lunes, 30 de abril de 2018

Causa de nuestras aflicciones



Hoy presento estos temas:

- El aborto
-El milagro del amor
-Síntomas de la Mediumnidad
-Causa de nuestras aflicciones


                                                                                                                               ************************************


                               

                        EL ABORTO 

    Fisiológicamente, el aborto es la interrupción, involuntaria o voluntaria, de un proceso embriogénico. Pero en los casos humanos, la provocación del aborto, es una acción criminal, es una violación de las leyes de la Vida. 

    Desde el momento que la mujer ha concebido y comenzado la gestación, una nueva vida late en su seno. Y desde los 40 a 50 días de la fecundación del óvulo femenino, hay un cuerpecito ya formado; y que, a los dos meses alcanza ya la configuración humana completa, aunque diminuta, con todos los órganos; como puede apreciarse en cualquier tratado de embriología. 
    

     Cuando la joven esposa o la joven soltera se sienta grávida, debe saber que en su seno desarrollándose, no tan sólo un feto, no solamente está gestando una vida humana, sino que, hay un ser espiritual que encarna para ser su hijo o hija, y que puede haber sido alguno de los abuelos o padres en una vida anterior, o puede haber sido un hijo o hija, o hermano muy querido en otra vida pasada, y aun en la actual; como casos en que el autor de esta obra ha comprobado. Pues, en la mayoría de los casos, ese ser espiritual viene unido a esa madre o padre por lazos familiares o de afecto desde pasadas épocas. 

      Necesario es tener presente que, unido a ese feto, a ese cuerpecito y a esa madre, hay un alma que viene a la vida humana con un programa a realizar como humano, y cuya vida humana necesita para su evolución. 


      De lo expuesto, se desprende que, el aborto provocado es un crimen. Si bien casos hay de tipo terapéutico, los más son voluntarios, realizados por personas para evadir la responsabilidad paternal-maternal, dejándose dominar por las conveniencias humanas o por el sensualismo que arrastra a la concupiscencia degenerativa. -Y por desventura, es practicado por matrimonios ignorantes de la gran responsabilidad que contraen. Y dolorosamente, también por jóvenes solteras, huyendo de la maternidad, por su cobardía en afrontar las consecuencias de su debilidad o imprudencia al ceder a los impulsos del deseo sexual estimulado. 


     Si el Espíritu reencarnante es un ser de bondad, perdonará y buscará otro lugar donde le reciban; pero, si no lo es, quizá pueda llegar a tomar venganza y causar serios trastornos psíquicos, y hasta puede esperarles en el momento de su muerte física para vengarse. 

Sebastián de Arauco.



