miércoles, 22 de enero de 2014

¿El enamoramiento y el amor son lo mismo?


¿El enamoramiento y el amor son lo mismo?.-


El enamoramiento es un estado mental y emocional muy especial, de ilusión y de felicidad inimaginables para quien no lo ha experimentado nunca, y jamás ha “sufrido esa enfermedad” que nos puede llevar a sentirnos en el cielo cuando es correspondido, o que puede llevar hasta la locura cuando no se es correspondido.
No es lo mismo amar a otra persona, que estar enamorado de ella, aunque también se puede estar enamorado y amar al mismo tiempo.
Asimismo se puede Amar a otra persona sin estar enamorado de ella, o bien estar enamorado de otra persona, pero no amarla en realidad, lo que supone “quererla” o posesionarla , pero “ no amarla”.
El amor en la pareja, se forma, desarrolla y consolida mediante la convivencia ,la dedicación, la delicadeza, el respeto, el perdón, la entrega, y otro cúmulo de valores que se deben cuidar día a día porque si se descuidan, el tedio y el egoísmo humano tiende a hacerlos desaparecer.
El amor en la pareja debe sentirse en plena libertad, sin ataduras, compromisos , obligaciones ni condiciones, sino que debe ser una opción libre, renovada cada día y apoyada sobre la aceptación de la realidad y circunstancias de ambos miembros de la pareja.
Cuando se ama de verdad a otra persona, se despierta el amor que irradia alrededor y se extiende hacia otras, sensibilizando nuestra alma para amar, y así , se comienza a descubrir la belleza , el amor y la felicidad por todas partes.
La esencia del enamoramiento sin amor, son los apegos y deseos que generan celos y sufrimientos, porque cuando falta el amor, los sentimientos del enamorado o encaprichado, no están asentados sobre la realidad de la persona y entonces es cuando llega la inseguridad y la desconfianza. El enamoramiento sin Amor puede suponer un estado enfermizo del alma,que sufre por sus propios deseos egoístas y su irrealidad, viniendo a experimentar un estado de auto-obsesión que les lleva al sufrimiento; sin embargo el Amor que puede sentir una persona enamorada, no tiene porque ser posesivo ni egoísta, y este le supone un estado de sensibilidad que le capacita para poder abrirse a todas las personas y a la vida, pero esta clase de Amor solo se puede manifestar desde la realidad.
Por lo dicho, el enamoramiento no es amor sino el deseo ante una imagen idealizada de la persona de quien se está enamorado. Luego, cuando al pasar el tiempo se comienza a despertar a la realidad, si no hay Amor viene la desilusión y el desengaño , porque es como despertar de un sueño irreal.
- Jose Luis Martín-
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Preguntaba una pareja de recién casados: Qué debemos hacer para que perdure nuestro amor?” Y esta fue la respuesta del Maestro: Amad los dos juntos otras cosas”
- Anthony de Mello -
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REEDUCANDO

Nuestros hermanos reeducados, residentes en sectores de segregación constructiva, no se encuentran solos.
En todos los lugares de la Tierra, sorprendemos a los sentenciados  de variada especie, de entre los cuales se destacan:
Los presidiarios retenidos en prisiones de largo curso;
Los emparedados en el remordimiento que cargan el peso de culpas inconfesadas;
Los detenidos por la rebeldía, que no se satisfacen con los recursos que la vida les coloca en las manos;
Los encarcelados en sufrimiento claramente voluntarios que rechazan cualquier salida para la luz del espíritu;
Los prisioneros de inconformidad que no aceptan las directrices del trabajo para el bien, que se les ofrece como terapéutica de liberación;
Los encadenados en las angustias que se halla aislados  en las celas de reflexión que se les hace necesarias para el propio mejoramiento.
Delante de compañeros considerados delincuentes abstente de condenarlos.
 Todos nosotros, espíritus en evolución en la Tierra, somos los viajeros de los milenios y estamos aun en proceso regenerativo, a la vista de las imperfecciones que marcan nuestro espíritu.

Y si puedes rasgar el pecho, frente a nuestros interlocutores y compañeros de lo cotidiano, ciertamente que todos ellos conseguirán leer este letrero, grabado a fuego y lágrimas, en nuestros corazones:
¡Compadécete de mí!

Por el Espíritu Emmanuel – Del Libro: Hora Cierta, Médium: Francisco Cándido Xavier

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LA ULTIMA HORA

¿Qué ocurre en el momento de la muerte, y cómo el espíritu se evade de su prisión de carne? ¿Qué impresiones, qué sensaciones le esperan en ese instante temible? Esto es lo que a todos nos interesa conocer, pues todos haremos ese viaje. La vida se nos puede escapar mañana mismo; nadie se librará de la muerte.

