viernes, 22 de enero de 2016

EL ESPIRITISMO NO ES UNA RELIGIÓN



  ENERGIAS Y RADIACIONES PSIQUICAS IMPONDERABLES 

 El estudio de los fenómenos espiritistas nos ha dado a conocer estados de materia y condiciones de vida que la ciencia había ignorado durante largo tiempo. Hemos aprendido que más allá del estado gaseoso u aun del estado radiante descubierto por W. Crookes, la materia invisible que yace imponderable se encuentra bajo formas cada vez más sutiles que designamos con el nombre de "fluidos". A medida que se rarifica, adquiere nuevas propiedades y una fuerza de radiación creciente, convirtiéndose en una de las formas de la energía. Bajo este aspecto es como se revela en la mayor parte de las experiencias de que hablaremos en los capítulos siguientes.
Cuando un espíritu se manifiesta en un centro humano, no puede hacerlo sino con el auxilio de una fuerza tomada de los médiums y de los asistentes.
Esta fuerza es producida por el cuerpo fluídico. Ha sido designada alternativamente con los nombres de fuerza ódica, magnética, néurica, etérica; nosotros la llamamos fuerzas psíquica porque obedece a la voluntad. Esta es su motor; los miembros son sus agentes conductores; se desprende más especialmente de los dedos y del cerebro.
Existe en cada uno de nosotros un foco invisible cuyas radiaciones varían de amplitud y de intensidad según nuestras disposiciones mentales. La voluntad puede comunicarles propiedades especiales; éste es el secreto del poder curativo de los magnetizadores.
A éstos es, en efecto, a quienes se ha revelado primeramente en sus aplicaciones terapéuticas.

LEÓN DENIS . En lo invisible


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MIS SALUDOS DE HOY
Viernes 22 de enero de 2016

Queridos amigos, hola buenos días,  a pesar de que estemos desprovistos de recursos financieros, de posibilidades intelectuales y privilegios sociales, todos podemos construir el bien en la existencia terrena, para crear un reino como el de Cristo, “sobre los corazones puros y desinteresados”.
La carne es un vestido que debemos aprender a utilizarla con sabiduría. Hoy nos cubre, mañana no nos servirá, ya más.
La vida física es una oportunidad valiosa, que no puede ser desdeñada.
Valoremos  la contribución humilde  que está a nuestro alcance, y no rechacemos la oportunidad de ser útiles.
Si nos quedásemos esperando los recursos significativos para una productividad que expresen los elevados sentimientos que nos animan, desperdiciaríamos preciosas concesiones  del tiempo es vanas esperas.
Cualquier tipo de edificación debe apoyarse en bases seguras para que se mantenga firme, ofreciendo el confort y protección. Una construcción segura, no solo necesita  de instalaciones eléctricas e hidráulicas también es muy necesario analizar el suelo donde queremos levantar el edificio.
Una obra valiosa no es aquella que llama más la atención,  sino aquella que ofrece más beneficios a la comunidad.
Toda obra que se desmorona debe su fracaso  al descuido en el cálculo.
Hagamos nuestra contribución a la vida, “pues todos podemos hacer algún bien” Solo el egoísta es el que no encuentra nunca la ocasión para ello.
Evita el pesimismo y no consideres la vida por el momento presente, que a lo mejor no es propicio, afortunado. Solo un minuto hace falta para que tu tormenta pase, se apacigüe, la enfermedad disminuya, el trabajo surja, el dolor pase, el ausente llegue, la persecución cese, el dinero aparezca, tu vida cambie…
Aprende a sonreír y confiar.
No te aferres al lado malo de las cosas. Muchos de esos males  son oportunidades de perfeccionamiento que nadie debemos despreciar.
Valoremos a las personas y a las cosas, aunque la vida nos sonría.
Solo un minuto hace falta para que las molestias se instalen a tu alrededor, la paz intima se consuma, el dinero pase a otras manos, el amor desaparezca, la muerte llegue,  tu vida cambie…
Nadie somos tan autosuficientes como para no necesitar el respeto y cariño, mientras amamos y respetamos.
No te apegues demasiado  al sosiego que disfrutas, porque ha recursos y alegrías que son duras pruebas, de las cuales solo unos pocos héroes de la renuncia y la humildad consiguen liberarse plenamente.
Jamás temas al mal. Solo un minuto  hace falta para que la influencia de los malos supere la de los buenos e inquiete la serenidad de los justos, para que arruine las expresiones honorables, aflija a los simples, siembre el miedo…
Solo un minuto hace falta para que tu puedas Alcanzar preponderancia sobre los malos, para que difundas la esperanza y siembres el coraje, venzas la timidez y hagas que brille la verdad.
Solo un minuto hace falta para que lo que era luz se transforme en noche, para que el incendio devore, el ladrón robe las joyas relucientes, la casa se derrumbe, el jardín alegre y florido se marchite,  un terremoto abra la tierra y lo sepulte todo.
Solo un minuto necesitamos para que podamos recibir a Cristo y modifiquemos el rumbo de nuestra existencia, eternizando en el precioso cofre de tus posesiones esa joya extraordinaria que jamás vuelve  con el mismo valor: ¡el minuto!
Elevémonos, pues, hacia el amor, y el amor de Dios nos guardará  “todos los días de nuestra vida”; y conoceremos desde ahora las delicias del Reino de los Cielos que, conforme afirmaron los Virtuosos Abanderados del Mundo Mayor “está en todas partes donde prevalezca el amor al bien”.
Merchita
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REFLEXIONES DE MERCY

