INQUIETUDES
1.- Manifestación del espíritu de los animales
2.-Quien fue Humberto de Campos (Hermano X)
3.- Las lecciones de la guerra
4.- El inevitable movimiento progresivo de la Humanidad
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MANIFESTACIÓN DEL ESPÍRITU DE LOS ANIMALES
Nos escriben desde Dieppe:
«... Me parece, estimado señor, que nos estamos acercando a una época donde deben acontecer cosas increíbles. No sé qué pensar sobre un fenómeno de lo más extraño que ha ocurrido en mi casa. En los tiempos de escepticismo que vivimos, no me atrevería a hablar sobre ello con nadie, por miedo a que me tomen por un alucinado; pero, aun arriesgándome, estimado señor, a provocar una sonrisa de duda sobre sus labios, quiero contaros el hecho; en apariencia fútil, en el fondo puede ser más serio de lo que se pueda creer.
Mi difunto hijo, fallecido en Boulogne-sur-Mer, donde continuaba sus estudios, había sido obsequiado por uno de sus amigos con una encantadora y pequeña galga, que habíamos entrenado con extremo cuidado. Era, en su especie, la más adorable criatura que se pueda uno imaginar. La amábamos como se ama todo lo que es bello y bueno. Nos comprendía al mínimo gesto, nos comprendía con una mirada. La expresión de sus ojos era tal, que parecía que fuese a responder cuando nos dirigíamos a ella con la palabra.
Tras el fallecimiento de su joven amo, la pequeña Mika (ese era su nombre) me fue traída a Dieppe, y, según su costumbre, descansaba acurrucada a mis pies, sobre la cama. En invierno, cuando el frío arreciaba en extremo, se levantaba, dejaba escapar un pequeño gemido muy suave, lo que era su manera habitual de hacer una petición y, comprendiendo lo que deseaba, le permitía venir a colocarse a mi lado. Se extendía entonces lo mejor que
podía entre dos sábanas, su pequeño hocico sobre mi cuello que usaba como almohada, y se entregaba al sueño, como los felices de la Tierra, recibiendo mi calor, comunicándome el suyo, lo que por lo demás no me desagradaba. A mi lado, la pobre pasaba felices días. No le faltaban mil y un cuidados; pero, en el pasado septiembre, cayó enferma y murió, a pesar de los cuidados del veterinario a quien la había confiado. Hablábamos de ella a menudo, mi mujer y yo, y la echábamos de menos casi como a un hijo amado, tanto había sabido, con su dulzura, su inteligencia, su fiel compañía, cautivar nuestro afecto.
Últimamente, hacia la media noche, estando acostado pero sin dormir, escuché surgir de los pies de la cama ese pequeño gemido que hacía mi pobre perrita cuando deseaba algo. Fue tal mi sorpresa, que extendí los brazos fuera de la cama como para atraerla hacia mí, y creí en verdad que iba a sentir sus caricias. Al levantarme por la mañana, le cuento el hecho a mi mujer, que me contesta: “He escuchado el mismo sonido, no sólo una vez, sino dos. Parecía venir de la puerta de mi habitación. Mi primer pensamiento fue que nuestra pobre perrita no había muerto, y que, habiéndose escapado de casa del veterinario quien se la había apropiado por su dulzura, solicitaba volver a casa.”
Mi pobre hija enferma, que tiene su cama en la habitación de su madre, afirma haberla escuchado también. Sólo que, le ha parecido que el sonido salía, no de la puerta de entrada, sino de la misma cama de su madre que está muy cerca de la puerta.
Hay que decir, estimado señor, que el dormitorio de mi mujer está situado encima del mío. Esos extraños sonidos ¿provenían de la calle como cree mi mujer, quien no comparte mis convicciones espiritistas? Es imposible. Si proviniesen de la calle, esos suaves sonidos no podrían haber impresionado mis oídos, estoy tan sordo que, mismo en el silencio de la noche, no puedo escuchar el estruendo del paso de una pesada carreta. Ni siquiera escucho los sonoros truenos de una tormenta. Por otra parte, si el sonido hubiese provenido de la calle, ¿cómo explicarse la ilusión de mi mujer y de mi hija que han creído escucharlo, proveniente de un punto totalmente opuesto, de la puerta de entrada para mi mujer, de la cama de la misma para mi hija?
