¿Te preocupa el sexo?
¿Sabes que los espíritus no tienen sexo, por eso reencarnan unas veces como hombres y otras como mujer? Ya que les cabe progresar en todo, en cada sexo, como en cada posición social. Aquel que solo reencarnase como hombre solamente sabría lo que saben los hombres.
Asexuado, el espíritu renace en una u otra polaridad, a fin de adquirir experiencias y comprensión de los deberes, que son pertinentes a ambos sexos.
¿Eres consciente de que al igual que todos los demás departamentos de tu organismo, necesitas cuidar, educar, y saber utilizar el sexo con dignidad?
La correcta aplicación de las fuerzas genéticas le propicia al Espíritu alegría de vivir y entusiasmo en el desempeño de las tareas que le pertenecen, constituyendo una emulación para el progreso y la felicidad.
El sexo en si es un generador de energías divinas en su estructura; es por su intermedio que la vida física se expresa en la Tierra, en las ramificaciones de todos los reinos de la naturaleza.
El sexo es el departamento importante del aparato genético creado con la finalidad específica para la procreación. Responsable por la reproducción de los seres vivos constituye una extraordinaria inversión de la vida, que lo viene perfeccionando a través de los milenios, a fin de transformarlo en un haz de elevadas emociones que exaltan a la Creación. Cuando es comprendido en los objetivos para los cuales fue elaborado se transforma en fuente generadora de felicidad, emulando al amor y a la ternura que expresa en forma de vitalidad y de bienestar. Cuando es envilecido por cualquier forma de manifestación incorrecta, se convierte en cadena retentiva del ser en el paisaje sórdido al cual fue arrojado. Accionado por el instinto, se expresa automáticamente por medio de impulsos que inducen a la cohabitación para el milagro de la creación de nuevas formas de vida. Responsable por la envoltura material, responde por la bendición de proporcionar el instrumento corporal, mediante el cual el Espíritu evoluciona en el rumbo del Infinito. Con características apropiadas en cada fase del proceso evolutivo, en el ser humano alcanza su nivel más elevado, por vincularse a las emociones, superando lentamente a las sensaciones primarias por donde paso en el periodo de las experiencias iniciales de la forma animal. Por ser responsable por las grandes acciones en el arte, en la belleza, en la fe, en el conocimiento científico y filosófico, es la sede de valores aun no desvelados.
En la Tierra, el sexo es instrumento de alucinación, cuando debería ser un bendito mecanismo de la vida, construyendo cuerpos que se transforman en talleres de iluminación y escuelas de sublimación para los Espíritus en proceso de crecimiento en la dirección de Dios. Gracias a la fascinación que se deriva del placer inmediato, no pocos individuos se encarcelan en el gozo, distantes de la responsabilidad y del deber para con su pareja o las consecuencias que suceden al acto sexual, tales como la fecundación, el aprisionamiento en la afectividad atormentada, habiendo espacios para las acciones criminales del aborto delictivo y de la separación dilacerante de los sentimientos. En su aspecto más grosero imanta al individuo a las pasiones más salvajes, fijándolo en las fajas primarias del instinto, sin que la razón o el discernimiento puedan contribuir a favor de la plenitud, sacrificando a aquel que se le entrega irracionalmente.
El sexo en el hombre hace surgir la mayor fuerza, hasta entonces conocida en la forma de instinto. Supera todas las deficiencias, sumando diferentes energías, para alcanzar objetivos; entretanto, el sexo carece de educación y disciplina para sublimarse como virtud espiritual.
Son muchos los que son incapaces de superar el impulso sexual. Incluso teniendo ya dominados otros instintos groseros, este y el miedo a la muerte son siempre los últimos a ser vencidos; principalmente el del sexo, por acompañar al alma, donde ella debe residir.
El sexo insaciable, cuando es desordenado, no respeta los derechos de los otros, creando problemas, cuyas desarmonías son destructoras y, sin la debida disciplina, inquieta a la sociedad, mancha hogares, y deshace amistades, desvirtuando almas y desuniendo comunidades.
