........CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR
Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.
El
cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el
cuerpo peri espiritual que da la forma a los elementos celulares;
está fuertemente radicado en la sangre. En la organización fetal
el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno.
Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación
diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo”
reencarnado ensaya la consolidación de sus nuevas experiencias y
solamente a los siete años de vida común, comienza a presidir, por
si mismo, el proceso básico de equilibrio al cuerpo peri
espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es,
como si fuese el fluido divino que nos fija las actividades en el
campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización
fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las
fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación
deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen
obstáculos que impiden su movimiento o circulación, sobreviene
entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual
sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.
Es
muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si
no atiende a las tareas que le competen en la preservación del
cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu
renace en la carne, para la producción de valores divinos en su
naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo
la maquina orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El
cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y
que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma
sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del
mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las
organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar
la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.
Mientras
nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas marinas
respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación
no podemos prescindir de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en
rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya
composición es casi idéntica a la del mar, constituida por las
sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la
actividad fisiológica en el hombre encarnado, se encuentra el
sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las
secreciones.
Al
renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una
herencia sagrada cuyos valores precisamos preservar,
perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual
que nuestras almas. Si nos ofrecen el cuerpo de servicio para nuevas
experiencias de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo,
auxiliándolas con la luz de nuestro respeto y equilibrio
espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El
hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan
apenas segmentos de carne, sino que son, compañeras de evolución,
acreedoras de su reconocimiento y auxilio efectivo. Sin ese
entendimiento de armonía en el imperio orgánico, es inútil
procurar la paz. Los contornos anatómicos de la forma física,
deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de
los estatutos educacionales.
En
general, la reencarnación sistemática es siempre un curso
laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las
lecciones y conflictos presentes.
Pormenores
anatómicos imperfectos, circunstancias adversas, ambientes
hostiles, constituyen, en la mayoría de las veces, las mejores
oportunidades de aprendizaje y redención, para aquellos que renacen.
Por eso el mapa de pruebas útiles, es organizado con antelación,
tal como sucede en el cuaderno del alumno en las escuelas comunes.
Es como la vuelta de nuevo a la escuela con el propósito de adquirir
nuevos valores. Para realizarlo, el espíritu reencarnado a de
someterse a las reglas del establecimiento educacional,
renunciando, en cierto modo, a la gran libertad que se dispone en el
plano espiritual.
La
criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a
ciertos condiciones educativas, más semejante imperativo no suprime
en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la
elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas.
Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que
reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota
aproximada de valores eternos que el reencarnante es susceptible de
adquirir en la existencia transitoria.
El
espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota
de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo
propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en
las deudas para consigo mismo, menospreciando las santas
oportunidades que le son conferidas.
Todo
plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental
el bien y la ascensión; y toda alma que reencarna en el círculo
planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente
desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.
La
reencarnación significa volver a comenzar en los procesos de la
evolución o de la rectificación. Los organismos más perfectos de
las esferas sublimadas, proceden inicialmente de la Ameba.
Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al
principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento embrionario, el
futuro cuerpo del hombre no puede ser distinto de la formación del
reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el
valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que
toma los fluidos de la carne. Así pues, al regresar a la esfera
densa , es indispensable recapitular todas las experiencias vividas
en el largo drama de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por
breves días u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas
vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición
en la que debemos proseguir el aprendizaje.
Cuando
llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado
por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el
medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más
formidable que el de la muerte, pues esta no pasa de la liberación
de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más
intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la
perdida de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al
pasaje de los claros espacios para la región oscura, la
descendida para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el
ser va a quedar sujeto a necesidades tiránicas e innumerables. Por
eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto,
el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, QUE al entrar en
este mundo tenebroso, es fácil de concebirse.
La
reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la
asimilación de las moléculas materiales al periespíritu, el cual
se reduce, se condensa, tornándose progresivamente más pesado,
hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye un
involucro carnal, un cuerpo humano.
El
periespíritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que
calca su forma sobre la materia. De hay emanan las condiciones
fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde
reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los
casos, sino imperfecta grosera copia del periespíritu.
Desde
que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo,
eL Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento
lo invaden poco a poco. Sus facultades se van velando unas después
de otra la mayoría desaparecen, la conciencia queda adormecida, y
el Espíritu como que es sepultado en opresiva crisálida.
