¿
Qué es el Cuerpo Astral ?
El
Cuerpo Astral es el mismo cuerpo que Allán
Kardec
denominó Periespíritu.
Este
nombre se lo dio Paracelso
porque consideraba que el Espíritu era un Ser un cuerpo luminoso que
se encontraba bajo la influencia de la energía irradiada por los
los astros. También a este cuerpo de energía psíquica se le conoce
como Cuerpo Psíquico,
Psicosoma,
Cuerpo Emocional,
etc.
La palabra “Cuerpo Astral” se usa para describir
un segundo cuerpo dentro del cuerpo físico, del que es una copia
exacta. A los ojos humanos es normalmente invisible aunque ya ha
sido largamente comprobada su realidad. Está compuesto de una
energía densa, semimaterial, mucho más sutil que la materia del
cuerpo físico, siendo de una apariencia mas o menos luminosa,
dependiendo de su pureza espiritual, ante quienes tienen la
facultad de verlos.
Durante
los estados de sueño profundo o estados de coma, el Cuerpo Astral
es capaz de separarse temporalmente del cuerpo físico al que queda
unido por un lazo de energía de apariencia lumínica , llamado
“cordón de plata”
, de modo análogo al cordón umbilical que une al feto con la
placenta.
Se deduce
, por tanto, que el espíritu no es un ser abstracto, vago o
indefinido que pueda existir como flotando en el espacio sin un
soporte que le dé unos límites de forma concreta y lo
individualice, pues siendo energía pura y extremadamente sutíl,
necesita dicho soporte como intermediario para poder actuar sobre
la materia , y este soporte es un cuerpo de otra energía algo menos
sutil, de más baja vibración, que le da un carácter intermedio o
semimaterisal, por lo que a voluntad puede a veces ser capaz de
materializarse o condensarse , y dar lugar a una serie de fenómenos
físicos.
S.Pablo a esta misma idéa la denominó “Cuerpo
Espiritual”.
De esto se deduce claramente que este concepto hace ya muchos siglos
que es común en varias filosofías y doctrinas, aunque señalado con
diferente nombre, lo cual significa que no es un invento de Kardec
ni de los espíritus puesto que ya era reconocido desde la
antigüedad.
Cada
Espíritu tiene su Cuerpo
Astral o Periespíritu,
y juntos forman una individualidad: el Alma,
llamada así
cuando el Ente espiritual tiene un cuerpo físico encarnado como
persona. Esta a su vez permanece ligada al cuerpo por medio de un
campo de energía vital, o Cuerpo Vital
; a su vez este último está constituido por una forma de
energía que da vida a la materia orgánica, y es conocida como
Prana , Energía Vital o Magnetismo
animal, que
en su día investigó, puso de manifiesto y demostró Franz Antón
Mesmer.
Se ha
confundido a menudo el origen del espíritu ( que es creación de
Dios del Ente forjado a través de la evolución), con el origen del
cuerpo vital, cuya energía de vida “ viene del Todo y regresa al
Todo”, o sea de la Naturaleza o de la masa de energía cósmica
que todo lo llena e impregna en todos los rincones del Universo. De
esa idea viene el concepto erróneo de que el espíritu viene del
Todo y regresa al Todo.
Como conclusión y resumen, los nombres utilizados
de Periespíritu, Cuerpo Espiritual o Cuerpo Astral, se refieren
todos a la misma envoltura corporal energética que contiene al
Espíritu, que es energía pura. También se puede definir al
periespíritu como una estructura fluídica de carácter
semimaterial que contiene al Espíritu, y que al mismo tiempo actúa
como un campo magnético en torno al que se van agregando las
partículas de materia densa del organismo físico, por lo que es
intermediario entre el Ser espiritual y su cuerpo físico.
Asimismo el Periespíritu juega un papel muy
importante en el desarrollo de la vida orgánica al actuar como
campo de energías biomagnéticas que señalan o limitan en cada
órgano la función a desempeñar, para que guarde un equilibrio de
funcionamiento constante con el medio ambiente. Este campo de
energías de vida orgánica es el anteriormente referido cuerpo
vital.