Ahora bien; lo que las religiones y todas las filosofías nos habían dejado ignorar, los espíritus vienen en multitud a enseñárnoslo. Nos dicen que las sensaciones que preceden y siguen a la muerte son infinitamente variadas, y dependen, sobre todo, del carácter, de los méritos, de la altura moral del espíritu que abandona a la tierra. La separación es casi siempre lenta, y la liberación del alma se opera gradualmente. Comienza, a veces, mucho tiempo antes de la muerte, y no es completa sino cuando los últimos lazos fluidicos que unen el cuerpo al periespíritu quedan rotos. La impresión experimentada es tanto más penosa y prolongada cuanto más poderosos y más numerosos son estos lazos. El alma, causa permanente de la sensación y de la vida, experimenta todas las conmociones, todos los desgarramientos del
cuerpo material.

En todos los casos, sin embargo, la separación del alma y del cuerpo está seguida de una época de turbación, fugitiva para el espíritu justo y bueno, que se despierta bien pronto a todos los esplendores de la vida celeste; muy larga, hasta el punto de constar de años enteros, para las almas culpables, impregnadas de fluidos groseros. De éstas, muchas creen vivir la vida corporal durante mucho tiempo después de la muerte. El periespíritu no es a sus ojos más que un segundo cuerpo carnal, sometido a las mismas costumbres y a veces a las mismas sensaciones físicas que durante la vida.
Otros espíritus de orden inferior se encuentran sumidos en una noche oscura, en un completo aislamiento en el seno de las tinieblas profundas. La incertidumbre y el terror pesan sobre ellos. Los criminales son atormentados por la visión espantosa e incesante de sus víctimas.
La hora de la separación es cruel para el espíritu que cree en la nada. Se aferra desesperado a esta vida que huye; la duda se desliza en él en el momento supremo; ve abrirse un mundo temible como un abismo, y quisiera retrasar el instante de su caída. De ahí una lucha terrible entre la materia que se disgrega y el alma que se obstina en retener el cuerpo miserable. A veces permanece en él como adormecida hasta la descomposición completa, y siente, incluso, según la expresión de un espíritu, "cómo los gusanos roen su carne".

Apacible, resignada, incluso alegre es la muerte del justo; tal es la partida del alma que, habiendo luchado y sufrido mucho aquí abajo, abandona la tierra confiando en el porvenir.

 Para ella, la muerte no es más que la liberación, el final de las pruebas.

Los débiles lazos que le ligan a la materia se deshacen fácilmente; su turbación se reduce a un ligero embotamiento semejante al sueño.

Al abandonar su morada corporal, el espíritu al cual el dolor y el sacrificio han purificado ve retroceder su existencia pasada, alejarse poco a poco, con sus amarguras y sus ilusiones, y disiparse luego, como las brumas que resbalan por el suelo en el alba y se desvanecen a la esplendorosa luz del día. El espíritu se encuentra entonces en suspenso entre dos sensaciones, la de las cosas materiales que se borran y la de la vida nueva que se bosqueja ante él. Esta vida la entrevé ya como a través de un velo, plena de un encanto misterioso, temida y deseada a la vez. Bien pronto la luz aumenta, no ya esa luz solar que nos es conocida, sino una luz difusa que se extiende por todas partes. Progresivamente, le inunda, le penetra y, con ella, un sentimiento de felicidad, mezcla de fuerza, de juventud y de serenidad. El espíritu se sumerge en esa oleada reparadora. Se despoja de sus incertidumbres y de sus temores. Luego, su mirada se aparta de la tierra, de los seres desconsolados que rodean su cama mortuoria, y se vuelve hacia las alturas. Entrevé los cielos inmensos y a otros seres amados, amigos de otro tiempo, más jóvenes, más vivos, más hermosos, que acuden a recibirle, a guiarle en el seno de los espacios. Con ellos, se lanza y asciende hasta las regiones etéreas que su grado de purificación le permite alcanzar. Allí, su turbación cesa, nuevas facultades se despiertan en él, y comienza su destino feliz.
La entrada en la otra vida conduce a impresiones tan variadas como lo es la situación moral de los espíritus. Aquellos -y su número es grande- cuya existencia se ha deslizado indecisa, sin faltas graves ni méritos señalados, se encuentran sumidos primeramente en un estado de entorpecimiento, en un agobio profundo; luego, llega un choque a sacudir su ser. El espíritu sale lentamente de su envoltura: recobra su libertad, aunque, vacilante y tímido, no se atreve a usar de ella aún, y continúa quieto, por el temor y la costumbre, en los lugares donde vivió. Sigue sufriendo y llorando con aquellos que participaron de su vida. Transcurre el tiempo sin que para él tenga medida; a la larga, otros espíritus le prodigan sus consejos, le ayudan a disipar su turbación, a librarse de las últimas cadenas terrenales y a elevarse hacia ambientes menos oscuros.