Entrando
en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene que
preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones
necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos
instintivos es que recupera el uso de sus facultades, sin embargo
limitadas aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá,
proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la
existencia.
Allan
Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la
reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está
para los encarnados: es un proceso ineludible, tan cierto como el
desencarnar lo es para los hombres.
La
encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto
con la materia física consigue el Espíritu ciertos elementos
necesarios para su progreso.
De
acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu
podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso
los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por
completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las
condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las
experiencias a las que deberán someterse.
La
mayoría de los que retornan a la existencia corporal en la esfera
del globo, son magnetizados por los benefactores espirituales, que
organizan para ellos nuevas tareas redentoras.
Muchos
encarnan en estado de inconsciencia.
Los
procesos de la reencarnación son operaciones graduales:
“Se
inician con la concepción y se completan con el nacimiento.”
La
unión del alma con el cuerpo se efectúa por medio del periespíritu
(envoltorio fluídico) que servirá para conexionar el espíritu y la
materia.
Mediante
un mecanismo complejo el periespíritu es reducido, condensado y se
asimila a las moléculas materiales del cuerpo en formación,
ajustándose progresivamente a su desarrollo.
Al
nacer las reminiscencias del pasado pueden manifestarse con
tendencias instintivas, simpatías inexplicables y súbitas, bajo la
forma de recuerdos e impresiones.
Incontables
personas se han sorprendido frente a los recuerdos de las vidas
pasadas, en los que se sumergían inconscientemente, sufriendo en las
evocaciones los estados característicos de los personajes que antes
animaron.
Es
así, que muchos han sido víctimas de variados órdenes,
perturbándose, sin conseguir establecer los límites entre los
hechos de una y otra existencia: la del pasado que retorna vigorosa y
la del presente, que se va sometiendo al impositivo de la otra.
La
lucha por la sobrevivencia, el periodo de la infancia, el olvido del
pasado son condiciones exclusivas de la vida en la Tierra y
esenciales para la adquisición de ciertos valores.
Allan
Kardec dice: el hombre se constituye de una realidad triple:
espíritu, periespíritu y materia. El espíritu es eterno; el
periespíritu es una formación “espirito-material”,
“semi-espiritual”, “semi-material”; ese periespíritu esta
encargado de modelar la forma, ese periespíritu es la forma, es el
centro de la entelequia como enseña Aristóteles.
Allan
Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la
misericordia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos
hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos
nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.
La
vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es
responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha.
Felicidad o desgracia resulta de nuestra actitud de comportamiento.
Dios no nos hizo a unos dichosos, a otros desdichados; no, nos ha
creado simples e ignorantes, para que consiguiéramos nuestras
experiencias, adquiriéramos nuestras capacidades evolutivas, y la
ciencia moderna lo puede probar. Esta es una información que tiene
120 años.
Y
ahora la cámara Kirlian, viene a probar que la materia es un
conjunto de energía; pero esa energía no es material, es la energía
que hace la materia y cuando la materia se disgrega la energía
desaparece. Es decir que tenemos un espíritu; que ese espíritu
no es esclavo de la carne., la carne si es esclava del espíritu; que
nosotros estamos construyendo lo que es necesario para nuestra
evolución.
La
reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los
sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los
desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto
que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el
Espiritismo para el siglo XX, es el mas notable tratado de higiene
mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de
los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad,
la duda y la muerte.
El
Espiritismo nos saca el miedo, porque somos lo que somos y no lo que
aparentamos. Sin embargo, hay mucha gente que finge una cosa que no
es; cuando se pone un traje de 200 dólares, muy caro, la persona
cambia de personalidad, el se engaña a si mismo, porque
intrínsicamente es el mismo.
