miércoles, 11 de abril de 2018

El por qué del Ser y del destino


Programa de hoy:

- Mecanismo para la Cura espiritual (1)
- El por qué del Ser y del destino
-La miseria humana
-¿El Ser Espiritual, planifica todos los detalles de su vida humana?


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Mecanismos para la Cura Espiritual (1)

 
La mediumnidad de cura ofrece al médium las posibilidades de curar a un ser enfermo, buscando fluidos en fuentes energéticas de la naturaleza.

¿Pero será que las enfermedades  kármicas también pueden ser curadas espiritualmente?
 
La mediumnidad de cura es la capacidad poseída por ciertos médiums de curar molestias por sí mismos, provocando reacciones reparadoras de tejidos y órganos del cuerpo humano, inclusive a las oriundas de influencias espiritual.

Así como existen médiums que emiten fluidos propios para la producción de efectos físicos concretos (ectoplasmia) , tenemos igualmente a los médiums que emiten fluidos que operan todas las reparaciones arribas referidas.


En la esencia, el fluido es siempre el mismo, una sustancia cósmica fundamental. Pero sus propiedades y efectos varían inmensamente, conforme la naturaleza de la fuente generadora inmediata, de la vibración específica y, en muchos casos (como este de cura, por ejemplo), del sentimiento que procede el acto de la emisión.

La diferencia entre los dos fenómenos es que en el primer caso (ectoplasmia) , el fluido es pesado, denso, propio para la elaboración de formas o producción de efectos objetivos por condensación, al paso que en el segundo (curas), el es sutilizado, radiante, propio para alterar condiciones vibratorias ya existentes.


Médium curador

Más allá del magnetismo propio, el médium curador goza de la aptitud de captar esos fluidos leves y benignos en las fuentes energéticas de la naturaleza, irradiándolos enseguida sobre el enfermo, revigorizando órganos, normalizando funciones, destruyendo placas y formas ovoides fluídicas producidos tanto por la auto-obsesión como por influencias directas.
El médium se coloca en contacto con esas fuentes al orar y al concentrarse, animado por el deseo de hacer una caridad evangélica. Como la ley de amor es la que preside todos los actos de la vida espiritual superior, él se coloca en condiciones de vibrar en consonancia con todas las actividades universales de la creación, encadenando fuerzas de alto poder constructivo que vierten sobre él y se transfieren al enfermo. A su vez, éste se colocó en la misma sintonía vibratoria por medio de la fe o de la esperanza.

Los fluidos radiantes interpenetran el cuerpo físico, alcanzan el campo de la vida celular, bombardean los átomos, les elevan la vibración interior e inyectan en las células una vitalidad más intensa. En consecuencia, acelera los cambios (asimilación, eliminación), resultando en una alteración benéfica que repara lesiones o equilibra funciones en el cuerpo físico.
En las operaciones quirúrgicas hechas directamente en el cuerpo físico, los espíritus operadores incorporan en el propio médium que dispone de esta facultad. Este, como autómata, opera al paciente con los mismos instrumentos de la cirugía terrena, sin embargo sin anestesia y dispensando cualquier precaución de asepsia. En ciertos casos, aunque son raros, el espíritu incorporado logra el mismo resultado quirúrgico utilizando objetos de uso doméstico (navajas, tijeras, garfios o estiletes comunes) como instrumentos operarios, igualmente sin ningún cuidado anti-séptico.
El cirujano invisible incorporado en el médium corta la carne del paciente, extirpa excrecencias mórbidas,
drena tumores, desata atrofias, facilita la circulación obstruida, reduce bloqueos o elimina órganos
irrecuperables. Semejantes intervenciones, más allá de su absoluto éxito, son realizadas en un espacio de tiempo exiguo, muy por encima de la capacidad del más abalado cirujano del mundo físico.

En tales casos, los médicos desencarnados hacen sus diagnósticos rápidamente, con absoluta exactitud y sin necesidad de placas radiográficas, electrocardiogramas , hemogramas, encefalogramas o cualquier otra investigación de laboratorio.