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EL MILAGRO DEL AMOR
Percibiendo las arduas luchas  por las que pasan  sus hermanos en la faz de la tierra, un espíritu Benefactor dejo un mensaje que titulo: “El Milagro del Amor, y dice más o menos así:
Cuando la duda le llegue, maliciosa, indague  al amor  cual es la conducta a seguir.
Cuando la nostalgia se avecine, intentando macerarle el corazón, refúgiese en el amor y deje que los recuerdos felices iluminen la noche en la que usted se encuentra.
Cuando la aflicción le perturbe el interior, llame al amor, para que la calma y la confianza predominen en sus decisiones.
Cuando la sospecha busque  posarse en su corazón, dirija el pensamiento al amor y la paz dominará el paisaje de sus sentimientos.
Cuando la cólera se acerque a su emotividad,  acordarse del amor  y suave balada de entendimiento se dejará oír en la acústica del alma.
Cuando el abandono amenace destrozar sus sueños, hiriéndole el alma, busque al amor, que le dará fortaleza para proseguir, aunque a solas.
En cualquier situación diríjase al amor.
Solo el amor posee el correcto entendimiento de todas las cosas y habla, en silencio, el lenguaje  de todos los idiomas.
El brillo de una mirada…
Una sonrisa de esperanza…
Un gesto casi imperceptible…
Un movimiento rítmico, una ola…
La presencia del ausente…
Un toque…
La música de una palabra solo el amor  logra transformar en bendición.
Hecho de pequeños nadas, el amor es la fuerza eterna que embala al príncipe en el lecho dorado y al huérfano en la húmeda paja.
El amor es el único mecanismo que conduce al débil a tareas gigantescas…
Que impulsa al progreso real; que da dignidad a la vida;  que impele al trabajo de reverdecer el pantanal y el desierto…
Que concede aliento, cuando la muerte parece dominar soberana…
El amor es vida, sin la cual  perdería el sentido  y la significación.
Cuando se ama, la noche se corona de astros y el día se viste de sonrisas.
El amor colorea la palidez del sufrimiento y lo erradica.
Sin este milagro, que es el amor, no valdría la pena vivir.
En todo está la presencia del amor que proviene de Dios  y es Dios.
Descubra el amor, y ame.
Ame y alégrese, colocando en el camino del amor  señales de luz, a fin de que nunca más haya sombra por donde el amor  haya  transitado para  derramar  claridad.
Por tales razones, Jesucristo reunió  toda la Ley y a todos los <profetas en un solo mandamiento, cuya estructura comporta mental  y finalidad última es el “amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”.
 - Trabajo de Mercedes Cruz-
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El amor es de esencia divina, y todos nosotros, desde el primero al último, tenemos, en el fondo del corazón, la centella de ese fuego sagrado.
Por tanto no tengamos miedo de amar.
Redacción de Momento Espirita.


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SÍNTOMAS DE LA MEDIUMNIDAD
 Manuel Philomeno de Miranda

