miércoles, 15 de febrero de 2012

El dolor moral ( 2ª parte)


     Cuando realizamos la primera parte del "Dolor Moral", pensamos en hacer un trabajo simple, fácil de entender, al respecto del dolor o padecimiento que sufre el espíritu durante los procesos reencarnatorios y los entretelones que se gestan en la vida material y espiritual. Sencillo no es, pues estamos tratando de acercarnos y observar los procesos de sufrimientos en estados donde aún no comprendemos a ciencia cierta cómo se producen desde el espíritu, puesto que éste no está compuesto por células visibles y predecibles dentro del marco de la ciencia médica. La literatura Espírita habla del dolor, del padecimiento de las almas y el de los espíritus en estado de erraticidad.

     En la primera parte, manifestamos que estamos sujetos a leyes divinas y que las mismas interactúan en los procesos de la vida, de los actos y de sus consecuencias morales. Entender al mundo espiritual, entender la monumental obra del arquitecto del universo y sus leyes, no es tarea sencilla, nos falta mucho para comprender todo… aun así las luces que nos brindan infinidades de hermanos, nos van dando algunas luces para entrever lo que en el mundo espiritual ocurre. Millones de seres inteligentes encarnan y desencarnan, cada uno con su prueba, misión o expiación a este mundo y a diario. La codificación realizada por Allan Kardec establece en un trabajo colosal, la veracidad de estos hechos.

     Ya conocedor de las grandes luchas que debe enfrentar el Espíritu para su evolución, no puede sustraerse al sometimiento de padecimientos o dolores morales, pues comprende su realidad, está vivo y consciente de sus actos, los cuales determinan nuestro progreso espiritual. Empezamos a comprender el bien del mal, lo necesario de lo superfluo, y nuevo sentimientos se despiertan dentro de nuestras almas.

     En un segundo paso, comienza a entender que la conciencia es la que le dicta los parámetros de los actos, positivos o negativos, y comprende que es la palabra de Dios. Ve la unión que existe entre todas las cosas. Ve que cada acto hacia su hermano espiritual, tiene, insoslayablemente una repercusión que repercutirá en el futuro de su destino. Comprende que el Dolor Moral, es el que equilibra las acciones.

     La materia es el vehículo del Espíritu, el móvil que hace visible sus actos en la tierra, sus inclinaciones, tendencias y obra conforme a su progreso espiritual. Aun así, la densa materia no nos deja recordar los actos de existencias pasadas, y dolores indecibles, no tiene una explicación aparente y por ende especificamos:

     Cuando estamos dentro de nuestro propio dolor no somos conscientes del todo de nuestro entorno y como lo podemos afectar, ya sea con nuestros pensamientos negativos, de tristeza y dolor, así como afectamos nuestro propio organismo, ya que al estar con el alma tan decaída, dejamos entrar y salir distinto sentir que nos afecta a nosotros y a nuestro prójimo. Los pensamientos nuestros y de todos están en el ambiente. Recordemos cuando muchas veces escuchamos: “Se podía sentir el ambiente pesado que había”. Imaginemos esto, pero con cada persona, en cada lugar de trabajo, hogar, o sitio de convivencia, con cada pueblo, luego cada país, continente. Ahora imaginemos lo que será a nivel de todo nuestro planeta. Entonces cómo estará esta atmosfera que nos rodea? No sólo es la capa de ozono, también es la espiritual la que tenemos responsabilidad de sanear, comenzando por la nuestra, desde dentro nuestro. Forma clara de limpiar esta atmósfera es la oración sincera, la meditación, el pensamiento que construye, no destruye. “Aspirando las nuevas corrientes de aire, observaba la indefinible diferencia. El oxígeno parecía impregnado de magnetismo poco agradable. Comprendí, una vez más, la sublimidad de la oración y del servicio de la Espiritualidad superior, en lo íntimo de las personas. La oración, la meditación elevada, el pensamiento edificante, refunden la atmósfera, purificándola.” El pensamiento elevado santifica la atmósfera del entorno y posee propiedades eléctricas que el hombre común está lejos de imaginar.”  (Tomado de: Misioneros de la luz. La Vida en el Mundo Espiritual. Por el Espíritu André Luiz. Médium: Francisco Cándido Xavier).

