NOSOTROS Y LA REENCARNACIÓN
Presente en las diversas culturas, la Reencarnación desafia al tiempo, permanecendo viva en la história, en la mente y en las crencias del ser humano. Desde la mas remota antigüedad hasta los dias de hoy, ella es la forma mas completa de explicar los diversos fenómenos de la vida humana conforme a la manera como la sociedad evolucionó. Las civilizaciones se suceden hacia la modernidad, y mientras tanto, la reencarnación no desaparece de la história.
Vamos a seguir algunas pesquisas realizadas por la Ciencia que evidencian la Reencarnaçión:
1.Criaturas con recuerdos espontáneos de vidas previas, los cuales perduran hasta la edad próxima a la pubertad;
2.Recordaciones simples en adultos del tipo memória extracerebral;
3.Recordaciones de adultos o de niños, acompañadas de marcas de nacimiento(birtmarks);
4.Sueños recurrentes; sueños anunciadores; sueños comunes que desencadenan en la memoria hechos pretéritos ocurridos en vidas pasadas;
5.Visiones espirituales;
6.El “déja vu” por el que se reconoce una persona o un escenario, ligado a alguna encarnación anterior;
7. Situaciones similares, esto es, vivencia de episódios semejantes, desencadenantes de contenidos pretéritos;
8. Dolencias graves con estado-pré-agónico, delírios, alucinaciones;
9. Desdoblamientos, viages astrales;
10. Informaciones de espíritus que están fuera del cuerpo, de sensitivos o del própio reencarnante, antes o depues de morir;
11. Características innatas; genialidad, defectos congénitos o marcas de nacimiento, aun sin recordación;
12. Cualidades, defectos, modo de ser o características psicológicas traidas de vidas pasadas (aptitudes innatas);
13. Psicanális o análisis terapéutico muy profundo;
14. TVRP – Terapia Regresiva a vivencias pasadas;
15. Casos de obsesión espiritual;
16. Hipnosis con regresión de memória;
17. Acción de drogas diversas, inclusive, anestésicos;
18.Traumas violentos;
19.. Recuerdos durante la gestación;
20.Meditación: extasis religioso, trance con manifestación de una personalidad anterior.
As pesquisas sobre la Reencarnación no cesan con estas evidencias apuntadas. El campo de trabajo en este área crece dia a dia. La Medicina, la Genética y la Psicologia Transpesonal vienen siendo convocadas para ofrecer la contribución de sus pesquisas. Creemos que los próximos diez años tendremos a la Ciencia oficial declarando este importante descubrimiento como antes dijera Jesus a Nicodemo: “Es necesário nacer de nuevo”. Y Allan Kardec la confirmó en “El Libro de los Espíritus”, declarando que solamente con la Reencarnación entendemos mejor la Justicia de Dios y la Evolución de la humanidad.
Pesquisa de autores encarnados.
João Cabral-
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EL ESPIRITISMO ES CIENCIA
El ilustre Allan Kardec escribió en una de sus obras fundamentales esta sentencia:“El verdadero carácter del Espiritismo es el de una ciencia y no el de una religión”.
El tiempo, que todo lo resuelve, viene a demostrar que el Espiritismo sólo puede existir lógicamente como verdad positiva, a base de ciencia cuyo valor fundamental estriba en la realidad de los hechos, en la observación y estudio experimental de los mismos.
Este concepto científico del Espiritismo lo expresa el filósofo espiritista en otro pasaje:
“Desde el punto de vista filosófico responde a las aspiraciones del hombre respecto al porvenir; pero, como apoya la teoría de éste en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo”.
A la muerte de Kardec, el eximio Flammarion pronunció el célebre discurso de despedida al maestro, que hizo honor a la causa espiritista, augurando para el Espiritismo el título de ciencia positiva y tratando de encauzar a sus adeptos en el estudio experimental de sus fenómenos. Dijo en aquella fecha memorable:
“Este método experimental al que debemos la gloria del progreso moderno y las maravillas de la electricidad y del vapor; este método debe apoderarse de los fenómenos de orden aún misterioso a que asistimos, disecarlos, medirlos y definirlos...”
“Porque el Espiritismo no es una religión, sino una ciencia de la que apenas conocemos el abecedario. El tiempo de los dogmas ha concluido”.
