miércoles, 30 de agosto de 2017

Fotografía de Espíritus



 Índice de lecturas para hoy:

- La formación del médium
-¿ La muerte nos cambia?
- Fotografías de espíritus
- Rivalidad entre médiums

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     La formación del médium


   Son médiums las personas aptas para percibir la influencia de los Espíritus y transmitir sus pensamientos, sensaciones y sentimientos. Esa percepción puede variar desde la simple sensación de una presencia hasta la videncia objetiva de un ser espiritual y es muy difícil que haya personas que no hayan pasado o que no conozca a alguien que haya vivido algún tipo de experiencia en ese campo.
Pero, para la mayor parte de las personas, el contacto con ese tema no pasa de algo superficial, del intercambio de ideas con otras personas que tampoco saben mucho de eso, sin mayor profundidad por no saber cómo, ni dónde, buscar conocimientos adecuados para ampliar la comprensión del asunto.
Para ser médium, o sea, para tener la capacidad de percibir a los Espíritus, no es necesario pertenecer a esa o a aquella religión o tener una u otra filosofía de vida, pues la mediumnidad está presente en todas las culturas y razas, independientemente de creencias o condición social. Así, la mediumnidad se manifiesta en las personas, independiente de edad, creencias, convicciones, posibilidades de inteligencia o nivel cultural.
Aunque sea así, hoy por hoy, para una comprensión profundizada de lo que es la mediumnidad, sus finalidades y consecuencias, es imprescindible conocer la obra de Allan Kardec, además de otros autores como Léon Denis, Amalia Domingo Soler, Emmanuel, André Luiz, Manoel Philomeno de Miranda, Herminio C. Miranda, entre otros. En las obras de estos autores se observa que la mediumnidad, en la gran mayoría de los casos, es un compromiso que el Espíritu asumió aún en el Plano Espiritual antes de la actual reencarnación, sea para rescatar deudas originadas de un pasado de fragorosas caídas morales, sea para acelerar su progreso espiritual, o aún para que pueda, en la encarnación planeada, mantener la conciencia de su condición de Espíritu eterno, o sea, para no sumergirse simplemente en los problemas de la vida material sin considerar la realidad espiritual, de su esencia que es espiritual.
Cada persona puede presentar reacciones distintas ante el surgimiento de la mediumnidad, aunque el dolor sea el elemento común a casi todos, especialmente en ese inicio cuando el médium principiante no sabe cómo dominar los recursos de la facultad que empieza a surgir.
Sin conocer los recursos mediúmnicos que posee, la persona muchas veces empieza a sentir problemas de distinta naturaleza, muchos de los ellos sin justificativos racionales. Experimenta múltiples formas de desarmonía: súbitos cambios emocionales, desequilibrios sentimentales, y hasta incluso enfermedades para las cuales la medicina no tiene explicaciones claras o soluciones adecuadas.
Por otro lado, también hay personas que no poseen lo que se podría llamar mediumnidad activa, o sea, los que no están dotados de una facultad que pueda ser utilizada en el servicio sistematizado del intercambio entre el plano físico y el plano espiritual, a despecho de sus esfuerzos para desarrollarla. Allan Kardec los denomina ‘médiums improductivos’. Son aquellos que, cuando intentan la psicografía, por ejemplo, después de muchos ejercicios, obtienen resultados que se limitan a una que otra palabra, o cuando en la experiencia de la psicofonía nada más logran sino suspiros, algunos barullos y gemidos.
En ese momento hay que preguntarse ¿cuál es el sitio más adecuado para que aquel que sienta algún tipo de influencia pueda ejercitarla para saber si tiene o no mediumnidad? Si quiere correr el riesgo de recibir influencias de Espíritus inferiores, livianos e, incluso, malos, el ejercicio puede ser hecho en cualquier sitio. Pero, si el médium potencial desea mantener su equilibrio psíquico y espiritual, mejor será buscar un local que trate el tema con la seriedad que merece.
