sábado, 14 de octubre de 2023

Un enfoque sobre el trabajo


INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Venganza parasitaria ( Obsesión de desencarnado a encarnado)

2.- Sufrimientos en el Más Allá

3.- Un enfoque sobre el trabajo

4.- Diferencia entre Espiritismo y Espiritualismo

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                             VENGANZA PARASITARIA

Obsesión Desencarnado & Encarnado

Por Antonio Lledó

Es el típico caso de obsesión espiritual que se determina por la influencia constante, perniciosa y dominante de un espíritu malo a otra persona encarnada. Allán Kardec, desarrolló de forma magistral la definición, la tipología y la naturaleza de la obsesión en sus distintas variedades.

En la raíz de la mayoría de los procesos obsesivos se encuentra el sentimiento de venganza que pretende ejercer un espíritu malo sobre una persona encarnada de la que se siente acreedor por perjuicios o daños soportados por este último en otras épocas o vidas pasadas.

Es sin duda la incapacidad de perdonar la que ciega al espíritu que se siente victimizado y que obtiene la fuerza de su acción negativa de su propia rebeldía ante un acto que quedó sin la debida reparación, o por creerse en posición de cobrar la deuda por él mismo, ejerciendo de juez vengador de las faltas soportadas por su verdugo de otrora.

El parasitismo espiritual es un hecho tan antiguo como el propio hombre, pues desde que existen los espíritus, existen los hombres, que no son más que los primeros revestidos del ropaje carnal a través de la reencarnación. Y precisamente de las relaciones que entre estos se producen destacan aquellas que son inamistosas, violentas, egoístas o crueles, y que generan esos sentimientos de venganza, odio y rencor que muchas almas, todavía poco evolucionadas moralmente, albergan en su interior.

Esos sentimientos alimentados por el desagravio soportado no prescriben con el tiempo, antes al contrario, en estos espíritus de baja condición se les presenta muchas veces como el “deseo central de su existencia”, “la razón de vivir”, sea esta en el mundo físico o espiritual. Y por ello, toda su energía, esfuerzo, proyecciones mentales o emociones van encaminadas a alcanzar la satisfacción de la venganza o reparación de aquella ignominia que soportaron.

Se constituyen así en “jueces” de la conducta de sus verdugos, y nada ni nadie consigue apartarlos de su intención de alcanzar su venganza y satisfacción salvo ocasiones excepcionales en las que, por diferentes circunstancias de la providencia divina, se les permite vislumbrar el grave error que cometen y se les invita a liberarse mediante el perdón a sus verdugos, desistiendo de ejercer el mal contra ellos y alcanzando así la paz y la tranquilidad de conciencia de la que ahora no gozan al encontrarse perturbados en su emoción y razón por el deseo central del odio, el rencor o la necesidad de venganza.

Desde el punto de vista del ser encarnado, que ahora es “víctima” cuando en el ayer fue “verdugo”, le es más difícil entender el proceso. El olvido de nuestras existencias anteriores y de los errores y crímenes que cometimos y quedaron sin reparación es el obstáculo principal para entender la agresión de la que somos objeto. Es por ello que el conocimiento de la filosofía espírita de Kardec, el entendimiento de la ley de justicia y de la ley de causa y efecto, nos permite primero entender y después aceptar que estamos siendo víctimas de un proceso de parasitosis espiritual u obsesión porque damos pie, con nuestros defectos y debilidades que incorporamos desde antaño, a ese acceso que tienen sobre nosotros aquellos a los que hicimos daño.

En todo proceso obsesivo la puerta por la que penetra el espíritu vengador son nuestras propias falencias morales. Es aquí donde se unen también, por sintonía, las similitudes y puntos de contacto que mantuvimos en el pasado con ese espíritu que nos reclama y que ahora, convertido en enemigo que pretende resarcir con su venganza aquello que le debemos, se convierte en pegamento que va alimentando con sus pensamientos, tendencias y emociones perturbadoras con las que coincidimos, y que, mediante un proceso relativamente largo de tiempo en algunos casos, va generando su dominio sobre nuestro campo mental-emocional, hasta conseguir dominar los centros motores de nuestro periespíritu y condicionar nuestra forma de pensar y de sentir según a él le interesa.