Gabriel Delanne, uno de los pioneros más valientes y destacados del
Espiritismo en Francia, escribe a este respecto:
“El Espiritismo no es una religión: no tiene dogmas, ni misterios ni ritual. Es una ciencia de experimentación, de la que se desprenden consecuencias morales y filosóficas de inmensa importancia”.
A esta concepción amplia y desprejuiciada del Espiritismo, podemos agregar la del eminente naturalista Russel Wallace, espiritista de no dudosa procedencia:
“El Espiritismo es una ciencia experimental y suministra la única base segura para una filosofía verdadera y una religión pura.
Suprime los nombres sobrenatural y milagro...”
“Una ciencia de la naturaleza humana, fundada en los hechos observados; que sólo apela a los hechos y experimentos; que no toma creencias sin pruebas; que insiste en la investigación y en la conciencia de si misma como los primeros deberes de los seres inteligentes; que enseña que la felicidad en una vida futura puede ser asegurada cultivando y desarrollando hasta donde es posible más altas facultades de nuestra naturaleza intelectual y moral y no de ningún otro modo; es y tiene que ser el enemigo natural de toda superstición”.
Por su parte dice el Dr. Gustavo Geley:
“Para los verdaderos creyentes en la doctrina espiritista, esta es una ciencia positiva, basada sobre el estudio experimental de los fenómenos psíquicos y las enseñanzas de los espíritus elevados”.
A estas autorizadas opiniones podríamos agregar la de todos los verdaderos espiritistas y demostrar que sus convicciones se formaron en el terreno de los hechos, por el estudio, la observación y la experiencia de los mismos y no por creencias religiosas anticipadas, por la fe ciega o por la predisposición mística desarrollada por la necesidad de ampliar los horizontes de esta vida, por esa ansiedad imperiosa que, según los materialistas, sienten las almas cándidas, los espíritus débiles, atormentados por el deseo de penetrar las sombras del misterio y de hallar lo que no alcanza a descubrir la ciencia... a la cual suelen mirar con desdén...
No son los verdaderos espiritistas los que creen en la bancarrota de la ciencia frente a los problemas del alma; por el contrario, es la ciencia para éstos el fundamento de sus creencias, sin los hechos positivos, experimentales, el Espiritismo carece de base, y su filosofía sería uno de tantos sistemas metafísicos, una de tantas religiones, agregados al acervo común de la historia.
El Espiritismo no tiene por punto de partida la fe, sino sus fenómenos y el estudio racional de los mismos: es sobre la base fundamental del fenomenismo psicológico supranormal que descansa su filosofía, su ética y su sociología, y es sobre esa misma base que afianzamos nuestras creencias los verdaderos espiritistas.
Las conclusiones filosóficas que sustentamos emanan de los mismos hechos y no de creencias o de razonamientos a priori: ni siquiera tienen la desventaja -si tal pudiera llamarse a la especulación filosófica subjetiva- de atribuirse a inducciones o deducciones personales, ya que la doctrina espiritista surge espontánea de la naturaleza misma de los hechos, de las manifestaciones inteligentes que de ellos se desprenden.
Es cierto que muchos de los principios o postulados de nuestra doctrina se encuentran diseminados entre las religiones y sistemas filosóficos, pero éstos, las primeras, se fundan en la fe ciega, en el dogma infalible y en absurdas, cuando no mentidas, revelaciones, y los segundos, en deducciones o hipótesis más o menos lógicas, pero siempre discutibles por carecer de fundamento científico que pruebe experimentalmente la veracidad de los principios sustentados.
De todo esto se infiere que si el Espiritismo se impone a la consideración humana por sobre todas las creencias religiosas e ideológicas, es por sus hechos observables y experimentables, y no por un sentimiento místico o por las halagüeñas perspectivas que de él se desprenden para el porvenir del espíritu: deja de ser religión, en el sentido místico y ritual del concepto, pero no puede dejar de ser ciencia sin dejar de existir como verdad demostrable y perder su interés y valor positivos; pues, si le faltan los hechos, los principios ciertos en que se apoya y el conocimiento, aunque relativo, de las leyes que los rigen, ya pasa a la categoría de misticismo, sin que su caudal filosófico y moral pese un gramo más en la balanza del progreso humano.
