Mensajes escritos han sido dados, a grandes distancias, por vivos exteriorizados. Aksakoff refiere los hechos siguientes.
Mr. Thomas Everit, de Londres, obtuvo, por mano de su esposa, un mensaje de uno de sus amigos, médium, en camino para América.
El gran juez Edmonds, de New York, refiere que dos grupos espiritistas, reunidos a la misma hora, en Boston y en New York, correspondían por sus respectivos médiums.
Asimismo, dos grupos de experimentadores, reunidos en Madrid y en Barcelona, comunicaban por iguales procedimientos. Al terminar cada sesión, se redactaba en ambas partes un proceso verbal, que se remitía inmediatamente al correo. Los dos mensajes estaban siempre conformes.
Todos estos hechos establecen de una manera cierta, desde esta vida, la acción mental y recíproca de alma a alma y la intervención posible de los vivos exteriorizados en los fenómenos psíquicos. Para practicar la telepatía son necesarias dos condiciones. Éstas son, por una parte, en el operador, la concentración y la exteriorización del pensamiento. Para obrar mentalmente a distancia, es menester recogerse y dirigir con persistencia el pensamiento hacia el objeto elegido. De esta manera se provoca un desprendimiento parcial del ser psíquico y se crea una corriente de vibraciones que nos une a nuestro corresponsal. Por otra parte, se necesita en éste un grado suficiente de sensibilidad.
Estas condiciones no se encuentran con tanta frecuencia como se podría suponer. Es menester crearlas por una acción prolongada de la voluntad, y mejorarlas después mediante el ejercicio cotidiano de las facultades adquiridas.
En lo Invisible
León Denis
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