En esas operaciones mediúmnicas procesadas directamente en la carne, los pacientes operados tanto pueden presentar cicatrices o estigmas operatorios como quedar libres de cualquier señal quirúrgica. Después de la operación, ellos se levantan joviales y sin ninguna dificultad o dolor, manifestándose sorprendidos  por su alivio inesperado y la eliminación súbita de sus males.
Cuando opera incorporado en el médium, el espíritu siempre es auxiliado por compañeros experimentados en la misma tarea, que cooperan y ayudan en el control de la intervención quirúrgica, en el diagnostico seguro y rápido y en el examen anticipado de las anomalías de los enfermos a ser operados. Entidades experimentadas en la ciencia química trascendental preparan los fluidos anestesiantes y cicatrizantes, transfiriéndolos después del mundo oculto para el escenario físico  a través de la materializació n en la forma líquida o gaseosa, conforme sea necesario.


Cirugias a distancia

Aunque el éxito de las operaciones mediúmnicas dependa especialmente del ectoplasma ofrecido por un médium de efecto físico y controlado por los espíritus de médicos desencarnados, hay circunstancias en que, debido al tenor sano de los propios fluidos del enfermo, las operaciones producen resultados milagrosos en el cuerpo físico, a pesar de ser procesadas solamente en el periespíritu.
El proceso de “refluidificació n”, con el aprovechamiento de los fluidos del propio enfermo, recuerda algo del recurso de cura adoptado en la hemoterapia practicada por la medicina terrena, en la cual el médico incentiva la energía de la persona debilitada extrayéndole sangre y, enseguida, inyectándola nuevamente en ella, en un proceso que acelera la dinámica del sistema circulatorio.
No obstante, incluso que se traten de operaciones mediúmnicas hechas directamente en la carne del paciente o mediante fluidos irradiados a distancia por las personas de magnetismo terapéutico, el éxito operatorio exige siempre la interferencia de espíritus desencarnados, técnicos y operadores, que someten los fluidos irradiados por los “vivos” a un avanzado proceso de química trascendental en los laboratorios del lado espiritual.

¿Y cuáles son las diferencias entre cirugías realizadas con la presencia del paciente y las realizadas a distancia? En el primer caso, los técnicos desencarnados utilizan el ectoplasma del médium de efectos físicos y también los fluidos nerviosos emitidos por las personas presentes. Esta aglutinación polarizada sobre el enfermo presente posibilita resultados más eficientes e inmediatos.

En el segundo caso, los espíritus operadores procuran reunir y proyectar sobre el enfermo los fluidos magnéticos obtenidos por las personas que se encuentran reunidas a distancia, en el centro espírita.

Sin embargo, como se trata de fluidos más débiles de los ofrecidos por el médium de fenómenos físicos, ellos son sometidos a un tratamiento químico especial por los operadores invisibles, a fin de obtener resultados positivos. Incluso así, los fluidos transmitidos a distancia sirven apenas para las intervenciones de poco tamaño, pues, siendo fluidos heterogéneos, exigen la “purificación” a la cual nos referimos.

Existen algunos factores que impiden las cirugías a distancia de ser tan eficaces y seguras como las intervenciones directas. Para mucho de esos voluntarios donadores de fluidos, faltan la voluntad disciplinada y la vibración emotiva fervorosa, que potencian las energías espirituales. Además, en los días destinados a esos trabajos espirituales, los médiums deberían someterse a una alimentación sobria, ya que, después de una comida a veces indigesta, el individuo no tiene disposición pata tomar parte en una tarea que exige concentración mental segura.


Dificultades para los espíritus curadores

Durante el tratamiento fluídico operado a distancia, la cura depende mucho de las condiciones psíquicas en que los enfermos fueran encontrados durante la recepción de los fluidos. Los espíritus terapeutas enfrentan serias dificultades en el servicio de socorro a los pacientes cuyos nombres están inscritos en las listas de los centros espíritas, pues además de las dificultades técnicas resultantes de cierto desequilibrio mental del ambiente donde ellos actúan, otros obstáculos los aguardan, en virtud del estado psíquico de los propios enfermos.

