INQUIETUDES
1.- El Progreso
2.- La Caridad
3.-Bendita Mediumnidad
4.-Reencarnación y evolución
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EL PROGRESO
¡ El Progreso es la dádiva divina!; ¡ es la herencia suprema que ha dejado el Omnipotente a la humanidad!
Encuentra diferencia entre las enseñanzas de Cristo y las de Kardec, y no es extraño; la forma, naturalmente, ha de ser muy distinta, porque muy distinta es la civilización de ayer con la del adelanto de hoy.
Los grandes iniciadores nunca se parecen en el lenguaje los unos a los otros, pero busque usted su fondo y siempre verá lo mismo.
Siempre, la noble tendencia de despertar al hombre educando su sentimiento, dulcificando sus feroces instintos; esta es la idea: preparar a los espíritus rebeldes para su progreso indefinido. Esto hizo Krisna, Abraham, Moisés, Cristo, Sócrates, y todos los reformadores, antiguos y modernos. El Espiritismo es una evolución, una manifestación del progreso, que ni le quita ni le pone a los libros sagrados. Ha venido solamente a prestar un gran bien a la humanidad, porque le ha probado con hechos innegables, que la muerte no existe, que la materia se disgrega, y que el espíritu vive eternamente para progresar siempre.
Esta es la verdad. ¡ Verdad divina!, ¡ verdad profundamente consoladora!.
Es cuanto puedo decir a usted. Las religiones le hacen la guerra al Espiritismo porque creen que es una nueva religión que viene a levantar nuevos altares; y no es así: es una escuela deísta filosófica racionalista, que deja en paz a todas las religiones habidas y por haber, con sus libros y textos sagrados; y sigue su marcha, que nunca tendrá fin, porque la comunicación ultra terrena ha de resonar siempre en los oídos de la humanidad.
Celebramos esta ocasión de habernos puesto en relación con usted, y terminamos diciéndole que la creencia espírita no anula la gracia de Dios; antes, al contrario, la aumenta; creemos en el Progreso.
- Amalia Domingo Soler-
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La Caridad
La Caridad es el amor humano actuando hacia los demás, lo cual lo transforma Amor en Divino y siendo este la Esencia misma de Dios, es así como el Padre eleva el amor humano a la categoría de Amor Divino.
A veces, aunque esto parezca una postura egoísta, la verdadera caridad debe comenzar necesariamente por uno mismo, porque si no somos capaces de amarnos. cuidarnos y sacrificarnos por nosotros mismos, ¿ cómo lo vamos a poder hacer con los demás?. Esto supone un permanente ejercicio de autoestima y de reconocimiento de nuestras cualidades, aunque con la mayor humildad, sin caer en envanecimientos de ninguna clase, así como la atención debida a nuestras necesidades físicas y psíquicas. Para amar a nuestro prójimo sin caer en exageraciones, siempre falsas, y sin quedarnos por debajo de nuestras posibilidades reales de Amar, primeramente es necesario tener el modelo y la medida del Amor con nosotros mismos.
La caridad no consiste en dar limosna de lo que nos sobra, pues eso no tiene mérito moral alguno. Más bien supone la voluntad de dar lo que puedan necesitar otras personas, aunque eso nos falte a nosotros mismos.
Cuando la Caridad alcanza su mayor esplendor espiritual, es cuando la practicamos entregándonos nosotros mismos a los demás, sin escatimar esfuerzos y con sentimientos de benevolencia e indulgencia ante las imperfecciones que nos puedan molestar de otros, así como la predisposición de perdonar sinceramente y sin condiciones. En estos casos, la caridad no consiste en dar, sino en darse.
El acto de servir y de ayudar a nuestros semejantes y el aprovechar la oportunidad de hacer el bien siempre que podamos, deben ser considerados como un privilegio y una valiosa oportunidad que Dios nos pone delante para expresar y consolidar el Amor.
Hay personas que para realizar esto
deberán hacer un acto de voluntad consciente o un esfuerzo incluso, para llevarlo
a cabo, siendo esto algo muy meritorio
para dar un importante paso en su mejora personal. Sin embargo también hay
personas que hacen esto de un modo natural e instintivo, sin esfuerzo alguno, y
sin idea alguna de compensación,
porque ellos así lo sienten : Son las que ya han dado anteriormente este importante paso evolutivo antes citado
Allan Kardec entre sus muchos escritos anotó: " Así entiendo yo la caridad cristiana: Como la religión que nos prescribe devolver bien por mal y, con más razón aún, responder al bien con el bien. No comprendo, por tanto, que se pueda aconsejar el responder al mal con el mal."
Conclusión: La Caridad supone
seguir la máxima evangélica de hacer con los demás cómo quisiéramos que
se hiciese con nosotros, por eso, considerando que nosotros hemos podido ser en
alguna vida anterior, un ladrón o criminal peor que los que en esta vida actual
nos podamos encontrar, es de caridad el ayudarlos en su recuperación espiritual
y humana, no cayendo en la tentación de juzgarlos o condenarlos, porque esto
solo corresponde a Dios. Es obligación moral y Caridad, ayudarlo a mejorar,
haciéndole el bien posible tal como nos gustaría para nosotros, pues la moneda
del bien a cambio del mal, es capaz de ablandar los corazones mas endurecidos y conducirlos al bien, lo
cual supone el fruto de la verdadera caridad.
