domingo, 20 de enero de 2013

El Espiritismo como Revolución Educativa


 La prehistoria humana se inicia con la adquisición de la posición erecta por parte del homínido. Esta lo hace bajar a la tierra, libera sus manos, que ahora pueden manosear los objetos, construir utensilios, y así preparar el proceso para el posterior desenvolvimiento de la cultura, aunque en grado  elemental.

 Se inicia entonces, el proceso que va del homínido al hombre, pasando por el “Australopithecus”,- cerca de 5 millones a 1 millón de años atrás,- el cual labra la piedra y desarrolla abrigos, pasando más tarde por el hombre de Neanderthal, - de 200 a 40 mil años atrás, - que perfecciona las armas y desarrolla un culto a los muertos, hasta llegar al Homo Sapiens, que desarrolla el lenguaje y pasa a educar sus cachorros. Se inicia en ese momento la gran aventura de la educación en la historia humana, inicialmente, a través de una educación basada en los juegos y en la imitación, sobre todo. En ese período, ya están fijados los pre-requisitos biológicos para el aprendizaje y la memorización de los  comportamientos.

    Un poco mas tarde, cerca de 10 a 8 mil años atrás, ocurre la Revolución del llamado período Neolítico, con el surgimiento de la agricultura, del cultivo de la tierra y de las técnicas. Todavía  la educación permanece basada en un sistema de imitación del comportamiento de los demás miembros del grupo, pero que ahora está ligada no solamente al clan, de la familia, sino  al aprendizaje de un oficio. En ese período, surgen las sociedades civilizadas, como los pueblos de  Mesopotamia y los egipcios.

     La educación, en ese momento, pasa a estar ligada a una casta sacerdotal, la cual detiene los saberes y es la responsable por su transmisión. En la Mesopotamia, el aprendizaje da origen al escriba y en Egipto, a su vez, la formación de aprendices da surgimiento a una élite de sacerdotes que ostenta  todo el conocimiento técnico e religioso.

     Paralelamente, entretanto, estas poblaciones del Medio-Oriente se desarrollan unas y  otras, con  características peculiares y cuyas culturas siguen un rumbo totalmente diferente de todos los pueblos de la antigüedad, dando lugar a lo que los historiadores vendrán a llamar de “milagro griego”.

    Se inicia en  Grecia una nueva visión de la cultura, una nueva perspectiva del hombre ya no mas ligado al saber mítico y religioso, pero cuyo objetivo mayor era el desenvolvimiento del intelecto y de la racionalidad propios del hombre, el cual, a partir de entonces, debería someter toda la adquisición de la cultura y del saber al juicio de la teoría.

     Con Sócrates, nacía una pedagogía de la conciencia individual, la cual procuraba “sacar  hacia  afuera” lo que el hombre ya traía dentro de si, tratando de  profundizar siempre los conceptos aprendidos. Con Platón, el mayor de los filósofos griegos, surge la noción de mundo de las ideas, de la existencia  a priori de otro   mundo , del cual procederíamos y al cual retornaríamos tras  la muerte del cuerpo y  la liberación del alma inmortal. Las cosas de ese mundo, bajo esa óptica, serian apenas la copia imperfecta de aquel otro, verdadera morada del ser. Aristóteles, entonces, expresando en su carácter mas elevado la paidéia griega, (*) considera el intelecto como el vértice y el centro de la vida psíquica, y elabora una Enciclopedia, con una visión del saber universal, que debe ser aprendido por el hombre en su racionalidad y constante búsqueda de  la excelencia.

     Surgía, así, la noción de paidéia – de un ideal de formación humana,  lo cual debería conducir el hombre al estudio de las humanidades y de todos los saberes ligados al hombre – , que, sobre todo, aspiraba a desarrollar las virtudes del ciudadano ligadas al intelecto, quedando los sentimientos en un segundo plano.

    Con eso, los griegos introdujeron en Occidente una noción que vendría a influenciar a todos sus contemporáneos, haciendo con que el período llamado de helenismo fuera el auge de esa cultura, cuya influencia repercutió  prácticamente en todos los pueblos del Mediterráneo y  también llegó hasta Roma, que a través da su expansión territorial, entró en contacto con la lengua y cultura griegas.