     Ese dolor moral nos lleva a que nuestro pensamiento se vaya para cualquier lado, pues nos centramos en lo que nos ocurre, sólo eso nos importa, nos olvidamos de quienes nos rodean y hasta de nosotros mismos, nos comportamos egoístamente, a pesar de sentir tal sufrimiento. Algunos le llaman depresión, pero cuantas caras tiene! Puede ser la pérdida de un ser querido, un problema personal, una decepción, perder nuestro trabajo, sufrimiento físico, no saber cómo sobrellevar las pruebas a las que nos hemos expuesto en esta existencia, o no saber si estamos haciendo las cosas como deben hacerse. Es difícil salir de ese estado, pero no imposible, por qué vivir con el dolor si podemos remediarlo? Entonces buscamos una luz que nos guíe. Pedir ayuda al Padre es básico, enviará en nuestro auxilio más hermanos que nos brindarán, si lo aceptamos, paz, sosiego, y hasta iluminación para nuestro mejor proceder.

     ¿Por qué se nos hace tan difícil decir una frase tan simple como “Padre mío ayúdame”? El fardo de nuestro mismo peso nos oprime y no nos deja movernos. Junto esa carga, o parte de ella están nuestros obsesores que aprovechan esa rendijita que hemos abierta para entrar, y los dejamos que nos insinúen aún más cosas que nos llevan hacia abajo. Por algo siempre se nos habla en el espiritismo de lucha, progreso.

     Con este cuadro ese sentir llega a quienes nos rodean, viene el mal humor, la amargura, la dejadez, el desánimo…la soledad, y la falta de esperanza. ¡Qué sediento está el mundo de amor! Tantos hermanos necesitados de ese calor humano tal vez de un espaldarazo a tiempo que nos diga… ¡Dale! Un esfuerzo más, verás que no es vano. ¿No te das cuenta que tu mismo te has enterrado, y tu mismo tienes que Salir? Cuántos hermanos llegan así al mundo espiritual y tienen que ser cuidados y tratados a este respecto!

     Sin embargo, pensar que la vida se resume en lágrimas y desconsuelo, es menospreciar el amor de Nuestro Padre Celestial. No nacimos para sufrir, el sufrimiento es el producto de nuestros actos y conforme a leyes divinas, cosechamos lo que sembramos, es decir que el siembre tormentas, cosechara tempestades. Y si no fuera por cosecha, sino que lo hemos recibido por injusticia, entonces la justicia divina se encargará de lo necesario. La Divina Providencia nunca nos deja desprovistos.

     Esta es la parte visible de algunos seres encarnados, y sin temor observamos que el sufrimiento dentro de la encarnación, no lo detiene la muerte física. En sesiones mediúmnicas, se manifiestan seres con grandes sufrimientos, producto de lo expuesto y sin cesar se trabaja para poder estrechar los vínculos entre los seres de los dos mundos, tratando de llevar un rayo de Luz y comprensión. Los guías espirituales, poseedores de luz y amor infinitos, se transforman en los emisarios del Maestro de las almas, Jesús de Nazaret, que se transformó en el ejemplo a seguir con verdaderos actos de caridad incondicional que sublimizan el alma y nos elevan a estadios mejores.
Cerramos este humilde trabajo con una lectura tomada del libro “El Evangelio Según el Espiritismo”

