sábado, 30 de septiembre de 2017

Lugares "asombrados"




Orden del día:

- Transformando hacia un  Mundo de Regeneración
. Lugares "asombrados"
-¿ La plegaria, es grata a Dios?
- Deber y Libertad




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             TRANSFORMANDO HACIA UN MUNDO                           DE REGENERACIÓN

Nuestro hogar, el planeta Tierra, se encuentra viajando en un Universo infinito. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, con 300 mil millones de estrellas, es una más dentro de las más de 100 mil millones de galaxias observables. Y todo, en estas magnitudes inconmensurables, obedece a leyes preestablecidas, entre ellas la ley del progreso. 

Desde el origen de la vida en este planeta, la diversidad, la belleza y el progreso se suceden en una evolución que ya no es objeto de debate en los medios científicos. La selección natural propuesta por los naturalistas Charles Darwin y Alfred Rusell Wallace, espírita, junto con la teoría sintética, explican a día de hoy los mecanismos de esa evolución, mecanismos que sí continúan siendo objeto de debate. 

El hombre, obra prima del progreso biológico, ha protagonizado el progreso industrial, tecnológico y social, inmerso también en un progreso espiritual del cual han sido testigos los siglos. Las generaciones humanas mueren en el tiempo, pero el espíritu no. Todas las civilizaciones se han sucedido entre sombras y luces en el marco de un cuadro evolutivo. 

Todos los mundos y civilizaciones en el universo son solidarios a través del intercambio reencarnatorio. Los espíritus cambian de planetas de acuerdo con las necesidades de su proceso evolutivo. Cada mundo se encuentra en un determinado grado de perfeccionamiento. El Libro de los Espíritus, en la cuestión 171, dice que los Espíritus pasan gradualmente «del estado de embrión al de infancia para llegar por una sucesión de períodos al estado adulto, que es el de perfección, con la diferencia que en éste no existe el declinar y la decrepitud de la vida». 

Los mundos también progresan y el nuestro está en la fase de transición hacia un mundo de regeneración. «Esos mundos sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices, son por tanto simples escalas de perfeccionamiento en la cadena universal de los mundos. El hombre ahí está aún sujeto a las leyes que rigen la materia, experimenta sus sensaciones y deseos, pero libre de las pasiones que lo esclavizan. La palabra amor está grabada en todas las frentes; una perfecta equidad regula las relaciones sociales».

 Los espíritus no anuncian una transición milagrosa, sino una transformación progresiva que ya está en plena realización. Será una morada cada vez más agradable, a medida que sus habitantes progresan.

 La caridad, como principio fundamental que enseñan los Espíritus, y el Espiritismo tienen como finalidad romper el egocentrismo social de los individuos actuales, para ceder su lugar al altruismo moral que caracterizará al ciudadano del futuro. La caridad es el único antídoto eficaz del egoísmo, ese corrosivo psíquico que envenena al hombre y a la sociedad. 

«Quien en esta vida quiera aproximarse a la perfección moral debe extirpar de su corazón todo sentimiento de egoísmo, porque el egoísmo es incompatible con la justicia, el amor y la caridad, ya que neutraliza todas las otras cualidades». 

La comprensión espírita del mundo y del destino del hombre modificará el orden social. La certeza en la sobrevivencia y el conocimiento de la ley de evolución arrancará al hombre de las garras del inmediatismo. 

Afirma Allan Kardec que la cura podrá ser prolongada pero no imposible. La educación bien comprendida será la clave del progreso moral. Entretanto recordemos que la transformación del mundo comienza en el corazón de cada criatura que lo desea. Por eso enseñaba Cristo que el Reino de Dios está dentro de nosotros, y no comienza por señales exteriores.

Editorial Revista nº 3 de la FEE.

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Casa familia Fox-Inicios del Espiritismo


              LUGARES "ASOMBRADOS "

Las manifestaciones espontáneas verificadas en todos los tiempos, y la insistencia de algunos Espíritus en mostrar su presencia en ciertos lugares, son origen de la creencia en los lugares "asombrados" (encantados). Este es el tema de nuestro estudio:

El apego de los Espíritus a personas o a alguna cosa depende de la elevación moral del Espíritu. Ciertos Espíritus pueden apegarse a las cosas terrenas. Los avarientos, por ejemplo, que vivieron escondiendo sus riquezas y no están suficientemente desmaterializados, pueden aún esconderlas y guardarlas.

