CRISIS DE LA MUERTE
ERNESTO BOZZANO
Lo tomo de la revista Light (1927, pág. 230). El director de esta revista, Sr. David Gow, precedió la narración de este caso de una breve nota, de la cual extraigo los retazos siguientes:
Los extractos que van a leerse, de los mensajes mediúmnicos, fueron sacados de un largo relato que nos envió un ministro anglicano de Nueva Escocia. El Espíritu comunicante fue, parece ser, un conocido personaje americano, que ocupó, estando en la Tierra, un alto cargo municipal. El medium, cuyo nombre se nos dio a conocer, es una distinguida señora, también muy conocida, por lo elevado de su carácter y por la excelencia de sus facultades mediúmnicas.
El Espíritu comenzó así: Deseo comenzar mi relato, del día en que dejé mi cuerpo material en mi habitación de Blankville. Veía cuan grande era el dolor que despedazaba el alma de mis hijos y mucho me afligía el hallarme imposibilitado para dirigirles la palabra.
Súbitamente verifiqué que se operaba un cambio en mí, que yo no comprendía bien. Fui presa de una extraña sensación, que aunque completamente nueva, era un tanto análoga a la que una persona experimenta cuando despierta repentinamente de un sueño profundo.
En el primer instante no comprendía nada, dada la situación en que me encontraba. Poco a poco, sin embargo, fui percibiendo el medio que me rodeaba. Me vi. tendido, tranquilo e inmóvil, en mi lecho, circunstancia que me llenó de espanto, ya que estaba lejos de suponer que había muerto.
Después de algún tiempo y cada vez más despierto, percibí que mi difunta mujer se hallaba a mi lado, sonriéndome, con una expresión radiante de ventura. Nuestro encuentro se daba después de una larga separación. Fue ella la que me comunicó la aterradora noticia de que estaba muerto y que ya me encontraba también en el medio espiritual.
Me dijo que, ya desde hacía muchos días, velaba la cabecera de mi lecho, esperando el momento de recibir a mi Espíritu y guiarlo hacia la morada celeste.
Me sentía cada vez más animado por una vitalidad nueva, como si todas mis facultades entrasen en un período de gran actividad, después del prolongado torpor en que me encontraba...
Era la sensación de una beatitud difícil de describir... Me parecía que me había vuelto parte integrante del medio que me rodeaba. Mi mujer me tomó entonces por las manos y, así unidos, nos elevamos a través del techo del cuarto, subiendo hacia lo alto, cada vez más alto, por el espacio afuera. Mientras tanto, aunque ya estuviese alejado del medio terrestre, continuaba teniendo conocimiento de lo que sucedía en mi casa. Veía a mi hija abrumada por el dolor.
Ese estado de alma parecía deslizarse como una nube oscura, entre ella y yo; se insinuaba en mi ser, produciendo en él un penoso sentimiento de torpor.
Deseo que sepan que las crisis excesivas de dolor, al lado de los lechos mortuorios, constituyen una inmensa barrera que se interpone entre los vivos, que se abandonan a ellas, y el Espíritu del difunto por el que lloran.
Se trata de una barrera real e insalvable, que no nos permite entrar en comunicación con los que se desesperan por nuestra muerte. Más todavía: las exageradas crisis de dolor retienen presos en el medio terrestre a los espíritus desencarnados, retrasándoles la entrada en el mundo espiritual.
De hecho, es cierto, que con la muerte, cesan obligatoriamente todas las relaciones entre los Espíritus desencarnados y el organismo físico de los vivos, pero en compensación los Espíritus de los difuntos se vuelven extremadamente sensibles a las vibraciones de los pensamientos de las personas que les son queridas. Aconsejo, entonces, a los vivos que pierdan alguno de sus parientes –cualquiera que pueda ser la importancia de la perdida y del dolor correspondiente- a que, a toda costa, se muestren fuertes, controlando toda manifestación de tristeza y presentándose con aspecto tranquilo en los funerales.
Comportándose así, determinarán una considerable mejoría en la atmósfera que los rodea, ya que la apariencia de serenidad en los corazones y en los semblantes de las personas que nos son queridas emite vibraciones luminosas que nos atraen como, en la noche, la luz atrae a la mariposa.
Por otro lado, la tristeza da lugar a vibraciones sombrías y perjudiciales para nosotros, vibraciones que toman el aspecto de nubes tenebrosas que envuelven a aquellos que amamos. No dudéis de que somos muy sensibles a las impresiones vibratorias que nos llegan, por efecto del dolor de los que nos son queridos.