EL MAL Y EL REMEDIO

19. Vuestra Tierra, ¿es acaso un lugar de alegría o un paraíso de delicias? ¿Ya no resuena en vuestros oídos la voz del profeta? ¿No pregonó él que habría llanto y crujido de dientes, para los que nacieran en este valle de dolores? ¡Vosotros que vinisteis a vivir en ella, esperad lágrimas ardientes y penas amargas, y cuanto más agudos y profundos sean vuestros dolores, mirad al cielo y bendecid al Señor por haber querido probaros!... ¡Oh hombres! Entonces, ¿no reconoceréis el poder de vuestro Maestro, sino cuando haya curado las llagas de vuestro cuerpo y coronado vuestros días de beatitud y de alegría? Así, pues, ¿no reconoceréis su amor sino cuando hubiere adornado vuestro cuerpo con todas las glorias y le haya dado su resplandor y su blancura? Imitad a aquél que os fue dado como ejemplo: llegado al último grado de la abyección y de la miseria, tendido en un estercolero, dijo a Dios: “¡Señor conocí todas las alegrías de la opulencia y me redujiste a la miseria más profunda; gracias, gracias, oh Dios, por querer probar bien a vuestro servidor!” ¿Hasta cuándo vuestras miradas se detendrán en los horizontes marcados por la muerte? ¿Cuándo querrá vuestra alma, en fin, soltarse más allá de los límites de una tumba? Pero si debieseis llorar y sufrir toda una vida, ¿qué sería eso al lado de la eternidad de gloria reservada al que haya sufrido la prueba con fe, amor y resignación? Buscad, pues, consuelos a vuestros males en el futuro que Dios os prepara, y la causa de ellos en el pasado; y vosotros los que más sufrís, consideraos los bienaventurados de la Tierra. En estado de desencarnados, cuando planeabais en el espacio, elegisteis vuestra prueba, porque os creísteis bastante fuertes para soportarla; ¿por qué reclamar ahora? Vosotros que pedisteis la fortuna y la gloria, era para sostener la lucha de la tentación y vencerla.


Vosotros que pedisteis luchar de cuerpo y alma contra el mal moral y físico, fue porque sabíais que cuanto más fuerte sería la prueba, más gloriosa sería la victoria y que si salieseis de ella triunfantes, aun cuando vuestra carne se hubiese lanzado en el muladar, a su muerte dejaría escapar un alma resplandeciente de blancura, y purificada por el bautismo de la expiación y el sufrimiento.

¿Qué remedios recomendar a los que están atacados de obsesiones crueles y de males lacerantes? Sólo uno es infalible: la fe, elevar la mirada al cielo. Si en el acceso de sufrimientos, vuestra voz canta al Señor, el ángel de vuestra cabecera os enseñará con su mano la señal de salvación y el lugar que debéis ocupar un día... La fe es el remedio cierto del sufrimiento; ella muestra siempre los horizontes del infinito, ante los cuales se borran esos pocos días sombríos del presente. No nos preguntéis más, cual remedio es preciso emplear para curar tal úlcera o tal llaga, tal tentación o tal prueba; recordad que el que cree es fuerte por el remedio de la fe, y el que duda un segundo de su eficacia, es castigado en el mismo instante por la dolorosas angustias de la aflicción. El Señor marcó con su sello a todos los que creen en él. Cristo os dijo que con la fe se transportan montañas, y yo os digo que el que sufre y tenga su fe por sostén, será colocado bajo su égida y no sufrirá más; los momentos de los más fuertes dolores serán para él las primeras notas de alegría en la eternidad. Su alma se desprenderá de tal forma de su cuerpo que, mientras éste se contuerce bajo las convulsiones, ella planeará en las regiones celestes cantando con los ángeles los himnos de reconocimiento y de gloria al Señor. ¡Felices los que sufren y los que lloran! Que sus almas se alegren porque serán bendecidas por Dios.” (SAN AGUSTÍN, París, 1863). Tomado de: El Evangelio Según el Espiritismo, por Allan Kardec.


“Sólo el estudio del Espiritismo nos hará grandes en medio del dolor, porque sabiendo que vivimos eternamente, haremos lo posible para ser hoy mejores que ayer y ser mañana grandes benefactores de la humanidad. (Amalia Domingo Soler, Hechos que Prueban). Que lo podamos conseguir… la ayuda la tenemos
Juan Carlos Mariani y Claribel Díaz


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