La predilección de los Espíritus errantes por ciertos lugares, se trata del mismo principio. Los Espíritus ya desapegados de las cosas terrenas prefieren los lugares donde son amados. Son más atraídos por las personas que por los objetos materiales. No obstante, los hay que pueden momentáneamente tener preferencia por ciertos lugares, pero son siempre Espíritus inferiores.

 El apego de los Espíritus por un lugar es señal de inferioridad, no significa que también sean malos espíritus. Un Espíritu puede ser poco adelantado sin que por eso sea malo. Es lo que sucede también entre los hombres.

La creencia de que los Espíritus frecuentan preferentemente las ruinas, no tiene fundamento. Los Espíritus van a esos lugares como a todas partes. Pero la imaginación es tocada por el aspecto lúgubre de algunos lugares y atribuye a los Espíritus efectos en la mayoría de las veces, muy naturales. Cuantas veces el miedo no hace tomar la sombra de un árbol por un fantasma, o el gruñido de un animal o un soplo de viento por un gemido?. Los Espíritus gustan de la presencia humana y por eso prefieren los lugares habitados a los abandonados.

Entretanto, por lo que sabemos de la diversidad del temperamento de los Espíritus, deben existir misántropos entre ellos, que pueden preferir la soledad. Por eso decimos que pueden ir a los logares abandonados como a cualquier parte. Es evidente que los que se mantienen apartados es porque les place. Pero eso no quiere decir que las ruinas sean forzosamente las preferidas por los Espíritus, pues es cierto que ellos se hallan mucho más en las ciudades y en los palacios, que en el fondo de los bosques.
Dicen  las creencias populares, que en general, tiene un fondo de verdad la existencia de lugares encantados. Entonces, el fondo de verdad, en ese caso, es la manifestación de los Espíritus en que el hombre creyó por instinto espiritual, desde todos los tiempos. Pero como ya  dijimos, el aspecto de los lugares lúgubres toca la imaginación humana y ella os prueba naturalmente con los seres que cree sobrenaturales. Esa creencia supersticiosa es utilizada en las obras de poetas y en los cuentos fantásticos que le acompañaron en la infancia.

Los Espíritus que se reúnen no escogen para eso días y horas de su predilección. Los días y las horas son usados por el hombre para controlar el tiempo, pero los Espíritus no precisan de eso y no se inquietan al respecto.

El origen de la idea de que los Espíritus aparecen preferentemente de noche es la impresión producida en la imaginación por el silencio y la oscuridad. Todas esas creencias son supersticiones que el conocimiento racional del Espiritismo debe destruir. El mismo se da con la creencia en días y horas más propicios. La influencia de la media noche jamás existió a no ser en los cuentos.

Ciertos Espíritus anuncian  su llegada y su manifestación en la media noche de días determinados, como los viernes, por ejemplo, pero estos son Espíritus que se aprovechan de la credulidad humana para divertirse. Es por la misma razón que otros se hacen pasar por el diablo o por nombres infernales. Si demostramos a esta clase de Espíritus que no somos tontos, ellos no volverán a manifestarse más con esas intenciones esdrújulas.

Los Espíritus pueden comparecer a sus túmulos en atención a sus seres queridos y amigos. Entienden que el cuerpo era solamente un vestido. Ellos no miran más el envoltorio que les hizo sufrir como unas esposas para el prisionero. El recuerdo de las personas que les son queridas es la única cosa a que dan valor. Lo tiene la oración que santifica el acto de recordar de aquellos que visitan sus túmulos, poco importa el lugar si el recuerdo es dictado por el corazón.

La oración es una evocación que atrae a los Espíritus. Tiene tanto mayor acción cuanto más fervorosa es y más sincera. Ante una tumba venerada las personas se concentran más y la conservación de reliquias piadosas es un testimonio de afecto que se da al Espíritu, a lo que él siempre es sensible. Es siempre el pensamiento el que actúa sobre el Espíritu y no los objetos materiales. Esos objetos influyen más sobre el que está orando, fijándole la  atención, que  sobre el Espíritu.