Os confieso, estimado señor, que esos hechos, a pesar de que tienen relación con un ser privado de razón, me hacen reflexionar singularmente. ¿Qué pensar sobre ello? No me atrevo a formular ninguna conclusión y no tengo tiempo para extenderme largamente sobre el tema; pero me pregunto si el principio inmaterial, que debe sobrevivir en los animales como en el hombre, no adquirirá, hasta un cierto grado, la facultad de comunicarse como el alma humana. ¡Quién sabe! ¿Conocemos todos los secretos de la naturaleza? Evidentemente no ¿Quién explicará las leyes de la afinidad? ¿Quién explicará las leyes de repulsión? Nadie. Si el afecto, que es del dominio de los sentimientos, como los sentimientos son del dominio del alma, posee en sí una fuerza de atracción, ¿qué habría de sorprendente en que un pobre animal en estado inmaterial se sienta llevado hacia donde su afecto le atrae? Pero, y el sonido de su voz, nos dirán, ¿ cómo admitirlo? Y si se ha hecho escuchar una vez, dos veces, ¿por qué no todos los días? Esa objeción puede parecer seria; sin embargo, ¿sería irracional pensar que ese sonido pudiese producirse en razón de ciertas combinaciones de fluidos, los cuales reunidos reaccionan en cierto sentido, como se producen en química ciertas efervescencias, ciertas explosiones, como consecuencia de la mezcla de tales o cuales materias? Que esa hipótesis parezca fundamentada o no, no lo discuto, sólo diré que puede estar dentro de las cosas posibles, y sin ir más allá, añadiré que constato un hecho apoyado sobre un triple testimonio, y que si ese hecho se ha producido, es que ha podido suceder. Además, esperemos que el tiempo nos esclarezca, no tardaremos quizás en escuchar hablar de fenómenos de la misma naturaleza.»
Nuestro honorable correspondiente actúa con sabiduría al no dirimir la cuestión; de un solo hecho que es aún una probabilidad, no saca una conclusión definitiva; constata, observa a la espera de que la luz se haga. Así lo requiere la prudencia. Los hechos de ese género no son aún lo suficientemente numerosos, ni suficientemente aseverados para deducir de ellos una teoría afirmativa o negativa. La cuestión del principio y del fin del espíritu de los animales comienza apenas a esclarecerse, y el hecho en cuestión está relacionado en su esencia. Si no es una ilusión, constata al menos el lazo de afinidad que existe entre el Espíritu de los animales, o mejor dicho de ciertos animales y el del hombre. Además, parece positivamente probado que hay animales que ven los espíritus y son impresionados; hemos relatado varios ejemplos en la Revue, entre otros el de «El Espíritu y el perrito», en el número de junio de 1860. Si los animales ven los Espíritus, no es evidentemente mediante los ojos del cuerpo; tienen pues una especie de vista espiritual.
Hasta el presente, la ciencia sólo ha constatado las relaciones psicológicas entre el hombre y los animales; nos muestra, en lo físico, todos los eslabones de la cadena de los seres sin solución de continuidad; pero entre el principio espiritual de los dos Espíritus existía un abismo; si los hechos psicológicos, mejor observados, vienen a tender un puente sobre el abismo, será un nuevo paso dado hacia la unidad de la escala de los seres y de la creación. No es de ninguna manera mediante sistemas que se puede resolver esta grave cuestión, sino mediante hechos; si debe serlo algún día, sólo el Espiritismo, creando la psicología experimental, podrá proporcionar los medios. En todo caso, si existen puntos de contacto entre el alma animal y el alma humana, sólo puede ser, del lado de la primera, por el de los animales más avanzados. Un hecho importante a constatar es que, entre los seres del mundo espiritual, no se ha hecho nunca mención de la existencia de Espíritus de animales. Parecería pues que éstos no conservan su individualidad tras la muerte, y, por otro lado, esa galga que se habría manifestado parecería probar lo contrario.