Nuestros “cuerpos etéreos” están, efectivamente sintonizados en una escala vibratoria muy alta, que nada tiene de común con la escala vibratoria de los “cuerpos carnales”...
Aquí no se usa la palabra para conversar. Percibimos los pensamientos en los ojos de aquellos que conversan con nosotros. Nuestro interlocutor, a su vez, percibe en nuestros ojos los pensamientos que nos acuden. De este modo percibimos integral y perfectamente el significado de los discursos de los otros, lo que no puede realizarse en la Tierra...
Cuando llegué al medio espiritual, tuve la sensación de estar en mi casa. Parientes, amigos, conocidos vinieron todos a recibirme; todos se alegraban conmigo, por haber, finalmente, llegado a puerto. Era, pues, natural que hiciesen nacer en mí la impresión de estar en mi casa. Para adaptarme al nuevo medio, me fue preciso menos tiempo, del que me sería necesario en la Tierra, para adaptarme a un cambio de residencia...
Aquí todos podemos obtener fácilmente los objetos que deseamos: no tenemos más que pensar en ellos, para que los creemos. En esas condiciones, debe comprenderse que nadie puede desobedecer el mandamiento de Dios: “No desearéis lo que pertenezca a vuestro prójimo.”
Nada aquí se compra con dinero; ninguna cosa puede haber que tenga valor, si no es para aquel que la creó, destinada a su uso personal, por necesitarla. Cada uno se encuentra en condiciones de conseguir para sí, queriéndolo, todo lo que su vecino posea. Bien entendido que hablo solamente de objetos materiales de cualquier especie. Digo “materiales” para hacerme comprender, ya que semejante calificativo no se adapta a las creaciones etéreas...
Como se ve, en estos pasajes de la narración que publicó Ligth, se encuentran las habituales concordancias, a propósito del difunto percibir su propio cadáver en el lecho de muerte; de no saber que murió; de verse con forma humana; de ser recibido por su mujer fallecida anteriormente y por gran número de otros Espíritus, que él conoció y estimó cuando vivo. Añade que, en el mundo espiritual, los Espíritus conversan por medio de la transmisión del pensamiento y que, este último, es una fuerza creadora, por la cual cada uno puede conseguir lo que necesite.
Falta, sin embargo, una alusión a la fase del “sueño reparador”, por la que pasan los Espíritus, poco después de la muerte.
Tampoco se alude a otro hecho, tan frecuente en los mensajes con los que aquí nos ocupamos, el de la “visión panorámica”, que tiene el muerto, de todos los acontecimientos de su vida. Lo observo simplemente, ya que, desde el punto de vista teórico, la omisión no presenta ninguna importancia. Primeramente porque los difuntos que se manifiestan no están obligados a dar una descripción completa de las circunstancias en que se encontraron después de la muerte, Y además nadie afirma que los Espíritus deban pasar todos por las mismas experiencias. Finalmente en la publicación de
Ligth no hay más que una reproducción fragmentaria de los mensajes del espíritu que se comunicó; el director de la revista en cuestión lo hace así saber a sus lectores...”por motivos de falta de espacio, se suprimieron la mayor parte de las informaciones, ya muy conocidas de los espíritas”. Es, por tanto, probable que entre las informaciones suprimidas se encuentren las que acabamos de mencionar.
Otro punto interesante del mensaje que acabamos de leer, es cuando el comunicante dice que el dolor exagerado de los vivos, junto al lecho mortuorios de personas que les eran queridas, constituye un obstáculo insalvable, que impide al muerto entrar en relaciones psíquicas con los suyos, añadiendo que, por otro lado, el estado de tristeza de los vivos ejerce una influencia deplorable sobre las condiciones espirituales en que se encuentra el recién desencarnado.
Estas afirmaciones adquieren importancia por el hecho de que muchos otros Espíritus han afirmado la misma cosa. Somos de este modo llevados a reflexionar seriamente sobre la advertencia que nos llega del más allá, sobre todo si consideramos que las afirmaciones de esos Espíritus están perfectamente de acuerdo con las conclusiones de los sabios, según las cuales todo lo que existe y se manifiesta en el universo físico y psíquico puede reducirse, en último análisis, a un fenómeno de “vibraciones”.