Cuando se llega a esta fase, comienza entonces el proceso de destrucción que ese espíritu parasitario ha programado. Pues es a partir de la enorme influencia que ejerce sobre su víctima que la dirige a voluntad hacia la autodestrucción, el suicidio o la agresión violenta, cumpliendo de esta forma sus planes de venganza y con ello sembrando todavía más aflicción y dolor para el día de mañana.

La terapia del perdón y la reconciliación es la única posible para solucionar el problema. Si esta se produce antes de llegar a la fase crítica de la que hablábamos, en la que el dominio del espíritu sobre su víctima se ha hecho realidad, la obsesión puede revertirse sin problema alguno, y el verdugo actual que consigue perdonar a su víctima por la falta cometida por esta en el pasado, necesita también del cambio y el perdón de la víctima actual, y cuando esta se produce, la solución está al alcance.

Si uno de los dos persiste en su actitud, lamentablemente no llegará la reconciliación, y aunque alguno de ellos sea capaz de revertir el proceso, aquel que no lo supera se volverá a ver víctima de sus sentimientos o acciones negativas en ese mismo momento o en existencias posteriores. La ley del progreso es inexorable e individual para cada alma, encarnada o desencarnada. Lo importante es comprender que no somos quiénes para impartir justicia, pues esta sólo está al alcance de la justicia perfecta que viene aplicada por las Leyes de Dios. Y por otro lado, si hemos elegido el camino de la venganza, deberemos saber que en esta decisión estamos comprometiendo nuestro futuro con el sufrimiento y la aflicción, con la angustia y la desesperación que brota del alma endeudada incapaz de obtener la paz y la serenidad de conciencia que se consigue cuando se obra con amor, perdón y caridad.

El espíritu vengativo cree erróneamente que podrá obtener paz y tranquilidad después de su venganza, y no hay nada más erróneo que esta reflexión, pues cuando consigue aquello que busca y logra la perdición de aquel al que quiso perjudicar, lejos de obtener paz, el remordimiento y la culpa aparecen ante él, pues la ley le devuelve todo el mal que realiza antes o después. Con ello se enzarza en un proceso de autodestrucción personal que puede durar siglos y cuyo único perjudicado es él mismo.

El mayor psicoterapeuta de la humanidad, a la pregunta de si debíamos perdonar a nuestros enemigos, respondió así: “Deberás perdonar setenta veces siete”. Dando a entender con ello que el perdón libera al alma de sus esclavitudes y relaciones malsanas del pasado, alcanzando así la liberación y la paz de conciencia a la que todos aspiramos.

 Benet De Canfield

                                                                                 2023, Amor paz y Caridad4

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                          Sufrimientos en el Más Allá

En virtud de la ley del progreso, teniendo el alma la posibilidad de adquirir el bien que le 
falta y de deshacerse de lo malo que tiene según sus esfuerzos y voluntad, se deduce que el porvenir no está cerrado a ninguna criatura. Dios no repudia a ninguno de sus hijos, recibiéndolos en su seno a medida que alcanzan la perfección, y dejando así a cada uno el mérito de sus obras. 

5. El sufrimiento, siendo inherente a la imperfección, como el goce lo es a la perfección, el 
alma lleva consigo misma su propio castigo en todas partes donde se encuentre. No hay necesidad  para eso de un lugar circunscrito. Donde hay almas que sufren está el infierno, así como el cielo está en todas partes donde hay almas dichosas. 

6. El bien y el mal que se hace son producto de las buenas y malas cualidades que se poseen. 
No hacer el bien cuando se está en disposición de hacerlo es resultado de una imperfección. Si toda imperfección es una causa de sufrimiento, el espíritu debe sufrir no sólo por todo el mal que ha hecho, sino también por todo el bien que pudo hacer y no hizo durante su vida terrestre. 

7. El espíritu sufre por el mismo mal que hizo, de modo que estando su atención 
incesantemente dirigida sobre las consecuencias de este mal, comprende mejor los inconvenientes y es incitado a corregirse de él. 