 Muchos de nosotros perdemos demasiado tiempo prestándole atención a lo que las demás personas hacen o dejan de hacer. Cuando me refiero de que perdemos tiempo, es porque en vez de utilizar ese tiempo en concentrarnos en lo que nosotros hacemos o dejamos de hacer, lo cual es verdaderamente beneficioso para nuestra propia evolución, nos encontramos preocupándonos por algo que no tiene nada que ver con nosotros.
Ninguno de nosotros somos responsables de las acciones ajenas, pero si lo somos de nuestras propias acciones y reacciones.
Hagamos consciencia de que la vida es corta y debemos de utilizarla lo más posible con cosas que a la larga nos ayude a evolucionar y hacernos feliz.
Empecemos por analizar todo lo que nos molesta de los demás, porque si somos sinceros y miramos dentro de nosotros, encontraremos que lo que nos disgusta de ciertas personas, es lo mismo que estamos haciendo, la única diferencia es que no nos percatamos de esos mismos defectos en nosotros mismos.
Así que a sacarnos la paja de nuestros propios ojos y dejemos la paja ajena en los ojos que no nos pertenecen.
- Mercy Ingaro -
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 EL ESPIRITISMO NO ES UNA RELIGIÓN
“Porque el Espiritismo no es una religión, sino una ciencia, de la que apenas conocemos el abecedario.
 El tiempo de los dogmas ha concluido”.
Gabriel Delanne

Gabriel Delanne, uno de los pioneros más valientes y Destacados del Espiritismo en Francia, escribe a este respecto: “El Espiritismo no es una religión: no tiene dogmas, ni misterios ni ritual. Es una ciencia de experimentación, de la que se desprenden consecuencias morales y filosóficas de inmensa importancia”.
A esta concepción amplia y desprejuiciada del Espiritismo, podemos agregar la del eminente naturalista Russel Wallace, espiritista de no dudosa procedencia:
“El Espiritismo es una ciencia experimental y suministra la única base segura para una filosofía verdadera y una religión pura. Suprime los nombres sobrenatural y milagro...”

“Una ciencia de la naturaleza humana, fundada en los hechos observados; que sólo apela a los hechos y experimentos; que no toma creencias sin pruebas; que insiste en la investigación y en la conciencia de si misma como los primeros deberes de los seres inteligentes; que enseña que la felicidad en una vida futura puede ser asegurada cultivando y desarrollando hasta donde es posible más altas facultades de nuestra naturaleza intelectual y moral y no de ningún otro modo; es y tiene que ser el enemigo natural de toda superstición”.

Por su parte dice el Dr. Gustavo Geley: “Para los verdaderos creyentes en la doctrina espiritista, esta es una ciencia positiva, basada sobre el estudio experimental de los fenómenos psíquicos y las enseñanzas de los espíritus elevados”.

A estas autorizadas opiniones podríamos agregar la de todos los verdaderos espiritistas y demostrar que sus convicciones se formaron en el terreno de los hechos, por el estudio, la observación y la experiencia de los mismos y no por creencias religiosas anticipadas, por la fe ciega o por la predisposición mística desarrollada por la necesidad de ampliar los horizontes de esta vida, por esa ansiedad imperiosa que, según los materialistas, sienten las almas cándidas, los espíritus débiles, atormentados por el deseo de penetrar las sombras del misterio y de hallar lo que no alcanza a descubrir la ciencia... a la cual suelen mirar con desdén...
No son los verdaderos espiritistas los que creen en la bancarrota de la ciencia frente a los problemas del alma; por el contrario, es la ciencia para éstos el fundamento de sus creencias, sin los hechos positivos, experimentales, el Espiritismo carece de base, y su filosofía sería uno de tantos sistemas metafísicos, una de tantas religiones, agregados al acervo común de la historia. El Espiritismo no tiene por punto de partida la fe, sino sus fenómenos y el estudio racional de los mismos: es sobre la base fundamental del fenomenismo psicológico supranormal que descansa su filosofía, su ética y su sociología, y es sobre esa misma base que afianzamos nuestras creencias los verdaderos espiritistas. Las conclusiones filosóficas que sustentamos emanan de los mismos hechos y no de creencias o de razonamientos a priori: ni siquiera tienen la desventaja -si tal pudiera llamarse a la especulación filosófica subjetiva- de atribuirse a inducciones o deducciones personales, ya que la doctrina espiritista surge espontánea de la naturaleza misma de los hechos, de las manifestaciones inteligentes que de ellos se desprenden. Es cierto que muchos de los principios o postulados de nuestra doctrina se encuentran diseminados entre las religiones y sistemas filosóficos, pero éstos, las primeras, se fundan en la fe ciega, en el dogma infalible y en absurdas, cuando no mentidas, revelaciones, y los segundos, en deducciones o hipótesis más o menos lógicas, pero siempre discutibles por carecer de fundamento científico que pruebe experimentalmente la veracidad de los principios sustentados.