Siendo así, hay que convenir en que es verosímil, e incluso inevitable, que las vibraciones inherentes a un estado de alma de gran dolor, sean penosas para un Espíritu que hace poco se liberó del cuerpo carnal y le impiden entrar en relación psíquica con los suyos, reteniéndolo en el medio terrestre, mientras esas vibraciones persistan.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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CUANDO LA BONDAD SE EXPRESA
El muchacho estaba desempleado. Fue echado y dormia en el coche. El
coche, que más allá, el no tenia siquiera dinero para colocar combustible.
Llego el día en que estaba con hambre. Sin dinero para comprar alguna cosa, se desesperó.
Noche fría, estomago reclamando, entro en una cafetería. Como no sabia cuando seria su próxima refección, comió a más no poder.
Cuando llegó la hora de pagar, fingió que había perdido su cartera.
Formo un barullo enorme y comenzó a buscarla por todos sitios. Dio la vuelta al camarero de la cabeza para abajo.
Detrás del mostrador el cocinero, que era también el dueño del lugar, salió y fue hasta donde estaba el rapaz.
Se agacho, fingiendo que tomaba alguna cosa del suelo, y entregó al
mozo cien reales, diciéndole: “hallo que usted lo dejo caer cuando
entro” El rapaz quedo más confuso aun, más pagó la cuenta y salio rápido.
“¿Y si el dueño del dinero apareciera?” – el se preguntaba, andando
por la calle.
Hasta que se dio cuenta que, en verdad, el dueño de la cafetera
fingió hallar el dinero.
Colocó gasolina en el coche y condujo para otra ciudad. Mientras
conducía, agradecía a Dios el gesto de aquel piadoso desconocido.
Y prometió que, si su vida volviese a mejorar, haría a los otros lo que
aquel hombre hizo por él.
El tiempo paso, el tuvo fracasos, reveses. Hasta que, al final, los dolores de la pobreza pasaron.
Fue entonces que decidió que era la hora de honrar la promesa y cumplir el voto hecho aquella noche oscura de invierno.
En los años siguientes, el inició su jornada de donaciones. Quería dar, mas no quería que las personas lo agradeciesen.
Comenzó a identificar personas realmente necesitadas. Así, la familia
de un muchacho de 14 años, que sufría leucemia, encontró una buena
suma de dinero en su cuenta de correo.
Una viuda, con siete criaturas y dos nietos, fue sorprendida con varias notas, colocadas abajo de su puerta.Un joven que precisaba de un transplante de pulmón respiró aliviado,cuando en su cuenta apareció expresiva suma que precisaba para la cirugía.
El pago prestaciones, facturas de coches, cuentas de mercados, siempre sin aviso y sin quedar cerca para ser elogiado.
Su alegría era la expresión en el rostro de las personas beneficiadas.
Ahora solo faltaba agradecer a quien lo socorrió, cuando lo necesito.
Procuró al dueño de la cafetería, durante casi un año. El local conocido estaba cerrado.
Procuró un encuentro, diciéndole historiador y que deseaba hacer una materia sobre personas antiguas de aquella localidad.
Llegó cargado de presentes, más allá de abultada cuantía en dinero.
Al encontrarse con su benefactor de otrora, le dijo: “yo soy aquel sujeto que usted ayudó, 29 años atrás. Usted cambió mi vida, aquella noche.
El ex dueño de la cafetería, ahora aposentado, con 81 años de edad, lloró, tamaña emoción, al lado de su esposa, ahora gravemente enferma, luchando contra un cancer y el mal de Alzheimer.
Por causa de la situación, estaba deudor en cuentas hospitalarias. El dinero fue mandado por Dios.
Para el antiguo beneficiado era un simple gesto de gratitud. Para aquel anciano el dinero era el arsenal para un nuevo tiempo, sin necesidades.
...............
Fuimos creados para amar.
El preocuparse con los otros es camino para la felicidad.
Así, siempre que le sea posible esparza la bondad a su alrededor. El
mundo en que vivimos depende de ella.
Equipo de Redacción de Momento Espírita com base en cap. "El princípio del altruísmo", del libro Más Allá del Coraje, de Chris Benghue, ed. Butterfly.
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ALGO SOBRE LAS MORADAS DE LA CASA DEL PADRE
¡ Importante !
