miércoles, 18 de septiembre de 2019

La Eutanasia

  
 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Percepciones, sensaciones y sufrimientos de los Espíritus
2.- Consideraciones sobre el Más Allá: Las E.C.M y la muerte
3.- La espiritualidad en el momento de la crisis
4.- La tristeza
5.- La Eutanasia



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PERCEPCIONES, SENSACIONES Y SUFRIMIENTOS DE LOS ESPÍRITUS

237 Vuelta al mundo de los espíritus, ¿conserva el alma las percepciones que tenía durante la encarnación?
«Sí, y otras que no poseía; porque su cuerpo era como un velo que se las ocultaba. La inteligencia es un atributo del espíritu; pero se manifiesta más libremente, cuando no tiene trabas.»
238 ¿Las percepciones y conocimientos de los espíritus son indefinidas, o, en una palabra, saben éstos todas las cosas?
«Mientras más se aproximan a la perfección, saben más. Los espíritus superiores, saben mucho, y los inferiores están más o menos ignorantes de todas las cosas.»
239 ¿Conocen los espíritus el principio de las cosas?
«Según su elevación y su pureza. Los espíritus inferiores saben de esto como los hombres.»
240 ¿Comprenden los espíritus la duración como nosotros?
«No, y de aquí depende el que no nos comprendáis siempre, tratándose de fijar fechas o épocas.»
Los espíritus viven ajenos al tiempo, tal como lo comprendemos nosotros, y para ellos desaparece la duración; y los siglos, que tan largos nos parecen a nosotros, no son a sus ojos más que instantes que se borran en la eternidad como las desigualdades del terreno para el que se eleva en el espacio.
241 ¿Los espíritus tienen del presente una idea más precisa y exacta que nosotros?
«Poco más o menos como el que ve tiene más exacta idea de las cosas que el ciego. Los espíritus ven lo que vosotros no veis y juzgan, por lo tanto, de diferente modo; pero, volvemos a repetirlo, siempre según su elevación.»
242 ¿Cómo adquieren los espíritus el conocimiento del pasado? ¿Este conocimiento es limitado en ellos?
«Cuando de él nos ocupamos, el pasado se nos convierte en presente, como te sucede a ti que recuerdas lo que te ha llamado la atención en el curso de tu destierro terrestre. Existe la diferencia de que, como el velo material no obscurece nuestra inteligencia como la tuya, recordamos cosas que se han borrado de la memoria; pero los espíritus no lo conocen todo, especialmente su creación.»
243 ¿Conocen los espíritus el porvenir?
«También depende esto de su perfección. Con frecuencia solo lo entrevén; pero no siempre les es permitido revelarlo. Cuando lo ven, les parece presente, y lo ven más claramente cuanto más se aproximan a Dios. Después de la muerte, el alma ve y abraza de una ojeada sus emigraciones pasadas; pero no puede ver lo que Dios le prepara, para lo cual le es preciso pertenecerle por completo, después de muchas existencias.»
– Los espíritus que han llegado a la perfección absoluta, ¿tienen completo conocimiento del porvenir?
«Completo no es la palabra; porque Dios es el señor soberano, y nadie puede igualársele.»
244 ¿Ven los espíritus a Dios?
«Solo los espíritus superiores lo ven y lo comprenden; los inferiores lo sienten y adivinan.»
– Cuando un espíritu inferior dice que Dios le prohíbe o le permite alguna cosa, ¿cómo sabe que procede de él?
«No ve a Dios; pero siente su soberanía, y cuando no debe hacerse otra cosa o decirse algo, percibe como una intuición, como una advertencia invisible que le impide hacerla. ¿No tenéis vosotros mismos presentimientos que son como advertencias secretas de que hagáis o dejéis de hacer tal o cual cosa? Lo mismo nos sucede a nosotros, pero en mayor grado; porque comprenderás que, siendo más sutil que la vuestra la esencia de los espíritus, pueden percibir mejor las advertencias divinas.»
– ¿El mandato le es directamente transmitido por Dios, o por mediación de los espíritus?
«No lo recibe directamente de Dios, pues es preciso ser digno de ello para comunicar con Él. Dios le transmite sus mandatos por espíritus más elevados en perfección e instrucción.»
245 ¿Está circunscrita la vista de los espíritus como la de los seres corporales?
«No; reside en ellos.»
246 ¿Los espíritus necesitan claridad para ver?
«Ven por sí mismos y no necesitan la claridad exterior. Las tinieblas no existen para ellos, fuera de aquellas en que por expiación pueden estar sumidos.»
247 ¿Tienen necesidad los espíritus de trasladarse de un lugar a otro, para ver lo que pasa en dos puntos distintos? ¿Pueden, por ejemplo, abarcar lo que ocurre en los dos hemisferios del globo?
