martes, 15 de marzo de 2011
Espíritus negativos
"Los espíritus malos,egoístas y endurecidos, están, después de la muerte, entregados a una duda cruel sobre su destino presente y futuro. Miran a su alrededor, no ven al principio ningún objeto sobre el que puedan ejercerse sus fechorias, y la desesperación se apodera de ellos, porque el aislamiento y la inacción son intolerables para los malos espíritus: no se elevan hacia los lugares habitados por los espíritus puros. Consideran lo ques les rodea, e impresionados al instante por el abatimiento de los espíritus débiles y castigados, se adhieren a ellos como a una presa, y les recuerdan sus pasadas faltas,que ponen sin cesar en acción por sus gestos irrisorios. No bastándoles esta burla, se sumergen en la Tierra como buitres hambrientos, buscan entre los hombres el alma más accesible a sus tentaciones, se apoderan de ella, exaltan su concupiscencia, procuran apagar su fe en Dios, y cuando, en fin, dueños de su conciencia, consideran su presa asegurada, extiende sobre todo lo que rodea a su víctima el fatal contagio.
El espíritu malo, cuando puede ejercer su ira, es casi feliz. No sufre sino en los momentos en que no puede obrar y en los que el bien triunfa sobre el mal.
Sin embargo, los siglos corren. El espíritu malo siente de repente que las tinieblas le invaden, su círculo de acción se estrecha, su conciencia, sorda hasta entonces, le hace sentir las puntas aceradas del arrepentimiento. Inactivo, llevado por el torbellino, corre al azar sintiendo, como dice la escritura, erizársele de espanto los cabellos. Pronto se hace un gran vacío a su alrededor. El momento de su expiación ha llegado, la encarnación se le presenta amenazadora. Ve como en espejismo las pruebas terribles que le aguardan. Quisiera retroceder, adelanta, y precipitado en el ancho abismo de la vida, divaga espantado hasta que el velo de la ignorancia cae sobre sus ojos. Vive, obra, aún es culpable. Siente en él no sé que recuerdos que le inquietan, presentimientos que le hacen temblar, pero no retrocede en la vía del mal. Cargado de violencias y de crímenes, va a morir. Extendido en el suelo o sobre su cama, ¡qué importa! El hombre culpable siente, bajo su aparente inmovilidad, removerse y vivir un mundo de sensaciones olvidadas. Bajo sus párpados cerrados ve apuntar una luz, oye sonidos extraños. Su alma, que va a dejar su cuerpo, se agita impaciente, mientras que sus manos crispadas tratan de agarrarse a la sabanas. Quisiera hablar, quisiera gritar a los que le rodean: Retenedme, veo el castigo. No lo consigue: la muerte se fija sobre sus labios descoloridos, y los asistentes Exclaman: ¡descansa en paz!
No obstante, lo oye todo. Gira alrededor de su cuerpo, que no quiere abandonar. Una fuerza secreta le atrae. Lo ve y reconoce todo. Desatinado, se lanza en el espacio, donde quiere ocultarse. ¡No tiene reposo! Otros espíritus le vuelven el mal que ha hecho, y castigado, burlado, confuso a su vez, camina y caminará al azar hasta que la divina luz se deslice en su endurecimiento y le ilumine para mostrarle el Dios de justicia, el Dios triunfante del mal, que no podrá aplacar sino a fuerza de gemidos y de expiaciones.
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Jamás se ha trazado un cuadro más elocuente, más terrible y más verdadero de la suerte del malo.
¿Qué necesidad hay, pues, de recurrir a la fantasmagoria de las llamas y de los tormentos físicos.?
El cielo y el infierno. Allan kardec
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No creemos ya en un Dios de cóleras y de vengazas, sino en un Dios de Justicia y de Misericordia infinitas. El Jehová sangriento y terrible ya ha pasado. El infierno ha sido cerrado para siempre. Del cielo desciende sobre la tierra, con la revelación nueva, el consuelo de todos los dolores, el perdón de todas las debilidades, el rescate de todos los crímenes,`por medio de la expiación y el remordimiento.
León Denis
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