INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Pruebas
2.- Unión del alma y el cuerpo- Abortos
3.- Los niños
4.- Máximas y recomendaciones de André Luiz
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PRUEBAS
Dios no ha hecho las pruebas superiores a las fuerzas del que las pide; no permite sino las que se puedan cumplir; si no se llena el objeto, no es la posibilidad la que le falta, sino la voluntad, porque ¿ cuántos hay que en lugar de resistir a las malas tentaciones, se entregan y complacen en ellas? Para estos están reservados los llantos y el crujir de dientes en sus existencias posteriores; pero admirad la bondad de Dios, que nunca cierra la puerta al arrepentimiento. Llega un día en que el culpable se cansa de sufrir o en que su orgullo al fin se ha dominado, y entonces es cuando Dios abre sus brazos paternales al hijo pródigo que se echa a sus pies. "Las grandes pruebas , escuchadme bien, son casi siempre indicio de un fin de sufrimientos y de un perfeccionamiento del espíritu, cuando son aceptadas por amor a Dios".
Este es un momento supremo, y entonces es cuando sobre todo conviene no desfallecer murmurando, si no se quiere perder el fruto y tener que empezar otra vez. En lugar de quejaros, dad gracias a Dios, que os ofrece la ocasión de vencer para daros el premio de la victoria. Entonces, cuando al salir del torbellino del mundo terrestre entréis en el de los espíritus, seréis allí aclamado como el soldado que sale victorioso de la pelea.
De todas las pruebas, las más poderosas son las que afectan al corazón; hay quien soporta con valor la miseria y las privaciones materiales y sucumbe bajo el peso de la tristeza doméstica, mortificado por la ingratitud de los suyos. ¡Oh! esto es una aguda agonía! Pero, ¿ quién puede mejor, en estas circunstancias, reanimar el valor moral, sino el conocimiento de las causas del mal y la certeza de que, si hay grandes trastornos, no hay desesperaciones eternas, porque Dios no puede querer que su criatura sufra siempre? ¿Qué cosa hay más consoladora y que dé más valor, que el pensamiento de que depende de sí mismo y de sus propios esfuerzos abreviar el sufrimiento, destruyendo en sí las causas del mal? Pero, para esto, es preciso no concretar las miradas a la Tierra y no ver sólo una existencia; es preciso elevarse, dominar el infinito del pasado y del porvenir; entonces la gran justicia de Dios se revela a vuestras miradas y esperáis con paciencia, porque os explicáis lo que os parecen monstruosidades en la Tierra; las heridas que recibís en ella sólo os parecen rasguños. Con este golpe de vista echado al conjunto, los lazos de familia aparecen bajo su verdadera luz; éstos no son ya los lazos frágiles de la materia que reúnen sus miembros, sino lazos duraderos del espíritu que se perpetúan y consolidan purificándose, en lugar de romperse con la encarnación.
Los espíritus a quienes la semejanza de gustos, la identidad del progreso moral y el afecto conducen a reunirse, forman familias; estos mismos espíritus en sus emigraciones terrestres, se buscan para agruparse como lo hacen en el espacio; de aquí nacen las familias unidas y homogéneas, y si en sus peregrinaciones se separan momentáneamente, se encuentran después felices por su nuevo progreso. Pero como no deben trabajar sólo para sí, Dios permite que los espíritus menos adelantados vengan a encarnarse entre ellos, para tomar consejos y buenos ejemplos en provecho de su adelantamiento; algunas veces ponen la disensión entre ellos; pero esta es la prueba, esta es la tarea. Acogedles, pues, como a hermanos, ayudadles, y más tarde, en el mundo de los espíritus, la familia se felicitará por haber salvado del naufragio a los que a su vez podrán salvar a otros. (San Agustín. París, 1862).
EL EVANGÉLIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
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Si sucede que el cuerpo que el Espíritu eligió, muriese antes de nacer, él probablemente escogerá otro.