Los hermanos que han encarnado con la finalidad de dar continuidad a los pueblos y oportunidades a las almas de venir al mundo a alcanzar la educación sexual, han de procurar dar el impulso a las debidas directrices, para transformarse en fuerzas de Dios, para la creación de la luz. El Evangelio nos habla de los hombres que se hicieron castos, que nacieron castos, y que no son castos, y amplia la castidad en un concepto por excelencia más elevado, la del hombre puro en virtudes.
No se exige nada de nadie para seguir a Cristo. Se exponen reglas para servir a la humanidad, en Su nombre. No se quiere retirar a quien quiera que sea de sus obligaciones familiares para con sus esposas, hijos parientes o amigos; solo se trata de que la criatura se vuelva para dentro de si, que tome parecer con su propia conciencia, y oiga su voz interior.
Todo lugar es bueno para obrar en nombre de Dios y hemos de ir por donde necesitamos ir, libres, por propia voluntad y responsabilidad. No se puede determinar para persona alguna como debe utilizar el sexo, porque hasta los animales lo saben. Lo que si se trata es de despertar a la criatura para Cristo y para Dios, bajo el comando de la conciencia.
“El dolor, el gran misionero silencioso y dignificante, lentamente trabajará al ser humano, amonestándolo, esclareciéndolo, y conduciéndolo al camino recto, en el cual se valdrá de los tesoros que se encuentran en todas partes para la auto-iluminación y el crecimiento en la dirección de Dios. Cuando eso llegue, las funciones genéticas del ser serán transformadas en fuentes de energías constructiva y trabajará las imágenes superiores que serán creadas por la mente y por los deseos elevados, a fin de que se torne también co-creadoras de lo bello, de lo útil, de lo noble y de lo feliz. Hasta ese momento, pasaran muchos siglos de dolor y de prueba, en los cuales el ser humano, por libre opción, aun prefería las obsesiones calamitosas y las pasiones disolventes a la sintonía con la Divinidad y la intuición libertadora del primitivismo en que, por ahora, lo caracteriza.
En esta hora de conturbación moral y de violencia, de agresividad, de aberraciones sexuales, de descontrol general y de sufrimientos de todo porte, nos cabe a todos, sumar esfuerzos a favor de los principios de la dignidad humana y de la honradez, del equilibrio en el comportamiento y de la educación de las nuevas generaciones, único medio de ofrecer al futuro una sociedad menos perturbada y deslindada de los terribles cepos de la obsesión. A la educación moral le cabe la tarea de construir un hombre nuevo y una nueva mujer, quienes formaran una nueva y saludable sociedad para el porvenir.
Como doctrina de educación el Espiritismo ofrece los mejores recursos y métodos para esa empresa, colocando a disposición de todo y cualquier investigador su patrimonio de informaciones y su excelente laboratorio mediúmnico, para que encuentre allí el bienestar y el coraje necesario para el enfrentamiento que se presenta en todos los instantes, en el cual, por ahora, ha predominado lo vulgar y lo perverso, a pesar de los nobilísimos ejemplos de dignificación y nobleza de incontables ciudadanos dedicados al bien y al deber.
Exhortemos la protección del Sublime Creador, a fin de que nuestros tormentos, que proceden de la noche remota de las manifestaciones primeras y de los desaliños morales que nos permitimos, sean entonces superados con amor y sublimados, abriendo espacios nobles para vivencias del sentimiento aureolado de bendiciones. Agradezcamos, también, a la madre Tierra, sus dadivas fecundas que nos permitirán desarrollar el psiquismo divino adormecido en nosotros, floreciendo su suelo generoso para depositar en él el perfume y el polen fecundador de diferentes expresiones de belleza y vida.”