La mediumnidad es una facultad inherente a todos los seres humanos, que algún día aparecerá de forma más ostensiva, de la que ocurre en el presente momento histórico.
Muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de síntomas, tienen sus raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba, esto es, aquélla que se manifiesta con la finalidad de invitar al espíritu a rescates aflictivos de comportamientos perversos o daños realizados en existencias anteriores. Por ejemplo, en el área física: dolores en el cuerpo, sin causa orgánica; cefalalgia periódica, sin razón biológica; problemas de sueño –insomnio, pesadillas, pavores nocturnos con sudor-; taquicardias, sin motivo justo; colapso periférico sin ninguna disfunción circulatoria, constituyendo todos ellos o apenas algunos de ellos, perturbaciones que derivan de la mediumnidad en surgimiento o con sintonía desequilibrada.
A medida que se perfeccionan los sentidos sensoriales, favoreciendo con más amplio caudal de comprensión del mundo objetivo, se amplía la embrionaria percepción extrafísica, motivando el surgimiento natural de la mediumnidad.
No pocas veces, es detectada por características especiales que pueden ser confundidas con síndromes de algunas psicopatologí as que, en el pasado, eran utilizadas para combatir su existencia.
No obstante, gracias a los notables esfuerzos y estudios de Allan Kardec, así como de una pléyade de investigadores de los fenómenos paranormales, la mediumnidad viene siendo observada y perfectamente aceptada con respeto, con respecto a benditas contribuciones que faculta al pensamiento y al comportamiento moral, social y espiritual de las criaturas.
Sutiles o vigorosos, algunos de esos síntomas permanecen en determinadas ocasiones generando mal estar y sinsabor, inquietud y trastorno depresivo, en cuanto que, en otros momentos surgen en forma de exaltación de la personalidad, sensaciones desagradables en el organismo, o antipatías injustificables, animosidades mal disfrazadas, como consecuencia de la asistencia espiritual de que se es objeto.
En el comportamiento psicológico, aún se presentan: ansiedad, fobias variadas, perturbaciones emocionales, inquietud íntima, pesimismo, desconfianzas generalizadas, sensaciones de presencias inmateriales –sombras y bultos, voces y tocamientos- que surgen inesperadamente, en tanto que desaparecen sin ninguna medicación, representando disturbios mediúmnicos inconscientes, que son provocados por la captación de ondas mentales y vibraciones que sintonizan con el periespíritu del enfermo, procedentes de entidades sufridoras o vengadoras, atraídas por la necesidad de rehacer los conflictos en que ambos –encarnado y desencarnado- se ven envueltos.
Esos síntomas, generalmente pertenecientes a los capítulos de obsesiones simples, revelan la presencia de facultad mediúmnica en desarrollo, requiriendo los cuidados pertinentes a su educación y práctica.
Sin embargo, no todos los individuos en los que se presentan síntomas de tal porte, necesitan ejercitar la facultad de que son portadores. Después de la conveniente terapia que es enseñada por el estudio del Espiritismo y por la transformació n moral del paciente, que se hacen indispensables al equilibrio personal, recuperan la armonía física, emocional y psíquica, prosiguiendo,  con otra visión de la vida y diferente comportamiento, para que no le acontezca nada peor, conforme elucidaba Jesús, después del atener y la recuperación de aquéllos que Lo buscaban y tenían el cuadro de sufrimientos anterior.
Sin embargo, gran número de portadores de mediumnidad, tienen un compromiso con la tarea específica, que le exige conocimiento, ejercicio, abnegación, sentimiento de amor y caridad, a fin de atraer a los espíritus nobles, que se encargarán de auxiliar a cada uno de en el trabajo del ministerio iluminativo.
Trabajadores de última horanuevos profetas, transformándose en los modernos obreros del Señor, están comprometidos con el programa espiritual de modificación personal, así como de la sociedad, con vistas a la Era del Espíritu inmortal que ya se encuentra en sus cimientos afincados en la corteza terrestre.
Cuando sin embargo, los disturbios permanecen durante el tratamiento espiritual, conviene que sea tenida en consideración la psicoterapia consciente, a través de especialistas propios, con el fin de auxiliar al paciente-médium a realizar el auto descubrimiento, liberándose de los conflictos y complejas perturbaciones, que son consecuencia de experiencias infelices tanto del ayer como del hoy.
El esfuerzo por el perfeccionamiento interior aliado a la práctica del bien, abre los espacios mentales a la renovación psíquica, que se enriquece de valores optimistas y positivos que se encuentran en el Espiritismo, favoreciendo a la criatura humana con la alegría de vivir y de servir, al tiempo que la misma adquiere seguridad personal y confianza irrestricta en Dios, avanzando sin cualquier impedimento rumbo de la propia armonía.
Naturalmente, cuando se está encarnado, el proceso de crecimiento espiritual ocurre por medio de factores que constituyen el tejido celular, que siempre puede padecer enfermedades, desconciertos, problemas que forman parte de la psicoesfera terrestre, dentro de la condición evolutiva de cada uno.
La mediumnidad, sin embargo, ejercida noblemente, se transforma enbandera cristiana y humanitaria, conduciendo mentes y corazones al puerto de seguridad y de paz.
La mediumnidad, por tanto, no es un trastorno del organismo. Su desconocimiento, la falta de atención a sus impositivos, generan disturbios que pueden ser evitados, o cuando se presentan, reciben la conveniente orientación para que sean corregidos.
Tratándose de una facultad que permite el intercambio entre los dos mundos –el físico y el espiritual- proporciona la captación de energías cuyo tenor vibratorio corresponde a la calidad moral de aquéllos que la emiten, así como de aquellos otros que las captan y transforman en mensajes significativos.
En este capítulo, no pocas enfermedades se originan de este intercambio, cuando proceden de las vibraciones de entidades enfermas o perversas, que perturban el sistema nervioso de los médiums incipientes, produciendo disturbios en el sistema glandular e incluso afectando el inmunológico, facultando el campo para la instalación de bacterias y virus destructivos.
La correcta educación de fuerzas mediúmnicas proporciona equilibrio emocional y fisiológico, aportando salud integral a su portador.
Es obvio que no impedirá la manifestación de los fenómenos consecuentes de la Ley de Causa y Efecto, de los que necesita el espíritu en su proceso evolutivo, pero facultará la tranquila conducción de los mismos sin daños para la existencia, que proseguirá en clima de armonía y salud, a pesar de los acontecimientos impuestos por la necesidad de evolución personal.
Cuidadosamente atendida, la mediumnidad proporciona bienestar físico y emocional, contribuyendo para mayor captación de energías revitalizantes, que alzan la mente a las regiones felices y nobles, de donde se pueden obtener conocimientos y sentimientos inhabituales, que embellecen el espíritu y lo enriquecen de belleza y de paz.
Superados, por tanto, los síntomas de inicio de la mediumnidad, surgen las responsabilidades ante los deberes que irán a constituir el clima psíquico dichoso del individuo que, comprendiendo la magnitud de la situación, crecerá interiormente rumbo del Bien y de Dios.
 (Mensaje de Manuel Philomeno de Miranda, psicografiado por el médium Divaldo P. Franco, en la reunión mediúmnica realizada en el Centro Espírita en la ciudad de Paramirim (BA), Brasil, el 10 de julio de 2000)
Extraído del libro "Reencontro com a vida".
Traducido por Xavier Llobet
 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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    CAUSA DE NUESTRAS AFLICCIONES