Sí, porque son requisitos esenciales al médium: equilibrio, conducta elevada, concentración, oración, buena disposición, humildad, amor y el apoyo de un grupo de personas serias y dedicadas al estudio y al ejercicio de la mediumnidad con propósitos nobles de servir al semejante y no simplemente satisfacer curiosidades livianas, búsquedas de informaciones superficiales sin otro móvil que los intereses personales de saber si un pariente está de tal o cual forma en el plano espiritual.
De esa forma, lo más adecuado, para quien empiece a sentir la influencia espiritual o que simplemente desee saber más sobre el asunto, es buscar un grupo espírita serio, que se dedique al estudio de la obra de Allan Kardec y que tenga la mediumnidad como una facultad que debe ser tratada con respeto y que exige, para su ejercicio equilibrado, conocimiento y armonía, que solamente se pueden conquistar con perseverancia y dedicación a lo largo del tiempo.
Allí, en un grupo equilibrado, la persona va a aprender que la mediumnidad por sí misma es neutral. Es un simple canal de comunicación. La cualidad del que se comunica y del mensaje que trasmite depende completamente de la cualidad del médium. Si él no tiene disciplina, piensa que lo sabe todo, que tiene mucho que enseñar y poco que aprender, que se basta a sí mismo y no depende de otros, que está siempre con la razón y los demás sólo desean ponerle trabas, entre otras cosas del mismo género, es evidente que será asistido por Espíritus que son como él, que no son serios y malgastan el tiempo y engañan a los que no están vigilantes.
Para obtener la influencia de los buenos Espíritus son indispensables la humildad, el propósito de auxiliar al semejante, la dedicación al estudio y al auto-conocimiento, la práctica de la oración, la bondad de corazón, el deseo sincero de mejorarse, entre otras cualidades que son similares a esas y que más fácilmente se adquieren cuando se cuenta con el soporte de un grupo de personas que busca el propio perfeccionamiento para servir mejor al próximo.
Así, de conformidad a la sintonía que mantenemos con uno u otro aspecto de la vida, depende la naturaleza de las comunicaciones que recibimos. Los médiums, conforme a la sintonía, pueden ser trabajadores del amor o instrumentos de las sombras. Compete a nosotros elegir con qué mantenemos afinidad, definiendo así nuestra calidad mediúmnica.
Informa Emmanuel, mentor espiritual de Chico Xavier, que “(…) por la oración, el hombre obtiene el concurso de los buenos Espíritus que concurren a sustentarlo en sus buenas resoluciones y a inspirarle ideas sanas. Él adquiere, de ese modo, la fuerza moral necesaria para vencer las dificultades y volver al camino recto, si de éste se alejó. Por ese medio, puede también desviar de sí los males que atraería por sus propias faltas. (…)” (7)
La oración es el recurso sublime de comunicación con los mensajeros de Jesús, que la Providencia Divina puso en nuestro camino, para posibilitar la elevación de nuestro tono vibratorio, de nuestros sentimientos, facultándonos así la inspiración, la intuición y el recibimiento de mensajes sublimes que nos despiertan el Espíritu a las realidades mayores de la Vida.
En resumen, ante el surgimiento de la mediumnidad o ante el deseo de profundizar el conocimiento del asunto, es fundamental que la persona interesada conozca los libros de Allan Kardec, además de otros autores serios, y busque un centro espírita equilibrado que le pueda auxiliar en sus estudios y ampliación del conocimiento y práctica de esa facultad sublime, que permite al encarnado estar en contacto con la realidad espiritual que le aguarda después de la muerte del cuerpo físico.
-Revista Espírita de la F.E.E.-Feb.2017-