- Merchita Cruz -
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SUFRIR BIEN Y SUFRIR MAL
Cuando el Cristo dijo: “Bienaventurados los afligidos, porque de ellos es el reino de los cielos”, no se refería a aquellos que sufren en general, porque todos los que están en este mundo sufren, ya estén en un trono o sobre la paja; pero, ¡ah!, pocos sufren bien; pocos comprenden que solamente las pruebas bien soportadas pueden conducirles al reino de Dios. El abatimiento es una falta; Dios os niega los consuelos porque os falta valor.
La oración es un sostén para el alma, pero no basta, es preciso que esté apoyada en una fe viva en la bondad de Dios. Con frecuencia, se os ha dicho, que no coloca fardos pesados en hombros débiles; el fardo es proporcional a las fuerzas, como la recompensa será proporcional a la resignación y al valor; mayor será la recompensa cuanto menos penosa sea la aflicción; pero esta recompensa es preciso merecerla y por esto la vida está llena de tribulaciones.
El militar que no es enviado al campo de batalla, no está contento, porque el reposo de la retaguardia en el campamento no le proporciona el ascenso; sed, pues, como el militar y no deseéis un descanso que debilitaría vuestro cuerpo y embotaría vuestra alma. Quedad satisfechos cuando Dios os envía a la lucha. Esa lucha no es el fuego de la batalla, sino las amarguras de la vida, donde es necesario, algunas veces, más valor que en un combate sangriento, porque aquél que se mantendría firme ante el enemigo, se doblará bajo el constreñimiento de una pena moral. El hombre no es recompensado por esta clase de valor, pero Dios le reserva laureles y un lugar glorioso.
Cuando os alcance un motivo de inquietud o de contrariedad, esforzaos por superarlo, y cuando lleguéis a dominar los ímpetus de la impaciencia, de la cólera o de la desesperación, podréis decir con justa satisfacción: “yo fui más fuerte”. Bienaventurados los afligidos, puede, pues, traducirse de este modo: Bienaventurados aquellos que tienen ocasión de probar su fe, su firmeza, su perseverancia y su sumisión a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicados los goces que les faltan en la Tierra y después del trabajo vendrá el descanso.
-(LACORDAIRE,Havre, 1863).
Extraido de: "El libro de los espíritus"
La oración es un sostén para el alma, pero no basta, es preciso que esté apoyada en una fe viva en la bondad de Dios. Con frecuencia, se os ha dicho, que no coloca fardos pesados en hombros débiles; el fardo es proporcional a las fuerzas, como la recompensa será proporcional a la resignación y al valor; mayor será la recompensa cuanto menos penosa sea la aflicción; pero esta recompensa es preciso merecerla y por esto la vida está llena de tribulaciones.
El militar que no es enviado al campo de batalla, no está contento, porque el reposo de la retaguardia en el campamento no le proporciona el ascenso; sed, pues, como el militar y no deseéis un descanso que debilitaría vuestro cuerpo y embotaría vuestra alma. Quedad satisfechos cuando Dios os envía a la lucha. Esa lucha no es el fuego de la batalla, sino las amarguras de la vida, donde es necesario, algunas veces, más valor que en un combate sangriento, porque aquél que se mantendría firme ante el enemigo, se doblará bajo el constreñimiento de una pena moral. El hombre no es recompensado por esta clase de valor, pero Dios le reserva laureles y un lugar glorioso.
Cuando os alcance un motivo de inquietud o de contrariedad, esforzaos por superarlo, y cuando lleguéis a dominar los ímpetus de la impaciencia, de la cólera o de la desesperación, podréis decir con justa satisfacción: “yo fui más fuerte”. Bienaventurados los afligidos, puede, pues, traducirse de este modo: Bienaventurados aquellos que tienen ocasión de probar su fe, su firmeza, su perseverancia y su sumisión a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicados los goces que les faltan en la Tierra y después del trabajo vendrá el descanso.
-(LACORDAIRE,Havre, 1863).
Extraido de: "El libro de los espíritus"
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