«Como el espíritu se traslada con la rapidez del pensamiento, puede decirse que ve a la vez lo que sucede en todas partes. Su pensamiento puede irradiar y fijarse al mismo tiempo en muchos puntos diferentes; pero esta facultad depende de su pureza, de modo que, mientras menos puro es, más limitada tiene la vista, y solo los espíritus superiores pueden abarcar el conjunto.»
La facultad de ver es en los espíritus una propiedad inherente a su naturaleza y reside en todo su ser, como reside la luz en todas las partes de un cuerpo luminoso; es una especie de lucidez universal que a todo se extiende, que abarca a la vez el espacio, los tiempos y las cosas, y ante la cual desaparecen las tinieblas y obstáculos materiales. Se comprende que así debe suceder. Verificándose la visión en el hombre por el funcionamiento de un órgano al ser impresionado por la luz, faltando ésta aquel permanece en la obscuridad; pero siendo la facultad de ver un atributo de los espíritus con independencia de los agentes exteriores, la visión en ellos es independiente a la luz. (Véase Ubicuidad, núm. 92)
248 ¿El espíritu ve las cosas tan claras como nosotros?
«Más clara aún; porque su vista penetra lo que no la nuestra. Nada la empaña.»
249 ¿Percibe el espíritu los sonidos?
«Sí, y percibe otros que no pueden percibir vuestros sentidos obtusos.»
– ¿La facultad de oír reside en todo su ser como la de ver?
«Todas las percepciones son atributos del espíritu y forman parte de su ser. Cuando se encuentra revestido del cuerpo material, solo por conducto de los órganos las recibe; pero en estado de espíritu no las tiene localizadas.»
250 Siendo las percepciones atributos del espíritu, ¿le es posible substraerse de ellas?
«El espíritu ve y oye lo que únicamente quiere. Esto debe entenderse en general y sobre todo de los espíritus elevados; porque los imperfectos ven y oyen a menudo y a pesar suyo, lo que puede ser útil a su mejoramiento.»
251 ¿Son sensibles los espíritus a la música?
«¿Quieres hablar de vuestra música? ¿Qué significa vuestra música comparada con la celeste, con esa armonía de que nada de lo de la tierra puede daros una idea? La una es a la otra lo que el canto del salvaje a las suaves melodías. Los espíritus vulgares pueden, no obstante, experimentar cierto placer oyendo vuestra música, porque no les es dado aún comprender otra más sublime. La música tiene para los espíritus infinitos encantos en razón de estar sus cualidades sensitivas más desarrolladas; entiendo hablar de la música celeste, que es lo que la imaginación espiritual puede concebir de más bello y más suave.»
252 ¿Son sensibles los espíritus a las bellezas de la naturaleza?
«Las bellezas naturales de los globos son tan diferentes, que se está lejos de conocerlas. Sí, son sensibles a ellas según su aptitud para apreciarlas y comprenderlas. Para los espíritus elevados existen bellezas de conjunto, ante las cuales se desvanecen, por decir así, las bellezas de detalles.»
253 ¿Experimentan los espíritus nuestras necesidades y sufrimientos físicos?
«Los conocen, porque los han experimentado; pero no los sienten materialmente como vosotros, pues son espíritus.»
254 ¿Sienten los espíritus cansancio y necesitan de descanso?
«No pueden sentir cansancio tal como lo entendéis vosotros y, por lo tanto, no han de menester de vuestro descanso corporal, puesto que no tienen órganos cuyas fuerzas hayan de ser recuperadas; pero el espíritu descansa en cuanto no está en constante actividad. No procede de un modo material; su acción es completamente intelectual y totalmente moral su reposo, es decir, que en ciertos momentos su pensamiento cesa de ser tan activo y no se fija en un objeto determinado, lo cual constituye un verdadero reposo, aunque incomparable con el del cuerpo. La especie de cansancio, que pueden sentir los espíritus está en proporción de su inferioridad; porque mientras más elevados son, menos necesarios les es el descanso.»
255 Cuando un espíritu dice que sufre, ¿qué clase de sufrimiento experimenta?
«Angustias morales que le atormentan más dolorosamente que los sufrimientos físicos.»
256 ¿De dónde proviene, pues, que algunos espíritus se hayan quejado de frío o de calor?
«Recuerdo de lo que habían sufrido durante la vida, tan penoso a veces como la realidad. A menudo es una comparación por medio de la cual, a falta de otra más exacta, expresan su situación. Cuando se acuerdan de su cuerpo, experimentan cierta impresión, como cuando nos quitamos la capa y creemos que la tenemos aún.»
Allan Kardec
Traducido por José María Fernández Colavida
Extraído del “Libro de los Espíritus”.