Las imperfecciones de la materia, en la mayoría de las veces, son las causas de las muertes prematuras.
La importancia de la muerte prematura, poco tiempo después de la encarnación, es casi nula para el Espíritu, pues el ser aún no tiene consciencia de su existencia; frecuentemente, se trata de una prueba para los padre.
El Espíritu, algunas veces, sabe con antelación que el cuerpo que escogió no tiene posibilidad de vivir; pero si lo escogió por ese motivo, es que retrocede ante la prueba.
Cuando falla una encarnación para el Espíritu, por una causa cualquiera, no siempre es sustituida inmediatamente por otra existencia; el Espíritu necesita tiempo para escoger de nuevo, a menos que la reencarnación instantánea sea la resultante de una determinación anterior.
El Espíritu, una vez encarnado, no puede lamentar una elección de la que no tiene consciencia, pero puede encontrar muy pesada la carga. Y si la considera por encima de sus fuerzas, entonces recurre al suicidio.
Desde el instante de la concepción, la perturbación comienza a envolver al Espíritu, advertido así de que llegó el momento de tomar una nueva existencia; esa perturbación va creciendo hasta el nacimiento. En ese intervalo, su estado es mas o menos el de un Espíritu encarnado, durante el sueño del cuerpo. A medida que se aproxima el momento del nacimiento, sus ideas se apagan, así como el recuerdo del pasado se apaga desde que entró en la vida. Pero ese recuerdo le vuelve poco a poco a la memoria, en su estado de Espíritu.
En el instante del nacimiento el Espíritu no recobra inmediatamente la plenitud de sus facultades: ellas se desenvuelven gradualmente, con los órganos. Él se encuentra en una nueva existencia; es preciso que aprenda a servirse de sus instrumentos: las ideas le vuelven poco a poco, como un hombre que recuerda y se encuentra en una posición diferente de la que ocupaba antes de dormir.
El Espíritu que debe animar un cuerpo existe, de cualquier manera, fuera de él. Propiamente hablando, él no tiene un alma, pues la encarnación está apenas en vías de realizarse, pero está ligado al alma que debe poseer.
La vida intrauterina es como la de una planta que vegeta. La criatura vive la vida animal y la vida vegetal, que se completa al nacer, con la unión espiritual.
Hay criaturas que nacen muertas y jamás hubo un Espíritu destinado a sus cuerpos: nada debía cumplirse en ellas. Es solamente como prueba para los padres que esa criatura nace. Algunas veces, ese ser, puede llegar al tiempo normal del nacimiento, pero no vivirá.
Toda criatura que sobrevive, necesariamente tiene que poseer un Espíritu. ¿ Qué sería ella sin el Espíritu?. Solo un cuerpo de carne y huesos, como un cascarón vacío. No seria un ser humano.
En el caso en que la vida de la madre esté en peligro real por el embarazo o el parto, es preferible sacrificar al ser que no existe antes que sacrificar al que existe (es el caso de la madre).
Es racional tener respeto por los fetos, de la misma forma que una criatura que hubiese vivido, pues en todo existe la voluntad de Dios y a su Obra, y no se debe tratar livianamente las cosas que se deben respetar. ¿ Por qué no respetar las obras dela creación, que a veces son incompletas por la voluntad del Creador?. Eso pertenece a sus designios, que nadie es llamado a juzgar.
LOS NIÑOS
¿ Cuanto se ha escrito sobre los niños ?. Y no es extraño, porque ellos son la imagen de la esperanza, la realidad de la vida, la encarnación del progreso: ellos nos hacen sonreír ante una época mejor, pues, por lo general, esa frase que se repite de que " hoy los niños nacen sabiendo", es una gran verdad. Los espíritus que van llegando a la Tierra son mucho más adelantados que los de nuestros abuelos; y se ven criaturas nacidas de padres fanáticos, que crecen entre rancias costumbres y sin embargo, el racionalismo de esos espíritus vence a la rutina y domina en absoluto.