A veces, el enfermo tiene la mente saturada de fluidos sombríos, en base a las conversaciones maledicientes, intrigas, calumnias y malicias. En otros casos, allí está él con una excitación nerviosa por causa de alguna violenta discusión política o deportiva, así como es encontrado envuelto en humo intoxicado del tabaco o de la bebida de un alcohólico.

Otras veces, los fluidos irradiados de las sesiones espíritas penetran en los hogares enfermos, pero encontrando el ambiente cargado de fluidos agresivos, provenientes de discusiones ocurridas entre sus familiares. Es evidente que los desencarnados tienen poco éxito en su tarea abnegada de socorrer a los enfermos cuando estos vibran llenos de odio, venganza, lujuria, codicia o cualquier otro sentimiento negativo.


Cirugía durante el sueño

Las operaciones quirúrgicas realizadas en el periespíritu durante el sueño sólo alcanzan la causa mórbida en el tejido etérico de este, sin embargo, después de algún tiempo, comienzan a desaparecer sus efectos mórbidos en la carne, por el mismo fenómeno de repercusión vibratoria. En este caso, como los enfermos operados ignoran lo que les ocurre durante el sueño o incluso en el momento de vigilia y reposo, oponen dudas en cuanto a esa posibilidad.

Una vez que esos enfermos, habiendo sido operados en el periespíritu, no comprueban de inmediato cualquier alteración benéfica en su cuerpo físico, general mente suponen que han sido víctimas de un fraude o un completo fracaso en cuanto a la intervención. Ocurre que la transferencia reflejada de las reacciones producidas por esas operaciones se procesa muy lentamente, llevando semanas y hasta meses para manifestar sus efectos benéficos en el organismo. Además de eso, hay casos en que el enfermo recibe asistencia de sus guías espirituales debido a la circunstancia de emergencia, que no altera el determinismo de su rescate.

Toda cura se da por la acción fluídica, ya que el espíritu obra a través de los fluidos. Tanto el periespíritu como el cuerpo físico son de naturaleza fluídica, aunque en diferentes estados, habiendo relación entre ellos. El agente de la cura puede ser encarnado o desencarnado y en ella pueden ser utilizados o no procesos como el pases, agua fluidificada y otros, además de la intervención en el periespíritu o en el cuerpo.

En la cura por efectos físicos, la alteración orgánica en el cuerpo físico es inmediatamente visible o plausible de constatación por los sentidos o la preparación material.
En la acción fluídica sobre el periespíritu, la cura será evaluada después, por los efectos posteriores en el cuerpo físico. Obrando a través de los centros anímicos, órganos de unión con el periespíritu, se alcanza este, que también se beneficia al purificarse por la aceleración vibratoria, volviéndose, así, incompatible con las de más bajo patrón.

Es de esta forma que se operan las curas de perturbaciones espirituales, en la parte que se refiere al perturbado propiamente dicho. Sabemos  que la mayor parte de las molestias de fondo grave y permanente no pueden ser curadas porque representan rescates Kármicos en desarrollo, salvo cuando hay permiso de lo Alto para curarlas. Entre tanto, hay beneficio para el enfermo en todos los casos, porque si conseguirá, minimamente, una atenuación del sufrimiento.

---//--- Continúa en la siguiente publicación


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 EL POR QUÉ DEL SER Y DEL DESTINO

Cuando contemplamos el espectáculo del Universo con los ojos de la ciencia, la naturaleza entera se nos aparece bajo el carácter de un dinamismo inmenso, en cuyo seno se asocian o se transforman las fuerzas de la física y de la química. Una gran unidad envuelve el Universo. El movimiento universal arrastra a los átomos como a los mundos. La vida es un intercambio incesante de materia. Todos los seres están constituidos de las mismas moléculas, que pasan sucesivamente de uno a otro, de manera que lo que somos físicamente se nos presta de forma temporal. Nuestro cuerpo se renueva constantemente y la mayoría de nuestros tejidos y células desaparecen en poco tiempo. Los átomos que forman nuestra materia no están muchos años con nosotros, incluso las células que más viven, las neuronas del córtex, renuevan continuamente sus átomos. En este incesante cambio de materia nada nos pertenece en propiedad. Sólo nuestro ser pensante es realmente nuestro. Más allá de eso la materia que forma nuestros nervios, huesos, músculos y órganos viene y va, pasa de un ser a otro. 