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               Consideraciones sobre el Más Allá
            LAS E.C.M. Y LA MUERTE 

El tema de la muerte o la frontera entre la vida física, que es la que conocemos, y la otra vida, suscita permanentes debates e incertidumbres que obligan al hombre común a buscar respuestas que le ofrezcan, a ser posible, una claridad, una certeza sobre el porvenir. La muerte y el Más Allá no son un tema a resolver exclusivamente desde un punto de vista filosófico o religioso, ni tan siquiera científico, puesto que atañe a la esencia misma del ser humano y al grado de madurez espiritual que haya sido capaz de alcanzar, de una sensibilidad que le permita captar el significado trascendente de la vida. Nace de dentro hacia afuera, muchas veces basta con que encuentre los estímulos externos que le hagan despertar en su interior. 

Anteriormente  hemos repasado algunas creencias establecidas en nuestra cultura religiosa: el cielo, el infierno, el purgatorio…, incluso la “nada” como la opción más materialista. Sin embargo, en esta ocasión nos vamos a detener en el terreno de las experiencias personales, aquellas que guardan relación con los acontecimientos que les ocurren a ciertas personas que se encuentran en el umbral de la muerte, e incluso llegan a estar clínicamente muertas. Nos referimos a las ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte. Este tema lo consideramos de extraordinaria relevancia por cuanto contribuye con sus innumerables testimonios a reforzar otros ámbitos de las manifestaciones de tipo espiritual que nos hablan en un mismo sentido, como pueden ser las manifestaciones mediúmnicas o la transcomunicación instrumental (TCI), por citar algunas. Se trata de las experiencias que les ocurren a muchas personas en el transcurso de una crisis orgánica, bien sea producto de un accidente o de una enfermedad. En un momento dado quedan clínicamente muertas, es decir, se detiene el corazón y la actividad cerebral se para. A partir de ese momento, mientras los equipos sanitarios tratan de recuperar al paciente, este comienza a vivir una experiencia que no olvidará jamás. 

 Se ve flotar y al mismo tiempo observa desde lo alto de la sala un cuerpo al cual muchas personas tratan de reanimar; enfermeras y médicos corren de un lugar para otro; ya no siente ninguna molestia física, y piensa que no merece la pena recuperar el cuerpo inerte. En su nuevo estado se encuentra con que posee un cuerpo espiritual idéntico al que acaba de dejar pero que no le perturba lo más mínimo. Posteriormente, observa un punto de luz que por momentos se va haciendo más grande hasta que lo llega a envolver ofreciéndole una sensación de paz y de amor indescriptible. Percibe a seres de luz que muchas veces no llega ver, pero que los siente con claridad; le acompañan en todo momento, incluso algunos de ellos los reconoce como familiares ya fallecidos. 

En ocasiones, algunos sujetos que viven estas experiencias se ven trasportados a lugares maravillosos, de un colorido y de una belleza imposible de comparar con nada de la Tierra. Observan con los ojos del alma, durante un tiempo imposible de medir, los acontecimientos de sus vidas, pero desde otra perspectiva diferente, es decir, en base a los sentimientos y reacciones que ha provocado en los demás. Finalmente, llegan a una especie de frontera en que se les advierte que no la pueden traspasar, pues esto ocasionaría la ruptura total con la vida física. Se les comunica que su misión no ha finalizado todavía; una misión que consiste básicamente en aprender a amar incondicionalmente y a adquirir sabiduría. 

Posteriormente vuelven al cuerpo físico y retoman los dolores y sufrimientos propios del estado en el que se encontraban, recuperan la consciencia y observan al equipo médico, pero esta vez ya desde “dentro de su cuerpo”. Esta es, a grosso modo, el modelo de experiencia común a una mayoría de pacientes que se han visto envueltos en este tipo de crisis fisiológica graves, variando de unos a otros algunos matices y circunstancias. 