No tienen, pues, razón aquellos espiritistas que, imbuidos de religiosidad, creyentes por ingenuidad o por simples razonamientos filosóficos, se bastan a su fe y miran con ojeriza a los hombres de ciencia y a sus mismos compañeros que bregan por encauzar el Espiritismo en la corriente científica señalada por los sabios espiritistas que hacen honor a nuestro credo, y, mucho menos, los que hacen de éste una religión como cualquier otra y creen que la Ciencia -por hallarse aún en los balbuceos de esta nueva y fecunda rama de la psicología experimental y no haber llegado aún, en algunos casos, a las mismas conclusiones espiritistas, por buscar la correlación entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos o explicar por las mismas leyes anímicas todos los fenómenos supranormales sin hacerse cargo de las manifestaciones de espíritus desencarnados- conduce al materialismo.
No hay que olvidar que así como mucha ciencia conduce a Dios y poca nos aleja de él, lo mismo sucede con la creencia en la existencia del mundo espiritual: un conocimiento incompleto del fenomenismo espírita y de sus manifestaciones no convence a nadie, pero el estudio continuo con métodos adecuados lleva al convencimiento: la mayor parte de los sabios o simples estudiosos que han abrazado el Espiritismo, primero lo negaron; después, con poca ciencia, afirmaron los hechos pero negaron la teoría, y luego, al correr de los tiempos, con más ciencia y experiencia, aceptaron esta última.
La ciencia, la verdadera ciencia, no conduce al materialismo sino cuando es incipiente y carece de la madurez necesaria para llegar a las conclusiones espiritistas.
En muchos casos los que penetran en el santuario de esta profunda ciencia del alma por las puertas de la fe, suelen salir por las del escepticismo o la incredulidad; mientras que otros que entran incrédulos y materialistas salen llenos de fe y de esperanza, después de estudiar los hechos con todo rigor científico y de exigir de ellos toda la luz que anhelaban sus espíritus ávidos de ciencia y de verdad. Ejemplos de esto entre otros mil, William Crookes, Russel Wallace y Lombroso.
Al hablar de ciencia no nos referimos a esa ciencia incompetente, infructuosa, llena de orgullo y de suficiencia que niega la existencia, y aun la posibilidad, de las manifestaciones del mundo espiritual; que no tiene más de positiva que lo que alcanza en la materialidad de las cosas; que, en materia de fenomenismo espírita o de metapsiquismo, en vez de adaptarse a la naturaleza y a las modalidades de los hechos, les impone condiciones y métodos arbitrarios, y, como en semejantes condiciones no halla lo que, por prejuicio de escuela, sus representantes tienen interés en no encontrar -el espíritu como sustancia independiente del organismo- lo niegan: porque su caudal seudocientífico está formado a base de negaciones.
A estos “científicos”, que forman una “ciencia” de relumbrón, sí, no titubeamos en declararlos en bancarrota. Hablamos aquí de la verdadera ciencia, de esa diosa augusta que no afirma ni niega nada a priori; que no teme la investigación de ningún hecho, por absurdo e inverosímil que parezca, ni a las condiciones y métodos que su naturaleza impone; que, animado de un profundo amor a la verdad, no se alimenta de prejuicios, sino de la luz espiritual que irradia la renovación constante de la vida.
El Espiritismo es una ciencia integral y progresiva: abarca todos los conocimientos humanos. No es una religión, aunque cultiva y espiritualiza los sentimientos religiosos. “La religión se va, la ciencia viene”, ha dicho alguien.
Y no estará demás recordar a los neófitos y profanos que nuestro lema es: Hacia Dios por el amor y la ciencia.
Manuel S. Porteiro
(Transcrito de “Espiritismo: Doctrina de Vanguardia”)
Tomado de la revista “Constancia”
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EL
PROBLEMA DE LA EXISTENCIA DEL MAL
Y
GABRIEL DELANNE
Si
el espiritismo ha conquistado millones de adeptos en el mundo entero,
no es solamente porque da a la humanidad, la demostración científica
de la existencia del alma y de su inmortalidad, sino también porque
aporta soluciones lógicas a todos los enigmas, que las religiones y
las filosofías no han podido resolver hasta ahora.
Sin
embargo, no podemos dejar de aceptar –en honor a la verdad- que esa
demostración científica del alma y de su inmortalidad, por parte
del Espiritismo, no ha cuajado en absoluto en el contexto cultural
humano.