Hay diferentes niveles de esferas en el mundo espiritual —desde las vibraciones más bajas hasta las más altas. Al morir físicamente vamos a la esfera que mejor se adecúe a las vibraciones que acumulamos durante nuestra vida en la tierra. Cuanto más altas son las vibraciones, tanto mejor son las condiciones —las que nos llevarán a esferas más altas. Somos informados que las esferas más altas son demasiado bellas para imaginarlas. Para aquellos con vibraciones muy bajas, existen muy serios problemas.
• Consistente con la Ley del Progreso, eventualmente, aún si toma miles de años, todos llegaremos a las altas esferas.
• Las personas semejantes se atraen entre si. A diferencia de lo que sucede en el plano terrenal, quienes tienen bajas vibraciones no se pueden mezclar libremente con quienes están en las esferas elevadas.
• Dado que la tierra es un planeta de Libre Albedrío, hay realmente una lucha entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas de la Oscuridad. Quienes continuamente dispersan oscuridad: ignorancia, propaganda falsa y perniciosa, odio, hostigamiento a los demás, abuso de poder, mentiras, estafas, dominación para explotar y otras energías negativas, atraerán y muy probablemente formarán parte de las Fuerzas de la Oscuridad. Quienes trabajan y divulgan un mayor entendimiento, conocimiento, paz, amor, luz, armonía, y otras energías positivas, atraerán y formarán parte de las Fuerzas de la Luz.
• Responsabilidad propia— a fin de cuentas, cada uno es responsable de sus propios actos y omisiones durante su vida en el plano terrenal.
- Rey Formoso -
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EL FENÓMENO DE LA MUERTE DESDE DIFERENTES CULTURAS
El fenómeno biológico de la muerte, desde la aparición del hombre en la Tierra, ha sido observada en algunas culturas, como la continuidad de la vida, siendo estrechamente relacionadas con las creencias religiosas sobre la naturaleza de la muerte y la existencia de una vida después de ella, y en algunos otras, como la negación absoluta de la misma, especialmente en la cultura occidental, donde las religiones han influido notoriamente sobre sus adeptos creándoles un cielo o un infierno, donde estarán irremediablemente destinados hasta el fin de los tiempos.
Todo el ritual que acompaña a la desencarnación del ser, implican importantes funciones psicológicas, sociológicas y simbólicas para los miembros de una colectividad y tiene que ver, no sólo con la preparación y despedida del cadáver, sino también con la satisfacción de los familiares y la permanencia del espíritu del fallecido entre ellos.
En todos los pueblos primitivos se han encontrado vestigios de la creencia en la inmortalidad del alma, sin que esos grupos étnicos jamás mantuvieran cualquier contacto entre ellos.
Habitando distintos puntos del planeta, desarrollando su propia cultura, en ellos se presentan los mismos cultos no obstante las conquistas alcanzadas, todas basadas en la certeza de un principio creador, justo y sabio, que recibe, para juzgar, a aquellos que retornan de la Tierra después de la muerte física.
La mitología de cada país es un océano de hechos espirituales, en el cual desembocan los ríos del conocimiento que se confunden, por identidad de informes, con respecto a la continuación de la vida después del desgaste carnal.
Los primeros entierros de que se tienen evidencias son de grupos de Homo sapiens. Además, los restos arqueológicos indican que ya el hombre de Neandertal pintaba a sus muertos con ocre rojo. Las prácticas de lavar el cuerpo, vestirlo con ropas especiales y adornarlo con objetos religiosos o amuletos son muy comunes. A veces al fallecido se le atan los pies, tal vez con la intención de impedir que el espíritu salga del cuerpo. El tratamiento más meticuloso es el del embalsamamiento, que nació, casi con seguridad, en el antiguo Egipto. Los egipcios creían que el cuerpo tenía que estar intacto para que el alma pudiera pasar a la siguiente vida, y para conservarlo desarrollaron el proceso de la momificación. En la sociedad occidental moderna se realiza este proceso para evitar que los familiares tengan que enfrentarse con el proceso de putrefacción de los restos.
Para los Sumerios, el difunto entraba en el Kur, el “Gran Abajo”. Allí presentaba ofrendas a los dioses con los que se quería conciliar. Luego era acogido por otros muertos con los que viviría en el “País sin Retorno”.
