Alrededor del año 1970, cuando el conocimiento espírita aun no nos felicitaba la noche oscura de la ignorancia, manteniéndonos, por consiguiente, en un total alejamiento acerca de la trascendencia de la vida, a pesar de que trajesen la personalidad revestidas de espíritu religioso.
En tanto, la creencia que hasta entonces profesaba, apuntaba el más allá de la tumba con teorías tan anémicas y flojas que el panorama se nos antojaba como si fuera una gran incógnita nublada, misteriosa, impenetrable, desconocida y porqué no decir: ¡tenebrosa!...
En aquella ocasión, acompañando el entierro de una persona conocida, quedamos deambulando entre las tumbas y dimos con una sepultura adornada con un ángel de grandes alas, portando en las alas una faja con la siguiente inscripción: “Ayer yo fui lo que eres, y mañana serás lo que yo soy”.
La frase me afectó tanto que pasada varias décadas aun la tenemos nítida en la mente, así como la expresión desconsolada y frustrada de aquel ángel.
Ahora, con el conocimiento Espírita ya podemos responder al ángel con la misma frase, porque la reencarnación trae de vuelta a los que se fueron para el más Allá.
¡Es preciso ser muy ciego y obtuso para creer en algo tan ilógico como la unicidad de la existencia!... No podemos acomodar la Justicia Divina y la bondad de Dios en tan insulso concepto.
El Espiritismo es el Sol de la Espiritualidad Mayor esclareciendo los panoramas existenciales. Ellos nos revelan que el nacimiento y la tumba no son el inicio ni el fin de nada, sino, tan solamente dos estaciones de la vida que es imperecedera.
El vigor de la incredulidad y del materialismo no tiene otra fuente energética sino en las empobrecidas religiones medievales incrustadas en sus anquilosados dogmas.
Cuando el Conocimiento Espírita conquiste su definitivo espacio (y de eso no podemos dudar porque El es de origen Divino), la Humanidad nunca más pintará la muerte con paños rojos y lacrimosas ceremonias fúnebres, ya que, en general, la muerte física marca una etapa más vencida en el largo camino evolutivo y sólo debe ser motivo de alegría y alivio para quien trae la conciencia tranquila de una vida recta y del deber cumplido.
Allan Kardec estudia hasta la extenuación este tema en el libro: “El Cielo y el Infierno”, capítulo II de la primera parte ítems 1 al 10. Saquemos de ahí algunos extractos para nuestros comentarios:
“(...) Para liberarse del temor de la muerte es menester poder encararla bajo su verdadero punto de vista, esto es, haber penetrado por el pensamiento en el mundo espiritual, haciendo de el una idea tan exacta como posible, lo que denota de parte del Espíritu encarnado un tal o cual desenvolvimiento y aptitudes para desprenderse de la materia.
En el Espíritu atrasado la vida material prevalece sobre la espiritual. Apegándose a las apariencias, el hombre no distingue la vida del cuerpo, esté sin embargo en el alma la vida real; aniquilado aquel, todo se le figura perdido, desesperante.
Si, al contrario, concentramos el pensamiento, no en el cuerpo, sino en el Alma, fuente de la vida, ser real a todo sobreviviente, lastimaremos menos la perdida del cuerpo, antes fuente y miserias y dolores. Para eso, no obstante, necesita el Espíritu de una fuerza sólo adquirida en la madurez.
El temor de la muerte deriva, por tanto, de la noción insuficiente de la Vida Futura, aunque denote también la necesidad de vivir y el recelo de la destrucción total: igualmente el estimula un secreto anhelo por la sobrevivencia del alma, velado aun por la inseguridad.
Ese temor disminuye, a medida que la seguridad aumenta, y desaparece cuando esta es completa.
He ahí el lado providencial de la cuestión. Al hombre no suficientemente esclarecido, cuya razón mal pudiese soportar la perspectiva muy positiva y seductora de un futuro mejor, prudente sería no deslumbrarlo con tal idea, ya que por ella pudiese ser negligente en el presente, necesario a su adelantamiento material e intelectual. Este estado de cosas es entretenido y prolongado por causas puramente humanas, que el progreso hará desaparecer. La primera es el modo con que se insinúa la Vida Futura, modo que podría contentar a las inteligencias poco desarrolladas, pero que no conseguiría satisfacer la razón esclarecida de los pensadores referidos. Así dicen estos: “Desde que nos presentan como verdades absolutas principios contestados por la lógica y por los datos positivos de la Ciencia, es que ellas no son verdades”. De ahí, la incredulidad de unos y la creencia dudosa de un gran número.
La Vida Futura les es una duda vaga, una probabilidad más que una certeza absoluta; creen, desearían que así fuese, pero a pesar de eso exclaman: “¡Y si así no fuera!. El presente es positivo, ocupémonos del primero, que el futuro a su vez vendrá”. Y después, añaden, ¿definitivamente qué es el Alma? Un punto, un átomo, una chispa, una llama? ¿Cómo se siente, se ve o se percibe? Es que el Alma no les parece una realidad efectiva, sino una abstracción.
Los seres que le son queridos, reducidos al estado de átomos en su modo de pensar, están perdidos, y no tienen más a sus ojos las cualidades por las cuales se les hicieron amados; no pueden comprender el amor de una llama en la que ella podamos tener. Se justifica así la preferencia a lo positivo de la vida terrestre, que algo posee de más sustancial; y es considerable el número de los dominados por este pensamiento.
Añadamos aun la circunstancia de todo en las costumbres concurridas para lamentar la perdida de la vida terrestre y temer el pasaje de la Tierra al Cielo. La muerte es rodeada de ceremonias lúgubres, más propias a infundir terror que a provocar la esperanza. Si describen la muerte, es siempre con aspecto repelente y nunca como un sueño de transición; todos sus emblemas recuerdan la destrucción del cuerpo, mostrándolo hediondo y descarnado; ninguno simboliza el alma desembarazándose radiante de las cadenas terrestres. La partida para ese mundo más feliz sólo se hace acompañar del lamento de los sobrevivientes, como si una inmensa desgracia alcanzara a los que parten; diciéndoles eternos adioses como si jamás debiesen volver a verlos. Se lastima por ellos la pérdida de los goces mundanos, como si no fuesen a encontrar mayores goces en el más allá de la tumba.
¡Que desgracia, dicen, morir tan joven, rico y feliz, teniendo la perspectiva de un futuro brillante! La idea de un futuro mejor apenas toca de leve el pensamiento, porque no tienen en él raíces. Todo concurre así, para inspirar el terror de la muerte, en vez de infundir esperanza.
Sin duda que mucho tiempo será necesario para el hombre se deshaga de esos preconceptos, lo que no quiere decir que esto no suceda, a medida que su fe se fuera afirmando, al punto de concebir una idea más sensata de la vida espiritual”.
( Momento espìrita )
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“Me deprime la monótona estupidez instituida de Cruces, calvarios, Cristos, columnas destruidas y ángeles
Llorando, como si la muerte, nivelando a los muertos, sólo mereciese moldes viles y convencionales.”
- Marques Rebelo
Los viernes a las 23,00 horas se os invita a asistir a una conferencia en la misma sala.
Los domingos a las 21,00 horas tenemos la clase de Estudio del Espiritismo por el "Grupo espírita Sin Fronteras".dirigido por Carlos Campetti-
Y además recomiendo los Blogs: El espirita albaceteño.- elespiritadealbacete.blogspot.com.es
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Revista virtual AMOR, PAZ Y CARIDAD : www.amorpazycaridad.com
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