Posiblemente
no se ha tenido en cuenta esa demostración por estar propuesta por
“los espiritistas” como sinónimo de gente poco seria y
fantasiosa. A pesar de ello, un día u otro – ojalá más pronto
que tarde- la ciencia más vanguardista deberá reconocer esa
realidad, porque en sus atrevidas investigaciones se encontrarán
inevitablemente con el periespíritu, como parte más “material”
del espíritu; y, de ahí hasta el alma, ya sólo hay algunos pasos
más.
¿Y
qué pregunta más angustiosa que la de la Existencia del Mal? ¿Cómo
puede dejarlo subsistir un ser todopoderoso, si sólo de su voluntad
depende que desaparezca?
¿Por
qué los bienes naturales, salud, fuerza, inteligencia, parecen
distribuidos al azar, lo mismo que la fortuna y los honores, cuando
lo más frecuente es que sean patrimonio de los menos dignos?
¿Por qué esas
calamidades que devastan de pronto un país, hundiendo en el dolor a
millones de seres inocentes?
Si
interrogáis a las religiones, sólo os responderán invocando el
principio de la libre decisión de la divinidad, que puede, a su
antojo, hacer barro de elección o de impureza. Salta a la vista la
arbitrariedad de esta doctrina. So pena de una monstruosa
parcialidad, un padre justo y bueno nopuede
predestinar a unos a la abyección, mientras otros no tendrán que
hacer, más que vivir para llegar a la felicidad suprema.
Ciertamente
es muy desorientador, además de imposible, el intentar conciliar la
idea de una divinidad justa, sabia y todopoderosa, con el reparto de
la “suerte” entre la población terráquea.
Si
se interroga al Espiritismo, éste sí que tiene respuestas
convincentes a nivel general, basadas en:
La
doctrina de las vidas múltiples nos deja entrever parte de la
solución del problema. Si se vuelve muchas veces a la tierra, esta
serie de reencarnaciones nos colocará sucesivamente en todas las
posiciones posibles, y la real desigualdad que para una sola vida
existe, se compensa cuando se piensa en la multiplicidad de
condiciones físicas, morales, intelectuales y sociales, que,
alternativamente, se han ocupado aquí abajo. Lo que tendría de
arbitrario, desaparece, si todos los seres inteligentes sufren
pruebas semejantes, quedando así satisfecho el sentimiento de
justicia que cada uno lleva en sí grabado.
Lo
que no puede, lo que no debe hacer nunca el Espiritismo es
proporcionar una opinión detallada a las situaciones concretas que
se dan en nuestro planeta.
Una
cosa es enunciar unas leyes de aplicación general y otra, muy
distinta, el intentar dar respuesta a situaciones particulares. No
se puede “jugar
a adivino”;
la mayor parte de las veces no se dispone de la información
suficiente como para poder explicar el porqué, de determinadas
problemáticas. Contentémonos -que ya es mucho- en comprender los
planteamientos generales; y el más general es que de cualquier
situación que vivamos siempre nos será posible extraer un provecho,
por dura que pueda ser esa situación.
-
El progreso.
El
mal ya no es entonces más una fatalidad ineludible y desgraciada de
la que no podríamos librarnos; parece como un acicate, como una
necesidad destinada a impulsar al hombre en la vía del progreso. El
progreso no es una utopía. La existencia del hombre en la época
cuaternaria, errando a través de las selvas o yaciendo en las
cavernas, no es comparable a la del más miserable de nuestros
campesinos. A medida que conocemos mejor el mecanismo de la
naturaleza, podemos utilizar las ciencias para mejorar nuestra
situación física;
El
mal toma así otro aspecto a nuestros ojos; el mal, o sea el dolor
(físico o moral), la dificultad, la contrariedad,… viene a
convertirse en el verdadero motor de nuestro progreso, hasta que éste
pueda ser conducido exclusivamente por la voluntad.
La
civilización proporciona al hombre una seguridad que sus precursores
no conocían; Desde el punto de vista moral, los progresos han sido
más lentos; todavía es cruel la lucha por la existencia, sobre todo
en las ciudades, pero, ¿quién osaría comparar el proletariado
actual con la esclavitud antigua? Si las guerras no parecen llevar
trazas de extinguirse, han perdido parte de su horror primitivo.
Ojalá fuera del todo
así. Las guerras siguen siendo una lacra de la sociedad, siguen
siendo una expresión de la raíz de todos los vicios y de muchos de
los conflictos humanos: el egoísmo.