Los trabajos, entre otros, del Doctor Raymond Moody, la doctora Elisabeth Kübler Ross, del cardiólogo Pim van Lommel o Sam Parnia, de la Universidad Stony Brook en Nueva York (EE.UU.), son encomiables, puesto que fueron capaces de recabar y clasificar entre todos ellos miles de casos en todo el mundo, poniendo de relieve la importancia de las Experiencias Cercanas a la Muerte. Cabe destacar sobre todo a los dos primeros, el doctor
Moody y la doctora Kübler Ross, quienes fueron verdaderos pioneros, puesto que abrieron una vía nueva de observación de los fenómenos denominados “casi muertes”. 

Un estudio serio, objetivo y riguroso que, sin embargo, no les supuso un reconocimiento inmediato de su trabajo, sino todo lo contrario, un rechazo, como suele ocurrir cuando surgen ideas nuevas que amenazan las que están ya establecidas desde tiempo casi inmemorial. Estamos hablando de una época, finales de los 60, e incluso bastantes años después, donde la muerte continuaba siendo una cuestión tabú en el campo de la medicina; nadie le prestaba atención en los ámbitos académicos y científicos. En la medicina de aquella época se observaba la muerte como un fracaso de la ciencia, y que una vez se había consumado en el paciente ya no se le prestaba ninguna atención. Las experiencias cercanas a la muerte se observaban con mucho escepticismo o incluso eran catalogadas como “anomalías” extrañas e irrelevantes. 

Tuvieron que ser estos investigadores audaces ya mencionados, así como otros posteriores, los que abrieran el tarro de las esencias del verdadero sentido de un fenómeno muy común pero escondido a la luz pública. ¿Por qué es tan importante el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte? Sin ninguna duda, por muchos motivos: 
– Porque no discrimina edad, creencias u origen cultural. Cualquier persona de cualquier país del mundo es susceptible de vivir este tipo de experiencias.
 – Porque los testimonios son abrumadoramente coincidentes. Pueden variar en matices o detalles más o menos extensos, pero la base fundamental es común a todos ellos.
 – Porque también atañen a los niños, seres que todavía no han tenido tiempo de ser manipulados o fuertemente influenciados por creencias o informaciones recibidas. 
– Porque marcan extraordinarias similitudes y coincidencias con lo vivido por ciertos místicos de todas las épocas y de diferentes religiones, al narrar sus experiencias de verse desprendidos de su cuerpo físico, en un estado de alteración de la conciencia. 
– Porque también ha alcanzado a los propios médicos y a personajes ilustres del campo de la medicina o de la ciencia, personas tan poco dudosas  como es, por ejemplo, el doctor Eben Alexander, neurocirujano de Harvard, quien vivió una experiencia muy intensa y extraordinaria, recogida en su obra best seller “La Prueba del Cielo”
– Porque coincide con los mensajes recibidos a través de numerosos médiums, y que fueron codificados y ampliamente explicados por Allan Kardec, el padre del espiritualismo moderno, bien llamado Espiritismo. Es digno de mención el paralelismo existente entre el método de trabajo riguroso e imparcial de los doctores Moody, Kübler Ross, Van Lommel o Sam Parnia de la época actual, con las investigaciones de Allan Kardec a mediados del siglo XIX. 

El denominador común a todos ellos fue y es la recopilación de testimonios de personas que se “fueron” y vivieron una intensa experiencia, para después “volver” al cuerpo físico. En el caso espírita, son aquellos que se fueron pero ya no volvieron con su propio cuerpo físico, pero que ayudados por intermediarios sensibles (médiums) fueron capaces de transmitir su experiencia a nuestro plano material. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? Sería mucho decir. Más bien se trata de unas evidencias que cada día, en base a los progresos de la humanidad, se hacen más patentes. El grado de aceptación e interés por estudiar estos temas trascendentes que tienen que ver con el Más Allá y lo que ocurre después de la muerte ya no son extraños para una mayoría, incluso en el campo científico y en base a los nuevos descubrimientos que la física cuántica está constatando: 

Universos paralelos, partículas que varían su comportamiento sólo cuando son observadas, etc., nos abren un abanico de posibilidades que converge con aquello que nos transmite la doctrina espirita recopilada por el propio Allan Kardec. 