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          ¿ LA MUERTE, NOS CAMBIA?


En cuántas ocasiones nos hemos cuestionado cómo será la vida en el Mundo Espiritual. ¿Podemos tan siquiera imaginarnos cómo será la existencia en ese nuevo mundo que nos resulta desconocido? Cuando muramos ¿dónde despertaremos? ¿Cielo, Infierno, Purgatorio? ¿Cuáles serán las condiciones en esos lugares? ¿Cómo sucederá? ¿Con quién nos encontraremos? ¿Cómo será nuestra forma de vida allí? ¿Y qué ocurrirá a partir de entonces? ¿Seremos iguales? ¿Cambiaremos? Son tantos y tantos los interrogantes que nos asaltan que nos quedamos en un mar de dudas.
¿Existen repuestas para todo este género de dudas? Y ¿dónde podemos encontrarlas?
El espíritu, al que también podríamos denominar nuestro yo superior o alma, es siempre el mismo, y aunque suele ocupar distintas personalidades a lo largo de sus innumerables existencias, tiene en su origen la misma y única esencia espiritual, es decir, es en todo momento el mismo ser.
Estar viviendo dentro de un cuerpo físico o fuera de él, no nos cambia en absoluto la forma de pensar y sentir. El cuerpo físico del que nos valemos para manifestarnos en el planeta es solo un instrumento, una herramienta de trabajo adaptada al entorno que nos rodea, es el traje que permite al buceador moverse en su elemento para, una vez finalizada la jornada, aparcarlo. El hecho de llevar o no esa indumentaria temporal no cambia los pensamientos e ideas, ni nos hace mejores o peores, pues íntimamente todo continúa igual.
Llegados aquí, quienes tienen nociones sobre las relaciones entre encarnados y desencarnados; o como dirían otros, entre vivos y muertos, ya deben ser conscientes de que el cuerpo físico es apenas una máquina adaptada a su entorno.
Como chispas divinas creadas por Dios a su imagen y semejanza espiritual, somos todos únicos e irrepetibles, diferentes entre sí, pues la suma de las peculiaridades y el bagaje de las experiencias acrisoladas nos convierten en seres absolutamente diferentes. Cada ser es una crisálida divina trasladándose a lo largo del tiempo y del espacio, aprendiendo encarnación tras encarnación, buscando la sabiduría a través de experiencias y luchando por acercarse, poco a poco, a su origen, a su Creador. Las diferentes vidas o reencarnaciones sirven para atesorar nuevas experiencias y completar aquellas que quedaron a medias. Evidentemente, repetiremos las pruebas no completadas, y algunas más a título de prueba o como expiación por los errores cometidos en el tránsito existencial. Es el medio para demostrar haber aprovechado las lecciones y desarrollado los valores internos que como seres espirituales poseemos.
Podemos encarnar en innumerables planetas; planetas que se ajustarán a las necesidades evolutivas y a la situación específica de cada persona. Usaremos indistintamente un cuerpo de hombre o de mujer, según sean las necesidades de aprendizaje, siempre en función de los valores y objetivos buscados (no olvidemos que el espíritu no tiene sexo); pues cada condición, masculina o femenina, lleva implícitos unos valores claramente diferenciados que potencian valores concretos del ser. Es decir, a lo largo de nuestra andadura existencial utilizaremos indistintamente un cuerpo masculino o femenino, siempre a tenor de las necesidades evolutivas. Extraeremos las virtudes y cualidades del ego superior aprendiendo con las diferentes situaciones que la existencia propicia: la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, el poder y la miseria, la belleza y la fealdad, y toda suerte de condiciones humanas. Y, dejando atrás el lastre que suponen las debilidades e imperfecciones, podremos superar nuestra triste condición de cuasi-humanos en lucha por la superación personal.
Pero en todas y cada una de estas fases el espíritu es siempre el mismo, aunque animando personalidades cambiantes. Debemos tomar consciencia de que la individualidad es única e intransferible; que se enriquece, se eleva, que amplía horizontes y fuerza espiritual, que adquiere mayor fe y amor, que crece en una mayor esperanza y deseo de progreso, que se supera constantemente buscando la mayor dicha, la paz, la felicidad. Con este trabajo subiremos en la escalera de Jacob, la escala evolutiva de los mundos, mundos físicos en la actual etapa y mundos espirituales en el futuro. Únicamente se nos exige luchar; luchar vida tras vida, prueba tras prueba y expiación tras expiación.
Que la evolución es lenta, que actúa sin saltos, ¡es cierto! Pero podemos progresar, más o menos rápido, dependiendo siempre del uso adecuado de nuestro libre albedrío. Cuando llega el acto natural de la muerte, cuando abandonamos el cuerpo físico, nada cambia interiormente, no sufrimos transformación personal alguna, solo nos llevamos aquello que podemos transportar, nuestros actos y experiencias. Actos que han quedado grabados a fuego en la conciencia y experiencias que se añaden al bagaje del alma: emociones, gustos, inclinaciones, virtudes y defectos. ¡Esa y no otra es la herencia! Y con esta maleta partimos al mundo espiritual, equipaje que guarda nuestras únicas pertenencias.