Después
del horror de la carnicería, los heridos son recogidos y atendidos,
y el furor homicida se extingue cuando la bestia humana reposa. En
vez de rematarlos, se cura a los heridos. El sentimiento de
solidaridad se afirma con la multiplicación de los hospitales, con
las pensiones a la vejez, con el auxilio concedido a los inválidos,
igual que con las asociaciones que garantizan a sus miembros contra
los riesgos de enfermedad y paro.
Se
presiente el principio de un nuevo estado de cosas; si es todavía
rudimentario y en muchos aspectos, defectuoso, nada impide creer que
cada día adquirirá mayor impulso.
La
evolución hacia lo mejor aparece como consecuencia de la elevación
intelectual de la masa social, que la instrucción, liberalmente
distribuida, comienza a despertar del letargo en el que durante
tantos siglos yaciera para exclusivo provecho de sus explotadores. Ya
no se espera ladicha
de una intervención sobrenatural. Se comprende que ella será
resultado del esfuerzo colectivo de todos. Hay que dejar a los
aficionados a las paradojas fáciles la negación del progreso; éste
es la ley espiritual que rige el universo.
Seguramente
habrá un nuevo estado de cosas; ¿cuándo? Una respuesta fácil
sería: cuando Dios quiera. A pesar de que en el fondo es así, no
podemos dejar de pensar que las leyes divinas se aplican de forma
automática y que los Espíritus superiores son los ejecutores de
esas leyes. Por lo tanto, sin duda alguna, cuando ese estamento
espiritual superior lo crea oportuno, se dará un impulso al progreso
espiritual en detrimento, si es necesario, del siempre pujante
progreso material.
Somos
creadores de un determinismo ulterior, consecuencia de nuestras
pasadas acciones, aun poseyendo la posibilidad de modificar nuestras
existencias futuras en el sentido más favorable, según el grado de
libertad moral e intelectual en relación con el punto de la
evolución que hayamos alcanzado.
“Determinismo
ulterior”: esa es la clave del problema. Determinismo que es la
suma de esas consecuencias de acciones pasadas y, ciertamente, de
nuestras necesidades de aprendizaje. Es importante este concepto
básico en Espiritismo –bien señalado aquí por Delanne- sobre esa
posibilidad permanente de modificar nuestro futuro a través de
dignificar lo más posible nuestro presente.
-
Consecuencias morales.
Las
vidas sucesivas tienen por objeto el desarrollo de la inteligencia,
del carácter, de las facultades, de los buenos instintos y la
supresión de los malos.
Siendo
la evolución continua y perpetua, la creación, en el curso de su
existencia, es en todo momento lo que él ha hecho de sí mismo.
En
efecto, cada uno de nosotros, lleva consigo una sanción inevitable
que no puede ejercerse inmediatamente, pero que, tarde o temprano,
tendrá una repercusión segura en las vidas futuras.
“Evolución
continua”, ¡que gran y formidable verdad!; por lo tanto, siempre
habrá conocimientos por conquistar, aprendizajes por realizar.
Las
desigualdades morales e intelectuales no son, por lo tanto, el
resultado de arbitrarias decisiones de la divinidad, ni de la
justicia que se ve ofendida.
Partiendo
todos del mismo punto para acabar en la misma meta, que es el
perfeccionamiento de nuestro ser, pasando por todas las situaciones
terrestres, existe, en realidad, una perfecta igualdad entre todos
los individuos, compensándose las diferencias en el curso de
múltiples vidas.
Esta
comunidad de origen nos demuestra claramente que la fraternidad no es
una vana palabra. En todos los grados de evolución, nos sentimos
unidos los unos a los otros, de modo que no existe ninguna diferencia
radical entre todos los pueblos, a despecho del color de su piel y de
su estado de adelanto. La evolución no es solamente individual; es
colectiva. Reencarnándose por grupo cada nación, existe una
responsabilidad colectiva como existe una individual; de esto se
deduce que cualquiera que sea nuestra posición en la sociedad,
tenemos interés en mejorarla, ya que, en realidad, con ello
preparamos nuestra suerte futura.
La
fraternidad, conduciéndonos cada vez más a comprender que
esencialmente todos somos iguales, acabará por erradicar,
inapelablemente, la lacra del racismo.