Conocemos un niño llamado Enrique; que tendrá seis años. Inquieto y revoltoso en grado máximo. Hijo de un matrimonio católico que va a misa casi a diario, en particular el padre, que sigue con fervor la religión de sus mayores, que tiene parientes y amigos eclesiásticos, no oyendo al niño hablar de otra cosa que de Dios y de los santos. Últimamente estuvo enfermo y en la convalecencia le dijo su padre:
- Mira hijo mío, en cuanto te levantes iremos a la iglesia de la Merced a darle gracias a Dios por haberte puesto bueno.
- ¡ No quiero ir !- dijo el chicuelo con acento enfadado.
- ¡ Qué dices hijo !, ¿ No quieres ir a dar gracias a Dios por haberte puesto bueno ?
- ¡ No !, ¡ No !, no quiero ir. ¿ Para qué me puso antes malo ?- Y el pequeño racionalista no consintió en ir a la iglesia.;
Fijémonos bien en el profundo razonamiento de ese espíritu.
-- El niño oye decir constantemente: " Sucede esto porque Dios lo quiere"; " Aconteció aquello porque Dios lo quiso ", y todos los actos de la vida, por insignificantes que sean, Dios los ha dispuesto . El pequeñuelo, de pronto, se sintió enfermo; recibió aquel mal sin que él lo hubiera buscado, y luego, al recobrar la salud, le dicen que vaya a dar gracias a Dios, y él contesta, muy oportunamente: - No quiero ir; ¿para qué me puso antes enfermo?. Esto es, ¿para qué hizo padecer sin causa?
¡ Qué profundo pensamiento !. He aquí un filósofo racionalista que promete ser un librepensador del siglo XX.
¡ Pobre religión es aquella que tienen que reformar los niños !
Conocemos otra niña, casi de la misma edad que Enrique, en cuyos ojos brilla la llama del genio. Si se oye hablar, sin verla, a la pequeña Luisa, nadie creería que es una niña la que reflexiona con tanto juicio y tanto acierto.
Una tarde, hablando con un amigo nuestro, decía Luisa, refiriéndose a las deudas:
-Cuando se debe dinero no se puede vivir, porque todos los días viene cada uno a pedir lo suyo, y es una fatiga.
No, no, yo no quiero deber un céntimo a nadie.
¡ Pobre niña, aún no ha visto seis veces florecer los almendros y ya comprende las luchas y las amarguras de la vida !.
Hablando después del cielo y del lugar de las tinieblas, dijo ella:
- Yo quiero ser muy buena porque así no iré al infierno.
- ¡ Cómo Luisita!, ¡ tu que tienes tanto talento, de verdad, ¿ crees eso ?
. Si que lo creo- dijo la niña, encogiéndose graciosamente de hombros.. Nuestro amigo le hizo entonces muchas reflexiones sobre esa absurda creencia, y al fin dijo Luisa, con vibrante y marcada intención:
- ¡ Bueno, ya está bien todo lo que usted me dice, y lo creo así, pero si mi papá y mi mamá me dicen: Sí Luisita, si, hay infierno; yo, ¿ qué les voy a decir ?; ¿ qué quiere usted que yo haga ? Decir que hay infierno... porque lo dicen ellos- Y la mirada de Luisa se iluminó con los destellos de la burla más fina y de la más delicada ironía.
Aquel ser tan pequeñito ya conoce que debe respetar a sus padres, pero al mismo tiempo se ríe de la credulidad de aquellos, y se doblega a ella por obediencia pero no por convicción.
Vemos de vez en cuando a una niña que tendrá siete inviernos, y es la desesperación de su madre, por sus travesuras, su desobediencia y por contestar siempre que la riñen, con una oportunidad y una lógica sorprendente, pues todos sus defectos son compensados por tener un gran corazón. Es muy amiga de hacer el bien, sin cansarse nunca de hacerlo. Por las tardes se sienta en el balcón a merendar, pero si ve pasar a un pobre, se levanta rápidamente, baja como una flecha la escalera, y le da al mendigo la mitad de su merienda.