Vemos según esto que la cuestión está aún poco desarrollada, y que no hay que precipitarse en resolverla. Tras ser leída la carta citada en la Sociedad de París, se recibió la siguiente comunicación sobre el tema en cuestión.
París, 21 de abril de 1865. - Médium, Sr. E. Vézy.
Voy a tocar una grave cuestión esta noche, hablándoos de las relaciones existentes entre la animalidad y la humanidad. Pero en este recinto, cuando, por primera vez, mis instrucciones os enseñaban la solidaridad de todas las existencias y las afinidades que existen entre ellas, un murmullo se escuchó proveniente de una parte de esta asamblea, y me callé. ¿Deberé hacer lo mismo hoy, a pesar de vuestras preguntas? No, porque al fin os veo penetrar en la vía que os indicaba.
Pero no basta con detenerse en creer solamente en el progreso incesante del Espíritu, embrión en la materia y desarrollándose pasando por el filtro del mineral, del vegetal, del animal, para llegar a la humanimalidad donde empieza a ensayarse únicamente el alma que se encarnará, orgullosa de su tarea, en la humanidad. Existen entre esas diferentes fases lazos importantes que es necesario conocer y que llamaré periodos intermediarios o latentes; porque es ahí donde se operan las sucesivas transformaciones. Os hablaré en otra ocasión de los vínculos que relacionan el mineral al vegetal, el vegetal al animal; ya que un fenómeno que os sorprende nos lleva a los lazos que relacionan el animal al hombre, os voy a hablar de estos últimos.
Entre los animales domésticos y el hombre, las afinidades son producidas por las cargas de los fluidos que os rodean y recaen sobre ellos; es un poco la humanidad que destiñe sobre la animalidad, sin alterar el color de uno o del otro; de ahí esa superioridad intelectual del perro sobre el instinto brutal de la bestia salvaje, y es únicamente debido a esa causa que pueden darse esas manifestaciones que acaban de leeros. Así pues, no se han engañado al escuchar un alegre grito del animal agradecido por los cuidados de su amo, y que venía, antes de pasar al estado intermediario de un desarrollo al otro, a traerle un recuerdo. La manifestación puede pues producirse, pero es pasajera, ya que para el animal, para subir un grado, le es necesario un trabajo latente que aniquila todo signo externo de vida. Ese estado es la crisálida espiritual donde se elabora el alma, periespíritu informe que no tiene ninguna figura con rasgos representativos, quebrándose en un estado de madurez, para dejar escapar, en corrientes que los arrastran, los gérmenes de almas que han eclosionado ahí. Nos sería pues difícil hablaros de los Espíritus de animales del espacio, no existen, o más bien su paso es tan efímero que es casi nulo, y que en estado de crisálida, no pueden ser descritos.
Ya sabéis que nada muere de la materia que se descompone; cuando un cuerpo se disuelve, los diversos elementos que lo componen le reclaman la parte que le han donado: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, carbono retornan a su fuente primitiva para alimentar otros cuerpos; ocurre lo mismo con la parte espiritual: los fluidos organizados espirituales toman al pasar colores, perfumes, instintos, hasta la definitiva constitución del alma.
¿Me comprendéis bien? Tendría sin duda que explicarme mejor, pero para terminar por esta noche, y no haceros suponer lo imposible, os aseguro que lo que es del dominio de la inteligencia animal no puede reproducirse por la inteligencia humana, es decir que el animal, sea cual sea, no puede reflejar su pensamiento por el lenguaje humano; sus ideas son muy rudimentarias; para tener la posibilidad de expresarse como lo haría el Espíritu de un hombre, le serían necesarios pensamientos, conocimientos y un desarrollo que no tiene, que no puede tener. Tened pues como certeza que ni perro, ni gato, ni asno, ni caballo o elefante pueden manifestarse por vía medianímica. Los Espíritus llegados al grado de la humanidad son los únicos que pueden hacerlo, y aun dependiendo de su adelanto, porque el Espíritu de un salvaje no podrá hablaros como el de un hombre civilizado.