- Jose Luis Martín-
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“No se ve
bien, sino con el corazón: lo esencial es invisible a los ojos”
- A.De Saint-Exupery-
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El trabajador Espírita
Una vez que ha tomado contacto de manera lúcida y consciente con el espiritismo, el individuo comprende el sentido y el significado de su existencia en la Tierra.
De inmediato comienza a romper la caparazón del ego y descubre valiosas oportunidades de crecimiento moral y espiritual, de modo que abandona los paisajes linderos de las pasiones inferiores y la cárcel -a veces dorada- donde había instalado su domicilio.
Los intereses que mantenía anteriormente, a los que asignaba una relevancia exagerada, ceden lugar de manera gradual a otros más profundos y liberadores, que lo atraen y le proporcionan una comprensión acerca de la vida y del proceso de evolución en que se encuentra.
Las ilusiones y los campeonatos de la fantasía dejan de ser prioritarios en la agenda de sus aspiraciones cotidianas, pues comprende que es inmortal y que todo proyecto orgánico tiene por finalidad la superación de los vicios y las malas inclinaciones, esas atávicas reminiscencias del período primario que ha transitado.
Una alegría espontánea, compuesta de expectativas felices, va dominando su casa mental, que se enriquece de aspiraciones en torno a lo bello, lo noble y lo edificante.
En ese momento descubre el arte y la ciencia de servir, a los que no se encontraba habituado, pues las herencias del pasado lo colocaban en la posición enferma de aquel que siempre quiere ser servido.
Contempla con otros ojos a la masa humana y descubre sufrimiento donde antes veía placer y poder, e identifica la inmensa procesión de almas enfermas espiritualmente, con todo tipo de carencias: afectivas, morales, espirituales, que las conducen a la desesperación y a la agresividad.
Cuanto más se deja penetrar por el conocimiento de la doctrina renovadora, más se afianzan en él los sentimientos de amor y de solidaridad, que lo estimulan a participar del banquete especial de la cooperación en favor de mejores condiciones de vida y de la disminución de las aflicciones vigentes.
Descubre que en el Centro Espírita se encuentra la sociedad en miniatura, que este es una célula de relevante significado, y que todo lo que ahí se realiza constituye una contribución destinada al conjunto humano, fuera de las paredes entre las cuales se hospeda.
El Centro Espírita, en su condición de escuela educadora de almas, así como de hospital, taller y santuario donde el amor se expande, se transforma en el lugar ideal para que el individuo aprenda a servir, cooperando con la iluminación de las conciencias y la expansión del bien en la Tierra.
Ese entrenamiento es beneficioso para su conducta doméstica, pues lo vuelve más tolerante y amable, comunicativo y jovial, además de autorresponsable, de modo que descubre en la familia una excelente oportunidad de crecimiento interior, porque sabe que en ella están reencarnados Espíritus a los cuales necesita para avanzar, y no seres angelicales para el banquete de su felicidad.
Lentamente, en ese individuo nace el trabajador espírita.
*
Cuando comprende que la institución que frecuenta necesita apoyo y atención, da comienzo a la ayuda en pequeñas tareas -esas que no siempre son apreciadas-, a modo de ejercitación de la humildad y la renuncia.
No tiene aspiración a los cargos destacados, sino a los quehaceres indispensables para el mantenimiento de las labores edificantes.
En él se opera una auténtica transformación.
Conocedor de la doctrina, la comunica con mayor facilidad a los novatos, aquellos que se presentan por primera vez en la Casa en busca de amparo y orientación, y les concede una comprensión saludable de los postulados que la constituyen.
Se transforma en un servidor, con el propósito de ser un miembro activo y nunca apenas un observador pasivo -el que se sirve siempre de los demás-, carente del espíritu de colaboración que dignifica al ser humano.
Al espiritizarse[1] se provee de los instrumentos del amor y la comprensión, a fin de contribuir eficazmente a favor de una sociedad que sea mejor y más feliz en el futuro.
Durante el período en que el cristianismo primitivo mantenía la pureza de las enseñanzas de Jesús, los núcleos donde se reunían los discípulos del Señor estaban compuestos por esos trabajadores devotos y fieles, que se entregaban al servicio de la legítima fraternidad y enseñaban, mediante el ejemplo, los insuperables contenidos del Mensaje liberador.