     La mujer, por otro lado, entre los griegos, vivía al  margen de las decisiones sociales, sumisa al padre y después al marido, a quien debería dedicar total fidelidad. No poseía derechos sociales, pero en el hogar debería ser la encargada de los hijos, que podrían ser aceptados  o rechazados por el padre, se él así lo quisiese.

     A infancia, en la antigüedad, era un  lugar de pasaje, atacada por las enfermedades, sujeta al abandono, víctima de abusos y violencia; en ella se depositaba una mínima actitud afectiva, por lo tanto, siempre al margen de la sociedad, no estaba en el rol de las preocupaciones sociales, pensándose sobre ella si acaso  la utilidad que podría venir a tener cuando fuese adulta, lo que caracterizaba la modalidad de la  educación recibida, ya sea para los trabajos manuales, considerados inferiores y de esa forma destinados a las clases bajas, o sino  a  la educación volcada para el liderazgo y el gobierno, destinada a los hijos de los  padres que tenían el poder.

     En los márgenes del Río Jordán, a su vez, surgía entre los agricultores nómadas un nuevo pueblo, que vino  a denominarse y a ser conocidos como hebreo. A pesar de su carácter primitivo, de ellos surgía una nueva concepción de divinidad, ahora atribuida a un único Dios, soberano, trascendente y innombrable. Este Dios los conduciría a la Tierra prometida y seria el guía de sus futuras generaciones. Era, sin embargo, un Dios enérgico, punitivo, teniéndo en la figura de Moisés a su representante, mediante  el que estableció  leyes inflexibles, a fin de educar a una población sin ninguna cultura y dominada por las pasiones y por los cultos a varios Dioses.

     Para los hebreos, la figura del padre era central, debiendo castigar los hijos de forma dura, como se puede leer en Proverbios 13:24 “El que escatima la vara odia a su hijo”. Era una formación educativa, pudiese afirmar, que tenia como principal objetivo conducir a las nuevas generaciones dentro de las leyes mosaicas.

     Tal mentalidad, sin embargo, viene a ser avalada profundamente con el surgimiento de una nueva revolución educativa, cuya influencia iría a desestabilizar las bases de toda la Antigüedad.

    Al final de la década del año  20 del primer siglo de la Era “Común”, un humilde campesino, oriundo de Galilea, región al norte de la Palestina romana, se convirtió en el líder de un movimiento popular mesiánico que, reclutando seguidores entre los campesinos y pescadores, también humildes, se dedicó a esparcir personalmente sus propuestas de igualdad y revisión de las tradiciones hebreas, así como de la resistencia pacífica ante el  dominio imperialista romano. Su nombre: Jesús de Nazaret. Después de ser asesinado en crucifixión, sus seguidores tomaran rumbos diferentes y dieron origen a varios movimientos de conciencia popular.

Con  Él  se iniciaba una revolución llamada cristianismo.

     Toda la visión de mundo del hombre Occidental vendría a ser influenciada por Su pensamiento, para constituir una  de sus fundamentales matrices. Sus propuestas y sus valores eran completamente opuestos a los de la sociedad vigente – valorizaba la humildad en detrimento del poder; priorizaba la mansedumbre y no la fuerza –, y sus valores eran, por lo tanto, el contrario de los clásicos, de modo que  rompían con todo lo que había sido vivido  hasta entonces desde  la Antigüedad.

     Con Él, se alteró la relación entre señores y esclavos, patrones y empleados, los cuales pasan a colaborar mutuamente unos con otros , incentivados por su mensaje fraternal; El padre se transforma en el guía de la familia, más afectuoso con los hijos, y  ya no mas el  padre-señor de las sociedades antigüas, principalmente la romana y la hebraica, de quienes se esperaban siempre castigos; mas central se torna el papel de la mujer en la familia, como madre protectora y dispuesta hasta el mismo  martirio por los suyos.

     Era, de hecho, una revolución de carácter cultural y antropológico nunca antes vista en la historia de la humanidad.