El
Espiritismo nos viene a decir que nosotros tenemos una programación
interior para libertarnos del miedo. Con el conocimiento espirita
aprendemos primero a conocernos: porque es muy común entre las
criaturas humanas decir: yo miro a una persona, y la conozco, la
percibo todos los errores y defectos; porque nosotros transferimos de
nuestro YO las imperfecciones hacia los demás. El Espiritismo nos
enseña a conocernos, ¿quien soy?, ¿porque esto en la Tierra?,
¿para que?, ¿Qué hacer para ser feliz? Y si ustedes desearen
respuestas para estas preguntas, léanlas en “El Libro de los
Espíritus”, el más completo tratado de dialéctica
espiritualista, publicado por Allan Kardec. “El Libro de los
Espíritus” explica todo el origen del hombre, hasta las leyes
morales, la Justicia Divina;
Después,
el Espiritismo mata el temor a la muerte, porque todos nosotros
tenemos un poco de recelo de la muerte, cuando somos jóvenes nos
hacemos materialistas, es porque tenemos la idea de que vamos a vivir
mucho; pero cuando llega la edad nos declinan las fuerzas; cuando
llega la enfermedad, la muerte es una constante amargura, y gustaría
que la vida continuara.
El
espiritismo nos enseña a matar la muerte, porque la muerte es
solamente un cambio de posición. La vida continua, y la prueba se
tienen cuando vuelven los llamados “muertos”. El Espiritismo nos
da una actitud optimista; si hoy es noche, voy a trabajar para mi
gran día; si hoy es un día bello, voy a continuar trabajando para
un día eterno. El Espiritismo nos hace comprender que el infortunio
resulta de nuestras actitudes; entonces voy a cambiar de actitudes
para el bien y seré feliz. Y por fin, el Espiritismo es el
Consolador, como prometió Jesús: “Yo os mandare El Consolador, el
Espíritu de Verdad, que enseñara todas las cosas que yo dije,
repitiendo, y que dirá cosas nuevas. Cuando El Consolador vuelva ya
no tendréis mas sufrimientos”. El Consolador son las voces, la
añoranza que sentimos de nuestros seres queridos que partieron de la
Tierra, no tiene justificación porque ellos salieron del cuerpo,
pero no desaparecieron de la vida. La madre que ama continua junto al
hijo querido; la viuda sentirá en esos momentos de reflexión, de
meditación, la presencia del ser amado; el niño huérfano escuchara
la voz de la madre; la madre llena de desesperación sentirá la
presencia del hijo.
Esta
es la prueba fundamental de la vida; tener la certeza de que la vida
continua, es tener la certidumbre de que vivir es amar, vivir es
evolucionar; y delante del mundo lleno de dolores y que todos
nosotros hacemos un rol de reclamaciones, de desesperaciones, el
Espiritismo nos enseña a valorar la vida; nos dice que el cuerpo es
una bendición, mismo un cuerpo marcado, amputado, desesperado,
señalado por los dolores, es una bendición de Dios; porque el vaso
no es importante, mas importante es el contenido; y el contenido es
el alma. Por lo tanto, el mensaje del Espiritismo es optimista; es un
mensaje científico, basado en la supervivencia del alma, en la
reencarnación, es una acritud cristiana de la caridad trascendental,
no de la limosna; de la caridad espiritual, de la caridad del amor,
de la caridad de la solidaridad humana, de una caridad que da
dignidad al hombre, para que el pueda decir un día: “¡Dios mío,
cuantas venturas siente mi alma, porque creo, porque se, porque
siento!”
El
hombre mundano llora y se lamenta a la vera del túmulo, esa puerta
abierta sobre el infinito. Si estuviese familiarizado con las leyes
divinas, seria al nacer cuando debería gemir. ¿El llanto del recién
nacido no será un lamento del espíritu, ante las tristes
perspectivas de la vida?
Las
leyes inflexibles de la Naturaleza, o, antes, los efectos resultantes
del pasado, deciden por la reencarnación. El Espíritu inferior,
ignorante de esas leyes, poco cuidadoso de su futuro, sufre
maquinalmente su suerte y viene a tomar su lugar en la tierra bajo
el impulso de una fuerza que ni el mismo procura conocer. El
Espíritu adelantado se inspira en los ejemplos que lo rodean en la
vida fluidica, recoge los avisos de sus guías espirituales, pesa las
condiciones buenas o malas de su reaparición en este mundo, prevé
los obstáculos , las dificultades de la jornada, traza su programa y
toma fuertes resoluciones con el propósito de ejecutarlas, solo
vuelve a la carne cuando está seguro del apoyo de los invisibles,
que lo deben auxiliar en su nueva tarea. En este caso, el Espíritu
no sufre más exclusivamente el peso de la fatalidad. Su elección
puede ejercerse en ciertos límites, de manera a acelerar su marcha.