Nota: Estas últimas reflexiones del Espíritu han sido motivadas por la citación hecha en la sesión por personas que pretendían haber recibido comunicaciones de diversos animales. Como explicación del hecho citado, su teoría es racional y concuerda, en el fondo, con las que prevalecen hoy en día en las instrucciones dadas en la mayoría de los centros. Cuando hayamos reunido suficientes documentos, los resumiremos en un cuerpo de doctrina metódica, que será sometido al control universal; hasta ahora sólo son jalones colocados sobre la ruta para señalarla.
ALLAN KARDEC, REVISTA ESPIRITA, ENERO DE 1866
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Quién fue Humberto de Campos
(Hermano X- 1886-1934)
Humberto de Campos nació en una pequeña localidad de Piritiba, en el Maranhâo, Brasil, en 1886.
Fue un niño pobre. Estudió con esfuerzo y sacrificio. Quedó huérfano de padre a los 5 años de edad. Su infancia fue marcada por la miseria. En sus “Memorias”, él cuenta algunos episodios que le dejaron marcado.
Tiempo después, se mudó para Río de Janeiro, entonces Capital de la República, donde se hizo famoso. Brillante periodista y cronista perfecto, sus páginas fueron “columnas” en todos los periódicos importantes del País.
Adoptando el pseudónimo de Consejero XX, escribió una crónica chistosa al respecto de la figura eminente de la época – Medeiros y Alburquerque -, que se volvió así motivo de risa, de burla y de gracia de los cariocas por varios días.
El Consejero, sibilino y mordaz, hirió hondo el orgullo y la vanidad de Medeiros, poniendo en la boca del pueblo los argumentos que todos deseaban imputar contra Alburquerque. El éxito fue total.
Habiendo hecho, por experiencia, aquella crónica, de un momento para otro se vio en la contingencia de mantener el estilo y escribir más, pues sus lectores multiplicaron, lloviendo cartas a las redacciones de los periódicos, solicitando nuevas materias del Consejero XX.
Además de mantener el estilo, Humberto se fue profundizando en el mismo, volviéndose para algunos, en la época, casi inmortal, saciando el paladar de toda una mentalidad que deseaba más libertad de expresión y ser más explicito en el abordaje de los problemas humanos y sociales.
Cuando enfermó, modificó completamente el estilo. Sepultó al Consejero XX, y de las cenizas, cual Fénix luminoso, nació otro Humberto, lleno de piedad, comprensión y entendimiento para con las flaquezas y sufrimientos de su semejante.
El alma sufridora del País buscó ávidamente a Humberto de Campos y de él recibió consuelo y esperanza. Eran cartas de dolor y desesperación que llegaban a sus manos, pidiendo socorro y auxilio. Y él, tocado en las fibras más sensibles del corazón, a todas respondía, en crónicas, por los periódicos, alcanzando millares de lectores en circunstancias idénticas de pruebas y lágrimas.
Se hizo amado por todo el Brasil, especialmente en Bahía y San Pablo. Sus padecimientos, con todo, aumentaban día a día. Parcialmente ciego y sometiéndose a varias operaciones, viviendo en una pensión, sin el calor de la familia, su vida era, en sí misma, un cuadro de dolor y sufrimiento. No desesperaba sin embargo, y continuaba escribiendo para consuelo de muchos corazones.
El 5 de diciembre de 1934, desencarnó. Partió llevando de la Tierra amargas decepciones. Jamás Maranhâo, su tierra natal, lo aceptó. Sus coterráneos llegaron incluso a ser hostiles.