El espiritismo significa el renacimiento del cristianismo en su más pura expresión, y por eso no prescinde de la contribución valiosa del cooperador atento y dedicado, que se convierte en una columna humana para sustentación de las enseñanzas sublimes.
Del mismo modo, dondequiera que te encuentres, postúlate al servicio del Bien en la condición de trabajador voluntario; prescinde de las compensaciones terrenales, pero ten presente los deberes que tienes que asumir en concordancia con el despertar de tu conciencia espírita.
Todo lo que hagas, hazlo con alegría, sin quejarte, siempre satisfecho, a fin de que todos los que reciban tu presencia se lleven algo de lo bueno que les ofreces, y nunca se olviden del bien que les hiciste.
Si te convocaran a cargos administrativos, a humildes servicios de limpieza o de cualquier otra clase, efectúalos con el mismo entusiasmo, sin seleccionar los que consideras importantes en relación con los secundarios. Todas las labores son relevantes, porque el conjunto siempre es el resultado de las diversas partes que aportan a la armonía.
Cuando te inviten al servicio de la mediumnidad, en la condición de instrumento de los Espíritus, ya sea en el área del consuelo a los desencarnados, para la aplicación de pases, la magnetización o fluidificación del agua, o en la condición de su psicoterapeuta; en la oratoria, en la elaboración de cursos y programas, cualquiera sea el menester donde encuentres un lugar, trabaja con simplicidad y dedicación, conviértete en alguien útil, de modo tal que mientras te encuentres encarnado no se note tu valor, pero después de tu desencarnación seas recordado con cariño por lo que hiciste y por la ternura y la caridad que brindaste…
Esa siembra de servicio habrá de convertirse en una cosecha de luz que significará tu victoria sobre las tendencias negativas y los atavismos lamentables.
*
Jesús es el ejemplo del más extraordinario servidor del que se tenga noticia.
Como si no hubiera bastado toda su vida de dedicación y renuncia, como también de acción afectiva continua, antes de ofrecer la vida en la cruz, en el momento de la última cena, lavó los pies de sus discípulos, a fin de que tuviesen algo con Él, enseñando cuál debe ser el comportamiento de aquellos que están vinculados a Él mediante los fuertes lazos del amor.
Servir, pues, es la gran meta de la existencia de todo aquel que recibe el calor y la luminosidad del espiritismo.
¡Mantente vigilante y sirve siempre!
Juana de Ângelis
(Página psicografiada por el médium Divaldo P. Franco, en el libro Vitória sobre a depressão. Salvador, LEAL, 2010.)
Traducción: Gustavo Martinez, Argentina.
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PROCESO
DE TRANSICIÓN
La muerte es la cesación de la vida orgánica. La desencarnación es la liberación del Espíritu inmortal.
Periodo de transición, en su cambio de plano.
"La muerte es hereditaria" y cuando el cuerpo muere, el Espíritu está listo para liberarse, porque "no es la partida del Espíritu que causa la muerte del cuerpo; ésta es la que determina la partida del Espíritu"
Pero éste, no siempre está en condiciones de hacerlo. En algunos casos, la muerte biológica sucede, pero el Espíritu no se desprende, no se libera, queda preso al cuerpo físico, este continúa encarnado, porque "no todos los que mueren desencarnan".
Nos dijo, cierta vez, un suicida: “No estoy muerto”.
Y agregaba: “Sin embargo, siento los gusanos que me roen”.’
Ahora indudablemente, los gusanos no le roían el periespíritu, ni menos el Espíritu; le roían apenas el cuerpo. Era solo la visión de lo que le pasaba al cuerpo, el cual todavía se conservaba conectado al periespíritu, lo que le causaba la ilusión, que él tomaba por realidad".
La reencarnación no es un proceso punitivo, pero si educativo, pues es escuela, es prisión, es hospital.
Para alcanzar la perfección, la felicidad y la plenitud, es necesario renovarse, en la experiencia de la materia densa.
Habiendo escogido el camino del progreso, evolucionando, y realizando su reforma íntima, o al contrario, estancado, con la garantía de que, por mínimo que sea, siempre se evoluciona en alguna cosa, inexorablemente sobrevienen a la muerte, que es el final del cuerpo físico, así como "la evolución es la finalidad del Espíritu” y uno de los objetivos de la reencarnación.