8. Siendo infinita la justicia de Dios, lleva una cuenta rigurosa del bien y del mal. Si no hay 
una sola mala acción, un solo mal pensamiento que no tenga sus consecuencias fatales, no hay una sola buena acción, un solo movimiento bueno del alma, el más ligero mérito, en una palabra, que sea perdido, aun en los más perversos, porque constituye un principio de progreso. 

9. Toda falta cometida, todo mal realizado es una deuda que se ha contraído y que debe ser pagada. Si no lo es en una existencia lo será en la siguiente o siguientes, porque todas las existencias son solidarias las unas con las otras. Aquel que ha pagado en la existencia presente, no tendrá que pagar por segunda vez. 

10. El espíritu sufre la pena de sus imperfecciones, bien en el mundo espiritual o bien en el 
mundo corporal. Todas las miserias y vicisitudes que se sufren en la vida corporal son consecuencia de nuestras imperfecciones o expiaciones de faltas cometidas, ya sea en la existencia presente o en las precedentes. 
Por la naturaleza de los sufrimientos y de las vicisitudes que acontecen en la vida corporal 
se puede juzgar la naturaleza de las faltas cometidas en una anterior existencia, y las imperfecciones causantes de ellas.* 

11. La expiación varía según la naturaleza y gravedad de la falta. Así es como la misma falta puede dar lugar a expiaciones diferentes, según las circunstancias atenuantes o agravantes en que se cometió. 

12. No hay ninguna regla absoluta y uniforme en cuanto a la naturaleza y duración del 
castigo. La única ley general es que toda falta recibe su castigo, y toda acción buena se 
recompensa, según su valor. 

13. La duración del castigo está subordinada a la mejora del espíritu culpable. No se 
pronuncia contra él ninguna condena por un tiempo determinado. Lo que Dios exige para poner término a los sufrimientos es una mejora seria, efectiva, y una vuelta sincera al bien. 
Una condena por un tiempo determinado cualquiera tendría dos inconvenientes: El de seguir castigando al espíritu que se mejoró, o cesar cuando éste perseverase en el mal. Dios, que es justo, castiga el mal mientras existe, cesa de castigar cuando el mal no existe. O si se quiere, siendo el mal moral por sí mismo una causa de sufrimiento, éste dura tanto tiempo como el mal subsiste. Su intensidad disminuye a media que el mal se debilita. 
2. Véase Cáp. VI, n.º 25, cita de Ezequiel. 

14. Estando subordinada la duración del castigo a la mejora, resulta de ello que el espíritu 
culpable que no se mejorara nunca, sufriría siempre, y que para él la pena sería eterna. 

15. Una condición inherente a la inferioridad de los espíritus es la de no ver el término de su situación y creer que sufrirán siempre. Para ellos es un castigo que les parece que debe ser eterno.

16. El arrepentimiento es el primer paso hacia la mejora. Pero no es suficiente. Son precisas aún la expiación y la reparación. 
Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las 
huellas de una falta y sus consecuencias. 
El arrepentimiento endulza los dolores de la expiación, puesto que da la esperanza y prepara los caminos de la rehabilitación, pero sólo la reparación puede anular el efecto destruyendo la causa. El perdón es una gracia y no una anulación. 

17. El arrepentimiento puede tener lugar en todas partes y en cualquier tiempo. Si es tardío, el culpable sufre mucho más tiempo. 
La expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales, que son consecuencia de la falta cometida, bien en esta vida o después de la muerte en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que queden borradas las huellas de la falta. 
La reparación consiste en hacer bien a aquel a quien se hizo daño. Aquel que no repare en 
esta vida las faltas cometidas por impotencia o falta de voluntad, en una posterior existencia se hallará en contacto con las mismas personas a quienes habrá perjudicado y en condiciones escogidas por él mismo que pongan a prueba su buena voluntad en hacerles tanto bien como mal les había hecho antes. 

