en su vida y que es muy difícil soportar el peso de sus frustraciones. Mencione que usted sufre de jaquecas, sin embargo confiese que padece con su perfeccionismo, con la autocrítica, que es muy sensible a la crítica ajena y demasiado ansioso. 
Muchos quieren curarse, pero pocos están dispuestos a neutralizar en sí el ácido de la calumnia, el veneno de la envidia, el bacilo del pesimismo y el cáncer del egoísmo. No quieren cambiar de vida. Buscan la cura de un cáncer, pero se niegan a desechar una simple amargura. Pretenden la desobstrucción de las arterias coronarias, pero quieren continuar con el pecho cerrado por el rencor y por la agresividad. Anhelan la cura de problemas oculares, sin embargo no retiran de los ojos la venda de la crítica y de la maledicencia. Piden la solución para la depresión, sin embargo, no ceden al orgullo herido y del fuerte sentimiento de decepción en relación a pérdidas experimentadas. Suplican auxilio para los problemas de tiroides, pero no cuidan de sus frustraciones y resentimientos, no levantan la voz para expresar sus legítimas necesidades. Imploran la cura de un nódulo de mama, sin embargo, insisten en mantener bloqueada la ternura y la afectividad por cuenta de las heridas emocionales del pasado. Claman por la intercesión divina, sin embargo permanecen sordos a los gritos de socorro que parten de personas muy próximas de sí mismos. 
Dios nos habla a través de mil modos; la enfermedad es uno de ellos y por descontado, el principal recado que le llega de la sabiduría divina es que está faltando más amor y armonía en su vida. 
Toda cura es siempre una auto cura y el Evangelio de Jesús es la farmacia donde encontraremos los medicamentos que nos curan por dentro. 
Hace dos mil años que esos medicamentos están a nuestra disposición. ¿Cuándo nos decidiremos? 

Libro “El Medico Jesús” 
José Carlos De Lucca

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    ESPIRITISMO: 

UNA CIENCIA POSITIVA

Como método de elaboración, el Espiritismo utiliza exactamente el mismo que las 
ciencias positivas, es decir, aplica el método experimental. Se presentan hechos de un orden nuevo que no pueden explicarse mediante las leyes conocidas: el Espiritismo los observa, compara y  analiza, y del efecto se remontan a la causa y de ésta a la ley que los gobierna, luego deduce las consecuencias y busca aplicaciones útiles.- No establece ninguna teoría preconcebida, motivo por el cual no ha formulado hipótesis sobre la existencia e intervención de los espíritus, como tampoco sobre el periespíritu, la reencarnación ni ningún otro de los principios de la Doctrina. Ha terminado por aceptar la existencia de los espíritus cuando esa existencia se mostró evidente a través de la 
observación de los hechos, y de igual manera se ha manejado con los demás principios.. No son los hechos los que han venido a confirmar la teoría, sino ésta es la que ha llegado posteriormente para explicar y resumir los hechos. 

-El Génesis- Allan Kardec

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