     ¿Cuál es pues la naturaleza de nuestro ser pensante? ¿Sobrevive a la muerte? ¿O será el resultado de las funciones cerebrales? Según los materialistas, toda nuestra conciencia e inteligencia es el resultado de la materia. Pero los átomos no pueden representar la razón, el genio, el amor, las altas cualidades morales. La materia  no puede engendrar cualidades que no tiene. Unos átomos y una materia, dice la ciencia, que se transforman continuamente dentro de nosotros, de tal forma que no somos ni un 10% de lo que éramos hace 5 años, materialmente hablando. La realidad es que nuestra materia se transforma, mientras que nuestra conciencia y nuestro ser pensante permanecen. 

     ¿De qué modo la memoria, la personalidad, el yo, pueden persistir y mantenerse en medio de las continuas destrucciones y reconstrucciones orgánicas? Cuestión sin solución real para el materialismo. 

     Si el ser humano estuviese contenido por entero en el germen físico tendría los mismos defectos y cualidades de sus padres y en la misma proporción, cuando sucede justo lo contrario, pues vemos por todas partes niños que difieren de sus padres, que les adelantan o bien les son inferiores. La historia nos muestra impresionantes ejemplos en los hombres de genio. Hermanos gemelos de gran parecido físico presentan, intelectual y moralmente, caracteres muy diferentes entre sí y sus progenitores. ¿Cómo explicar las experiencias cercanas a la muerte? ¿Los recuerdos comprobados de vidas anteriores en los niños? ¿Las regresiones de memoria? 

     No es el organismo material lo que da la personalidad sino el ser interior, el ser psíquico. Nuestro cerebro no es más que un instrumento, un intermediario entre el espíritu y la materia. Mientras la materia se dispersa y se desvanece, y el átomo se subdivide, sólo el espíritu representa en el Universo el elemento indestructible, imperecedero e inmortal.

      La sobrevivencia del alma, escudriñada desde el punto de vista filosófico, tiene numerosos argumentos racionales a su favor y ninguno en contra, que sea verdaderamente legítimo. Invitamos al lector a profundizar en ellos a través de la lectura de las obras de Allan Kardec, comenzando por ¿Qué es el Espiritismo? 

     Pero han sido los hechos los que han venido a mostrar con rotundidad la existencia del alma, del espíritu inmortal. Unos hechos denostados, escarnecidos y atacados hasta la saciedad por materialistas y religiosos de todo tipo. Esa infamia, desde tantos interesados frentes, no ha podido ocultar completamente la verdad, quizá sí tender algunos velos que los vientos de nuevos hechos han ido e irán apartando. Y como no tenemos espacio en este artículo para adentrarnos en esos hechos, es muy oportuna otra recomendación bibliográfica, por su reciente lanzamiento desde la Fee. Se trata del libro Historia del Espiritismo, de Arthur Conan Doyle. Esta obra no tiene parangón en lo relativo al relato histórico, detenido y minucioso de los hechos más importantes del Espiritismo, que vienen fundamentalmente a demostrar la existencia de nuestro ser inmortal. 

      Este ser inmortal que en todos anida, ¿qué camino habrá seguido para remontarse hasta el punto actual de su carrera? Le ha sido necesario revestir innumerables formas, animar seres y organismos de los que se despojaba al final de cada existencia. Todos esos cuerpos han perecido, más el alma persiste, prosigue su marcha ascendente y se dirige hacia un fin grande y dichoso, un fin divino, que es la perfección. El alma necesita mucho más que una sola existencia para desarrollar su entendimiento, fortificar su conciencia, asimilar el genio y la sabiduría. Necesita un campo sin límites, dentro del tiempo y del espacio. 