Por lo tanto, podemos afirmar que la muerte no existe. Las ECM siguen siendo a día de hoy un poderoso pilar donde se puede apoyar el ser humano para confirmar aquello que a nivel teórico ya sospechaba, dándole un sentido definitivo a su vida, priorizando el trabajo que atañe a su realidad espiritual y que es, sencillamente, el aprendizaje del amor incondicional y el conocimiento práctico. Un camino seguro hacia la plenitud. 

José M. Meseguer © Amor, Paz y Caridad,

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LA ESPIRITUALIDAD EN EL MOMENTO DE LA CRISIS
                                                              
                                                             Jane Maiolo






"Entonces dijeron los fariseos entre ellos: ¡vean que nada es rentable! He aquí, el mundo va tras él . ¹

Las notas en el capítulo 12 del versículo 19 del Evangelio de Juan nos traen el diálogo de los fariseos sobre la trampa infructuosa de arrestar a Jesús, quien días antes había criado a Lázaro, el amigo de Betania. Tratar con la verdad y vencer no es una tarea fácil para el hombre contemporáneo, arraigado en el materialismo y la inmediatez de la vida terrenal.
Vivimos en tiempos de crisis disfrazados de conflicto existencial, subversión de valores éticos, deficiencias morales. Ante esto, la incapacidad humana para hacer frente a los desafíos de las experiencias cotidianas es sorprendente. Estamos escandalizados por el comportamiento de los demás, estamos sorprendidos por la libertad de los demás, no estamos de acuerdo con los propósitos de muchos, y a menudo nos engañamos con lo que nos concierne a nosotros mismos.
De hecho, todo crecimiento es doloroso según la explicación de Allan Kardec en The Genesis: “(...) La humanidad se transforma, como lo ha sido en otros tiempos, y cada transformación está marcada por una crisis que es, para el género. que son, para los individuos, crisis de crecimiento ". 2
            El hombre atormentado, producto del siglo XXI, no se deja callar para disfrutar de la belleza de la vida. Sin embargo, hay victorias diarias silenciosas y logros inmensos en el mundo íntimo de quien gradualmente despierta a su realidad espiritual inmortal que él es. Tanto es así que el mundo espiritual no ha faltado en sus esfuerzos por arrojar luz sobre nuestros días. El comportamiento de crisis que ahora se manifiesta en abundancia marca un período de grandes y profundas decisiones.
La inteligencia emocional tiene que desarrollarse mucho, pero tendremos que lidiar con situaciones de crecimiento.
La advertencia de Cristo persiste activa y altiva, instando a los hombres de buena voluntad a la lucha, que es y siempre será individual e intransferible, en cualquier plano de la vida. El Evangelio de Cristo es el único guión infalible para nuestra redención. Podemos seguir otros itinerarios más animados, festivos, largos o sinuosos, pero es la ley de Dios que hasta que incorporemos la vida evangélica cristiana en nuestro comportamiento no habrá equilibrio ni lucidez para el espíritu inmortal.
El pensamiento del hombre debe estar inundado de espiritualidad. Los avances científicos y tecnológicos no pueden eliminar la idea del hombre de Dios, de la inmortalidad, de la esperanza y de la fe racional. Toda ciencia que promueve este alejamiento de lo divino es inhumana en sí misma. La espiritualidad es el canal invisible que permite al hombre continuar su camino de ascensión.
Reflexión oportuna de John para el día de hoy: “¡Mira que nada es rentable! He aquí, el mundo va tras él ", continuemos, incluso en crisis, buscando a Jesús el Cristo para nuestra verdadera transformación.
Referencias bibliográficas:
1-Juan 12:19

2- KARDEC, Allan / The Genesis - CAP.XVIII- Los tiempos están llegando


Jane Maiolo  - Es profesora de primaria, graduada en Letras y posgraduada en Psicopedagogía. Graduado en Psicoanálisis por el Instituto Brasileño de Psicoanálisis Contemporáneo, colaborador de la Sociedad Espírita Allan Kardec de Jales. Investigador del Evangelio. Colaborador de la Agenda Espírita de Brasil- Revista de descuento O / Macaé / RJ - Periódico de la región de Folha da Araçatuba / SP - Blog Bruno Tavares –Recife / PE - contribuidor del sitio www.kardecriopreto.com.br- Revista Verdad y Luz de Portugal, Revista Spiritist Tribuna de João Pessoa, presentador del programa de semillas del Evangelio de la red de amigos espiritistas. 






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                                                      LA TRISTEZA
                                             

  La tristeza es una emoción natural cuando experimentamos alguna pérdida. Es muy común que sintamos tristeza cuando perdemos a un ser querido, cuando sufrimos una desilusión afectiva, cuando nos sentimos fracasados en relación a las circunstancias de la vida.

