La reencarnación, al contrario de lo que vulgarmente se propaga, no es un proceso punitivo. Es, en verdad, un sistema educativo de evolución espiritual, regulado por Leyes que fueron instituidas por Dios. Por tanto, el Espíritu no retorna al cuerpo físico con la intención de sufrir puniciones, a su regreso la vestimenta forma parte de la pedagogía divina.
La propia expiación, que el eligió confunde con punición, es en la realidad el resultado de la Ley de Causa y Efecto. Para mejor entender esa dinámica, debemos servirnos de una analogía: supongamos que un adolescente, en virtud de su desidia en los (causa), se ve obligado a repetir el curso (efecto). ¿En este caso, podemos decir que el colegio estará aplicando una punición al alumno? No. Mientras el estudiante no consiga las metas establecidas por la institución de la enseñanza, el jamás podrá progresar para un periodo superior. No se trata de una punición, más si forma parte de un proceso pedagógico. En esta situación específica, solo podemos culpar al propio alumno por su fracaso.
De un modo semejante, guardando sus debidas proporciones, ocurre con las expiaciones. Dios no castiga, no pune, El instituyo las Leyes que regulan el universo, cabiendo al transgresor arcar con la responsabilidad de sus acciones.
Todavía, debemos resaltar que la reencarnación no es sinónimo de expiación. Aun mismo no habiendo faltas a ser reparadas, el Espíritu podrá retornar al instituto terrestre con la intención de adquirir nuevos conocimientos en el campo intelecto-moral o, tratándose de Espíritus de élite, con el fin especifico de desempeñar tareas que auxilien en el desenvolvimiento evolutivo de la humanidad. Por tanto, más allá de la expiación, podemos establecer que la reencarnación tiene por objetivo el mejoramiento progresivo de la Humanidad (L.E, q. 167)
Sin embargo, aunque no es una condición sine qua non para el proceso de la reencarnación, la expiación constituye un factor casi unánime entre los Espíritus encarnados, eso se explica por la baja condición evolutiva de los habitantes del orbe terrestre. De esta forma, habiendo transgresiones de la legislación divina, de acuerdo con el maestro nazareno, de ninguna forma saldrás de allí [ del orbe terrestre] mientras no pagues el último céntimo (Mateo 5:26), o sea, el infractor deberá retornar a la esfera carnal hasta que restablezca el equilibrio natural de las cosas, esto es, hasta que repare sus errores de otrora.
La doctrina de la reencarnación no es peculiar de nuestro tiempo, se trata de una enseñanza milenaria, de los filósofos, de los más diversas culturas y tradiciones. No forma parte de un dogma religioso, más si de una ley natural. Se revela como la forma más pura, lógica y coherente de las verdades espirituales. Infelizmente, debido a la influencia de un sistema religioso medieval, común a las sectas dogmáticas occidentales, el creyente simplista no consigue desasociarse de la idea teológica de una sola existencia subordinada al salvacionismo gratuito. Son por cierto, esos mismos grupos los que, dogmatizados y fanatizados por la teología de los castigos divinos y de las penas eternas, buscan infiltrar, por ignorancia o mala fe, la falsa idea de que la reencarnación es un proceso de punición.
En lo que tañe a la ultrapasada concepción del Cielo e Infierno, señala Gabriel Delanne:
" Las antiguas concepciones del Cielo y del Infierno caducaron, porque no se comprende la eternidad del sufrimiento como punición de una existencia, que, en relación a la inmensidad del tiempo, es menos de un segundo, así como no se concibe la felicidad ociosa y beata, cuya monotonía seria un verdadero suplicio.
¡ Eso si es punición! ¿Como el error cometido durante una existencia efímera podrá acarrear la desproporcionalidad de una pena eterna? Es ilógico. Hasta aun incluso el supuesto Cielo que, según la teología, debería ser un lugar de alegría, se torna un suplico de ociosidad. ¡La sana razón nos dice que la vida del Espíritu es trabajo y proceso incesante!
¿Cuál es la filosofía espiritualista o religión que consigue explicar racionalmente, por la teología de la única existencia, por ejemplo, las desigualdades sociales, las desigualdades de aptitudes, la existencia de los niños que ya nacen con deficiencias físicas y mentales, el motivo del dolor y del sufrimiento, la muerte de un recién nacido o de una criatura de tierna edad, etc.…? ninguna de ellas es capaz de responder a esas y a otras complejidades de la vida humana. ¡Solo existe la justicia divina con la reencarnación!
Respecto de la moral Palingenésica, elucida, con razón, el metapsiquista Gustavo Geley:
" Si en el transcurso de su evolución, en la serie de sus sucesivas vidas, el ser es el producto de sus propias acciones y reacciones, se sigue que su inteligencia, su carácter, sus facultades, sus buenos o malos instintos son obra suya, cuyas consecuencias habrá de sufrir, infaliblemente.
Todos sus actos, trabajos, esfuerzos, angustias, alegrías y sufrimientos, errores y culpas tienen repercusión fatal y reacción inevitable, en una u otra de sus existencias.
Siendo así, no hay ninguna necesidad de un juicio divino, ni de sanciones sobrenaturales.
Muy lejos de ser una punición, es la doctrina de las vidas sucesivas una prueba de la misericordia, de la justicia y de la bondad divina. Las posibilidades se amplían al infinito, no existen desheredados o abandonados a las penas eternas, todos nosotros estamos subordinados al determinismo del progreso, nada es por acaso, todo efecto tiene una causa de origen actual o remoto. Esa es la síntesis de la pedagogía divina.
- Ricardo Malta- Blog de los espiritas -
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Somos responsables de nuestra propia alegría, es lo único que la Tierra necesita de nosotros. Debemos cultivar y cuidar nuestra alegría, permitir que siempre arrope nuestro corazón. Que esa sea tu celebración de la vida, la manera de agradecer el maravilloso regalo que es estar aquí.
Es lo único que todos los demás seres que nos acompañan necesitan de nosotros. Y la verdadera alegría se alcanza al estar en contacto con la propia esencia. Expresar la verdad que somos, iluminar con ella nuestro alrededor, nada proporciona más alegría que ser quien eres, en paz contigo mismo y con la Naturaleza. Nadie más es responsable, solo tu eres responsable de iluminar cada día tu vida y el mundo con tu alegría.
Marilys Fernandez Rodriguez
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