Y cuando llegamos allí comprobamos, con gran sorpresa, que seguimos siendo las mismas personas, que sentimos y pensamos exactamente igual, y que debemos someternos al juicio implacable de nuestra propia conciencia; juicio que determinará si nuestras acciones fueron equívocas o acertadas, qué hicimos a medias o qué dejamos sin hacer. El mundo espiritual es tan real o más que éste, allí no hay posibilidad de engañar, todo queda a la vista de los demás, no existen caretas que ponerse y ocuparemos inapelablemente el lugar que merezcamos en base a nuestros propios actos y evolución. No existen enchufes, atajos ni excusas. Las Leyes Universales imponen sus condiciones y dejan ver nuestra realidad espiritual, la única que sobrevive al cuerpo físico. Nada que discutir, nada que reclamar, quedamos a merced de la justicia de nuestra propia conciencia. Veremos pasar nuestra existencia y seremos nuestros propios jueces y árbitros; entonces habrá llegado el momento de asumir los equívocos y aceptar la responsabilidad de nuestros actos, recibiendo la justa corrección y las expiaciones necesarias para seguir progresando.
Esta es la diferencia que distingue a quienes, una vez aprovechadas las lecciones, regresan al Hogar Espiritual: Comprenden lo transitorio de la vida en la Tierra y se dejan ayudar por los sus colaboradores desencarnados. Asumen que ya no les queda nada por hacer en el mundo físico y solicitan aprovechar la fuerza que reciben de la Naturaleza para subir un peldaño más en su camino y seguir adelante con su destino; estudiando, aprendiendo de todas las vicisitudes acumuladas en su recorrido por la Tierra.
Con la colaboración de los trabajadores desencarnados recibimos la dádiva de asimilar las razones de los principales acontecimientos de esa vida recién concluida. Concienciados del momento evolutivo en que nos encontramos, disfrutamos de los aciertos y experiencias positivas, y sufrimos y nos acongojamos de las malas acciones y de todo aquello que pudimos hacer y no concluimos, lamentando los errores y daños causados a nuestros iguales. Todo daño queda anotado en el Libro de la Vida y pendiente de futura reparación, y para ello, llegado el momento oportuno recibiremos una nueva oportunidad para encarnar. Esta espera resulta imperativa, pues las necesidades son muchas y las disponibilidades de cuerpos humanos, pocas. No debemos olvidar que existen, aproximadamente, cuatro seres en espera de un cuerpo físico por cada uno utilizado en el planeta.
Identificarse como seres en evolución, mitigar defectos, pulir errores, retomar la senda del progreso y planificar una nueva encarnación es el camino que eligen los seres que desean superar los ambientes humanos en búsqueda de la luz, luz que no es otra que el conocimiento y la responsabilidad.
Pugnando en dirección contraria se encuentran los reacios al progreso, los orgullosos y egoístas, los fatuos y engreídos, los pagados de sí mismos, los soberbios, los imantados a vicios y bienes materiales; todos aquellos que se resisten a admitir sus errores y aceptar que son hijos de un mismo Dios, de un mismo padre, que son eternos y responsables de sus actos, y que apoyándose en su soberbia rechazan cualquier ayuda, se enredan en sus vicios e inclinaciones materiales, incrementan sus miserias morales y van degradándose cada vez más, aumentando las deudas kármicas y enfangándose en las tendencias degradantes de la materia, con desprecio a los valores del espíritu. Para estos llegará el crujir de dientes, afirmó el Maestro Jesús.
Solo existen dos opciones: adelantar o estancarse, luz u oscuridad, cielo o infierno; en cualquier caso, todos son estados de conciencia libremente elegidos. El cielo y el infierno que nos predican las religiones no existe como tal; cielo o infierno son estados de la propia conciencia, estados a imagen y semejanza de los pensamientos y sentimientos íntimos con los que vibramos.
El acto de fallecer y volver al plano espiritual será el catalizador que ayude a entender las circunstancias de lo vivido en la tierra; el catalizador que nos predispondrá a un cambio de actitud, a vislumbrar el porvenir y a aceptar las consecuencias de nuestras acciones durante esa vida ya finalizada. No obstante nada cambia, seguiremos siendo lo que éramos, pero la espada de Damocles penderá sobre nosotros exigiendo un cambio, un nuevo reto en nuestra condición espiritual, forzando el proceso metamórfico que nos convierta en seres angélicos, conscientes de su participación en la construcción del Universo.