   La tristeza afecta sensiblemente las estructuras psíquicas de las personas: cubre el alma de herrumbre y diezma su potencialidad. No confundamos tristeza con introspección, que es el momento que utilizamos para introducirnos en nuestro mundo interior o para reconstruir nuestro equilibrio.

   La energía destructiva acumulada por la tristeza profunda generalmente se descarga mediante las lágrimas como si se tratara de un proceso de asimilación de la tristeza y un cierto alivio de la tensión interna en busca de recuperar la integridad del organismo.

   Puede observarse, por ejemplo, que los sucesos que alimentan tensiones o provocan tristeza profunda están relacionados con los afectos. En la escala Holmes-Rahe (impacto del cambio de vida) se verificó que la muerte de un cónyuge llega al valor máximo de 100 puntos; el divorcio a 73 puntos; la muerte de un pariente cercano a 63 puntos y así sucesivamente.

   En Australia un estudio demostró que ocho semanas después de la muerte del cónyuge, los viudos y las viudas tienen las reacciones de inmunidad disminuidas y quedan vulnerables a las infecciones y al cáncer.

   En las horas difíciles para el ser humano adquiere importancia el apoyo social (amigos y familiares), que contribuye a una recuperación más rápida y al mismo tiempo evita enfermedades ocasionales que suelen declararse en esos momentos. En numerosos casos quedó demostrado el valor de los grupos de apoyo. Incluso en los animales se verificaron los efectos favorables por el amparo del grupo.

  Un mono, por ejemplo, se agita más cuando enfrenta solo a una serpiente que al hacerlo con el grupo. Un hombre que perdió el empleo tres veces, se mantenía equilibrado, pese a todo. Cuando se le preguntó cómo lograba su equilibrio, respondió: "Tengo una esposa maravillosa y voy a la iglesia todos los domingos". Compartir significa repartir con familiares y amigos nuestras angustias. El fardo pesa menos y la recuperación es más rápida.

- Jasón de Camargo- (Educación de los Sentimientos)

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                                                   LA EUTANASIA


En principio esta práctica así como el simple deseo de llevarla a cabo,  siempre resulta ser una falta de resignación ante las pruebas de la Vida y producto del desconocimiento sobre la realidad existencial después de la muerte.
Cuando es un acto voluntario y solicitado por parte del eutanasiado, este acto no deja de ser una variante del suicidio y por lo tanto una responsabilidad similar ante las Leyes de la Vida, por la falta de conocimiento espiritual que lleva a  ignorar que realmente con la muerte no termina la Vida; que existe Vida después de esta vida, y que su acto le implica unas graves consecuencias semejantes a las del suicida, las cuales habrá de afrontar una vez desencarnado y ya en el mundo de los espíritus, y también cuando regrese de nuevo al  plano material en otro cuerpo físico.
La eutanasia puede ser activa o pasiva, según que la muerte se provoque mediante un acto voluntario, o que  simplemente se deje morir al que se le aplica, retirando cualquier terapia que pudiera  prolongar la vida por algún tiempo más.
Cualquier opinión que en conciencia sea bien intencionada es humanamente  respetable, pero en este caso se muestra una vez mas al Ser humano orgulloso y egoísta, en el papel de justiciero, señor y amo de la vida y de la muerte.   Por este motivo quien la aplica  llega a creer a veces  que hace un acto de caridad cuando mata o deja morir ( a veces es lo mismo),  a un Ser humano con una dolencia o enfermedad incurable, porque  este,  desesperado ante la dura prueba,  desea morir creyendo que así se liberará de la situación angustiosa por la que atraviesa, sin pararse a pensar que además de tener un cuerpo físico con una vida que le ha sido dada; que es su vida pero solamente constituye un préstamo del que deberá responder cuando esta termine.
  Fundamentalmente somos un alma inmortal y no es casual si  precisamente atravesamos nosotros por una difícil situación humana, que  siempre es transitoria y  si la tenemos que afrontar es porque nos corresponde y es para nuestro bien,  porque la necesitamos como experiencia auto-redentora necesaria para  nuestra  evolución espiritual.Nada acontece gratuitamente ni porque sí; tengamos en cuenta que antes de esta vida ya hemos vivido antes muchas veces.
El Ser humano consciente de su realidad existencial, debe desterrar absolutamente de su mente y de su intención, cualquier clase de eutanasia, y en su lugar, tener el coraje de luchar con todos los medios posibles para aliviar el dolor y el sufrimiento, manteniendo la mejor calidad de vida posible, mientras esta dure naturalmente.
      En la eutanasia que llaman pasiva, el ser humano que la aplica o la autoriza, vuelve a considerarse dios dueño de la vida y de la muerte, adoptando el papel de verdugo ejecutor, a veces convencido de que  su decisión es la correcta, pero  sin comprender que  la vida de cada persona no es nuestra, ni tan siquiera de ella; no la hemos creado nosotros sino que nos ha sido dada para  la existencia humana y solo Dios es el único  autor  y dueño de la  Vida y  de la muerte, por tanto esta debe acontecer naturalmente, solamente cuando El lo  disponga.
         