Para los Egipcios, el alma del difunto accedía al reino de Am-Duat, donde se beneficiaba de los favores de Osiris, dios de la inmortalidad. Pero antes de vivir en paz para toda la eternidad, el alma tenía que sufrir varias pruebas reveladas en el Libro de los Muertos, llamado así por los arqueólogos que encontraron el manuscrito, pero que sería más correcto traducir como Libro de la Salida a la Luz del Día. En el antiguo Egipto, la muerte no era considerada como un final en sí mismo, sino como un nacimiento.
Los funerales de los gobernantes representaban un evento religioso para la población; además, las Pirámides eran un símbolo y prueba de la autoridad real, pues los faraones encarnaban la permanencia social, la autoridad espiritual y temporal y su muerte ponía en peligro todos estos elementos.
En la India , las creencias en la reencarnación se basan en un sistema complejo que permite saber si el alma del difunto volverá o no a la Tierra. Según el Hinduismo, existen 16 puertas divididas en tres grupos por las que el alma puede salir. Según el grupo de puertas por las que se escapa, podrá acceder el difunto a un reino superior, o tal vez renacerá, o bien, finalmente se transfigurará y entrará definitivamente en un ciclo de renacimientos.
En Grecia, Egipto y la China , los esclavos, a veces, eran enterrados con sus amos, ya que se creía que en la otra vida el muerto iba a seguir necesitando sus servicios.
En la India, llegado al lugar previsto para la ceremonia, el cortejo se paseaba alrededor del féretro y antiguamente, en algunos grupos, la viuda realizaba el suttee, es decir, se autoincineraba en la pira funeraria del marido. Finalmente las cenizas se depositaban en un río considerado sagrado.
En Tailandia, después de la cremación del monarca, el nuevo rey y los miembros de la familia real tradicionalmente buscaban entre las cenizas fragmentos de huesos. Estas reliquias se convertirían en objetos de culto que, de forma indirecta, significaban la continuidad de la presencia y autoridad del monarca fallecido.
Pueblos griegos y latinos representaban a la muerte como una figura triste, con una antorcha apagada. En el cristianismo, se simboliza con un esqueleto armado de una guadaña.
Según el antropólogo B. Malinowski, los nativos de las islas Trobriand, cuando celebran su fiesta anual de la Milamala, tienen especial cuidado de no exponer al aire ningún tipo de punta, extremo de lanza u objetos punzantes, ya que estos podrían dañar a los espíritus de sus difuntos, que en tal fecha acuden en masa a sus poblados para celebrar con ellos tan importante efemérides.
El ritual funerario varia acorde con las costumbres de cada pueblo. En todas las sociedades se prepara el cadáver antes de colocarlo en el féretro, y su despedida está en función de las creencias religiosas, el clima, la geografía y el rango social. La cremación se práctica en algunas culturas con la intención de liberar el espíritu del muerto. La exposición al aire libre es común en las regiones árticas y entre los parsis (seguidores de una antigua religión persa, el zoroastrismo), donde también tiene un significado religioso. Practicas menos comunes son arrojar el cadáver al agua después de un traslado en barco y el canibalismo.
En las sociedades precolombinas de América, la muerte era un acontecimiento muy ritualizado, lo que obligaba a ceremonias de todo tipo, acompañadas de ofrendas, alimentos y objetos de acompañamiento y regalos de mucha utilidad durante el largo viaje que se iniciaba tras la muerte.
Entre los Mayas se diferenciaba el enterramiento según la clase y categoría del muerte. La gente ordinaria se enterraba bajo el piso de la casa, pero los nobles solían ser incinerados y sobre sus tumbas se erigían templos funerarios.
Los Aztecas, que creían en la existencia de paraísos e infiernos, preparaban a los difuntos para un largo camino lleno de obstáculos. Tenían que pelear para poder llegar al final y ofrecer obsequios y regalos al señor de los muertos, que decidía su destino final.
Entre los indígenas americanos se creía que el alma de los difuntos viajaba a otra parte del universo, donde disfrutaba de una vida placentera mientras que desarrollaba las actividades cotidianas. El alma de los desdichados o perversos, vagaba por los alrededores de sus antiguas viviendas, provocando desgracias.
La Iglesia Católica instituyó el 2 de noviembre como el Día de los Difuntos, cuyo objetivo es interceder ante Dios con oraciones, sacrificios y limosnas por las almas del purgatorio para que abandonen esta morada y vayan al cielo. Fue declarado por primera vez en los monasterios Cluniacenses en el año 998.