La muerte ¿Nos cambia? por: Fermín Hernández Hernández
© 2017 Amor, paz y caridad

"Nacer, morir, renacer, progresar siempre, tal es la ley".
Allan Kardec.
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                   Fotografía de Espíritus


RECORDANDO A  ALLAN KARDEC











¿Es posible fotografiar a un Espíritu?

Esta pregunta está siendo repetida con frecuencia en estos últimos días, sobre todo por lo que algunos periódicos publicaron y la televisión que mostró una interesante foto, en la cual, un cantante aparece envuelto por una masa brillante, con apariencia de un hombre sombrío, durante una representación artística en una ciudad del interior paulista.

Sucede que hubo un dúo de cantantes, llamados Joao Paulo y Daniel, que se deshizo hace algunos meses por la muerte de Joao Paulo, por causa de un accidente de automóvil. El sobreviviente continuó cantando solo y en el referido espectáculo, una joven lo fotografió. Revelada la fotografía, muchas personas dijeron que aquella masa envolviendo a Daniel sería el Espíritu de Joâo Paulo.

Esto fue suficiente para que surgiesen innumerables suposiciones. Llevaron a programas de televisión a parientes del fallecido, para su probable identificación, lo que no siempre sucedió. Además de eso, fotógrafos, técnicos, religiosos y líderes espiritistas dieron su opinión, algunos negando y otros admitiendo que fuera probable fotografiar a un Espíritu, o sea, el alma de una persona fallecida.

Así, delante del interés despertado por el episodio, decidimos investigar el asunto a la luz de la Doctrina Espírita, como seguidamente veremos.

La fotografía de los Espíritus --- El hombre viene buscando conservar imágenes desde la más lejana antigüedad, pero la fotografía tiene sus raíces asentadas en los trabajos de alquimistas y químicos en relación a la luz. Fue sobre el año 1826 cuando surgió la primera fotografía en el mundo, tomada por el inventor francés Joseph-Nicéphore Niepce desde su ventana, en Gras, en Francia, cuando fijó en una placa de metal una vista de aquella ciudad, que todavía permanece en la Colección Gernsheim, en la Universidad de Texas, Austin, Estados Unidos.

A partir de la experiencia positiva de Niepce, la técnica fotográfica fue desarrollada y perfeccionada sucesivamente, de modo que en tiempo de Allan Kardec (1804—1869) ya existían fotógrafos profesionales y muchos acontecimientos del Siglo XIX fueron registrados en innumerables fotografías de resolución y nitidez razonables para aquella época.

Por otro lado, todos los que estudian y conocen las características y propiedades del periespíritu saben que, en determinadas circunstancias, el Espíritu (o alma de una persona fallecida) puede aparecer en fotografías o películas. Para que ocurra ese típico efecto mediúmnico de efecto físico, es indispensable que uno o más médiums, consciente o inconscientemente, faciliten el ectoplasma necesario y que el Espíritu mientras tanto consiga impresionar la película, registrando la imagen a través de la cual podrá ser reconocido por las personas que lo conocieron antes de la muerte.

Además, no estará de más recordar que el mismo Espíritu de una persona encarnada (viva), estando dormido, también podrá, en las mismas circunstancias, ser fotografiado en un lugar más o menos distante de aquel donde se encuentra reposando su cuerpo físico, hecho que ya fue objeto de comprobación.