Ciertos Espíritus pueden ser atraídos por cosas materiales, también pueden serlo por ciertos lugares, que parecen escoger como domicilio hasta que cesen las razones que los llevan a eso. Las razones que pueden llevarlos e eso son la simpatía por algunas personas que frecuentan los lugares, o el deseo de comunicarse con ellas. Entretanto sus intenciones no siempre son tan loables. Cuando se trata de malos Espíritus, pueden querer vengarse de ciertas personas, de las que tienen quejas. La permanencia en determinado lugar puede ser también, para algunos, una punición que le fue impuesta, sobre todo si allí cometieron un crimen, para que tengan como expiación, ese crimen delante de los ojos. 

Los lugares pueden quedar asombrados, algunas veces, por sus antíguos moradores, pero no siempre, pues si el antíguo morador fue un Espíritu elevado, no se sentirá ya más, ligado a su antígua habitación de lo que lo esté a su cuerpo. Los Espíritus que asombran ciertos lugares, casi siempre lo hacen solo por capricho. También  puede suceder que sean atraidos por simpatía con alguna persona. Si son Espíritus buenos, podrán quedarse en el lugar para proteger a una persona o a su familia, pero en ese caso jamás se manifiestan de manera desagradable. 

Historias como la Dama Blanca, generalmente, son cuentos sacados de mil casos que realmente se verificaron.

Los Espíritus que asombran ciertos lugares y hacen que la gente ponga los pies en polvorosa, procuran antes divertirse a costa de la credulidad y de la cobardía de las criaturas, que de hacer mal. No podemos olvidar que existen Espíritus por todas partes y que donde estemos, atraemos Espíritus a nuestro lado, tanto como en las más agradables casas.
Ellos solo parecen estar en ciertos lugares porque encuentran en ellos las condiciones y las oportunidades para manifestar sus presencias.

Existe un medio de apartarlos, pero casi siempre lo que se hace para apartarlos sirve mejor para atraerlos. El mejor medio de expulsar los malos Espíritus es atrayendo a los buenos. Los buenos pensamientos y las buenas acciones naturalmente atraen a los buenos Espíritus, siendo así, haciendo el mayor bien posible, los malos Espíritus no tendrán condiciones de permanecer en el lugar y naturalmente se apartarán, pues el bien y el mal son incompatibles. Si practicamos siempre el bien solo tendremos buenos Espíritus a nuestro lado y estos no practican asombramientos, por el contrario, actúan como protectores promoviendo un clima saludable y agradable en los lugares, como en cualquier otro sitio.

Dicen que existen personas muy buenas que viven a vueltas con las tropelías de los malos Espíritus. Si esas personas fuesen realmente buenas, eso puede ser la prueba para poner a prueba la paciencia e incitarlas a ser aún mejores. Pero están también aquellos que parecen buenos por fuera e intentan mostrar virtudes que aún no tienen, pues los que tienen cualidades reales, casi siempre lo ignoran o no hablan nada al respecto.

La práctica del exorcismo para expulsar los malos Espíritus de los lugares asombrados, la mayoría de las veces tiene resultados contrarios, las tropelías de los Espíritus, pueden redoblarse después de esas ceremonias de exorcismo, Y ellos se divierten al ser tomados por el diablo. La fuerza para apartar a los malos Espíritus está en la autoridad que se puede ejercer sobre ellos y tal autoridad está subordinada  a la superioridad moral. Es como el sol, que disipa la nieve con la fuerza de sus rayos. Así, es bueno esforzarnos, volviéndonos mejores cada día, en una palabra, elevémonos moralmente lo más posible. Tal es el medio de adquirir el poder de comandar a los Espíritus inferiores, para apartarlos, De lo  contrario, se burlarán de nuestras órdenes.

Los Espíritus que no tienen malas intenciones pueden también manifestarse por medio de ruidos o incluso hacerse visibles, pero no cometen nunca tropelías incómodas. Son casi siempre Espíritus sufridores, que podemos aliviarlos haciendo oraciones por ellos. Otras veces son también Espíritus Benevolentes que desean probar su presencia junto a nosotros, o por fin, Espíritus livianos que se divierten, Como los que  perturban el reposo con barullos son casi siempre -Espíritus juguetones, lo mejor es reír con lo que hacen. Ellos se apartan al ver que no consiguen amedrentar o impacientar.

Resulta de las anteriores explicaciones, que hay  Espíritus que se apegan a ciertos lugares y en ellos permanecen preferentemente, pero no tienen necesidad de manifestar su presencia con efectos sensibles. Cualquier local puede ser la morada obligatoria o de preferencia de un Espíritu, aunque sea malo, sin que jamás haya producido ninguna manifestación.