     La mujer, hasta entonces despreciada, un ser al que no se tenía  ninguna consideración ni  respeto, aun por sus sentimientos, siendo muchas veces moneda de cambio, junto con niños y esclavos,  fue elevada por Jesús a un nivel de dignidad. Jesús la retiró de la violencia y de la incomprensión y le  restituyó en el lugar de respecto y consideración de que siempre fue merecedora en el  concierto social. Sus características, como la delicadeza, la mansedumbre o la sensibilidad, son elevadas a la condición de excelencia, cuando eran motivo de desprecio por los hombres. Jesús fue el primero a operar un rescate de la figura femenina en la historia de la civilización, realizando una de las importantes etapas de su afirmación social.

     Jesús valora a los niños, los protege en sus brazos y dice a los apóstoles: “"Dejad a los niños venir a mí", y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de Dios. - En verdad os digo que el que no recibiera el reino de Dios como niño, no entrará en él.”, concediéndoles  atención y cariño, por cuanto que lo  habitual era ser maltratados, pisoteados, víctimas de estupros, de la brutalidad e  incluso de sacrificios rituales. Con el establecimiento del mensaje cristiano, entretanto, se altera  tal cuadro, y de ser desconsiderados, pasan desde entonces a ser el centro de las preocupaciones sociales.

     Jamás volverían a tener días como aquellos, en los que Él estuvo con las criaturas, amándolas, ayudándolas y entendiendo sus sufrimientos. Inicia allí, entre los sufridores y hambrientos que le oían, entre sedientos de consolación y de comprensión, muy lejos de la riqueza y de la ostentación.  Una Nueva Era, la era de la fraternidad, que  se instalaba desde aquellos días.

     Con el tiempo y la institucionalización de su mensaje, en un  organismo llamado Iglesia, se distorsionaron sus conceptos, pero el principal permanece  en su esencia: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo.”

 A través de los Concilios, convocados por los sucesivos papas, ocurrieron modificaciones, “correcciones”, interpolaciones en los textos evangélicos, que acabaron por infundir en medio de su mensaje, conceptos cuyo objetivo era sancionar intereses inconfesables de los que tenían el poder civil y religioso, en actitudes criminales.

     De entre estos conceptos, surge el  del pecado original, la idea de que el hombre heredaba desde el nacimiento la culpa de Adán,por su primer desacato a Dios. Tal vinculación arbitraria de la naturaleza humana a la figura del mito bíblico, dio surgimiento a la idea de que todos éramos pecadores desde el nacimiento, de que todos éramos impuros, ya que  San  Agustín, -entre 395 e 430- , liga el concepto de pecado original a  la sexualidad, iniciando un período de condenación del cuerpo y de sus sensaciones.

     A pesar de que Jesús jamás lo mencionó, esto  fue teorizado por siglos y enseñando en la educación infantil, juntamente con la figura de un Dios castigador semejante al de los  hebreos, totalmente diferente del Dios amigo y que perdona, anunciado por el Maestro.

     Ya en la Edad Media, en su largo período de mil años, toda  Europa, según los historiadores, aparece dominada por la idea del pecado. El hombre que la  esta educación formaba era un sujeto en conflicto, temeroso de su propio cuerpo y de sus sensaciones, temeroso incluso de sus pensamientos,  los cuales eran vigilados por Dios y por los demonios, un hombre, en fin, atormentado por la idea de un infierno de dolores eternos para los que se desviaban de las enseñanzas de la Iglesia.

     Toda la visión del mundo, la concepción del tiempo, del espacio, las relaciones sociales, las relaciones con Dios, estaban condicionadas  por el pecado, siendo el  alma la arena de combate entre el bien y el mal. Todo lo que se refiriese a la vida secular, o vida mundana, era condenable; solo apenas  la vida contemplativa era digna de Dios, doctrina monástica llamada “contemptus mundi”, la cual predominó por siglos tanto en las pastorales católicas como en las protestantes que surgieron en el siglo XVI.

 Con el final de los años 400,se tomó el  1453 como año-símbolo, con la caída del Imperio Romano de Oriente, o el 1492, con el descubrimiento  de América, se cerró un largo ciclo y se inició otro, con nuevas perspectivas para el hombre.