Por
consiguiente, el egoísmo es a la vez un vicio y un mal cálculo,
puesto que el mejoramiento general no puede resultar más que del
progreso individual de cada uno de los miembros que constituyen la
sociedad:
La
palingenesia es, pues, una doctrina esencialmente renovadora y un
factor de energía, puesto que estimula en nosotros la voluntad, sin
la cual no podría realizarse ningún progreso individual.
La
solidaridad se impone a nosotros como una condición esencial del
progreso social; El
mal, por consiguiente, no es una necesidad fatal impuesta a la
humanidad; puede y debe salvarse, ya que es, pura y simplemente, el
resultado de nuestra ignorancia de las leyes físicas y morales que
rigen el mundo.
Y,
a medida que aprendemos, ese mal, esa ignorancia de las leyes que
remarca Delanne, se irá diluyendo ante el empuje continuo de la
comprensión y de la inteligencia; inteligencia que nos enseña, que
es bueno para nosotros, el comportarnos cada vez más honorablemente.
En
resumen, la teoría de las vidas sucesivas satisface todas las
aspiraciones de nuestras almas, que exigen una explicación lógica
del problema del destino. Se concilia perfectamente con la idea de
una providencia, a la vez justa y buena, que jamás castiga nuestras
faltas con eternos suplicios, sino que nos deja a cada instante el
poder de reparar nuestros errores al elevarnos lentamente, por
nuestro propio esfuerzo, franqueando los peldaños de esta escala de
Jacob, cuyos primeros escalones se hunden en la animalidad, mientras
los más altos se levantan hasta la espiritualidad perfecta.
Excelente
conclusión de este capítulo final de su obra; realmente la teoría
reencarnacionista -prácticamente comprobada por la ciencia
psicológica- es la única que concilia a la Providencia divina con
las situaciones difíciles de los mundos inferiores. Dios no nos
desampara jamás; Dios no comete arbitrariedades; Dios nos da las
oportunidades necesarias, las reencarnaciones que nos hagan falta,
para aprender y progresar por nosotros mismos.
Digamos
con Maeterlinck:
Reconozcamos,
de paso, que es muy lamentable que los argumentos de los teósofos y
de los neo-espiritistas no sean perentorios; puesto que no ha habido
creencia más bella, más justa, más pura, más moral, más fecunda,
más consoladora y, hasta cierto punto, más verosímil, que la suya.
Es
la única, con su doctrina de las expiaciones y de las purificaciones
sucesivas, que da cuenta de todas las desigualdades sociales, de
todas las abominables injusticiasdel
destino. Pero la calidad de una creencia no demuestra su verdad.
Aunque sea la religión de quinientos millones de hombres, la que más
se acerca a los misteriosos orígenes, la única que no es odiosa y
la menos absurda de todas, será preciso que haga lo que las otras no
hicieron, aportarnos irrecusables testimonios, pues los que hasta hoy
nos ha dado, sólo son la sombra de un principio de prueba.
-(no
sabemos a qué obra de Maeterlinck pertenece este párrafo mencionado
por Delanne)-.
Creo
haber aportado las pruebas que Maeterlinck pide.
Poseemos
actualmente una demostración positiva que nos permite comprender, no
sólo la supervivencia del principio pensante, sino también su
inmortalidad, ya que durante millones de años hemos evolucionado en
esta tierra que abandonaremos el día en que nada tengamos que
aprender en ella.
Así
termina esta acertada exposición del ingeniero y excelente
investigador espiritista Gabriel Delanne. Ojalá que las obras de
este autor pudieran ser consultadas con facilidad por los estudiosos
del Espiritismo. Aunque siempre haya sido un autor minoritario,
merece remarcarse su monumental obra “Investigaciones
sobre la mediumnidad”,
donde traza una gran revista a todo tipo de fenómenos anímicos y
Mediúmnicos.
También
hay que destacar que en este 2007 se cumplen 150 años de su
nacimiento; prácticamente nació al mismo tiempo que Kardec
publicara “El
Libro de los Espíritus”.
Es importante resaltar la amistad entre Kardec y el padre de Delanne.
Sirva
este recorrido por parte de una de sus obras como homenaje a este
tenaz luchador.
David Santamaría
Flama
Espirita, número 123
Adaptación:
Oswaldo E. Porras Dorta
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