domingo, 24 de septiembre de 2017

Sufrimientos


OS PRESENTO LOS SIGUIENTES ARTÍCULOS:

- La realidad después de la muerte y el objetivo de la reunión mediúmnica.
- Sufrimientos.
-Frase del día
-En las pisadas de Jesús





                                                                 
        LA REALIDAD DESPUÉS DE LA MUERTE Y EL                        OBJETIVO DE LA REUNIÓN MEDIÚMNICA. 

La más dolorosa realidad de más allá de la vida cuando el cuerpo se disipa en la descomposición cadavérica, es el encuentro con la conciencia. Al despojarse de la indumentaria carnal le faculta una visión enteramente diversa de aquella que mantenía bajo la imposición de las conveniencias sociales y de la educación deficitaria en la falsa preparación para el triunfo. 

Heridas, cariñosamente escondidas, pululan, exhibiendo la putrefacción que el propio enfermo procuró ignorar. Estados íntimos, disfrazados en conflictos complejos, repuntan como si fueran lanzas agudas a despertar al condenado para el examen tardío, no obstante aun recuperable. 

Situaciones vejatorias, que quedaron ignoradas, recomponen los papeles ideó plásticos, convidando al ser a reexaminar el problema del que se evadió bajo las condiciones de la hipocresía. 

La muerte es el bisturí que desnuda al Espíritu. Retirándolo de la cámara en la cual se oculta, y es por eso que la caridad de la psicoterapia de la palabra fraterna tiene un sentido profundo, en el grupo mediumnico. 

En ese ministerio ninguna acusación se presenta, nada se impone, todo transcurre en un clima fraterno de comprensión cristiana, que dignifica al caído y enaltece a aquel que lo socorre. 

Manos que buscan manos, sentimientos que entienden las caídas morales conjugan, para que la ayuda mutua favorezca la redención del infeliz, al tiempo que propicia, al quien se da al ministerio, la oportunidad de iluminación evitando delinquir en las mismas circunstancias. 

Bendito recinto de amor, la reunión mediumnica seria, devotada al bien en nombre de Jesús, que mantuvo en silencio el contacto permanente con el Padre, para soportar con ternura la agresividad del mundo y de Los Espíritus imperfectos que en el habitan. Grupo fraterno que recibe el espíritu conturbado, amparándolo a través de la palabra esclarecedora y de las vibraciones equilibrantes, ayudándolo a despertar para la realidad de la vida espiritual con nuevas perspectivas de luchas edificantes. 

Espíritu Juan Cleofás 
Médium Divaldo Pereira Franco


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                 SUFRIMIENTOS

Los dolores de la Tierra son a veces independientes de nosotros, pero muchos de ellos dependen de nuestra voluntad. Remontémonos a su origen y veremos que la mayoría son los resultados de causas que hubiéramos podido evitar. ¿Cuántos males y enfermedades debe el ser humano a sus excesos, a la ambición, a sus pasiones, en suma? El hombre que haya vivido siempre con sobriedad, sin abusar de nada; el que siempre haya sido sencillo en sus gustos y modesto en sus deseos, se ahorrará muchas tribula-ciones. Y lo propio acontece con el Espíritu. Los sufrimientos que soporta son siempre la consecuencia del modo como vivió en la Tierra. Sin duda alguna, ya no le aquejarán la gota ni el reumatismo, pero sí otros dolores que no son menores.^ Hemos visto que sus congojas son el resultado de los lazos que existen todavía entre él y la materia; que cuanto más desembarazado está de la influencia de esta última –dicho de otro modo, cuanto más desmaterializado se halla-, menos sensaciones aflictivas experimenta. Ahora bien, de él depende liberarse de dicha influencia ya en esta vida: tiene su libre arbitrio y, por tanto, le cabe elegir entre hacer y no hacer. 

       Dome sus pasiones animales, no tenga odio ni envidia, celos ni orgullo, no se deje dominar por el egoísmo, purifique su alma mediante los buenos sentimientos, practique el bien, no conceda a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen, y entonces, incluso bajo su envoltura corpórea ya se hallará depurado, ya estará desprendido de la materia, y cuando abandone esa envoltura no sufrirá más su influencia; los sufrimientos físicos que haya experimentado no dejarán en él ningún penoso recuerdo ni le quedará de ellos ninguna impresión desagradable, porque sólo afectaron al cuerpo y no el Espíritu; se sentirá dichoso de haberse liberado, y su tranquilidad de conciencia lo eximirá de todo padecimiento moral. 