Veamos un resumen de ese lamentable suceso :

Proceso de los espiritas --- En el año 1874, la Revista Espírita, ya bajo la dirección de Pierre-Gaëtan Leymarie, publicó fotografías con amplia materia envolviendo Espíritus, inclusive estampando, entre muchas otras, una foto en la que Allan Kardec, pasados cinco años de su desenlace, aparece ostentando un mensaje al lado de su viuda, que estaba encarnada.

Con referencia a todas las fotografías de las personas vivas teniendo a su lado imágenes de parientes o amigos fallecidos, habían sido hechas por obra del fotógrafo Édouard Buguet, establecido en su estudio de París. Leymarie, hombre honesto y afamado, adquirió varias fotos y las publicó en la Revista Espírita, no sin antes tomar diversos cuidados para comprobar el fenómeno, constatando inclusive que Buguet, además de un buen fotógrafo, era también un excelente médium de efectos físicos.

Con la publicidad y el rumor en torno al caso, un policía resolvió denunciarlo a un juez, que a su vez instauró un riguroso proceso criminal contra Buguet, Leymarie y Alfred Henry Firman, médium americano que estaba en París en la época de las fotos.

Presidiendo la corte con mano de hierro, el juez, había prejuzgado la causa porque antes de la producción de las pruebas estaba convencido de que todas aquellas fotografías de Espíritus eran fraudulentas, ya que habían sido montadas por Buguet con la conveniencia de Firman y Leymarie, condujo el proceso de modo injusto y parcial, culminando con la condena de los tres acusados, siendo así que Leymarie cumplió un año de prisión y pagó una pesada multa. Los otros dos dejaron Francia y después Buguet confesó que Lamiere era inocente, pero su confesión fue inútil, cayó en vacío, por que las autoridades no aceptaron el documento.
Más tarde la esposa de Pierre-Gaëtan Leymarie documentó el caso en un precioso libro, exactamente con el título de Proceso de los espíritas, donde relata el empeño de su compañero para intentar probar su inocencia y muestra la dureza del magistrado que presidió el hecho, el cual, entre otras acciones indecorosas, maltrató a la viuda de Allan Kardec, una respetable señora de 80 años de edad, faltándole al respeto y consideración durante la audiencia en la que fue escuchada como testimonio del caso.

El libro en cuestión debe ser leído por todos aquellos que se interesan por el asunto que envuelven las fotografías de Espíritus y con el peligro consiguiente, sobre todo por la facilidad de la práctica de actos fraudulentos. Es más, en su resumen en portugués publicado por la FEB, el Dr. Herminio C. Miranda asegura con mucha propiedad que, para absolver a los acusados, o por lo menos a Leymarie y Firman, era necesario que los responsables del Tribunal”estuviesen preparados para aceptar algunos hechos espíritas, que ellos bajo ningún concepto concordaban en admitir. Tales hechos eran básicamente los siguientes:

1) Que el Espíritu sobrevive a la muerte del cuerpo físico.
2) que después de desencarnado, puede emitir determinada energía que, siendo invisible a la mayoría de las criaturas, es suficiente para impresionar una lámina fotográfica sensibilizada:
3) que para la obtención de ese efecto energético, es necesária la presencia de personas dotadas de recursos especiales, dentro de la calificación genérica de médiums.
4) que Eduard Buguet disponía de tales recursos, como quedó ampliamente demostrado, por testimonios imparciales, vehementes, abundantes;
5) que los Espíritus encarnados pueden desdoblados, producir sobra la lámina el mismo efecto que los desencarnados mientras el cuerpo físico esté en reposo;
6) que las personas que reiteradamente demuestran facultades mediúmnicas notables, pueden, eventualmente, caer en una conducta lamentable del fraude, especialmente cuando se hacen pagar por sus dones.

