sábado, 6 de junio de 2015

El proceso de la Desencarnación



                   
Miguel Vera
       EVANGELIO: ¿ ALGO MÁS 

QUE UN TRATADO DE FE?


El Evangelio no debe ser considerado como mero tratado de fe, ya que por encima de todo es un motivo permanente de acción regeneradora. Y de ahí que sea considerado todo un código de vida recta. Interpretarlo al pie de la letra, en cambio, es oscurecer su "espíritu", y el espíritu es el que vivifica. A la luz de la filosofía espírita el Evangelio se torna más claro y más coherente con la realidad humana y espiritual. Debemos, pues, afirmar que el espiritismo es el que interpreta al Evangelio y no a la inversa, que el Evangelio interprete al espiritismo. 
De esta forma, la doctrina espírita, con alto grado de prudencia, evita caer en dos extremos peligrosos, en su interpretación del Evangelio: en el intelectualismo inocuo, con pretensiones de sapiencia y en el evangelismo improductivo, con presunciones de santidad. El espiritismo se preocupa fundamentalmente de la sustancia moral del Evangelio. Si por un lado el intelectualismo verboréico es un gran mal, debido al posible desvío del sentido real de las máximas evangélicas; igualmente maléfico es el misticismo de la ignorancia, porque mata el espíritu del Evangelio en la frialdad de los textos, imposibilitando la comprensión y el análisis de los que Lo estudian honestamente. 
El Evangelio adquiere una dimensión mayor a la luz del espiritismo que nos descubre el sentido profundo de las propias enseñanzas del Cristo. La doctrina espírita no aprueba ninguna actitud ni ningún ejercicio o práctica religiosa, aunque es integralmente respetuosa con cualquiera de ellas. ¡Feliz fin de semana!

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 MANIFESTACIÓN DE LOS

 ESPÍRITUS


Los Espíritus se manifiestan espontáneamente o por evocación. Se pueden evocar a todos los
Espíritus, lo mismo a los que animaron a hombres oscuros, como a los de los más ilustres personajes,
cualquiera que sea la época en la que hayan vivido; así los de nuestros parientes y amigos como a los de nuestros enemigos, y obtener en comunicaciones escritas o verbales, consejos, informaciones sobre su situación en el más allá, de sus pensamientos respecto a nosotros, así como las revelaciones que les son permitidas hacernos.
Los Espíritus son atraídos en razón de su simpatía por la naturaleza moral del medio que los evoca.
Los Espíritus superiores se alegran en las reuniones serias donde prevalece el amor al bien y el deseo sincero de instruirse y mejorarse. Su presencia ahuyenta a los Espíritus inferiores que encuentran, por el contrario, libre acceso y pueden actuar con toda libertad entre las personas frívolas o guiadas tan solo por la curiosidad y donde quiera que encuentren malos instintos. Lejos de obtener de ellos buenas advertencias o enseñanzas útiles, pues no se deben esperar sino futilidades, mentiras, bromas pesadas o mistificaciones, porque con frecuencia usurpan nombres venerables para mejor inducir en el error.
Es sumamente fácil distinguir los Espíritus buenos de los malos. Pues, el leguaje de los Espíritus
superiores es constantemente digno, noble, inspirado por la más alta moralidad, libre de toda pasión inferior; sus consejos exaltan la más pura sabiduría, y tienen siempre como objetivo nuestro progreso y el bien de la Humanidad.
El de los Espíritus inferiores es, por el contrario, inconsecuente, con frecuencia trivial y hasta grosero; si dicen a veces cosas buenas y verdaderas;con más frecuencia las dicen falsas y absurdas por malicia o por ignorancia. Se divierten con la credulidad y se distraen a expensas de los que los interrogan, alardeando de su vanidad, alimentando sus deseos con falsas esperanzas. En resumen, las comunicaciones serias, en la total acepción de la palabra, sólo se obtienen en los centros serios, en aquellos cuyos miembros están unidos por una comunión de pensamientos para el bien.
La moral de los Espíritus superiores se resume,como la de Cristo, en esta máxima evangélica: “Hacer a
los demás lo que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese”; es decir, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta, hasta para sus menores acciones.
(Maifestaciones espíritas) RESUMEN DE LA DOCTRINA ESPÍRITA.
COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS.. Allan Kardec.