Acostumbra a ir con su madre todas las mañanas a la plaza del mercado, y siempre observa que su madre le da cuartos a un moro anciano que pide limosna.
Una mañana vio que su madre pasaba por delante del mendigo sin darle la moneda de costumbre, y le dijo:
- Mamá, hoy te olvidas del pobre del turbante.
- No me olvido, no, pero es que hoy no tengo cuartos sueltos
- ¿ Y por qué no has tenido cuidado en guardarlos '
- Porque se me olvidó; y mira, por un día ya puede pasar.
-No mamá, no puede pasar.
- Si, pues mira, que yo no me puedo volver dinero; no me ha quedado ni un céntimo.
- Pues si no te queda ni un céntimo, le daremos pan- Y con admirable soltura, sacó un panecillo del cesto, lo partió por la mitad y puso en un hoyito que hizo en una de las dos mitades, un pedacito de chocolate que ella se iba comiendo, lo unió a la otra y se lo dio al pobre, diciendo _:
- Toma, come, que está bueno, y adiós, hasta mañana.
- ¡ Muchacha !, ¿ qué has hecho ?- dijo su madre- Le has dado el panecillo que llevaba para tu padre.
- ¿ Y qué querías que hiciera?, ¿ No ves que el pobre nos esperaba?. Yo he reparado otras mañanas que en cuanto le das los cuartos se va al puesto de pan que hay enfrente y compra un panecillo, y hoy, si el pobre nos esperaba, ¡ mira que triste se hubiera puesto !.... ¿ Te gustaría a ti que papá nos dejase un día sin comer ?
- No, no me gustaría.
- Pues mira, ese pobre es de carne y hueso, como nosotros; por eso es necesario que te acuerdes de guardar dos cuartos cada día, para él.
- No pienses que, aunque no le demos limosna, no pecamos.
- Que no pecamos?; pues no dice el Señor que no hagas a otros lo que no quieras para ti ?
- Pues ese pobre no es como nosotros; no es cristiano, es moro.
- Y qué; ¿ no mantenemos a los animales, que no saben nada ?. Pues más justo es que favorezcamos a los racionales, sean quienes sean.
¡ Cuan bien comprende la pequeña Emma el modo de practicar la caridad !; ¡ Qué lección dio a su madre, más bien dada !
Estos tres seres, Enrique, Luisa y Emma, serán tres tipos legítimos del próximo siglo. El primero será un buen racionalista; la segunda, cumplirá fielmente con su deber; la tercera será la caridad en acción.
¡ Qué hermosa trinidad !
Cuando vemos muchos niños reunidos, los contemplamos y decimos: ¡ Qué grandes personas para el porvenir !.
Porque sin duda alguna, la generación que nos sigue es mucho más adelantada que la nuestra. El mañana de la humanidad es espléndido, verdaderamente grandioso. ¡ Vivir siempre!; ¡ Progresar siempre!. ¡ Cuan grande y cuan bueno es el esperar los asombros del progreso humano !.
Una eternidad sin límites... y mundos innumerables donde poder trabajar, donde poder vivir con ese noble anhelo de acercarnos con nuestras virtudes a lo más hermoso, a lo más sublime, a la ciencia de la caridad, que son los atributos sel sentimiento humanitario.
¡ Niños !, ¡ Flores de la Vida !, ¡ Creced !, ¡ Engalanad con vuestras virtudes el árido desierto de este mundo !.
¡ Sonreír !; vuestra sonrisa es el escudo de paz que los invisibles envían a la raza humana !.
- Amalia Domingo Soler. ( Sus más hermosos escritos )
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MÁXIMAS Y RECOMENDACIONES DE ANDRÉ LUIZ
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