Todas las faltas no ocasionan siempre un perjuicio directo y efectivo. En este caso, la 
reparación se verifica haciendo aquello que debía hacerse y no se ha hecho, cumpliendo los deberes descuidados o desconocidos, las misiones en que ha faltado, etc. En fin, practicando el bien en contra del mal hecho anteriormente, siendo humilde si antes se fue orgulloso, dulce si se fue duro, caritativo si se fue egoísta, benévolo si se fue malévolo, laborioso si se fue perezoso, útil si se fue inútil, sobrio si se fue disoluto, de buen ejemplo si se fue de mal ejemplo, etc. Así es como el espíritu progresa aprovechando su pasado. 

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo 
Allan Kardec 


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         UN ENFOQUE SOBRE EL TRABAJO
 


 
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” 
                                                     ( La Bíblia) 


    Esta alegoría bíblica nos señala algo tan natural como lo es el impulso y la necesidad del trabajo y de  esfuerzo personal y colectivo para lograr metas y objetivos  cada vez mas altas de bienestar, pero cuya base elemental es la simple supervivencia, lo cual supone el esfuerzo añadido de la coexistencia y convivencia grupal, para formar el equipo que a veces solamente puede alcanzar sus metas de progreso gracias al esfuerzo compartido y repartido. 

     La citada frase bíblica suele ser interpretada comúnmente como un “castigo divino”. Nada más lejos de la realidad si consideramos al ser humano como una entidad espiritual en pleno proceso de perfección y evolución, y al trabajo como la palanca impulsora para llevar a cabo el esfuerzo necesario para este proceso. La evolución espiritual y humana es un proceso personal e intransferible, en el que nos podemos y debemos ayudar unos a otros, pero que en definitiva, nadie puede hacer por nosotros. 

     Mirando el refranero español,- tan rico en sentencias-, encontramos la siguiente: “A Dios rogando pero con el mazo dando”. No basta solamente la fé y la plegaria,- por otra parte tan importantes y necesarios-; sino que debemos aplicar además el trabajo y el esfuerzo, pues ellos nos llevan a crecer como personas y a evolucionar como espíritus que somos todos. Otro dice: “  Quien  algo quiere, algo le cuesta”. O sea, que todo en la vida se logra en base a un trabajo y al sacrificio que conlleva muchas veces el mismo. 

      La mayoría de las personas trabajamos en principio, en base a un salario por la necesidad que todos tenemos del mismo para sobrevivir en medio de una sociedad de consumo de la cual formamos parte. Sin embargo cuando se comprende que este esfuerzo , además de proporcionarnos el nivel de bienestar social y material que necesitamos, es también útil y necesario para mantenernos en forma, física y mentalmente, las perspectivas cambian y junto a ellas, las motivaciones que nos llevan a ejecutar el esfuerzo y la energía psíquica y física que ponemos en ello. Por eso el trabajo no solamente es una obligación, sino que también es un derecho humano que ya muchas legislaciones y Constituciones reconocen. 

      A nivel popular se tiene la idea de que hay que disfrutar de la vida, pero se identifica este disfrute con la ociosidad. El trabajo supone una actividad que se siente como una necesidad física y mental porque obedece a una ley natural, creada por Dios para nuestra evolución, por lo que como ya se puede apreciar, esto transciende sobre la simple motivación del salario o la ganancia económica. ¿ Quién no ha experimentado alguna vez, como la ociosidad tras el trabajo, en principio y en su justa medida puede suponer un necesario descanso, pero cuando este se prolonga demasiado, resulta insoportable?. 

      “   Mente sana en cuerpo sano”; equivale a decir: “ Mente activa en cuerpo activo”. La actividad es movimiento y el movimiento es vida; por el contrario la inactividad es lo inerte y la inercia supone ausencia de vida, o sea, la muerte. 