      Nuestro ser pensante, nuestro espíritu, aprende y se desarrolla encarnación tras encarnación, ampliando cualidades, logrando conquistas con el propio mérito de todas ellas. Nuestros grandes errores no están exentos de dolores, aunque temporales, y en esas caídas voluntarias, dentro de nuestra libertad de elección, aparece siempre un aprendizaje, una nueva oportunidad y como consecuencia también un progreso moral e intelectual. Pero el camino puede ser más recto y con menos abrojos, siempre y cuando escuchemos más de cerca la voz de nuestra conciencia, que si atendemos nos puede indicar el camino de la responsabilidad, del deber y de todas y cada una de las leyes morales que rigen nuestros destinos hacia el fin mayor de la perfección espiritual. Somos todos herederos del infinito en una escala evolutiva ineludible. 

      Detrás de nuestros conflictos existenciales, de las dificultades de la vida, de la situación particular de cada uno, hay un cúmulo de circunstancias, de causas y porqués que desconocemos de forma particular, pero que objetivan pruebas, desafíos, reparaciones y/o expiaciones que van curtiendo nuestras almas, engrandeciéndolas, aportándonos la paz y el progreso que necesitamos hacia una felicidad real que nace del interior y que poco tiene que ver con las ilusiones de la materia, siempre tan fugaz y perecedera. 

      Las rutas del infinito se abren ante nosotros, sembradas de maravillas inagotables. Un día llegará en el que nuestra alma ya engrandecida dominará el tiempo y el espacio. Un siglo no será para nosotros más que un instante ante la eternidad y con una ráfaga del pensamiento traspondremos los abismos del Universo. Nuestro organismo sutil, afinado por miles de vidas, vibrará a todos los soplos, voces y llamamientos de la inmensidad, con una memoria que podrá buscar en las edades desvanecidas, que podrá revivir a voluntad todo lo que ella haya vivido. Podremos reunirnos con las almas amadas que han compartido nuestras penas y alegrías. 

      Nuestros destinos son idénticos. No hay privilegiados ni malditos. Todos recorremos el mismo camino, y, a través de mil obstáculos, lograremos los mismos fines. Aunque somos libres de aminorar o acelerar nuestra marcha, de hundirnos en la ociosidad vidas enteras, tarde o temprano, el sentimiento del deber se despierta, el dolor llega a sacudir nuestra apatía y forzosamente reanudamos nuestra carrera.

     La vida actual es, pues, la consecuencia directa, inevitable, de nuestras vidas pasadas, como nuestra vida futura será la resultante de nuestras acciones presentes. Con la ley de la reencarnación, la soberana justicia resplandece sobre los mundos. Todo ser, cuando alcanza el grado suficiente de conciencia, se convierte en el artesano de sus destinos. No tenemos otro juez ni otro verdugo que nuestra conciencia.

       Pero nuestra alma no está unida para siempre a esta tierra oscura. Después de haber adquirido las cualidades necesarias, la abandonaremos para ir a otros mundos más esclarecidos. Aprendiendo y mejorándonos hasta llegar al grado en el que no necesitemos más de la reencarnación, gozando en nuestra verdadera vida, que es la espiritual, al tiempo que contribuimos con nuestras obras a la ejecución del plan divino. 

      Tal es el misterio del ser y del destino. Si lo aprehendemos con la necesaria conciencia, estudio y trabajo, el conocimiento del objeto real de la existencia tiene consecuencias incalculables para nuestro progreso. Saber adónde vamos da firmeza a nuestros pasos, imprime a nuestros actos un impulso hacia el objeto real de la vida. Nos evita malgastar el tiempo en la búsqueda de la escasa y etérea felicidad del mundo. Mientras buscamos el mejoramiento, nuestra alma siente atisbos de la felicidad imperecedera y, en cada bien realizado, en cada virtud conquistada, una brisa de paz y satisfacción llena nuestro ser, dejándonos un sentimiento más imponente que el más placentero de los manjares o goces materiales. 