En culturas como la mejicana, se cree que las almas de los muertos vienen a visitar a sus amigos y familiares, por ello acuden a los cementerios para arreglar las tumbas y colocar flores, velas y alimentos. Para ellos, no es un día de duelo, sino de celebración, con desfiles mercadillos y conciertos.
A través de la antropología se ha logrado determinar que existen cuatro elementos simbólicos principales en las prácticas funerarias. El primer simbolismo es el color negro, el cual es asociado con la muerte en algunas culturas y en la actualidad esta ampliamente difundido. El segundo elemento es el pelo de los familiares, que puede estar rapado o, por el contrario, largo y desordenado en señal de tristeza. El tercer elemento son las actividades ruidosas con golpes de tambor o cualquier otro instrumento y el cuarto elemento, es la utilización de algunas prácticas mundanas en la procesión con el cadáver.
En las sociedades occidentales modernas, los rituales funerarios engloban velatorios, procesiones, tañido de campanas, celebración de un rito religioso y la lectura de un panegírico. El deseo de mantener viva la memoria del difunto ha dado lugar a muchos tipos de actos, como la conservación de una parte del cuerpo como reliquia, la construcción de mausoleos, la lectura de elegías y la inscripción de un epitafio en la tumba.
Uno de los más intrigantes problemas humanos, ha sido la interpretación del hombre sobre la vida, después del fenómeno de la muerte. Saber si la vida se acaba cuando sufre la transformación material, ha constituido un gran desafío para la inteligencia.
La documentación es preciosa y muy amplia, y es periódicamente reexaminada y aumentada con nuevos hechos y datos que la enriquecen más y la mejoran. Si la vida fuera destruida con la muerte, ella no tendría sentido en sí misma, ni finalidad, en razón de su fragilidad y brevedad.
Para los materialistas, la muerte es el fin de todo, pues la vida se reduce a nacer y morir: No creen que algo sobreviva después de la muerte, ni en el alma o espíritu, no creen en Dios, y por consecuencia creen que extinguida la vida material todo se acaba. Los materialistas son tan orgullosos que no admiten la posibilidad que exista alguien superior a ellos, e ahí la causa de no creer en Dios.
Pero, si sólo existe la materia, ¿cómo surgió el universo con leyes inmutables, perfectas y organizadas? Si el hombre no creó el cielo, las estrellas y las demás obras de la naturaleza, con gran perfección, todo nos lleva a creer en un ser superior llamado Dios. Se reconoce al creador por su obra.
Bien, si creemos en Dios, ¿porqué nos crearía para después aniquilarnos? ¿Usted que es padre o madre, le gustaría que sus hijos murieran para siempre? Si nosotros que somos seres imperfectos, y no queremos que nuestros hijos mueran, imagínese a Dios que es infinitamente perfecto, justo y bueno. Tenga la certeza que él no quiere eso para nosotros.
Los espiritualistas creen que existe un alma o espíritu que sobrevive después de la muerte física, pero su destino está definido por su conducta en una única existencia. Para ella sólo hay dos posibilidades: el cielo eterno para quienes hicieron el bien o el infierno eterno, para quienes hicieron el mal.
No creen que los muertos puedan comunicarse con los vivos, porque Moisés lo prohibió (Deuteronomio 18:10 - 12 y Levítico 19:31 y 20:27). Ahora, si Moisés lo prohibió es porque era posible comunicarse con ellos, pues nadie prohíbe algo imposible. Y, si los muertos van al cielo o al infierno de acuerdo a su comportamiento en la vida, ¿porqué entonces, vamos al cementerio a recordarlos y orar por ellos? Se supone que ellos no nos oyen más, o no podemos interceder por ellos, puesto que su suerte está irremediablemente definida. Jesús, nos mostró que podía ser posible el intercambio entre vivos y muertos, conversando con Elías y Moisés en el Monte Tabor.
La demostración mediúmnica de la inmortalidad del alma, proporciona valor al hombre, cuyos horizontes se hacen más amplios y lejanos, asignándole posibilidades infinitas y realizaciones sin término.
Desde entonces, los valores éticos se agigantan y el amor adquiere una dimensión ilimitada, uniendo a todos los seres bajo el árbol de la fraternidad que impulsa a la búsqueda de la felicidad por medio del trabajo y de la lucha que subliman.