   Por nuestra parte, hemos interrogado a miles de Espíritus que pertenecieron en vida a todas las categorías de la sociedad, a todas las posiciones sociales. Los hemos estudiado en la totalidad de los períodos de su vida espírita, desde el instante mismo en que dejaron su cuerpo. Los seguimos paso a paso en esa vida de ultratumba para observar las mudanzas que en ellos se operaban, en sus ideas y sensaciones, y desde este punto de vista los hombres más vulgares han sido los que nos proveyeron de elementos de estudio no menos valiosos. Ahora bien, siempre hemos comprobado que los padecimientos se hallan en relación con la conducta, cuyas consecuencias sufren, y que esa nueva existencia constituye la fuente de una inefable ventura para aquellos que han seguido el recto camino. De lo que se deduce que los que sufren es porque así lo quisieron y sólo deben achacarlo a ellos mismos, así en el otro mundo como en éste. 

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS 
ALLAN KARDEC 

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                     FRASE DEL DÍA :



"Estas tres señales distinguen al hombre superior: 

La virtud, que lo libra de la ansiedad; 

la sabiduría, que lo libra de la duda; 
y el valor, que lo libra del miedo". 

Confucio
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EN LAS PISADAS DE JESÚS
“Os tengo dicho estas cosas estando aun con vosotros; más el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, ese os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo cuanto os he dicho”
(Juan, XIV, 25:26,)
La Religión de Jesús es eterna Religión de la Luz y de la Verdad. Ella no se limita a la práctica de simples virtudes, tal como los hombres la juzgan. Abrazando los amplios horizontes de la Vida Espiritual, nos enseña los medios indispensables para la adquisición de la inmortalidad.
¡La Religión de Jesús no desaparece con el túmulo, sino que se yergue como un Sol majestuoso más allá del túmulo; donde todo parece sumergido en tinieblas, en la nada, la Verdad, la Vida se manifiesta con todo fulgor!
¡La Religión de Jesús no es la Religión de la Cruz, sino la Religión de la Luz! ¡No es la Religión de la Muerte, más si la de la Vida! ¡No es la Religión del desespero, más si la de la Esperanza! ¡No es la Religión de la Venganza, más si la de la Caridad! ¡No es la Religión de los Sufrimientos, más si la de la Felicidad!
La muerte, el desespero, el martirio, los sufrimientos, son oriundos de las religiones humanas, así como la Cruz es el instrumento de suplicio inventado por los verdugos de Babilonia, de la Roma Primitiva, cuyos señores masacraban cuerpos y almas, infringiendo los preceptos del Decálogo.
La Religión de Jesús no es la Religión de la Fuerza, sino la Religión del Derecho.
Cuando las multitudes absortas se aproximaban al Maestro querido, para escuchar sus predicas ungidas de Fe, perfumadas de Caridad y centelleantes de Esperanza, nunca el Nazareno les atendió con una Cruz; nunca pretendió colocar sobre los hombros de sus infelices hermanos el peso del madero infame.
Al contrario, los atraía con miradas de piedad y en sus sublimes exhortaciones en sus amorosos consejos, para todos tenia una palabras de perdón, de afecto, de consuelo.
A los afligidos y desanimados les decía: “Venid a mi vosotros que estáis sobrecargados; aprended de mi, que soy humilde de corazón; tomar sobre vosotros mi yugo, que es suave, mi fardo que es leve, y hallareis descanso para vuestras almas”
La gran misión de Jesús fue abatir todas las cruces que el mundo había levantado; fue arrasar todos los calvarios. El fue el portador del bálsamo para todas las heridas, el consuelo para todas las aflicciones, la luz para todas las tinieblas.
Solo aquel que tuviera la ventura de examinar las paginas del Nuevo Testamento y acompañar los pasos de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y gloriosa resurrección, podría valorar bien en que consiste la Doctrina del Resucitado.