 El que un ser humano  pueda estar privado de consciencia y con  nula esperanza médica de recuperación no significa que haya que adelantarle la muerte o que  no se le deban proporcionar los medios para permanecer vivo el tiempo que Dios determine, pues cuando realmente le llegue la hora de partir de este mundo, a pesar de todos esos medios, por mucha sonda, máquina de respiración asistida, o  de diálisis  que tenga,  seguro que  algún fallo orgánico le acontecerá, de modo que su vida se terminará aun con esas prevenciones médicas que se hayan  puesto para conservarla. El que a una persona en estado “vegetativo”, se le apliquen medios de vida, no significa por ello que  esta se le alargue artificialmente, pues si estos medios existen y se le pueden aplicar es por que ,aunque es humana, la Ciencia en estos casos se manifiesta como un medio Divino  o un instrumento que Dios pone a nuestro alcance precisamente para ese propósito.  Al respecto han habido casos en los que se  ha desconectado del respirador artificial a un enfermo que se encontraba en estado de coma profundo, esperando que por eso muriese inmediatamente, y sin embargo  ha continuado vivo, respirando por sí mismo, o casos de personas que han permanecido en ese estado vegetativo durante años, y después, cualquier día inesperado, han despertado y han recuperado la consciencia; esto demuestra que no se debe aplicar ningún tipo de eutanasia, por muy irreversible que parezca el caso.
No obstante, cuando el enfermo o moribundo no puede en modo alguno manifestar su voluntad, la aplicación de la eutanasia pasiva queda totalmente en la conciencia de quien la autoriza o la comete, pero en este caso nunca existe ninguna responsabilidad moral en el enfermo o moribundo, a no ser que previamente a su estado de coma, lo haya manifestado como su último deseo y aun en este caso no se le debiera secundar del mismo modo que no se le ayuda al suicida a cometer su acto de exterminio, sino que por todos los medios siempre se trata de disuadirlo e impedírselo; entonces ¿ por qué esa diferencia ética  entre quien  estando sano se quiere causar la muerte y quien estando enfermo pide que se la causen?.
Hay que tener en cuenta que el sufrimiento y el dolor tienen un por qué y un para qué, y que nadie sufre nada que no le corresponda o que no deba sufrir, aunque humanamente sea duro de aceptar o difícil de comprender. El ser humano no es como una res herida que por piedad puede ser  abatida en el campo para evitarle el dolor.
Esta idea es fruto de los conceptos materialistas que promulgan que todo termina con la muerte, ignorando que tras la destrucción del cuerpo, el Ser continúa existiendo y viviendo como espíritu  desencarnado, y que al evitarle la experiencia del sufrimiento por una enfermedad terminal, no se le ha hecho ningún favor, pues tendrá que volver a enfrentarse a ella en una  próxima existencia humana. Sin embargo sí es totalmente ético el tratar de evitarle el dolor físico y aliviarle física y moralmente tanto como se pueda, pero sin tratar de abreviarle la vida.