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             EL RINCON DEL ALMA

En estos días tan atrapados en la festividad y el consumismo impositor, cuesta más situarse en la humildad; como parece ser que es el origen de tanta festividad.
 La humildad no significa mantenerse en la pobreza, ni permitir la humillación. Una actitud de auto condenación es una carencia de amor que transgrede toda ley, así como la falsa humildad de los fariseos con sus ayunos y frágüelos, hablando de santidad, en innumerables actos en donde se disfrazaba el poderío y la soberbia. No es una falta de responsabilidad, la humildad es el reconocimiento de nuestra propia valía, de que solo vemos una parte de lo que somos y de nuestra situación en la vida. 
Que nada empieza ahora, que todo va más allá de lo que recoge nuestros sentidos y manifiesta nuestra conciencia en, un aquí y ahora. Un objetivo importante es cambiar nuestras actitudes, frenar egos, cambiar posturas, ofrecer ayuda en caridad a todos los seres necesitados que por alguna causa están en nuestros entornos. 
El ser conscientes de nuestras debilidades, defectos y limitaciones, nos ayuda a comprender la misión de nuestras pruebas. Centrarnos en la observación y la escucha, la comprensión y el perdón, en vez de juzgar y condenar. Humildad significa comportarse con integridad y respecto, observando y aceptando todo lo que llega a nuestros sentidos, para aprender las lecciones ocultas, que a menudo no queremos ver. Entendiendo que si somos una pequeña parte del mundo, nuestra realidad y presencia tiene un efecto de unidad, infinito y permanente. Vibremos unidos en total armonía en la humildad del alma que da sosiego en la gris noche terrena y deposita un beso de eternidad en este rincón del alma. Un abrazo de Reyes en la compresión la unión y la esperanza, 

Estela Blasco Vega

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EL PROCESO DE LA DESENCARNACION

Oh, Madre Mía, cuánto aprendí en tu compañía! No sabías leer ni escribir, eras sencilla y humilde y tenías unas conexiones "en lo Alto" que aún hoy día se sienten a nuestro alrededor. Cuando desencarnaste, el cielo se vistió de gruesos nubarrores grises por más de 48 horas. Las goteras gruesas y lentas eran lágrimas sin duda. En sus tiempos de juventud, llevó a su hijito (a mí) a todos los centros de que tuvo noticias, y eran centenares. Desde que le advirtieron que buscara una comadrona que portara todo el tiempo una navajita de afeitar, no supo para qué era, hasta que nací con el cordón umbilical alrededor del cuello. No era clarividente con el grado de penetración de otros que abundaban en la época, pero sabía lo que estaba sucediendo. Era experta, sin jactancia alguna, en conducir el proceso de la desencarnación de los moribundos. Con un cirio encendido, lo acercaba prudentemente al rostro del paciente y una emanación luminosa, un tenue brillo la movía a indicar que la desencarnación era inminente. En casos de mucha gravedad y dolor, cuando el vientre del paciente era perforado con agujeros de cierto diámetro, ya había aprendido el proceso de mitigar el dolor: Ya tenía un pedazo de carne para colocarla sobre el agujero, sintiendo el paciente mucho alivio al ser desviados los fuertes ácidos (no se sabía el nombre del mal, aunque se presume que era el cáncer).
Hermana, sé que no me queda mucho. Cállate. Sólo Dios puede determinar el tiempo que nos queda. Permanece tranquilo y sereno. Recibe nuestros efluvios magnéticos y duerme! Muchas veces la orden de dormirse significaba el adios postrero.
El fenómeno de la clarividencia atestiguando la liberación del alma (no es espíritu hasta que haya salido del cuerpo) lo estudié y continúo estudiándolo. El Dr. Ernesto Bozzano, famoso investigador psíquico italiano, analizó profundamente el tema, no tan sólo en la gente de su época, sino lo que sucedía a los nativos de Tahití (en la Polinesia) y gente de otros lugares. Favor de estudiar sus obras en lugar de perder el tiempo con otras nimiedades que a nada conducen.

-  Fernando Mercado-

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