En general, la separación del alma es menos penosa después de una larga enfermedad, teniendo ésta por efecto deshacer poco a poco los lazos carnales. Las muertes súbitas, violentas, que sobrevienen cuando la vida orgánica está en su plenitud, producen en el alma un desgarramiento doloroso y la impulsan a una turbación prolongada. Los suicidas se ven presa de sensaciones horribles. Experimentan, durante algunos años, las angustias de la última hora, y reconocen con espanto que no cambiaron sus sufrimientos terrenales sino por otros más vivos aún.

El conocimiento del porvenir espiritual, el estudio de las leyes que presiden en la des encarnación son de una gran importancia para la preparación de la muerte. Pueden dulcificar nuestros últimos instantes y hacemos fácil la separación, permitiéndonos reconocernos más pronto en el mundo nuevo que se nos abre.


Tomado del Libro "Despues de la Muerte".- León Denis

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               Lo que tenemos y lo que poseemos

El hombre sólo posee como propio aquello que consigo pueda

 llevarse de este mundo. Lo que encuentra a su llegada 

a él y lo que deja al partir, lo disfruta durante su permanencia

 en la Tierra. Pero, puesto que se ve forzado a abandonarla, 

sólo le cabe el usufructo y no la posesión real.

Por consiguiente, ¿qué posee? Nada de lo que se destina al 

uso del cuerpo y  todo lo que pertenece al uso del alma: 


Inteligencia, conocimientos, cualidades morales, he ahí lo 

que trae consigo y consigo se lleva, lo que no está en manos


de nadie quitarle, lo que le servirá todavía más en el otro 


mundo que en éste. De él depende ser más rico a su partida


que cuando llegó, por cuanto su situación futura dependerá


del bien que haya adquirido.


El Evangelio según el Espiritismo.

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         Empieza por ti mismo

Para aquellos que tienen ojos de ver las enseñanzas se hacen presente
 en todas partes.
En la tumba de un obispo anglicano, 
ubicada en la cripta de la
 Abadía de Westminster, en la Plaza 
del Parlamento en Lóndres, se puede 
leer:

Cuando era joven, libre y mi  
imaginación no tenía límites 
yo soñaba cambiar al mundo.

A medida que me quedaba 

más viejo y más sabio descubrí
 que yo no iba cambiar al mundo. 
Entonces, reduje mi campo de
 visión y resolví cambiar 
solamente a mi país.

Pero terminé creyendo que

 tampoco eso yo era capaz de 
cambiar.

Envejeciendo, en un último y 

desesperado intento, decidí 
cambiar solamente a mi 
familia,los más cercanos, 
pero, pobre de mí, ellos ya 
no estaban.

Ahora, en mi lecho de 

muerte reflexiono:si yo 
hubiese puesto primero todo 
mi empeño solamente en 
cambiarme a mí
 mismo, con mi ejemplo yo 
habría cambiado a mi familia.

    Con la inspiración de la 

familia encorajado por ella, 
habría sido capaz de mejorar 
a mi país y quizás podría hasta
 haber cambiado al mundo.

* * *

   Casi siempre, pensamos y 

actuamos exactamente así. Es frecuente que leamos un 
pasaje del Evangelio y luego 
pensamos que aquellas frases 
serían muy importantes
para alguien de nuestra familia.
Cuando oímos una charla 
edificante, invitando a la práctica
 del bien, luego nos viene a la 
mente el pensamiento que sería 
muy bueno si determinada 
persona estuviese allí para oírla.
¡Eso le haría muy bien! Es lo que 

decimos a nosotros mismos.
¡Cómo esa información le 

modificaría, cambiaría su manera
 de actuar!
El pensamiento no es distinto 

cuando estamos vinculados a una
 determinada religión.
Empezamos a desear que nuestros 
parientes, nuestros amigos, 
compañeros profesen la misma 
creencia, comulguen de los mismos
 ideales.
A veces, llegamos a ser un poco 
o hasta demasiado impertinentes,
 enviando a los amigos mensajes 
o frases seleccionadas.
Todo eso en el afán que ellos las

 lean, las absorban y las pongan
en práctica.
Son frases que se refieren a las
 buenas costumbres, a la ética, a 
la moral y quien las recibe, con 
certeza, pensará también:
Sería muy bueno que el remitente 
pusiese en práctica esas reglas. 
Él lo necesita.
Es por ello que el Mundo todavía
 no es el lugar especial que tanto 
deseamos:un oasis de comprensión, 
con brisas de paz y fuentes cantantes
 de fraternidad.
Eso porque cada uno de nosotros 
desea, piensa, ansía cambiar al otro. 
 Hacer que el otro se revista de  pulidez                                                                                                                                               




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