La opinión de Allan Kardec --- Decimos arriba que en la época de Allan Kardec la técnica fotográfica ya estaba razonablemente desarrollada, de modo que incluso permitía el registro de imágenes de Espíritus. En efecto, tomando conocimiento de hechos de esa naturaleza, ella publicó una interesante materia en la Revista Espírita, exactamente con el título Fotografía de los Espíritus, donde estudia esa relevante cuestión, que ahora vamos a analizar con el, citando la parte que nos pareció necesaria para su estudio.

Kardec inicia su trabajo trascribiendo el siguiente artículo, publicado en el periódico Courrier du Bas-Rhin del sábado 3 de Enero de 1863 (parte alemán:), bajo el título Fotografía Espectral. `Los americanos que nos van por delante en muchas cosas, ciertamente nos sobrepasan en el arte de la fotografía y de la evolución de los Espíritus. En Boston, hoy en día, los difuntos no son apenas invocados por los médiums menos aún fotografiados. El descubrimiento maravilloso es debido al Sr. Wiliam Mumbler, de Boston. ´Es él mismo quien nos cuenta: Hace algún tiempo yo experimentaba en mi laboratorio un nuevo aparato fotográfico, haciendo mi propio retrato. De pronto sentí cierta presión en el brazo derecho y una lasitud en todo el cuerpo. ¿`Más cómo describiría mi espanto cuando vi mi retrato reproducido y a la derecha, la imagen de una segunda persona, que no era otra que la de mi prima muerta? El parecido del retrato, al que dicen los que conocieron a aquella señora, nada tiene que desear.

´Se dice que, desde entonces. El Sr. Mumbler no da sólo sesiones espíritas a los clientes, sino que todavía ejecuta retratos de los difuntos evocados. Son generalmente un poco pálidas y veladas y los trazos difíciles de reconocer, lo que no impide que los habitantes de Boston, esclarecidos, los declaren auténticos. ¡ Quien consideraría tan próximas las imágenes espectrales!

En este punto, Allan Kardec comenta que, “En caso de que fuera real, semejante descubrimiento, tendría por cierto inmensas consecuencias y sería uno de los hechos más notables de manifestaciones. Con todo, aconsejamos acogerla con prudente reserva. Los americanos que, al decir del articulista, nos sobrepasan en tantas cosas, nos enseñan que también nos distanciáramos de las patrañas.

“Para quien conozca las propiedades del periespíritu, a primera vista la cosa no parece materialmente imposible. Se ven surgir tantas cosas extraordinarias que de nada nos debemos admirar. Los Espíritus anunciaron manifestaciones de nuevo orden, todavía más sorprendentes que las conocidas. Esta estaría, por cierto, en este número. Una vez más, hasta una constatación más auténtica que el relato de un periódico, es prudente, es prudente ponerla en duda. Si la cosa fuera verdadera, sería vulgarizada; mientras se espera, es preciso evitar dar crédito a todas las historias maravillosas, que los enemigos del Espiritismo se complacen en respaldar para volver al ridículo, también como los que las aceptan muy fácilmente. También digo, que es preciso mirar más de una vez, antes de atribuir a los Espíritus todos los fenómenos insólitos que no se pueden explicar. Un examen atento muestra, en la mayoría de los casos, una causa enteramente material, que no se había notado. Es una recomendación expresa que hacemos en El Libro de los Médiums.

Conclusión --- Con la presente materia no estamos afirmando ni negando que la imagen que aparece detrás del cantante Daniel, en la foto referida al inicio, sea realmente el Espíritu de su compañero Joâo Paulo. Intentamos sólo explicar que, a la luz de la ciencia Espírita, el hecho analizado ---fotografiar a un Espíritu --- es perfectamente posible y está dentro de las leyes naturales, sin que sea necesario recurrir a teorías supuestamente psicológicas o parapsicológicas, que sólo traen más complicaciones en vez de solucionar el enigma.
De cualquier forma, el fenómeno debe ser estudiado minuciosamente, teniendo en consideración las condiciones morales de los envueltos --- fotógrafos, médiums y fotografiados ---, para que sea desechada cualquier señal de fraude, ilusión óptica o problemas de las cámaras fotográficas o filmadoras, evitando así sinsabores y hasta aun procedimientos policiales o judiciales.


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