El otro es trabajar para el Universo, como el Universo trabaja para nosotros, tal es el secreto del destino", " el Espíritu debe de soportar la parte que corresponde, en la obra de la creación, concurriendo a la obra general, que él mismo adelanta"; esto último es alcanzado conciente o inconscientemente por el Espíritu.
La reestructuración o no de su periespíritu, va a depender en haber alcanzado ambos objetivos, lo que trae influencias importantes en proceso desencarnatório.
Cuanto más depurado esté, más fácil se vuelve su desconexión gradual, porque "los lazos se desatan, no se quiebran."
Dos factores son secuencias a la muerte, ocurriendo paralelamente y vinculados a sus circunstancias y al grado evolutivo del Espíritu desencarnante: el desprendimiento del cuerpo físico y la perturbación del Espíritu.
Léon Denis, señala que deberíamos llorar a la hora de la reencarnación, que es un momento de intenso sufrimiento para el Espíritu, y reírnos a la hora de la muerte, cuando el Espíritu se libera, ya que encarnación es su encarcelamiento fluídico y la desencarnación una liberación.
Esto, es importante citar, si el Espíritu cumplió los objetivos de la encarnación, porque si no lo hizo, serán dos lamentos, uno al encarnar y el otro al desencarnar, por la influencia que su conducta, proyectará en la desencarnación.
El desprendimiento.
Al reencarnar, el Espíritu se conecta al cuerpo, a través de su periespíritu, el cual se une, molécula a molécula, átomo a átomo y al desencarnar, inversamente se desprende, también, átomo a átomo, molécula a molécula.
El principio vital es "el interruptor de la vida", mientras que el fluido vital, es la electricidad que carga nuestras baterías.
El fluido cósmico animalizado; al ser desconectado de aquél, disipa la vida, cesa y sobreviene la muerte. La cual se da por agotamiento del fluido vital, por la quiebra orgánica súbita (muerte violenta), quedando impotente para transmitir el movimiento de la vida.
Esta fuga energética del cuerpo físico y del periespíritu, que se encontraban de ella impregnados, desde el primer instante de la concepción, se realiza de forma suave o abrupta, de acuerdo con su distribución, que es peculiar a cada ser, a cada órgano, a cada célula; hay en los centros vitales o de fuerza, mayor actividad vital y puntos de conexión con mayor densidad entre el Espíritu-periespíritu y el cuerpo físico; de estos lo que tiene más fuerte esta unión con el Espíritu, vía periespíritu, es el centro coronario o regente que, por el mismo hecho, es el último que se desconecta, deshaciéndose las conexiones Espíritu-periespíritu-glándula pineal, la "glándula de la vida espiritual".
El rompimiento de estos lazos fluídico-magnéticos que componen el cordón fluídico o de plata, representa el sello de la desencarnación, iniciándose por las extremidades y terminando, como dijimos, en el cerebro.
La naturaleza de las demás conexiones de los centros vitales, varían de acuerdo con cada ser, dependiendo de la evolución del Espíritu, modelador y estructurador del periespíritu y por lo tanto de sus conexiones con la materia densa, a través de los centros vitales controladores y sus órganos súbditos y qué servicio prestó al comandante de sus acciones; el Espíritu.
Así el desprendimiento sucede de forma lenta (envejecimiento natural, enfermedades crónicas, etc.) por agotamiento del fluido vital, o de forma abrupta (muerte violenta: accidentes, desastres, asesinatos, suicidios) por injuria grave, determinando la incapacidad funcional orgánica definitiva.
En los primeros, la desconexión ya se venía haciendo cuando ocurrió la muerte y en los últimos, la muerte corresponde al inicio del proceso desencarnatório; equivale a decir que el período muerte-liberación, genéricamente, es mayor en estos.
En los Espíritus evolucionados, ocurre que el momento de la muerte, corresponde al de la liberación, pero, al contrario, ciertos Espíritus que tienen su periespíritu todavía muy densificado, quedan presos todavía al cuerpo, después de la muerte.