De todo esto se infiere que si el Espiritismo se impone a la consideración humana por sobre todas las creencias religiosas e ideológicas, es por sus hechos observables y experimentables, y no por un sentimiento místico o por las halagüeñas perspectivas que de él se desprenden para el porvenir del espíritu: deja de ser religión, en el sentido místico y ritual del concepto, pero no puede dejar de ser ciencia sin dejar de existir como verdad demostrable y perder su interés y valor positivos; pues, si le faltan los hechos, los principios ciertos en que se apoya y el conocimiento, aunque relativo, de las leyes que los rigen, ya pasa a la categoría de misticismo, sin que su caudal filosófico y moral pese un gramo más en la balanza del progreso humano. No tienen, pues, razón aquellos espiritistas que, imbuidos de religiosidad, creyentes por ingenuidad o por simples razonamientos filosóficos, se bastan a su fe y miran con ojeriza a los hombres de ciencia y a sus mismos compañeros que bregan por encauzar el Espiritismo en la corriente científica señalada por los sabios espiritistas que hacen honor a nuestro credo, y, mucho menos, los que hacen de éste una religión como cualquier otra y creen que la Ciencia -por hallarse aún en los balbuceos de esta nueva y fecunda rama de la psicología experimental y no haber llegado aún, en algunos casos, a las mismas conclusiones espiritistas, por buscar la correlación entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos o explicar por las mismas leyes anímicas todos los fenómenos supranormales sin hacerse cargo de las manifestaciones de espíritus desencarnados- conduce al materialismo.
No hay que olvidar que así como mucha ciencia conduce a Dios y poca nos aleja de él, lo mismo sucede con la creencia en la existencia del mundo espiritual: un conocimiento incompleto del fenomenismo espírita y de sus manifestaciones no convence a nadie, pero el estudio continuo con métodos adecuados lleva al convencimiento: la mayor parte de los sabios o simples estudiosos que han abrazado el Espiritismo, primero lo negaron; después, con poca ciencia, afirmaron los hechos pero negaron la teoría, y luego, al correr de los tiempos, con más ciencia y experiencia, aceptaron esta última. La ciencia, la verdadera ciencia, no conduce al materialismo sino cuando es incipiente y carece de la madurez necesaria para llegar a las conclusiones espiritistas.

En muchos casos los que penetran en el santuario de esta profunda ciencia del alma por las puertas de la fe, suelen salir por las del escepticismo o la incredulidad; mientras que otros que entran incrédulos y materialistas salen llenos de fe y de esperanza, después de estudiar los hechos con todo rigor científico y de exigir de ellos toda la luz que anhelaban sus espíritus ávidos de ciencia y de verdad. Ejemplos de esto entre otros mil, William Crookes, Russel Wallace y Lombroso.
Al hablar de ciencia no nos referimos a esa ciencia incompetente, infructuosa, llena de orgullo y de suficiencia que niega la existencia, y aun la posibilidad, de las manifestaciones del mundo espiritual; que no tiene más de positiva que lo que alcanza en la materialidad de las cosas; que, en materia de fenomenismo espírita o de metapsiquismo, en vez de adaptarse a la naturaleza y a las modalidades de los hechos, les impone condiciones y métodos arbitrarios, y, como en semejantes condiciones no halla lo que, por prejuicio de escuela, sus representantes tienen interés en no encontrar -el espíritu como sustancia independiente del organismo- lo niegan: porque su caudal seudocientífico está formado a base de negaciones. A estos “científicos”, que forman una “ciencia” de relumbrón, sí, no titubeamos en declararlos en bancarrota. Hablamos aquí de la verdadera ciencia, de esa diosa augusta que no afirma ni niega nada a priori; que no teme la investigación de ningún hecho, por absurdo e inverosímil que parezca, ni a las condiciones y métodos que su naturaleza impone; que, animado de un profundo amor a la verdad, no se alimenta de prejuicios, sino de la luz espiritual que irradia la renovación constante de la vida.
El Espiritismo es una ciencia integral y progresiva: abarca todos los conocimientos humanos. No es una religión, aunque cultiva y espiritualiza los sentimientos religiosos. “La religión se va, la ciencia viene”, ha dicho alguien. Y no estará demás recordar a los neófitos y profanos que nuestro lema es: Hacia Dios por el amor y la ciencia.
 Trascrito de “Espiritismo: Doctrina de Vanguardia”

 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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