11. En vano se objeta el olvido como un obstáculo en el sentido de que se pueda aprovechar la experiencia de existencias anteriores. Si Dios juzgó conveniente echar un velo sobre el pasado, es porque debía ser útil. En efecto, este recuerdo acarrearía graves inconvenientes; podría en ciertos casos, humillarnos extrañamente, o bien exaltar nuestro orgullo, y por lo mismo, poner trabas a nuestro libre albedrío; en todos los casos, traería una perturbación inevitable en las relaciones sociales.
El Espíritu renace, con frecuencia, en el mismo medio e que vivió y se encuentra en relaciones con las mismas personas, a fin de reparar el mal que les ha hecho. Si reconociese en ellas a las que odió, tal vez su odio se revelase; en todos los casos, sería humillado ante los que hubiera ofendido. Dios nos dio, para nuestro adelantamiento, justamente lo que nos es necesario y puede bastarnos: la voz de la conciencia y nuestras tendencias instintivas y nos quita lo que podría perjudicarnos.
Al nacer, el hombre trae lo que adquirió; nace como se hizo; cada existencia es para él un nuevo punto de partida. Poco le importa saber lo que fue; es castigado por el mal que hizo y sus actuales tendencias malas son indicio de lo que debe corregir y sobre esto debe concentrar toda su atención, porque de lo que se ha corregido completamente, ya no queda rastro. Las buenas resoluciones que tomó son la voz de la conciencia que le advierte de lo que es bueno o malo y le da fuerza para resistir a las malas tentaciones.
Por lo demás, ese olvido sólo ocurre durante la vida corporal. Cuando entra en la vida espiritual, el Espíritu recobra el recuerdo del pasado; así, pues, sólo es una interrupción momentánea, como sucede en la vida terrestre durante el sueño, y que no impide recordar al día siguiente lo que se hizo en la víspera y en los días precedentes.
No es sólo después de la muerte que el Espíritu recobra el recuerdo del pasado; se puede decir que no lo pierde nunca, porque la experiencia prueba que en la encarnación, durante el sueño del cuerpo, cuando goza de una cierta libertad, el Espíritu tiene conciencia de sus actos anteriores; sabe por qué sufre y que sufre justamente; el recuerdo sólo se borra durante la vida exterior de relaciones. Pero a falta de un recuerdo preciso que podría serle muy penoso y perjudicarle en sus relaciones sociales, saca nuevas fuerzas en estos instantes de emancipación del alma, si sabe aprovecharlos.
-El Evangelio según el Espiritismo-
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EL ETERNO NOVIAZGO
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