Vemos a madres de criminales que lloran por sus hijos que están presos, pidiendo a Dios su regeneración. Jesús, el amigo excelso, nos enseñó que debemos perdonar siempre, ¿porqué Dios, que es más perfecto y bueno que nosotros no nos perdonaría nuestros errores? Dios nos perdona siempre. Si caminamos en el error, con certeza iremos a zonas de sufrimiento, pero saldremos de allí, arrepintiéndonos y reparando el mal que realizamos. Si nos vamos para el “infierno” o los “umbrales de la vida”, no es porque Dios nos castigó, sino porque transgredimos las Leyes de Dios, y esta ley, como todas las otras, da una reacción a cada acción que practicamos.
La iglesia decidió arreglar en parte el equívoco de las penas eternas, en el año 593, creando el llamado purgatorio, sitio donde las personas que tenían pecados leves podían ser salvados con oraciones pagadas. En la época de la Inquisición , existían las llamadas indulgencias, donde cada pecado tenía un precio. De acuerdo a esto, sólo los ricos que estaban en el purgatorio podían ser “salvados”, pues los pobres no tenían el dinero para comprar sus pecados.
Sin embargo, el dinero fue utilizado para construir el imperio de la Iglesia Católica , donde se encuentra hoy el Vaticano. Lutero que era católico, percibió tales disparates y desencadenó, en el siglo XVI, el movimiento llamado Reforma Protestante, creando una nueva religión que abolió las imágenes, las indulgencias y buscó seguir la Biblia al pié de la letra. A raíz de ello, Lutero fue excomulgado de la Iglesia Católica.
Para la cultura Espírita, la muerte no existe, pues somos espíritus inmortales y solo cambiamos de plano cuando dejamos la vida física, ya que retornamos a nuestra patria espiritual. Para nosotros no existe ni el cielo, ni el infierno, solo estados de conciencia. Es decir, quienes son buenos, tienen la conciencia tranquila y viven en paz; pero para aquellos que persisten en el camino del error y del mal, sufrirán penas morales por los actos practicados y solo saldrán de ese estado, cuando se arrepientan y reparen el mal que hicieron.
La Tierra ya no es el punto final, la estancia única para el ser, sino que es una escuela para el aprendizaje y para la adquisición de la experiencia, lo cual, junto trabaja a favor del perfeccionamiento del espíritu.
El dolor deja de ser un castigo de la vida para transformarse en inevitable efecto de la opción personal de cada cual, que escoge tal o cual camino, de paz o de violencia, de esfuerzo o pereza para crecer y progresar.
Por eso, el día de los muertos, recordémonos siempre de nuestros familiares y amigos desencarnados, con alegría. Y no nos olvidemos de prepararnos para nuestra partida de este mundo, mejorando nuestra conducta moral ante nuestro prójimo y procurando no apegarnos mucho a los bienes terrenales, para que cuando regresemos al mundo espiritual podamos llegar con nuestra conciencia tranquila.
La mentora espiritual Juana de Angelis, en su libro “Autodescubrimiento”, nos enseña que “el dolor ante la muerte de un ser querido, es consecuencia entre otros factores, de atavismos psicológicos, filosóficos y religiosos, que no educaron al individuo a considerar natural, como lo es, al acontecimiento que forma parte del proceso orgánico para el cual la vida se expresa”.
“La propia conceptuación de la muerte como fin, es frágil e insostenible, porque nada se extermina y los muertos no han interrumpido el flujo existencial. Se transfieren de onda vibratoria, se dislocan temporariamente, pero no se aniquilan. Continúan viviendo, se comunican con aquellos que quedaron en la Tierra , establecen nuevos lazos de intercambio, aguardan a los afectos y los reciben, a su vez, cuando desencarnan”.
“Es justo que se sufra el dolor de la separación, que se llore la ausencia, que se interrogue en silencio cómo se encontrará en la nueva situación el ser amado. No obstante, la desesperación no se justifica, por no ecuacionar ni llenar el vacío que queda”.
“Manifestar el dolor mediante los recuerdos felices, señalados por el rocío de las lágrimas, revivir episodios marcantes con ternura, repartir los haberes con los necesitados en su memoria, envolverlos en oraciones y crecer íntimamente, son recursos valiosos para la liberación de las amarguras consecuentes de la muerte”.
Con la Doctrina Espírita existe “la esperanza del reencuentro, de la comunicación y gracias al afecto preservado, se ilumina, se suaviza y mantiene sólo las señales de la gratitud por haber disfrutado de esa presencia querida”.
- Grupo de Estudios EspíritasFrancisco de Asís-
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