- Jose L. Martín-
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Bendita mediúmnidad
Aún recuerdo aquel domingo de octubre, frío
y oscuro, cuando volvía a casa. Iba paseando por las calles desiertas. De
repente me pareció que alguien me estaba siguiendo amparándose en lo
oscuro de la noche. Mi corazón golpeó más fuerte en mi pecho, la sangre
empezó a correr más deprisa y un latigazo de adrenalina recorrió todo mi
cuerpo. La idea de que alguien aprovechara esa oscuridad para, en el
mejor de los casos, atracarme hizo que todos mis sentidos se alteraran.
Mi vista, mis sentidos estaban a flor de piel,
intentaba escuchar, ver en la oscuridad, pero nada, cualquier ruido de una hoja
me ponía en guardia. Llegué a la avenida donde la luz ya iluminaba unos
metros a mí alrededor y me sentí más seguro. Es curioso que tuviera más
miedo a la oscuridad que a un posible atracador, puesto que si hay un
atracador poco importa si hay más o menos oscuridad, pero la luz me
hizo sentir más seguro.
Entré en el hogar nervioso, sediento, inquieto.
Debía calmarme, comer algo ligero e irme a
descansar, puesto que el día siguiente debería ir al Centro Espírita para
participar en la reunión mediúmnica.
Hacía ya algún tiempo que me integré a un
Centro Espírita con la idea de progresar en el estudio y práctica
del Espiritismo, y mi tarea era la de sumar energía a la de mis
compañeros a través de la oración, mientras otros orientaban, comunicaban,
y escudriñaban a los espíritus desencarnados que necesitaban ayuda.
En el viaje de ida, en el coche, pensé en lo ocurrido el día anterior y
en el hecho de que a fin de cuentas no hubo ningún motivo para asustarme,
pero lo cierto es que me asusté.
Pasó en ese momento por mi mente la idea de
que algún espíritu estuviera sentado en los asientos de atrás de mi
vehículo, sin que yo pudiera verlos. Instintivamente miré por el espejo
retrovisor, en un acto reflejo… evidentemente no vi nada.
Llegando al Centro Espírita, ya calmado,
concentrado y con ganas de trabajar, me integré a la reunión, como hacía
siempre.
La reunión iba avanzando cuando escuché a través
de la voz de una médium, a un espíritu que decía que había venido
acompañando a uno de los integrantes del grupo. En un principio
interrumpí la oración para prestar atención, segundos después
conseguí prestar atención y dirigí mi pensamiento en ayudar a ese espíritu,
con lo que la energía continuaba emanando. Era curioso que el orientador
no le preguntara a quien iba acompañando, al contrario, dedicaba todas sus
palabras para decirle que estaba en un lugar seguro y que podía
contar con nosotros para ayudarle. Mis ganas de saber si por
casualidad era yo su blanco se desvaneció cuando sonaron estas palabras
por la boca del orientador: “… No sufras, hermano, aquellos que te
perseguían, han sido apartados de tu presencia.
Ya no saben dónde estás, y si por acaso lo
supieran, aquí no pueden entrar, por la alta carga de vibración positiva
que nos envuelve. No nos importa lo que has hecho, sino lo que harás a
partir de ahora.”
El espíritu dudó, se mantuvo en silencio
durante un tiempo. El orientador respetó ese silencio, para que el
espíritu visitante meditara en todo lo que le había dicho.
Los demás médiums seguían trabajando, yo
escuchaba pequeños murmullos, mi atención estaba centrada en ese espíritu
y el hecho de que estuviera cerca me facilitaba escucharlo mejor.
El silencio se rompió cuando el orientador,
viendo que nada decía el espíritu le dijo en voz pausada y amorosa:
- Necesito que me ayudes.
El espíritu giró la cabeza hacia su interlocutor
y con cara extraña le contestó:
- ¿Yo? ¿Quieres que te ayude? ¿Cómo voy a
ayudarte si no te conozco?
- Si que puedes ayudarme, no es difícil,
necesito que me ayudes para que yo pueda ayudarte.
Necesito que des tu el paso. Intuyo que hay un
hecho que te atormenta, una acción realizada que te perturba. Mi trabajo
es el de ayudarte sin pedirte nada a cambio, tan sólo tus palabras.
- ¿En qué te basas para decirme todo eso?
¡puedo negarlo todo!
- Cierto. Podrás negar pero no evitar que
esas sombras que te persiguen se vayan.
¡Qué curioso! A mí también me pareció que
una sombra me siguiera por aquella oscura calle.
- Muchas de las sombras que nos persiguen
son nuestros propios miedos – le comentaba el orientador – no son sombras
físicas, sino mentales.