Menos  justificativo  es  aún  el  caso de  aplicación  de  una eutanasia pasiva a una persona por el hecho de que está en estado vegetativo y la ciencia médica afirme que es irrecuperable. En este caso no se está liberando de dolor o del sufrimiento a un ser humano, pues se sabe que vive y no padece, al menos fisicamente; pero sin embargo al considerarlo como una simple maquinaria averiada e irrecuperable, se permite su extinción fría y lentamente, aunque sea con una eutanasia pasiva que lo extermine  por inanición o por asfixia..
Es de señalar que  existen Espíritus de sacrificio que al encarnar pidieron vivir voluntariamente una situación dolorosa para ayudar a los demás mediante su ejemplo de fe y de abnegación, y mediante el hecho de que  se vean obligados a cuidarlo y a   servirle con amor bajo su tutela a una persona en esas condiciones extremas, enferma o desahuciada.
En el caso de la eutanasia activa, esta siempre es un crimen para quienes la aplican y un suicidio para quien la solicita.  Se debe tener en cuenta que aun  cuando en un momento de lucidez el  disminuido o enfermo lo haya pedido voluntariamente, nunca se podrá saber si en el último instante antes de fallecer, no se arrepiente de haber hecho esta petición.
         El que en plena y normal conciencia solicita y acepta la muerte provocada por otra persona, pretendiendo evitar el dolor físico  o el sufrimiento moral, adquiere el mismo papel y la misma responsabilidad que el suicida  y por esto la Ley de Consecuencias  se pone en acción de modo semejante a como sucede con los demás suicidios después de su muerte.
         Quienes la aplican o quienes colaboran en su ejecución, adoptan el papel del  verdugo, con la creencia, tal vez atenuante, de que  es un acto de piedad lo que hacen, por el hecho de que el moribundo se lo pide o porque creen que así lo liberan de su sufrimiento. Para estos, la Justicia Divina mediante  la Ley de Consecuencias también pasará factura en su justa medida antes o después.
Quien participa en este acto, cualquiera que sea su papel, se equivoca gravemente al creer  que somos dueños absolutos de nuestro cuerpo y de nuestra vida física, y que no tenemos ninguna responsabilidad  ante nadie por cometer este acto .
Las religiones humanas con sus conceptos de un dios lejano y despreocupado por las miserias humanas o injusto, ha llevado a la descreencia a tantas personas sobre la existencia de Dios y del concepto de Justicia Divina, como del desconocimiento  de que  la Vida  continúa después de la muerte, así como el que la  vida humana  no es propiedad de cada uno, sino que es un regalo que se nos dió y una oportunidad maravillosa  que hay que aprovechar hasta el último segundo que se nos conceda.
       Cabría preguntarse  qué se gana adoptando esta decisión; ¿ no sufrir durante unos días?, ¿meses?, ¿años?. Si sabemos que vamos a continuar viviendo, pensando y sufriendo en el  “Mas Allá”, sin medida de tiempo, y que finalmente tendrá que volver otra vez a una vida humana  en la que va a tener que sufrir lo que ahora se quiere esquivar, entonces, ¿ que se ha adelantado con esta forma de suicidio? ; tal vez como mucho, un pequeño paréntesis o tregua que no compensa en absoluto, porque sabemos que las consecuencias serán peores.
Evidentemente si el dolor es el efecto de una causa que tenemos en el alma, y esta se depura de su energía mórbida a través del cuerpo físico que actúa como un drenaje que purifica la infección del alma, al interrumpir la existencia del cuerpo, interrumpimos también este proceso de drenaje doloroso pero necesario y curativo para el alma, con lo que conlleva de perturbación en el desarrollo evolutivo del Ser.
Los que defienden la idea de la eutanasia  como un derecho humano a poder tener una muerte digna, no se dan cuenta lo poco digno que es forzar una huida precipitada de este mundo cuando creen que ya no les interesa vivir más. La auténtica muerte digna está precisamente en el ejemplo de coraje de esas almas que aun soportando una  penosa vida de dolor , dan la talla humana al mantener así su vida hasta el final, dando un admirable ejemplo de voluntad por luchar y estar presentes en el mundo  hasta su último aliento
Todas las personas tenemos la obligación moral de auxiliar y aliviar a quien sufre, pero respetando y cuidando la vida por encima de todo, incluso de los equivocados deseos de suicidio o eutanasia que un hermano nuestro de esta  humanidad pueda tener. 
Al enfermo terminal o desahuciado se le puede ayudar acompañándole en su última etapa para que en ningún momento se sienta solo o abandonado, comprendiéndole y escuchándole, así como preparándole anímicamente para afrontar con tranquilidad y esperanza su paso por la muerte  cuando esta llegue  de forma natural.
Por estos y tantos otros razonamientos que se podrían hacer sobre este tema, se comprende la necesidad que existe de divulgar el conocimiento espiritual con una fe razonada, que evite tantos cuadros de dolor  como  crean estos  errores humanos.

- Jose Luis Martín-

“Aguarda un poco más, cuando todo te empuja a la desesperación”
Divaldo Pereira Franco -

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