     Luchemos contras las adversidades que cada uno encontramos en la existencia, con determinación, ¡sin miedo!, con el arrojo y el valor que da la certeza del mañana. Y levantemos con ahínco la cruz que nos ha tocado; es mucho menos grande y menos pesada de lo que nuestras fuerzas pueden abarcar. Caminemos con ella sin pausa mientras alzamos la mirada, observando las estrellas, felices y sonrientes porque todo lo de aquí abajo tiene un porqué y lo que vemos allí arriba es nuestra herencia y nuestro destino. 

-Salvador Martín-Revista nº 11 de la FEE.
Bibliografía FLAMMARION, C. Dios en la Naturaleza. DENIS, L. El Problema del Ser y del Destino. DENIS, L. Después de la Muerte.

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LA MISERIA HUMANA

     La miseria humana no está en la incertidumbre de los acontecimientos que bien nos elevan o  nos rebajan. Es abundante en el corazón ávido e insaciable, que incesantemente aspira a recibir, que se lamenta del otro y jamás se acuerda de su propia aridez. Esa desgracia de aspirar a lo más alto, más que a sí mismo, esa desgracia de no poder satisfacerse con las más caras alegrías, esa desgracia, digo yo, constituye la miseria humana. ¡ Qué importa el cerebro!, ¡ qué importan sus más brillantes facultades, si ellas son siempre ensombrecidas por el deseo amargo e insaciable de algo que se os escapa sin cesar!; la sombra fluctúa junto al cuerpo, la felicidad fluctúa junto al alma, para ella intangible. Con todo, no debéis lamentaros ni maldecir la suerte. Porque esa sombra, esa felicidad huidiza y movible como las olas, por el ardor y por la angustia que deposita en el corazón, nos da la prueba de la divinidad aprisionada en la humanidad. Amad, pues,  el dolor y su poesía vivificante, que hace vibrar vuestros Espíritus por el recuerdo de la patria eterna. El corazón humano es un cáliz lleno de lágrimas; pero viene la aurora, que beberá el agua de vuestros corazones; ella será para vosotros la vida que deslumbrará vuestros ojos, ciegos por la oscuridad de la prisión carnal. ¡Coraje ! cada día es una liberación. Marchad por el camino doloroso; marchad acompañando con la mirada la misteriosa estrella de la esperanza.
(Espíritu Georges – Revista Espírita de 1860).

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¿El Ser Espiritual planifica todos los detalles 

de su  vida   humana?

Antes de reencarnar, los Espíritus planifican las  circunstancias de sus vidas con  carácter general, tal como por ejemplo el momento o la época en que regresarán al mundo físico, las pruebas de carácter global que enfrentarán a  modo de lecciones prácticas, el escenario terrenal adecuado, la familia consanguínea que le acompañará  en la vida, etc. Pero sobre todo lo que deciden y fijan con el debido asesoramiento y consejo los Espíritus Superiores, especializados en este importante episodio en la existencia del Ser espiritual, así como de sus  Espíritus Guías, son las metas evolutivas a alcanzar tras las experiencias que vivirán en la materia, y en cuanto a las vicisitudes  que experimentaremos, planificamos  solamente  las más decisivas en términos más generales.

 Sin embargo, a nivel de los detalles accesorios  menos trascendentes que las acompañan , estos se desarrollarán después  según las circunstancias que nos propicia la misma vida  humana  con arreglo a lo que realicemos con  nuestro libre albedrío y nuestra inteligencia y voluntad, inspirados  desde el Plano Espiritual, pero siempre teniendo en cuenta el respeto total a nuestra libertad a la hora de decidir y elegir o modificar  las circunstancias que nos salen al paso  en  nuestra vida, lo cual nos hace responsables de nuestros éxitos y de nuestros fracasos. 

Los Espíritus Guías así como otros Espíritus Superiores, nos sugieren mediante la intuición, el camino correcto o más conveniente a seguir, pero siempre muestran un exquisito respeto a nuestro libre albedrio, pues este es un don necesario y justo que Dios dio al ser humano, y ni Él mismo nos lo altera, dejándonos así como dueños y responsables de nuestro propio destino.
- Jose Luis Martín-

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