¡Es admirable ver el Gran Evangelizador en medio de la plebe maltratada, repartiendo, con todos, los tesoros de su amor! Les hablaba el lenguaje del Cielo; los convidaba a la regeneración, a la perfección; les hacia entrever el futuro lleno de promesas saludables; los animaba a buscar las cosas de Dios; finalmente, procuraba gravar en aquellas almas, turbadas por el sufrimiento, el benévolo reflejo de la Vida Eterna, que el tenia por misión ofrecer a todas las almas.
Jesús no fue el emisario de la espada, el gladiador que lleva el luto y la muerte a la familia y a la sociedad; más si el Medico de las Almas; el Príncipe de la Paz, el Mensajero de la Concordia; el Gran Exponente de la Fraternidad y del Amor a Dios.
A lo lejos de las carreteras pedregosas por donde pasó, por las ciudades y aldeas, el Maestro invitaba a sus oyentes a ser buenos, les nombraba los tesoros del Cielo y a todos la garantía el auxilio de ese Dios Invisible, cuyo amparo se extiende a los pájaros del cielo, a los lirios del campo.
Después de su admirable Sermón de la Montaña, y para demostrar la acción de sus palabras, cura un leproso que, prestado a sus pies, lo adora, diciendo: “¡Señor, si tu quieres, bien me podías tornar limpio!
En su viaje para Cafarnaum, un centurión se aproxima a el, le pide la cura de su criado: la milicia celestial se agita y el enfermo se restablece.
Llegando a la ciudad de Cafarnaun, entra en casa de Pedro y encuentra en cama, presa de fiebre maligna, a la suegra de este. Inmediatamente, al toque de sus manos compasivas, la pobre vieja se yergue.
Acompañado de sus discípulos, en una barca en el Mar de Galilea, la tempestad se desencadena, el viento sopla recio y las olas se agitan. Los discípulos, tomados de pavor, apelan al Maestro, y a una palabra suya los vientos cesan, el mar se calma.
Llegados a la otra banda, el despide una legión de Espíritus malignos que obsesaban a un pobre hombre.
Al salir nuevamente a la tierra de los segadores y de vuelta a Cafarnaun, unos hombres se aproximan al Nazareno y le llevan a un paralítico que yacía en el lecho. El enfermo recibe el perdón de sus faltas y el hombre, curado, rinde gracias a Dios.
Jairo, un jefe de la sinagoga, sabiendo los grandes prodigios operados por Jesús, corre a su encuentro, le pide liberar a su hija de la muerte. En cuanto Jesús camina para la casa de Jairo, una mujer que sufría, hacia doce años, molestia incurable, le tocó la túnica y sanó. Llegado el Maestro a la casa del fariseo, libra a la moza de las garras de la muerte.
Cuando sale Jesús de la casa de Jairo, dos ciegos corren tras del Maestro clamando: “¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Sus ojos se abren y ellos salen a divulgarlo, en la Galilea, las grandes cosas que el Señor les hizo.
En el mismo instante un grupo de hombres trae al hijo de Dios un mudo endemoniado; ¡Jesús expulsa al espíritu maligno y el mudo recupera el Habla!
Y a la proporción que las gracias eran dadas, la multitud crecía, porque en ellas la palabra de Dios; y Jesús por todas partes anunciando a todos el reino de Dios: contaba parábolas, hacia comparaciones y, bajo la forma de alegoría, infundía en las almas la Voluntad Suprema para que todos, removiendo obstáculos, pudiesen, con el auxilio divino, liberarse de los sufrimientos agobiados por los que pasaban.
Durante un largo periodo de tres años consecutivos, Jesús, dedicado todo a la alta misión que tan bien desempeño, no perdió un solo momento para dejar bien esclarecida su tarea libertadora.
Gran Reformador Religioso, abolió todos los cultos, todos los ritos, todos los sacramentos de invención humana, que solo han servido para dividirá la Humanidad, formar sectas, constituir partidos, en prejuicio de la unificación de los pueblos, de la fraternidad que el supo proclamar bien alto.
Y fue por eso, que fariseos o escribas, sacerdotes, doctores de la Ley y pontífices congregados en reunión secreta maléfica, animaran a la turba abestializada contra el Medico Rabino, y, unidos a los Herodes, a los Caifases, a los Pilatos y a los Tartufos; unos por violencia sanguinaria, otros por ambición y orgullo, otros por la avaricia, vil mercancía, cobardía y subversión, llevaron al Mago Evangelizador al Patíbulo infame, torturándolo con la muerte maliciosa.