Es la respuesta a una mala acción o pensamiento.
Eso me hizo pensar mucho. Decidí acordarme
y después de la reunión meditar sobre ello. El espíritu fue orientado y
el trabajo continuó.
Ya por la noche, en el hogar, a última hora, la
que dedicaba a la lectura, medité en las palabras del orientador.
Intentaba acordarme de acciones que hubiera cometido hacia los demás,
hacia alguna persona… y no encontraba respuesta coherente.
¿Serían mis sombras o un espíritu? – continué
preguntándome.
En uno de esos intervalos en que dejas de
pensar e intentas descansar mentalmente, me vino un pensamiento en
el que no había caído. ¿Has pensado que en vez de hacer algo sea el no haberlo
hecho? ¿No has pensado en que puede ser que alguien te siga para que lo
ayudes y tú, instintivamente no le prestas atención?
Es imposible, yo no soy médium. Yo no veo
ni escucho a los espíritus – me contesté. Reconozco que cada
persona tiene un trabajo a desarrollar. Es verdad, también, que siempre
admiré a los médiums serios y más de una ocasión me lamenté de no tener esa
mediúmnidad que muchos de mis compañeros tienen, pero hemos aprendido
que mediúmnidad es igual a responsabilidad y eso conlleva
sacrificio y templanza. Por lo tanto, no pueden ser espíritus sino mis
propios miedos, mi propia conciencia que me alerta. Eso me hizo
estar más alerta a todo y me di cuenta que en ciertos momentos me
alteraba, incluso conscientemente me estaba dando cuenta de que hablaba
sin pensar, chillando… y a la vez, no siempre con razón. Pedí
hablar con los directores de mi Centro Espírita al respecto.
El día de la entrevista entré preocupado y
salí aún más preocupado si cabía. En un principio me hablaron de mi
forma de ser, de comportarme y de actuar que tenía. Acertaron de pleno en
la mayoría de las cosas… en otras, si eran ciertas, quizás no
Bendita mediúmnidad quise admitirlo en ese
momento. Lo que más me impactó fue cuando me dijeron que se me
estaba desarrollando la mediúmnidad.
- ¿Perdón? ¿Estáis seguros?- pregunté algo
pálido.
- Nosotros lo intuíamos, pero la Espiritualidad
nos lo ha confirmado. El Espíritu Guía me dice que debes esforzarte aún más en
aprender y debes empezar a controlar tu conciencia. Pensar antes de
hablar. Meditar antes de actuar. Debes sumarte al grupo de estudio del
“Evangelio Según el Espiritismo” que se realiza en el Centro Espírita
los miércoles y seguir participando de las reuniones mediúmnicas con el
fin de ir perfeccionándote.
- ¿Y cuándo empezaré como médium? –
pregunté en el momento en que un escalofrío recorrió todo mi ser.
- Tiempo al tiempo. No hay que correr.
Cuando se crean unos cimientos, hay que esperar
un tiempo prudencial para ver si están en perfectas condiciones antes de
empezar a construir encima. No vaya a ser que con las prisas, no estuviera
bien y todo el trabajo de construcción sea en vano, con el
consiguiente riesgo de perder el trabajo realizado hasta el momento.
Recuerdo que mi mente voló. Me veía en la carne
de alguno de mis compañeros dando paso a los Espíritus. Y no puedo negar que
miles de preguntas se amontonaron en mi cabeza, lo que me bloqueó y
un intenso dolor de cabeza me invadió. Después, ya todos en el salón,
tomando un café con leche y hablando de varias cosas, me despejé.
En mi época de bombero, recuerdo haber pasado
malas noches. Pero esa noche misma no pude pegar ojo. Todos los
temores me invadían. Soñé como si estando yo echado en la cama, los espíritus
se fueran turnando para ponerse encima de mí y comandar mi cuerpo. Yo
notaba como entraban y como salían… ¡Dios mío, que tortura!
Después de tantos años, a veces, aún recuerdo
esos inicios de esa profesora que se llama mediúmnidad. Es con ella
que he aprendido lo que es sufrir y amar, tener y perder, querer y no
poder, poder y no querer….
A través de mi pensamiento han pasado cientos y
cientos de espíritus de todo tipo. Recuerdo aún las dudas del inicio.
¿Seré yo o será un espíritu? Y a veces echo de menos esa observación,
porque a través de la constancia, del trabajo creamos una rutina y esa
rutina nos ayuda a quitar barreras, es cierto, pero también a estar menos
vigilantes… total, ser médium es estar en el filo de la navaja: no corras
para no cortarte e intenta mantener el equilibrio para no caerte.
Si hoy debo hablar sobre la mediúmnidad, no
podría hacerlo sin reconocer que mis rodillas aún conservan signos de errores
que me hicieron caer, pero también conservo los callos de las manos al
agarrarme con fuerza a la cuerda que los compañeros y la espiritualidad
me pusieron delante para que con esfuerzo pudiera levantarme y continuar.
Bendita mediúmnidad. Bendita oportunidad.
Johnny M. Moix
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