"El Espiritismo, por los hechos cuya observación él faculta, da a conocer los fenómenos que acompañan esta separación, que, a veces, es rápida, fácil, suave e insensible, en otros es lenta, laboriosa, horriblemente penosa, conforme el estado moral del Espíritu, y puede durar meses enteros”, y hasta años.
La perturbación.
La conciencia es del Espíritu y después de la muerte corporal, él pasa por un período variable de perturbación, de acuerdo con el estado moral del alma, "fruto de sus construcciones mentales, emocionales y volitivas" y el género o circunstancias de la muerte, para volver a readquirirla.
El Espíritu purificado se desprende de los tenues lazos que lo prendían al cuerpo físico, tomando entonces conciencia de si mismo, de su vuelta al mundo espiritual y de la memoria del pasado, que es también del Espíritu y a los pocos va retornando del inconsciente, situado en el periespíritu; este "libro misterioso, cerrado a nuestra vista, durante la vida terrena, se abre en el espacio”.
El espíritu adelantado, recorre a la voluntad sus páginas. En estos casos la sensación es de alivio, como quien despertó de una intervención quirúrgica y obtuvo el alta, curado; no es pues, ni penoso, ni duradero; es un despertar, pues a la "vida en la carne es el sueño del alma; es el sueño triste o alegre."
En aquellos Espíritus que no aprovecharon el retorno a la vida corporal, para su evolución, estancados en la escala del progreso, el desencarne será un proceso extremamente doloroso, "tétrico, aterrador, ansioso (...) como una horrenda pesadilla", demorada. y la perturbación espiritual que le seguirá, será muy intensa y prolongada,
Muchas veces, se recuerdan hasta de la última encarnación y algo de las otras.
En la muerte violenta, situación no esperada en la mayoría de las veces por el Espíritu, su concientización de la muerte y consecuente pasaje a la vida espiritual, es difícil y demorada, tanto más prolongada cuanto menor la evolución espiritual.
En la Espiritualidad.
La espiritualidad no está parada, ni contemplativa, al contrario, trabaja incesantemente y "Espíritus evolucionados, con fuertes vínculos con la caridad", se incumben de la tarea de la desencarnación, ayudando en las desconexiones de los lazos que unen el Espíritu al cuerpo físico, bajo influjo del pensamiento divino.
Espíritus amigos y familiares, ya desencarnados, colaboran en esta tarea.
Esta misma actuación, puede ser perjudicada por Espíritus enemigos, obsesores hasta, que tienen la finalidad de volver la desconexión más penosa, contribuyendo también para mayor perturbación del Espíritu desencarnante, su desafecto.
Destino de los componentes del hombre.
Después de la muerte, el cuerpo físico se desintegra, siguiendo las leyes físico-químicas, que también son divinas, nunca más volviendo a recomponerse, o destinarse a la resurrección, que seria desprovista de cualquier finalidad.
El fluido vital vuelve a su lugar de origen; el fluido cósmico o universal.
El periespíritu podrá presentar modificaciones en relación a su densidad; no se segmenta y no se sedimenta; se depura, volviéndose tanto más sutil cuanto mayor sea el progreso espiritual.
El Espíritu puede presentar modificaciones en relación a su estado moral reencarnatorio, porque el "Espíritu evolucionó, todo lo demás se transforma", por menor que sea esta evolución, lo que no puede nunca suceder, es retroceder.
Conclusión
Un día, después de la muerte corporal, nosotros tendremos un decisivo encuentro marcado con nosotros mismos, en los recónditos de nuestra conciencia; atributo del Espíritu, donde fueron impresos por Dios sus leyes morales; ahí serán juzgados por ella, todos nuestros actos de la senda reencarnatoria, en el uso de nuestro libre albedrío y comparados con nuestros propósitos al reencarnar, escogidos o impuestos por la justicia divina, siempre de acuerdo con las aptitudes de cada uno; depende de nosotros, y sólo de nosotros, si este será el "día más feliz de nuestra existencia", momento de puro éxtasis o, "al contrario, el peor de ellos", o su momento más fatídico.
"Creemos que la educación para el desencarne implica, la educación para la vida". para que consigamos la muerte de que nos habla Hernani Santanna
-Fernando A. Moreira-
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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