Por
eso, el espíritu esclarecido da preferencia a una existencia
laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a
ella, su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero
purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos
vestigios de la animalidad, para pagar las faltas y los crímenes
del pasado. De hay las enfermedades crueles, largas y dolorosas
molestias, el idiotismo, la perdida de la razón.
El
abuso de las altas facultades, el orgullo y el egoísmo se expían
por el renacimiento en organismos incompletos, en cuerpos disformes y
sufridores. El espíritu acepta esa inmolación pasajera, porque, sus
ojos, ella es el precio de la rehabilitación, el único medio de
adquirir la modestia, la humildad. Concuerda en privarse
momentáneamente de los talentos, de los conocimientos que aran su
gloria, y desciende a un cuerpo impotente, dotados e órganos
defectuosos, para tornarse un objeto de compasión y de zumbaría.
Respetemos a los idiotas, a los enfermos, a los locos. ¡Que el dolor
sea sagrado para nosotros!
En
esos sepulcros de carne un Espíritu vela, sufre, y, en su tesitura
intima, tiene conciencia de su miseria, de su degradación. Tememos
por nuestros excesos, merecerles la suerte. Más, esos dones de la
inteligencias, que el abandona para humillarse, el alma lo hallará
después de la muerte, porque son propiedad suya, y jamás perderá
lo que adquirió por sus esfuerzos. Los reencontrará y, con ellos,
las cualidades, las virtudes nuevas cogidas en el sacrificio, y que
aran su corona de luz en el seno de los espacios.
Así,
todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos
criminales tienen su repercusión en la vida fluidica, más las
faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne.
Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se
reflejan a través del tiempo. Si embusteros y perversos parecen
muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz,
quedemos ciertos de que la hora de la justicia sonará y recaerán
sobre ellos los sufrimientos de que fueron la causa. Resígnate,
pues, hombre, y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin
embargo fecundas, que suprimen manchas y te preparan un futuro
mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado
bajo un sol ardiente o quemado por la azada, y cuyos sudores riegan
el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado
rompedor, pero del que brotará el trigo dorado que hará tu
felicidad.
Evita
los desfallecimientos, porque te reconducirán al yugo de la materia,
haciéndote contraer nuevas deudas que pesaran en tus vidas futuras.
Seamos buenos, seamos virtuosos, con el fin de no dejarnos atrapar
por el temible engranaje que se llama consecuencia de los actos. Huye
de los placeres exorbitantes, de las discordias y de las vanas
agitaciones de la multitud. No es en las discusiones estériles, en
las rivalidades, en la codicia de las honras y bienes de fortuna que
encontrarás la sabiduría, en contentamiento contigo mismo; y si,
en el trabajo, en la practica de la claridad, en la meditación, en
el estudio concentrado de cara a la Naturaleza, ese libro admirable
que tiene la asignaturas de Dios.
(León Denis - Después de la Muerte).
(Trabajo de Merchita)
***************
“ ¡ Si pudieseis, mis queridos amigos, tener por única ocupación el hacer felices a los demás!"
"Es Caridad la que debéis procurar para la paz del corazón y el contentamiento del alma, como remedio para las aflicciones de la vida. ¡ Oh!, cuando esteis a punto de acusar a Dios, lanzad una mirada por debajo de vosotros; ver cuantas miserias a aliviar, que de pobres niños sin familia, cuantos viejos sin una mano amiga que les ampare y les cierre los ojos cuando la muerte los reclame!.
¡ Cuanto bien por hacer !
El Evangelio Según el Espiritismo, Cap.13, item 11 – Adolfo, Obispo de Argel – Burdeos, 1861)
NOTA IMPORTANTE: Los lunes,miércoles y jueves a las 22,30 horas, pueden participar en el chat de la Federación Espírita Española.
Los viernes a las 23,00 horas se os invita a asistir a una conferencia en la misma sala.
Los domingos a las 21,00 horas tenemos la clase de Estudio del Espiritismo por el "Grupo espírita Sin Fronteras".dirigido por Carlos Campetti-
Y además recomiendo los Blogs: El espirita albaceteño.- elespiritadealbacete.blogspot.com.es
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ceesinfronteras.es/eventos.htm
espiritistas. es
Revista virtual AMOR, PAZ Y CARIDAD : www.amorpazycaridad.com
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