Tres meses después de desencarnar, volvió del Más Allá, a través del, entonces joven, médium Chico Xavier, este, con 24 años de edad solamente, y comenzó a escribir, sacudiendo al país entero con sus crónicas del más allá de la tumba.
Comenzó entonces una fase nueva para el Espiritismo en el Brasil. Chico Xavier y la Federación Espírita Brasileña ganaron notoriedad. Varios libros fueron publicados.
Ocurrió lo inesperado. ¡Los familiares de Humberto movieron una acción judicial contra la FEB, exigiendo los derechos de autor del muerto!
Tal fue el griterío, que la historia de todo esto está hoy registrado en un libro cuyo título es “La Psicografía ante los Tribunales”, escrito por Miguel Timponi.
La Federación ganó la causa. Humberto, presionado, se ausentó por un largo periodo y, cuando volvió a escribir, usó el pseudónimo de Hermano X.
En las dos fases del Más Allá, escribió 12 obras por el médium Chico Xavier.
“Crónicas del Más Allá”, “Brasil, Corazón del Mundo, Patria del Evangelio”, “Buena Nueva”, “Nuevos Mensajes”, “Luz Arriba”, “Cuentos y Apólogos” y otros fueron libros que escribió para deleite de muchas almas.
En los primeros mensajes tenemos a un Humberto bien humano, con características propias del intelectual del mundo. Después, él se va espiritualizando, sutilizando las ideas y expresiones, volviéndose entonces el escritor espiritual predilecto de millares.
Los que leyeron sus obras de antes, y de después, de muerto, podrán constatar la realidad del fenómeno espírita y la autenticidad de la mediumnidad de Chico Xavier.
¡El mismo estilo, el mismo entusiasmo!

la Naturaleza misma, no se infiere que Dios sea indiferente a él, y que después de haber establecido leyes haya vuelto a la inactividad, dejando las cosas seguir su curso por sí solas. Sus leyes son eternas e inmutables, no hay duda, así como su voluntad también es eterna y constante y su pensamiento anima todas las cosas sin intermisión. Este pensamiento divino, que a todo lo penetra, es la fuerza inteligente y permanente que mantiene en armonía al Universo. Si este pensamiento dejara de actuar un solo instante, el Cosmos podría compararse a un reloj sin péndulo regulador. Dios vela constantemente por la ejecución de sus leyes, y los espíritus, que pueblan el espacio, son sus ministros encargados de los detalles, conforme con las atribuciones inherentes a su grado de adelanto.
igualmente inconmensurable de inteligencias, un inmenso reino en el que cada ser inteligente se encarga de una parte del trabajo bajo la mirada del soberano señor, cuya voluntad única preserva en todos los sitios la unidad. Todo se mueve con los auspicios de esa gran potencia reguladora, todo funciona en perfecto orden. Lo que consideramos perturbaciones son movimientos parciales y aislados, anormales solamente debido a lo limitado de nuestra visión. Si pudiésemos abarcar el Todo, veríamos que esas irregularidades sólo lo son en apariencia, ya que armonizan con el conjunto.
5. La Humanidad ha realizado hasta hoy indiscutibles progresos. Los hombres, gracias a su
inteligencia, han obtenido resultados jamás alcanzados en lo que respecta a la ciencia, el arte y el bienestar material. Pero les queda aún por realizar un inmenso progreso: hacer reinar entre sí la caridad, la fraternidad y la solidaridad para asegurar el bienestar moral. No podían lograrlo con sus creencias, ni con sus instituciones vetustas -vestigios de otra edad-, adecuados a una cierta época, suficientes para un momento de transición, pero que, habiendo dado ya lo que podían dar, resultarían hoy una rémora. No es solo el desarrollo intelectual lo que el hombre necesita, requiere elevación de sentimientos, lo cual, para lograrlo, es menester destruir en él todo lo que puede sobreexcitar el egoísmo y la soberbia.
ALLAN KARDEC
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