     Ya no se admite el concepto  ideal de la Iglesia, con  sujetos temerosos y sumisos a Dios, del caballero medieval, de la sociedad de órdenes de carácter inmutable. Se deseó  justamente romper con ese modelo, y el desarrollo de las ciudades y del comercio propiciaban esto, el libertar a las gentes de las amarras feudales y darles  la libertad por tanto tiempo aspirada, afirmándose nuevamente la racionalidad en el humanismo italiano, a través de un retorno al estudio de los clásicos griegos, en una visión que buscaba emancipar el hombre de la Iglesia – ahora libre e  independiente para actuar en el mundo. Aunque el humanismo no negase Dios, surge  otra pedagogía que procuraba afirmar el hombre puramente racional y separado de la religión,viendo esta como obstáculo al libre pensar. John Locke, filósofo inglés, afirma que no existen ideas innatas, que el hombre es una tabla rasa en que todo lo que se quiera puede ser impreso; las ciencias afirman la primacía del mundo exterior en detrimento del mundo interior, y la humanidad camina en dirección al ateísmo, en dirección a la negación de la transcendencia del ser humano. Tal separación entre ciencia y religiosidad ha venido a influenciar todo el desenvolvimiento de la cultura hasta nuestros días.

    La revolución iniciada con la Era Moderna, entretanto, guardó serias contradicciones.

    Al mismo tiempo en que proponía un hombre libre y autónomo, el Estado creaba dispositivos de control social, como los manicomios, los cuales deberían librar a los sanos de los sin razón y  los presidios, considerados como depósitos de corrección y  reeducación de los “descarriados”. El hombre moderno proseguía, de esa forma, controlando, vigilando, solo que ahora ya no por la Iglesia, sino  por la instancia del Estado, que priorizaba una educación rígida e inflexible en internados, a fin de moldear los comportamientos aceptables, produciendo sujetos sumisos y conformados.

    A mediados de la segunda mitad del siglo XIX, con todo,  Occidente vería surgir una nueva pedagogía, de carácter muy peculiar. Iniciada con un profesor francés de mediana edad, el cual afirmaba tener contacto con el alma de los que ya partieron; se  iniciaba   un nuevo ideal de formación humana universal, que tendría en la inmortalidad del alma  su principal prerrogativa.

     Diferentemente de los griegos y de los filósofos y pedagogos de la Era Moderna, el Espiritismo, como fue llamado, no operaba una separación entre la ciencia y la religiosidad, por el contrario, afirmó la necesidad de su coexistencia, de su complementariedad. No afirmó la supremacía de la fe, como hicieran los medievales, ni tampoco negó la trascendencia como hicieran los modernos y los de nuestros días... Afirmó, si, un ideal de formación humana en donde la razón orienta el camino para lo sobrenatural, el contacto con los que ya partieron, y el recibimiento de instrucciones de esos últimos.

     Reafirmó la pedagogía de Jesús, su mensaje en su originalidad, surgen, alteraciones, sin interpretaciones motivadas por intereses de grupos ligados al poder o de carácter local, étnico.

     Elevó a la mujer a una posición de igualdad ante el hombre , definitivamente, ya que el espíritu no tiene sexo, pero sí posee ambas  polaridades psíquicas, la femenina y la masculina, o el anima y el “animus”, en la conceptuación eminente psicoanalista  de C.G. Jung, siendo que el hombre de hoy ya fue mujer en el ayer y vendrá a serlo mañana, nuevamente; lo mismo sucede con la mujer.

     Sumándose a la legitimación de la femenidad, esta nueva pedagogía valorizó a los niños  y les destínó un lugar de atención y de destaque, como lo hiciera Jesús, solo que ahora al afirmar el bagaje cultural  y espiritual que trae consigo, juntamente con los planes y sueños, estos no deben ser suplantados por los intereses de los adultos.

     Como nunca antes fuera visto en la historia de la humanidad, el ideal de formación del hombre para el Espiritismo – la paidéia espirita – propone un hombre completamente abierto sin reservas a los conocimientos, tanto los  propiciados por las diversas ciencias,  como aquellos de otras doctrinas espiritualizadas, de entre ellas el budismo.

     No se afirma, por lo tanto, como verdad absoluta, pero si como una parcela de la verdad, como tercera revelación para la humanidad, siendo el consolador prometido por Jesús, al  traer nuevos y necesarios conocimientos para las criaturas. Otras revelaciones,  otros aspectos de la realidad y las leyes del universo no son encontrados en el espiritismo, sino  en las ciencias y en otras doctrinas espiritualizadas, igualmente parcelas de la verdad.