¿Por qué sufrimos? Mejor, ¿para qué sufrimos? ¿Tiene algún  sentido el sufrimiento? ¿Cuál es el motivo de nuestras angustias, de nuestros anhelos? En fin, ¿cuáles son las causas de nuestros dolores e insuficiencias, de nuestras enfermedades y adversidades? Observando nuestro mundo, el panorama que refleja nuestras sociedades –por otra parte, cada vez más complejas– donde predomina de forma significativa el sufrimiento, el dolor y las enfermedades, tanto individual como colectivamente, nos cabe preguntar: ¿qué es lo que hacemos para que este horizonte de dolor permanezca como base de nuestra realidad? Si bien es verdad que vivimos en un mundo de pruebas y expiaciones, hace ya más de dos mil años que vino Jesús Cristo al mundo, mostrándonos que es posible progresar por amor y no ya por mediación del dolor.

Recordamos aquella célebre frase –escrita con letra de oro, según Plinio y atribuida a los Siete Sabios de la antigüedad griega– instituida en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos: Gnothi seauton, conócete a ti mismo. A la par de esta inscripción se encontraba otra frase no menos significativa: «Nada en demasía». Nos preguntamos, entonces, si no nos indicaban ya los padres de nuestra civilización la necesidad de atender nuestras pasiones bajo el signo de la prudencia. En este sentido, acaso ¿no podrá entenderse la dolencia como el contrapeso, el ajuste que el individuo necesita para encontrar su equilibrio? O bien, ¿aquel punto de control que nos señala que la ruta que seguimos no es la correcta, que nos desviamos del destino al que nos dirigimos? En fin, vemos que se trata de nuestra propia conducta en la vida, de nuestra forma de pensar, de ser y actuar la que nos lleva a mantener el equilibrio o a perderlo, ocasionándose en este último caso nuestros males. La imprudencia en nuestros actos, el abuso en nuestros deseos, se constituyen en elementos desencadenantes de posibles dolencias, al margen de las viables causas de predisposición determinadas por el ser moral. Por consiguiente, debemos examinar el problema interrogando a nuestra conciencia, tratando de conocer los motivos que han podido desencadenar nuestras angustias y veremos que aquella situación que nos aflige o nos causa dolor radica en aquello que pudimos haber hecho y no hicimos, o bien en aquello que no debíamos hacer y que insistentemente hacemos. Las causas, pues, de estos males residen en nuestra forma de ser, en la forma de vida que actualmente estamos llevando más o menos disoluta. Es un hecho, en nuestro grado evolutivo, dejarnos arrastrar por nuestras tendencias negativas, nuestras pasiones y sentimientos que nos estructuran moralmente, haciendo mal uso de nuestras propias energías.