Los Espíritus que se ligan a lugares o cosas materiales nunca son superiores, pero no por no ser superiores tienen que ser malos ni alimentan malas intenciones. Son también, algunas veces, compañeros más útiles que perjudiciales, pues también se pueden interesar por las personas para protegerlas.


- Elio Mollo _

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           La plegaria ¿es grata a Dios? 

- La oración siempre es agradable a Dios cuando ha sido dictada por el corazón, por cuanto la intención lo es todo para Él, y la plegaria que te surge del corazón es preferible a la que puedes leer, por bella que ésta sea, si las estás leyendo más con los labios que con el pensamiento. La oración es grata a Dios cuando se dice con fe, sinceridad y fervor.* Pero no creas que Él escuche la del hombre vano, orgulloso y egoísta, salvo que se tratara de un acto de arrepentimiento sincero y de genuina humildad. 
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS 
ALLAN KARDEC 

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DEBER Y LIBERTAD

¿Qué hombre, en las horas de silencio y de recogimiento, jamás interrogó la naturaleza y su propio corazón, pidiéndoles el secreto de las cosas, el por qué de la vida, la razón de ser del universo? ¿Dónde está el que jamás procuró conocer su destino, levantar el velo de la muerte, saber si Dios es una ficción o una realidad? No es propio del ser humano, aún siendo tan despreocupado, que nunca se hubiera planteado estos problemas temibles. La dificultad en resolverlos, la incoherencia y la multiplicidad de las teorías que originaron, las consecuencias deplorables que emanan de la inmensa mayoría de los sistemas desarrollados, todo este conjunto confuso, cansando el espíritu humano, le llevó a la indiferencia y al escepticismo.

  Sin embargo, el hombre necesita saber; necesita el rayo que alumbra, la esperanza que consuela, la certeza que guía y que sostiene. Y tiene también el medio de conocer, de ver la verdad, de librarse de tinieblas e inundarlo de su benéfica luz. Para eso, él mismo debe
desprenderse de sistemas preconcebidos, descender, escuchar esa voz interior que habla a
todos nosotros y que los sofismas no pueden engañar: la voz de la razón, la voz de la conciencia.

   Así hice yo. Mucho tiempo reflexioné; medité sobre los problemas de la vida y de la muerte; con perseverancia sondeé estos abismos profundos. Dirigí a la eterna sabiduría un llamamiento ardiente, y me respondió, como responde a todo.

   Espíritu animado del amor al bien. Pruebas evidentes, hechos de observación directa vinieron para confirmar las deducciones de mi pensamiento, para ofrecer a mis convicciones una base sólida e inquebrantable. Después de haber dudado, creí; después de haber negado, vi. Y la paz, la confianza y la fuerza moral crecieron en mí. Son los bienes que, en la sinceridad de mi corazón, deseoso de ser útil para mis semejantes, vengo para ofrecer a
los que sufren y los que desesperan.

   Jamás la necesidad de luz se hizo sentir de forma más imperiosa. Una transformación  inmensa se produce en el seno de las sociedades. Después de haber estado sometido durante largos siglos a los principios de autoridad, el hombre mismo aspira, cada vez más a sacudir toda traba, a gobernarse. Al mismo tiempo que las instituciones políticas y sociales se modificaban, las creencias religiosas y la fe a los dogmas se debilitaron. Es todavía una de las consecuencias de la libertad en su aplicación a las cosas del pensamiento y de la conciencia. La libertad, en todos los dominios, tiende a sustituir a la coacción y a la
autoridad, a guiar a las naciones hacia un horizonte nuevo. El derecho de algunos se convirtió en el derecho de todos; pero, para que este soberano derecho esté conforme con
la justicia y lleve sus frutos es necesario que el conocimiento de las leyes morales venga a regular su ejercicio. Para que la libertad sea fecunda, para que ofrezca a las obras humanas
una base segura y duradera, debe ser completada por la luz, la sabiduría, la verdad. La libertad, para hombres ignorantes y viciosos, ¿no es como un arma poderosa en las manos de un niño? El arma, en este caso, a menudo se vuelve contra quien la lleva y le hiere.

"El porqué de la Vida"
Léon Denis

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