     El espiritismo propone, por lo tanto, un hombre libre, autónomo, flexible, ya no mas el hombre seguro del pasado, poseedor de verdades absolutas, pues como afirma Hammed, la verdad es relativa en el actual periodo de la humanidad. En lugar del sujeto dogmático surge entonces un hombre que organiza y actualiza su saber en “síntesis provisorias”, como propone el eminente sociólogo francés Edgar Morin, para quien la educación actual debe operar una religación de los saberes, justamente como hace el espiritismo, al estar siempre en estrecha conexión con las diversas áreas de la cultura y de la ciencia, en constante actualización. El hombre y la mujer espiritas son, así, como propone Edgar Morin, sujetos interrogantes, siempre a entrar en el mundo sin prejuicios y conduciéndose a través de la racionalidad.

     En un momento en que la educación se encuentra en crisis, donde  se discute la necesidad de limites para la infancia y la adolescencia; cuando los profesores son culpabilizados por no “educar” a quien ya debería estar educado, el espiritismo, en su ideal de formación humana, viene a afirmar la familia como su prioridad, como la escuela del espíritu, en donde se aprenden los valores morales, que no están en los libros pero si en los ejemplos, y que son de fundamental importancia para la superación de los atavismos ancestrales.

     Al lado, pues,  del desenvolvimiento cultural e  intelectual, que son importantes, está la educación del espíritu, aquel de carácter moral, para operar la formación de un hombre ético, no sumiso como el medieval ni conformado como el moderno, pero si  una mujer o un hombre idealistas,para actuar en  la transformación de la sociedad en que viven, como sujetos históricos.

     Al lado de esta, cuyo centro es la familia, se ofrecen como reductos de desenvolvimiento espiritual las escuelas de evangelización, donde el pequeño ser, al dibujar el espíritu saliendo del cuerpo del muñeco, con un  bolígrafo en una hoja de papel, aprende que  su vida es eterna, que nació para ser feliz, y que la muerte es solamente una vieja historieta del pasado para asustar a los niños. Aprende todavía que El Dios de todas las cosas es un Dios bueno, amigo, comprensivo y que le ayudará a vencer los obstáculos de la vida. Aprende que nunca está solo, que tiene un amigo que le protege, aunque  no lo vea... Interioriza, por consiguiente, que vale la pena vivir en ese planeta, y toma conciencia de que es necesario cuidar de él también.

    Esta revolución educativa se encuentra en plena efervescencia, al proponer para la sociedad un nuevo hombre – no mas separado por conceptos irracionales-, pero sí un hombre espiritual, conectado al cuerpo por diversos engranajes, los cuales todos pueden descubrir a través de su vasta literatura.. . Este nuevo ideal terminará, con la valiosa cuota contributiva de la Psicología Transpersonal, que considera el hombre precedente a la cuna y sobreviviente al túmulo, por modificar los modelos pedagógicos, los cuales hoy no poseen soluciones para los problemas de la infancia y de la adolescencia, y afirmará al hombre integral, el ser espiritual que somos, encerrando la primacía de la razón y dando inicio a la Era de la Intuición.

 La complexa aventura educativa de la criatura humana, desde el surgimiento del Homo sapiens, acerca de 40 mil años atrás, hasta nuestros días, se encuentra en la propuesta de los espíritus con su aspecto más elevado, en toda la historia.

    Esta revolución, vale resaltar, que  no empieza en las universidades  sino  en los hogares, en la vivencia del amor de los padres por los hijos, guiados por la ruta luminosa de las enseñanzas de Jesús. Cabe a nosotros, como individuos actuantes y no pasivos en la historia, ser los protagonistas de esta revolución educativa que se da – una revolución educativa llamada Espiritismo.

 Adriano Oliveira (RS) harmonia@floripa. com.br
Traducido y adaptado por Cássio y Jose Luis Martín
Este artigo, también, está publicado en la Revista Espirita HARMONIA,  Ano XVII, Nº. 176

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Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, que han conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida y han encontrado su fórmula de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida, que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.
- Dra. Elisabeth  Kubler Ross -





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