Sin embargo, es verdad que nos acontecen vicisitudes que no tienen explicación en nuestra conducta presente, puesto que se dan al margen de tener un comportamiento poco deseado o desequilibrado. Son innumerables los casos de personas honestas, trabajadoras y serias, con una vida ordenada y buena, que sufren diversidad de dolencias y aflicciones que aparentemente no tienen razón de ser. Nuestras propias sociedades presentan desequilibrios que no tienen explicación a simple vista: las desigualdades sociales, las malformaciones, entre otras circunstancias, son ejemplo de ello. Como las causas no se hallan en la actual encarnación, volviendo a los casos individuales, debemos necesariamente remontarnos a encarnaciones pasadas. Sí, a la lógica de la reencarnación.

Hay que recordar que somos espíritus creados por Dios simples e ignorantes que debemos desarrollar nuestras potencias de progreso y sublimación, en tanto seres perfectibles, a través de las experiencias necesarias que nos posibilitan las progresivas encarnaciones. Y, aquí, hay que considerar un elemento que es ordenador de la Vida: la ley de causa y efecto. Esta ley está implícita en la Creación y representa la Justicia divina, que es expresión del Amor de Dios. Esto presupone que no puede haber castigo, con lo cual el dolor, igualmente, no puede considerarse punitivo. ¿Qué entraña, entonces, las dolencias, cuál es el porqué, el sentido profundo de nuestros tormentos? Encontramos respuesta si consideramos que los padecimientos, las aflicciones son, pues, consecuencias de la pérdida de libertad frente a la ley divina de causa y efecto. Esta ley es limitadora de la libertad en tanto transgredimos la ley por decisión propia, contrayendo obligaciones de orden moral frente a nuestra conciencia y a la Conciencia cósmica en la que se refleja la de nuestros hermanos.

 El ser encuentra, por consiguiente, una existencia de carácter expiatorio, donde se le permite la posibilidad de restaurar aquellos agravios de conciencia, liberándose, así, de la carga aflictiva que lo constituía, consecuencia de su elección, del mal uso de nuestro libre albedrío;un reajuste ante la vida de nuestra conciencia frente a los compromisos asumidos por su proceder, fruto, por qué no, de su propia ignorancia metafísica frente a la ley divina que la organiza.

El alma en situación de rescate, de reeducación, ansía libertad. Esta restricción puede generar a su vez sentimientos de rebeldía, de inadaptación, que puede comprometer la redención en la que se encuentra sumida. Las alergias podrían considerarse como efecto de aquel sentimiento de inadaptación en el que el ser no cree estar en su ambiente, en el entorno adecuado a su ideal de vida. De ahí que los procesos de desvío del ser humano adquieran complejidades en las que se puede ver enmarañado por siglos de agonía, producto de su propia insania. Requiere de atención, por tanto, para no perpetuar el error; de pararnos en nuestro proceder y bucear hacia los confines de nuestra alma para encontrar la causa verdadera de nuestras aflicciones, que radican en nuestro propio Espíritu. El Espíritu es la causa eficiente de todas nuestras enfermedades.

Además, hay un aspecto del dolor que nos preserva de desastrosas caídas. El dolor, nos decía Léon Denis, es el aguijón que nos impulsa en la vida; evita que nos estanquemos o desviemos, provocando nuestro crecimiento; es, por tanto, una contingencia inherente a la vida que nos permite el progreso, la adquisición de conocimiento y virtudes, de sabiduría. El mundo es la escuela de la vida. Miremos con buenos ojos los acontecimientos que nos suceden porque son parte de nuestra propia realidad; aquella que vamos elaborando a lo largo de siglos y milenios configurando las bases para el establecimiento del reino de Dios prometido por Jesús a nuestros corazones. Jesús, cuando hablaba de dolor lo envolvía en dos sustantivos conexos a la vida: sed y hambre. Se refería, así, al “dolor evolución”, al dolor connatural al crecimiento del Espíritu impulsado por el hambre de aprender y la sed de amar. Es la esencia divina en nosotros rigiéndose bajo el principio del fototropismo, direccionándonos a La luz de Jesús, nuestro Señor.