Más el triunfo de la Verdad no se hizo demorar; cuando todos juzgaban muerto al Redentor del Mundo, cuando juzgaban haber sofocado su Doctrina de Amor, es que la Piedra del Sepulcro, donde habían depositado el cuerpo del Mozo Galileo, se estremece al toque de los luminosos espíritus; la cavidad de piedra se muestra vacía; Jesús se aparece a Maria Magdalena, y resuena por todas partes el eco de la resurrección!
¡Triunfante de las calumnias, de las injurias, de los tormentos de los suplicios, de la muerte, el Hijo Amado de Dios reafirma sus sustanciosas lecciones, embalsamando sus amorosos discípulos con los efluvios de la inmortalidad, únicos que nos garantizan Fe viva, Esperanza sincera y caridad eterna!
No valió la prevención de los sacerdotes, a la orden de Pilatos; no valieron los sellos que lacraban el sepulcro y los soldados que lo guardaban; al arborecer del primer día de la semana todo fue derribado, y el Cristo, resucitado, volvió a la arena mundial, victorioso en la lucha contra sus terribles verdugos!
Y en su narrativa llena de simplicidad, dice el Evangelio, por todos los evangelistas, que el Cristo Jesús apareció después de muerto, se comunicó con los once apóstoles, apareció a los demás discípulos, y , después, a más de quinientas personas de las cercanías de Jerusalén; les explico nuevamente las Escrituras, les repitió su Doctrina, que no puede quedar encerrada en el túmulo, ni en una iglesia; produjo delante de ellos fenómenos estupendos, como la pesca maravillosa, les anunció todas las cosas que debían acontecer, les garantizó la venida del Consolador,,les prometió, más allá de eso, su asistencia hasta la consumación de los siglos, no solo a ellos, más a todos los que le siguiesen los pasos y se elevo a las altas regiones del Espacio, donde velaría por todos.
La religión de Jesús no consiste en dogmas y promesas fáciles; es la religión de la Realidad.
Religión sin manifestaciones y comunicaciones de espíritus, es la misma cosa que ciudad sin habitantes o casa sin moradores.
La Religión consiste justamente en esa comunión de espíritus, en ese auxilio reciproco, en ese afección mutua.
¿Por qué es Cristo nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Por qué le dedicamos amor, respeto, veneración? ¿Por qué le confiamos a El nuestras aflicciones? ¿Por qué le hacemos oraciones? ¿Por qué le rendimos devoción, admiración y le rendimos gracia?
Porque sabemos que el puede y viene a iluminarnos la vida, nos robustece la creencia, nos protege y ampara, nos auxilia y acaricia, como un padre devoto proporcionaría felicidad y bienestar a sus hijos.
¿Pues, siendo Cristo las primicias del espíritu, como afirma el apóstol Pablo; estando en lo cierto de que el resucitó, apareció, se comunico, porque no pueden hacer lo mismo aquellos espíritus que fueron nuestros amigos, parientes, aquellos que Vivian con nosotros, manteniendo mutuo afecto?
En la Epístola a los Corintios dice el Apóstol de la Luz: “si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó y es vana nuestra fe”
¡La resurrección de cristo implica la resurrección de los muertos; y si fuese contraria a la Ley de Dios, la manifestación, la aparición, la comunicación con los muertos, Jesús habría inflingido esa Ley; habría ido en contra de su primer mandamiento, que dice estamos obligados a obedecer a nuestro Padre celestial, a Amarlo con todo nuestro corazón, entendimiento y alma y con todas nuestras fuerzas!
Más ya que el Cristo apareció y se comunicó, es señal cierta de que la Ley de dios, consiste en la comunicación de los Espíritus. ¿Jesús no invoco, en el monte Tabor, a los espíritus de Moisés y Elías?
Esta es la Religión de Jesús, pues se basa en actos irrefutables; esta es la Religión de la Fraternidad, porque tiene por base el afecto verdadero, que no termina en el túmulo; seguir las pisadas de Jesús es bastante para que seamos guiados por el y venzamos también como el venció, la muerte, con el triunfo de su resurrección.
Trabajo realizado por Merchita
                                                          
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