      Comúnmente se dice: “ trabajar para vivir; no vivir para trabajar”. Esta frase está referida a que hay que trabajar lo justo para subsistir y “ gozar de la vida” con el ocio. Los que piensan así, no pueden concebir la vida como una actividad y trabajo constantes, que no siempre tiene por qué ser remunerado. La vida activa; los logros y metas conquistadas por el trabajo y con la satisfacción del esfuerzo realizado, por sí mismos ya son en cierta medida una remuneración porque pueden llegar a ser un gozo que cuando se experimenta llega a convertirse en una necesidad. La propia actividad en sí misma del trabajo, puede ocasionar satisfacciones de tal modo que vienen a ser como un salario inmaterial. Esto es el vivir para trabajar que todos debemos experimentar y gozar con la experiencia de modo consciente. 

Muchos dirán que el trabajo cuando no gusta es como un castigo, o una esclavitud. Lo ideal es un trabajo cuya actividad sea un disfrute, pero muchas veces esto no es así. No es un castigo. Pensemos que si Dios en la vida de determinada persona le pone la circunstancia de una obligación o trabajo de una clase que no gusta, pero que se ve abocado a ejecutar necesariamente, es porque ello le supone una experiencia necesaria; un sacrificio al hacer una actividad que le desagrada, pero por la cual va a adquirir o a poder adquirir algún conocimiento o virtud necesarios de alcanzar en esta vida que es como un crisol en donde aprendemos y crecemos,  y a la que llegamos con el compromiso adquirido de realizar  desde antes de venir a este mundo de nuevo. Esta circunstancia del trabajo como simple obligación que se cumple pero que no agrada, viene a ser como la medicina amarga de tomar, pero saludable para nuestra salud. 

       Todo trabajo es digno, porque digno es todo esfuerzo por superarnos en nuestras capacidades, para bien de los demás y de nosotros mismos. No hay trabajos mejores ni peores. Los hay mejor o peor remunerados. Los hay mas o menos sacrificados o duros. Cada actividad y esfuerzo está en la medida de quien lo afronta. Pero por eso precisamente, la dignidad de todo trabajo sea de la clase que sea, está en el hecho de afrontarlo con dedicación y esfuerzo, y de llevarlo a cabo con valor e ilusión, de la mejor forma que seamos capaces, por encima del mero interés financiero. 

     Por lo dicho, desde estas líneas invito a todos a que siempre, cada día que amanezca, tras agradecer al Padre por la nueva oportunidad que nos brinda, dediquemos nuestro mejor esfuerzo para realizar aquellos deberes profesionales que nos competan de la mejor forma que sepamos hacerlo; no como una esclavitud, sino como un servicio al entorno social que nos acoge, sabiendo que en ello no está simplemente la remuneración económica, sino nuestro personal crecimiento humano y espiritual, para nuestro propio bien y por ende, para el bien de la sociedad. 

José Luis Martín 



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 DIFERENCIA ENTRE ESPIRITISMO Y         ESPIRITUALISMO                                      


En la Introducción al Estudio de la Doctrina Espirita, del Libro de los espíritus, Kardec nos esclarece el porque de la utilización del termino "Espiritismo" empleado para designar toda la doctrina enseñada por los espíritus.

Las palabras ESPIRITUALISMO y ESPIRITUAL se  relacionan en oposición al MATERIALISMO. el MATERIALISTA es aquel que cree solamente en la materia, o sea, en aquello que el puede ver, y por tanto, en relación al hombre, todo se acaba con la muerte. El ESPIRITUALISTA cree en algo al otro lado de la materia, o sea, el hombre sobrevive después de la muerte corporal, de alguna forma, sea a través del Espíritu, o Alma, o Ego, etc. Existen varias filosofías espiritualistas.

El ESPIRITISMO es también opuesto al materialismo, por tanto se basa en la existencia de los espíritus que son eternos, y en las comunicaciones entre los planos espiritual (mundo invisible) y corporal (mundo visible). El ESPIRITA o ESPIRITISTA es el adepto del Espiritismo. Hay también diferentes filosofías con base en la creencia de la existencia de los espíritus, o en el Espiritismo. El Espirita adepto del Espiritismo codificado por Allan Kardec, cree en las  enseñanzas dadas por los espíritus, que están resumidas en el Credo del Espiritismo.

Así el ESPIRITA o ESPIRITISTA es también un ESPIRITUALISTA, pero no todo ESPIRITUALISTA es ESPIRITA.

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