No obstante, en un primer momento el dolor anuncia que algo no va bien y hay necesidad de mejorarlo. Aunque siempre queremos huir del dolor, en verdad nos ofrece una alerta natural para atender a una necesidad, así como una oportunidad de reflexión, una vuelta sobre la conciencia, teniendo la posibilidad de auto examinarnos, auto descubrirnos para así conocer a Dios y al universo, como pensaban los antiguos griegos y quedó evidenciado en las inscripciones del templo de Apolo.

Sepamos sufrir con amor, porque aún nos encontramos en un mundo de aflicciones consecuencia de nuestro escaso nivel evolutivo. Fue la enseñanza que Jesús también nos trajo. Estando clavado en la cruz, frente a las burlas en las que aún se entretenían las sombras de la ignorancia, expresó su amor compasivo y misericordioso hacia todo y a todos. Sabiendo que aún necesitábamos pasar por el sufrimiento, originado por nuestra propia ignorancia, nos envolvió en sentimientos de piedad, hija predilecta del amor. En este sentido tenemos que acoger nuestro sufrimiento para no proyectar la causa hacia fuera, responsabilizar a los otros de nuestro malestar; es el único medio de salir de nuestros resentimientos y proyecciones mentales. Si la necesidad es aprender a amar, a amarnos y Jesús nos exhortó a que amemos a nuestros enemigos, inferimos que no existe más enemigo que nosotros mismos.

 Sepamos sufrir y sufriremos menos. Recordemos esto y manteniendo la confianza en Dios nuestro Padre, la fe viva en la realidad omnipresente del Espíritu, aún en proceso evolutivo, entendamos la propuesta del espiritismo que nos proporciona la comprensión de la realidad por la que pasamos. Apliquemos el conocimiento que nos trae, su saber para el buen vivir y para eliminar las causas de aquellas aflicciones que son transitorias, fruto de nuestra responsabilidad como seres libre-pensantes. Las aflicciones llevan a las enfermedades fisiopsicosomáticas, a las dolencias de la mente y del cuerpo. Nosotros somos Espíritus. Empleemos el saber espírita en la vida diaria, en el día a día para que vaya conformándose aquella realidad anhelada por nuestros corazones y prometida por el Maestro. Él nos aconsejó “Orar y vigilar”. Vigilemos, pues, para que no actúen nuestras mentes bajo el sentimiento de culpa, o nos dejemos arrastrar por nuestras tendencias negativas, nuestras imperfecciones, o bien para limpiar nuestro campo mental de pensamientos en desaliño, que llevan a desestructurar nuestro equilibrio homeostático periespirítico y, por ende, nuestro cuerpo físico. La autodisciplina para mantener pensamientos edificantes, lecturas nobles que nos auxilien en la busca de ese equilibrio, el trabajo en el bien de nuestro semejante, la meditación y la oración son factores preponderantes para establecer el ideal de equilibrio. Todos estos elementos vienen en la consecución de nuestro auto conocimiento, permitiendo el encuentro con nuestro dios interno que nos conduce a la plenitud a través de la Ley de Dios adscrita a nuestra conciencia.

En fin, recordemos las palabras del apóstol (1 Pedro 4:8): «El amor cubre la multitud de pecados», pues es trabajando en el bien, esmerándonos en el cumplimiento del deber, que lograremos saldar, en amor, los compromisos ante la Justicia divina y disciplinar nuestra voluntad.

- Miguel Vera Gallego-
Art. tomado de la Revista nº 12 de la FEE

 Bibliografía KARDEC, A. El Evangelio según el espiritismo [www. espiritismo.es] XAVIER, F. C. Acción y Reacción, por el Espíritu André Luiz [www.espiritismo.es] — Evolución en dos mundos [www.espiritismo.es]

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